Capítulo 23: "Rectificar"

Quien me iba a decir a mi que volvería. Y de que manera. Era ya de noche. Mis padres a punto de irse a la cama, mi hermano a su bola en su habitación, mi hermana con el ordenador y yo sentada en su cama esperando a que me lo diera. Gritos, forcejeos... en fin, hasta el punto al que se puede tratar a una hermana. Siempre igual. Mi padre vino. Más gritos. Salí de la habitación. Mi hermana dio un portazo y yo me fui a mi habitación pensando en volver más tarde. Cogí el móvil para poner música y calmarme un poco cuando mi padre abrió la puerta de mi habitación de golpe.
- Que sea la última vez que das un portazo.
- ¿Qué? ¡Pero si ha sido Lara!- dije con el brazo extendido hacia la dirección en la que se encuentra su habitación.
- ¡He dicho que no quiero un solo portazo más de esta puerta!
- ¡Pero que ha sido ella joder!- dije con los ojos llenos de lágrimas mientras mi padre se iba cerrando la puerta.
Me encolericé, tiré el móvil contra la cama, me di la vuelta y puse las manos sobre el escritorio. Resoplaba. Resoplaba mucho. Tenía los ojos llenos de lágrimas y me mordía la lengua para que no cayeran. Miraba de un lado a otro muy nerviosa. Siempre las culpas para mi. No quería llorar. Cogí el móvil de nuevo y puse la música a tope. Volví a mi postura. Intenté evitarlo pero alguna lagrima calló. La música sonaba alta y yo no me calmaba. Era Rock. Me di la vuelta y me senté encima del escritorio. Me calmé un poco. Canturreé cabizbaja unos versos de la canción y me quedé mirando al armario de repente. Sonreí. Que error estaba a punto de cometer. Di un salto para bajarme de donde estaba subida y me coloqué frente al mueble. Abrí las puertas de éste, ahí estaban, a la derecha de las perchas. Un montón de chaquetas y algún vestido de Lara. Fui cogiéndolas percha por percha y tirando las prendas al suelo. Al final, me encontré con una montaña de perchas y ropa. Las puse encima de mi cama y en dos viajes las llevé a la habitación de mi hermana. Ella me observaba perpleja hasta que comprendió lo que estaba haciendo. Por último le tiré uno de sus vestidos a la cama y me fui. Ella salió detrás de mi. La que acababa de liar. Coloqué mejor las perchas con mi ropa ahora que tenía más espacio. Por poco tiempo. En ese momento mi padre entró con toda la ropa que había sacado de mi armario y la tiró encima de mi cama. Mierda. Lara se había chivado.
- Ahora mismo vas a colocar esto en su sitio.
- Es mi armario.
- Y ya te puedes ir a la cama cuando quieras que el ordenador no lo vas a tocar. A ti te voy a bajar yo los humos pero ya.
- ¡Pues a ver cuando se la lleva!- dije cuando mi padre cerró la puerta de nuevo.
Estallé. Estallé de verdad. Llevaba mucho tiempo sin sentirme mal, sin llorar, y no lo pude evitar. Las puertas del armario seguían abiertas y yo me senté en el suelo, entre ellas. Comencé a llorar. Mucho. Muchísimo. Respiraba muy mal. Me estaba agobiando. El no querer llorar y llorar no me vino nada bien. Na sabía que hacer. Necesitaba hacer algo. Me ahogaba, mucho. Literalmente. Tenía el móvil entre las manos y se me ocurrió enviar un mensaje a alguien. Temblaba y me costó escribirlo. Seguía llorando y respirando a trompicones pero al final logré escribirlo: "creo que la he cagado. No puedo más, ayúdame por favor". Y lo envié. No os imagináis a quien. Al susodicho, al sin nombre, ese con el que no me hablaba pero con el que supuestamente las cosas estaban bien. Era lo primero que se me ocurrió. Dejé el móvil en el suelo y seguí llorando y temblando. ¿Y ahora qué? Le mandé un mensaje, ¿y qué? Ni siquiera sabía que respuesta esperar. Solo había pensado en él como la persona que mejor me entendería y que me iba a ayudar en ese momento. Dejé lo demás a un lado. Se supone que cuando un amigo tiene un problema es lo único que importa. Obtuve respuesta. Como de la nada apareció su número como llamada entrante. Lo cogí y llorando me llevé el teléfono a la oreja. Solo lloraba. Él pronunció mi nombre varias veces pero yo era incapaz de articular palabra. Seguía tirada en el suelo. Me pidió que me calmara y le conté lo sucedido entre sollozos ahogados. Poco a poco me fui calmando. Estaba muy mal y el sentirme apoyada y escuchada en esos momentos me hizo mucho bien. Por eso lo hice. Hablamos durante media hora. Mientras, anduve por toda la habitación, me tumbé en la cama, en el suelo, coloqué de nuevo la ropa en el armario... poco a poco me iba calmando mientras hablábamos. En un momento de la conversación le pedí perdón. Perdón por comportarme como una estúpida con él después de todo. Lloré de nuevo. Me dijo que estaba todo bien. Yo me tenía que desahogar. Curiosamente mi hermano estaba viviendo una historia parecida y lo estaba pasando mal. Supongo que el hecho de que él lo pudiera pasar mal por mi culpa no me gustó lo más mínimo. Me pidió que estuviera bien y colgamos. Ya hablaríamos mañana. Joder, a veces soy una completa gilipollas tomando decisiones.

Capítulo 22: "Mezcla de emociones"

Voy a empezar a tomarme muy enserio eso de no confiar en mi misma. La semana de exámenes no resultó ser tan agobiante como parecía. Subí mis dos cincos y aprobé Matemáticas que eran las que más me importaban. Y con nota. La verdad, no eran tan malas notas. Dos nueves, sietes, ochos y un seis en Matemáticas, la cual daba por perdida nada más salir del último examen que hicimos. Estaba orgullosa de mi misma. Mi madre también, aun que siempre se puede mejorar. Mi padre no, mi padre es un caso al que yo ya tengo muy perdido. Saque lo que saque, para él siempre puede ser más. Le ignoro completamente.
La mañana en la que nos dieron las notas solo fuimos las dos primeras horas. A tercera hora nos darían las notas y nos iríamos. A primera teníamos Matemáticas y no hicimos nada. A segunda hora teníamos Francés. Estuvimos viendo una película que se llama "LOL". Nos enganchamos mucho, la acabaríamos de ver a la vuelta de vacaciones. Llegó tercera hora. Pisé la clase por primera vez. Me senté en mi mesa. Encima de la mesa. Lucas estaba ahí cuando me di la vuelta. Que susto me dio. Me puso la mano cerrada delante. Yo no entendía nada y le choqué con el puño. Me reí hasta que comprendía lo que quería. Extendí la palma de mi mano debajo de su puño cerrado y el dejó caer una pulsera de eslabones plateados.
- ¡Oh! ¡Gracias!- se dio la vuelta y le di un abrazo por detrás. Me paré a pensar.
- Un momento...
Esa pulsera siempre me había gustado y siempre se la quise quitar. Habíamos quedado que, a final de curso, cuando se fuera a vivir a la ciudad, me la daría.
- Te dije que cuando me fuera te la daría y lo prometido es deuda.
- No, pero... ¿te vas ya? Dijiste que a final de curso.
En ese momento entró el tutor para darnos las notas. Yo me dejé caer en la silla. Lucas era un buen amigo y no me hacía ni pizca de gracia que se fuera así como así. Mientras daban las notas yo me giré para hablar con él.
- No es justo eh, dijiste que a final de curso. Por lo menos, cuando vayamos de excursión en Enero querrás quedar con nosotras, ¿no?
Asintió con una sonrisa. A mi no me convencía del todo pero, ¿que podía hacer yo? Las cosas son así. A la salida le acabamos de despedir y algo molestas nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo.
Esa misma tarde, Lucía, Carlos, un amigo nuestro y yo fuimos a tomar algo. Nos tiramos toda la tarde de risas. Carol vino después del hospital. La habían operado de la nariz, nada serio. Seguimos con nuestras tonterías. A las ocho menos cuarto nos fuimos todos a la iglesia. Había concierto de Navidad de la escuela de música y Lucía tocaba la flauta travesera. Nos sentamos en un banco no muy alejados de donde se colocaban para tocar. Carlos se tiró toda la actuación intentando entender la cámara nueva que se acababa de comprar, yo me reía de él, Carol miraba de un lado a otro ya que Juan estaba en una esquina de la iglesia y nuestro amigo el demente no paraba de meterse con los niños que teníamos delante. Vamos, comportamiento de todo menos de estar en una iglesia. En uno de los descansos entre canción y canción, Carlos sacó una pequeña cajita roja con un lazo de su bolsillo.
- Le he comprado esto a Lucía, ¿le gustaran?- dijo con una sonrisa.
Eran unos pendientes medio de plata medio de oro, no me fijé mucho, pero eran realmente bonitos. Yo me quedé embobada.
- Yo creo que si- dije asintiendo con la cabeza.
- Son bonitos- dijo Carol.
- Si Carlos si, seguro que le gustan.
Sonrió y guardó de nuevo la caja.
- Ella me dijo que no quería nada pero un detalle nunca está de más.
Que monos. Seguro que le hacía ilusión. Ay mi Lucía... Antes de que acabara el concierto yo me fui. Eran casi las nueve y, aun que mi madre sabía que iba a ir a la actuación, no quería llegar muy tarde o la bronca estaría asegurada. Llegué y no me dijeron nada. Me puse a cenar. Mi madre me vio las uñas pintadas de morado. Desde que Lucía me había pasado unos videos espectaculares de como pintarse las uñas estaba enganchada. ¿Y que tiene esto de malo? Pues no lo se, pero mis padres me echaron la bronca. Mi madre decía que era un color "muy oscuro", palabras textuales y mi padre alegaba que quería parecerme a sabe dios quien. Yo contesté. No me callé. Casi nunca lo hago. Ahí empezó la tensión entre mi padre y yo que duró bastante tiempo. Que cosas, madre mía. Lo que hay que aguantar. Y lo que quedaba por aguantar.

Capítulo 21: "Se vuelve a equilibrar"

La semana rara ya había pasado. Y me había venido bastante bien. Era un poco rollo el ir a clase un día si y un día no pero no estaba cansada, cosa que agradecía. Reflexioné sobre la cantidad de exámenes que tenía la siguiente semana y que en la mayoría de ellos me jugaba la evaluación. Necesitaba subir dos cincos en ética y biología, tenía el examen de cuatro temas de matemáticas que, si lo suspendo, adiós evaluación, había hecho el examen de física y química y no me había ido muy bien por lo que estaba temblando con la nota, tenía el examen de dos temas de sociales, el único de la evaluación... ¡Socorro! Mejor no pensar en todos los exámenes que tenía y todas las posibilidades de piciarla que se me presentaban. Ir organizándose poco a poco era la solución. Al fin y al cabo, faltaba una semana y cuatro días para las vacaciones de Navidad. ¡Que ganas! Iba a ser genial. Cada año que pasa más geniales son las vacaciones. Este año me tocaba Noche Buena y Navidad en casa, Noche Vieja en casa de mis tíos y Año Nuevo en casa de mis otros tíos. Añoro el ir a Madrid en Noche Vieja... pero ya nada es lo mismo. Iré en Reyes y veré a mi grupo de música favorito, a poder ser con Sara. Eso me sacaba una sonrisa.
Las cosas iban bien. El tema "chico al que le confesé lo inconfesable" estaba zanjado. Desde el ultimátum no volvió a decir palabra del tema. Hablábamos de vez en cuando y si nos pasábamos dos o tres días sin hablar no le daba importancia. Por lo menos yo. A veces me acordaba de él pero era poca cosa. La clave estaba en que su recuerdo ya no venía a mi mente cuando apagaba el despertador. No pensaba en nada en ese momento. Supongo que me alegré. Mi cuerpo y mente ya estaba libre de amor. De eso si que me alegré. No necesito a nadie para sentirme completamente bien. Centrarme en mis amigos es la clave. Y en los que creo conocer y no conozco. Esos son bastante importantes. Varios de mis amigos no estaban bien últimamente. Ahora que mi vida se iba relajando la suya empezaba a ondularse. Yo he conseguido no rayarme tanto por las cosas y he aprendido a sonreír, pero es un poco imposible que ellos hagan lo mismo. Aún que yo estoy ahí para lo que necesiten, estoy contenta con mi trabajo de amiga.
La verdad, no estaba nada mal estos días. Lucas no me había prestado mucha atención y la verdad, yo a él tampoco. Mejor. No quería volver a caer en las garras de esa cosa a la que llamamos amor. Estaba tan agusto así. Libre. Pero libre completamente. Centrándome en lo verdaderamente importante y dejando a un lado lo secundario.
El Viernes hice un par de videos con Sara y una amiga. Nos lo pasamos bastante bien. El Sábado había partido. El clásico. Decidí no salir por la tarde para estudiar un rato y luego ir por la noche con la gente a verlo. Mis padres no me habían dado permiso pera tampoco me lo habían negado. Y como no estaban en casa... Fui a buscar a Sara y nos fuimos hasta el bar. Estaba lleno.
- ¿Y ahora que hacemos?
- No sé, esperemos a que llegue Carol.
Carol llego cinco minutos después. Le explicamos que el bar estaba lleno.
- Bueno, podemos ir a donde están los demás, igual no está lleno.
- Pues vamos.
- No... tenemos que esperar por Juan.
Su novio también venía. Esperamos por él y cuando llegó nos fuimos al otro bar. También estaba lleno así que Juan nos dijo que podíamos ir a su casa. Y así lo hicimos. La prima de Sara vendría más tarde. Una madridista en toda regla. Antes de subir a casa de Juan sacamos unas latas de la máquina de refrescos. Para mi un Nestea, que hacía mucho que no me tomaba uno. Subimos arriba. Yo nunca había estado en su casa pero seguro que Carol se la conocía perfectamente. Nos acomodamos en el sofá y Juan encendió la televisión. A los diez minutos de partido llegó la prima de Sara. Nos lo pasamos realmente bien. En el descanso bajamos a por más latas e hicimos el tonto con el teclado que tenía Juan en el salón. Cuando el descanso terminó volvimos al sofá. Al final no le prestamos mucha atención al partido. Nos centrábamos más en los comentarios graciosos que hacíamos. Fue una noche genial. Por cosas así es por lo que vale la pena tener amigos. Perdimos pero no decaímos. Nos fuimos todos a casa. Yo llegué y cogí el ordenador. ¿Os lo he dicho? Vuelvo a los concursos de escritura. Estoy con una novela. Es un concurso a nivel autonómico por lo que no tengo muchas posibilidades de ganar. Me falta poco para terminar la historia. Estoy muy contenta de volver a escribir en plan serio. Sí, estoy muy contenta con todo. Por fin las cosas se van asentando un poco. Y cuando pase esta semana, espero poder seguir diciendo lo mismo. Porque esta semana va a ser crucial... y no lo digo solo por los exámenes.

Capítulo 20: "Ya no sufro más"

¿Lo veis? Esto es imposible de llevar. Bueno, que preguntas, si no lo veis. Estoy deseando que se acabe esta semana. Ha sido bastante buena porque me han dado muy buenas noticias pero necesito descansar. Dormir. Mucho. El Domingo es el cumpleaños de mi padre. La verdad, no tengo ni idea de que regalo podemos hacerle. Mi madre se adelantará. Para el cumpleaños de mi madre por lo menos fui al centro comercial y pude comprarle una caja de bombones. Pero, ¿para este? A saber. Lo dicho, que me desvío. Volvió. Claro que volvió. Tenía que volver, ya habían pasado dos o tres días. Era rutina. Yo estaba en una fase...una fase...una fase "Shé". Si, la llamaré así. ¿Por qué? Para los que no lo sepáis, Shé es un rapero español con el que me identifico mucho. Con sus canciones. Me encanta. Lo vivo mucho. Y esta semana no había parado de escucharle. Encima ha sacado nueva maqueta y es una pasada. Genial. Habla de ser libres, de no pensar en blanco y negro, de enfrentarte a tus miedos...tenéis que escucharlo. Es increíble. Decía yo...ah sí, que me habló. Como de costumbre: "¿vamos a seguir así mucho tiempo?". Me puse nerviosa. Por un instante no quise contestar pero lo hice: "tú verás". Hala venga, que viva la coherencia. En fin. Se había equivocado. Mucho. Durante estas últimas semanas. ¿Por qué no lo aceptaba? "Pero, ¿a que suelo...?" ¿Qué más da lo que suelas hacer si ahora te has equivocado? Ahora tío. Ahora. Presente. Que yo vivo ahora. Mirar, lo dije sin pensarlo mucho, la verdad, pero... ultimátum. Ultimátum en toda regla.
- Hay un problema. Que si vuelve a pasar esto de, un día te hablo, al siguiente no y al tercero tan amigos, se acabó.
- ¿Serías capaz?
- Te lo estoy diciendo. Si vuelve a pasar eso lo mando todo a la mierda. A la mierda la amistad y a la mierda todo. Yo no puedo estar así. Me siento como una estúpida.
Y así lo dije. Y han pasado unos tres días. Hemos hablado una vez. En plan bien. Espero que no se le olvide. Y si se le olvida, que no ponga ninguna excusa. Porque lo pienso cumplir. Si algo malo sigue y sigue habrá que terminarlo de alguna manera. Solo quería seguir. Seguir con mi vida. Y que comprendiera que después de... ¿un mes? ¿Cuánto tiempo hemos estado haciendo el subnormal de esta manera? Bueno, que después de todo eso nada sería como antes. O por lo menos en tan poco tiempo. Las cosas no son así. Yo no puedo volver a contarle todo, todo, todo sobre mi vida. No. Tampoco quiero. Aún que él quiera. Por ahora. Me he dado cuenta de que tengo quince años. Hay veces que he hablado con mis padres de este tema. El tema "novios". Ellos lo tienen muy claro: hasta los dieciocho a pan y agua. A mi me da la risa. Mi padre es más concreto:
- Anda que no eres joven ni nada. Tienes una vida muy larga por delante para darte batacazos y tener novios. Pero ahora, es tontería.
Pues tiene razón. Tengo quince años. Quince. Pensarlo. ¿Realmente, para una chica de quince años la felicidad se basa en tener a un chico a tu lado? Para mí, claramente no. Así que ese tema ya ha pasado a un segundo plano. Ahora en el primero están más mis amigos. Luego le siguen los estudios y un par de cosas más. En fin, es lo que hay.
Mi madre nos ha salvado. Me he levantado casi a las tres del medio día. Anoche estuve con Sara en el Skype con la webcam puesta. Hacía por lo menos dos o tres años que no hacíamos eso. Estuvimos hasta las tres de la mañana. Pues desde las tres de la mañana hasta las tres del medio día. Mis doce horitas no me las quita nadie. Comimos y le dimos los regalos a mi padre. Una caja de bombones, un boleto de lotería de Navidad y una chaqueta. Mamá, eres genial. Comimos tarta. Por la mañana y por la noche. Dios, como pasa el tiempo. Ya estamos en Diciembre. Otro año. Llega la Navidad. Sonrío.
- Papá, entonces... ¿vamos a Madrid en Reyes verdad?
- Ya... ¿cuánto cuesta el concierto?- a veces me sorprende lo listo que puede llegar a ser.
Le explico lo que cuestan las entradas. Las normales y la VIP.
- Pero, no tenéis tarjeta de crédito.
- ¿Quién te ha dicho eso?
Señalo a mi madre con la cuchara que me acabo de llevar a la boca con un pedazo de tarta de chocolate.
- Pues muy mal, yo tengo una- saca la tarjeta.
- Ah, pues igual vale- digo mientras la examinamos.
- De todas formas, tu hermano tiene una. Comprar las entradas con la suya y ya le daremos el dinero a él.
- Cuando salgan.
- Aviso, veremos a ver como vienen las notas, porque igual cambio de opinión.
Que miedo.
- Vale papá. Tranquilo.
Más me vale aprobar todo. Me levanto y dejo el plato en el fregadero. Me voy por el pasillo a mi habitación y me paro delante de la puerta. Abro la boca y hago una mueca de felicidad. Una especie de sonrisa eufórica en silencio. Que genial. Desde la cocina se oye.
- ¡Después dices que no hacemos nada por vosotras!
Vale papá, me ha quedado claro. Gracias.

Capítulo 19: "La pescadilla que se muerde la cola"

Ya, Casandra, ¿por qué siempre te equivocas tanto? Es que rebobino y me tengo que reír de mi misma. Y ahora os preguntaréis, ¿esta mujer es tonta? Pues sí. Para qué negarlo. Pero no siempre es por mi culpa eh... Que conste. Ahora viene el por qué. Relax.
El Lunes después del berrinche entre hermanas con la colaboración de mi padre, después de escribir y liberarme, me conecté de nuevo. Y apareció. Siempre aparece. Me habló y dijo textualmente: "¿quieres hablar?". ¿Desde cuándo la gente pide permiso para hablar? En fin, le dije que si, que estaba realmente bien y le conté el problema. Parecía que la cosa iba mejorando. Poco a poco. Acabamos la noche bien. Al día siguiente no hablamos, pero al tercero se volvió a torcer. Siempre tiene que sacar el temita de si estoy bien o mal. Que solo yo se como estoy. Tú no. Siempre preguntando si me pasa algo y nunca me pasa nada. Parece que quiere que me pase algo para poder estar ahí. No hace falta, gracias. Sin ironías eh. Total, Miércoles mal. Jueves se soluciona. Viernes. ¡Bendito Viernes! Fui a dormir a casa de Sara con Amanda. ¡Que noche! Nos acostamos a las ocho de la mañana. Fue genial. Hacía mucho que no dormíamos juntas y teníamos que aprovechar el tiempo perdido. Lo pasamos realmente bien. Estuvimos por la tarde en la calle, fuimos a por la cena, cenamos y el resto ordenador. Lo típico. Fue estupendo. Hablé con él. Unos diez minutos por la BlackBerry de Sara. Fue... bien. Es la verdad. No hubo nada así raro. No recuerdo bien si fue el Sábado, Domingo o Lunes cuando se jodió todo de nuevo. Esto era ya un cachondeo. Dos días bien. Uno hablábamos y el otro no. Al tercero se jodía todo de nuevo. ¿Cuánto tiempo más íbamos a estar así? Porque yo no pienso aguantar mucho. No es muy difícil entender que después de lo que ha pasado no se puede volver a hablar como si nada. Así, como si todo fuera genial y magnífico. Igual que una persona que lleva años sin hablarse con otra y de repente se hacen ultra mega amigas. Llevas años sin hablarle... las cosas poco a poco, ¿no? Tampoco puede pretender que siempre me pase algo. Si estamos hablando, estamos hablando. ¿Por qué siempre tiene que saltar con la preguntita? "Te noto rara, ¿estás bien?" ¡Estoy bien! Si en vez de perder el tiempo en estas tonterías intentaras mantener una conversación normal y corriente sabrías que he sacado un seis y medio en el examen de matemáticas, que lo más probable es que vaya con Sara a ver a nuestro grupo favorito a Madrid, que será su regalo de cumpleaños, que estoy feliz por ello, que he acabado los exámenes esta semana pero que las dos siguientes van a ser de pena, que voy a ir al cine el Miércoles... pero, ¿a que no lo sabes? En fin... esta vez parece como... ¿la definitiva? Dios, que mal, ¿no? Después de todo y nos vamos a quedar enfadados. Pues nada. Que así sea. Pero yo ya he puesto punto y final. Se acabo. Se acabo y no va a volver. Yo siempre he dicho que si me iba me iba para no volver. Y así lo voy a hacer. Con todas las cosas de mi vida que tenga que abandonar. ¿Para que tropezar con la misma piedra sabiendo que te caerás? Es tontería. Muy tontería. Punto final. La verdad es que no se exactamente a que le estoy poniendo punto y final pero mejor tenerlo ahí.
Por lo demás, aun que se empeñen en que sea lo contrario, estoy bien. Muy bien. Esta semana ha sido de alegrías y sonrisas. Lo del concierto, lo de mi examen de matemáticas... Realmente bien. La siguiente iba a ser un poco liosa. El Lunes teníamos clase, el Martes no, el Miércoles sí, el Jueves no y el Viernes sí. Lo que viene siendo uno sí, uno no. Menos el Miércoles, el Lunes y Viernes tenía examen. Ya podían poner semana blanca. Se acerca la Navidad señoras y señores... Probablemente sea una de las épocas que más me gustan del año. La nieve, los regalos, las luces, las cenas famili... Bueno, eso lleva ya un par de años sin ser lo mismo. Cierto es que en estas épocas te vienen muchos recuerdos a la mente y es aquí cuando más echas de menos a esa gente que falta. Importa, pero hay que estar bien. Sonríe por los que no están. Recuerdalos, es el mejor regalo que les puedes hacer. Dejemoslo. Será mejor.
- ¡Que no me pintes la mesa!
- Bueno, bueno, que más da si es tiza hijo.
Le pone muy nervioso que le pinte la mesa.
- Pero deja al pobre Lucas mujer, demuestrale tu amor por él de otra manera, ¿no?
- Ainoha, tu cállate.
Si es que no se puede estar callada. En el fondo nos reímos. Miro al frente de nuevo. Hoy no tengo tanto sueño como la semana pasada. Anoche me acosté no muy tarde. Es un Lunes raro. El profesor vuelve a escribir en la pizarra. Y yo me vuelvo a dar la vuelta pero esta vez para hablar con Miguel. Miguel es el que se sienta detrás mía. También de toda la vida.
- Bueno, ¿qué tal Miguel?- digo recalcando su nombre.
Miro a Lucas y me rio. Me mira y hace lo mismo.
- Bien, pero déjame copiar que no veo.
- Perdón, perdón.
- No te quiere. ¿No ves que soy yo el único aquí que te quiere?
- Ja, ja, ja. ¡Mentira! Que Ainoha también me quiere- me acerco a ella y le intento dar un beso.
- ¡Pero quitaaaaaaaa!
Nos reímos.
- Lo ves- dice con una sonrisa en la cara.
Será imbécil. Y esta, ¿por qué no me da el beso? Que asquerosa. Nos reímos aún más. No si al final será verdad que un clavo saca a otro clavo. Pero mucho mejor si el hueco esta libre y ese otro clavo puede entrar sin problemas, ¿verdad? Si no es que es un lío de cosas. El capítulo se cierra, pero la novela continúa.

Capítulo 18: "Aprender nunca está de más"

Estoy en clase. Me está mirando. Espera. Sí, sí, me está mirando. Que vergüenza. Le sonrío y miro hacia delante de nuevo. Estamos en clase de Sociales. Hoy toca explicación. Se enrolla como las persianas. No me gusta la historia y este curso es todo historia. Lo único que me interesa es la "Guerra de la Independencia" y aún queda bastante para llegar. Si es que llegamos. Bajo la cabeza y miro el libro. Hay algo escrito en la mesa: "Casandra, Cas, Casita, es muy tontita". Me río. Era su letra. Me giro y le digo en voz baja.
- Muy bonito eh. Eres un infantil- señalo las letras.
Se ríe. Me río y me giro de nuevo. Que majo. En fin. No presto mucha atención a la explicación del profesor. Es muy pero que muy serio. A veces tiene sus puntos graciosos pero no deja de ser el profesor de Sociales y no deja de dar "miedo". La mayoría no están atendiendo. A veces le miran por miedo a que él les esté mirando. Pero nada. Poca preocupación. Asco de Lunes. Aún que por fin había acabado la semana. La anterior. Había sido horrible. Llego a casa. Huelo macarrones. "¡Yuhuuu!" Mi comida favorita.
- Hola mamá- le doy un beso.
- Hola hija, ¿qué tal el día?
- Bien- siempre contesto lo mismo.
Me siento. Tengo un plato repleto de macarrones con chorizo frito, huevo cocido y tomate. Que delicia. Mi hermana también se ha sentado. Me levanto de nuevo y voy a la nevera.
- Lara, ¿quieres queso?
- ¡Si!
Cojo dos trozos de queso. De estos que vienen envueltos en un plástico. Me siento y le doy el otro a mi hermana.
- Gracias.
Lo abro, lo corto en tiras y luego le hago un corte por el medio. Otra rutina. Rutina macarrónica. Pongo el queso por encima de los macarrones y llevo el plato unos segundos al microondas para que se funda. Le echo un poco más de tomate y listo. A comer. Comemos mientras vemos la televisión. Mi madre hace cosas por la cocina, mi padre ya se ha ido y mi hermano ya sabéis, de viaje. Terminamos. Son las tres casi. Mi madre se va a trabajar. Me voy a mi habitación y enciendo el ordenador. Tengo que dejar de hacer esto. Me entretengo demasiado. Mejor dicho, me vicio demasiado. Cinco de la tarde. Empiezo los deberes. Frases de Lengua, enlaces de Física y Química... A las seis y media y después de unos cuantos gritos le doy el ordenador a mi hermana. Mientras, remato los deberes, copio los apuntes de matemáticas para el examen del Viernes y hago cosas por la habitación. Cenamos. Llegan casi las diez y voy a pedirle el ordenador a mi hermana. Se me pone tontita y no me lo quiere dar. Uy... ¿por qué es tan borde con trece mierdas de años que tiene? Odio que me toreen. Odio que me vacilen. Me pongo muy nerviosa. Me siento en la cama a ver la tele esperando a que me lo de. Me apaga la tele. Pero que coño... empieza a gritar y llega mi padre. Se me queda mirando con el semblante serie y firme. Me da unos cuantos gritos y me obliga a irme de la habitación y dejarla sola. Me voy y me encierro dando un portazo. Dios que nerviosa estoy joder. Cojo el móvil. Música, necesito música. Es como una medicina para mi. Busco en la lista de reproducción. Son canciones antiguas porque es el móvil que tenía antes, pero me sirve. La Fuga. Ya se han separado. Ahora es Rulo y la Contrabanda y La Fuga sin el cantante. Rulo vino aquí. Me pilló en Madrid. Fue una gran putada. Eso me servirá. La Fuga. Pongo el volumen casi a tope. Y me siento de mi peculiar forma en la silla del escritorio. Siempre suelo poner la música en un volumen considerable pero estaba lo demasiado furiosa y agobiada como para que me importase nada. Miré de un lado a otro, furiosa. Muy furiosa. Me levante y fui a la estantería. Un folio. Cogí un boli y me senté otra vez. Puse el boli firme en frente de la hoja y comencé a escribir. A sacar todo lo que sentía. Salían las palabras solas. La música ayudaba mucho, muchísimo. Nunca me había sentido o así. Cada acorde de la canción hacía una frase mía sobre ese papel. Los textos salían solos. Uno terminado. Sonrisa. Una raya para separar y empiezo otro. Y así hasta cinco. Cantaba frases de la esas canciones, recordaba momentos, giraba la cabeza en señal de que me estaba justando lo que escribía, sonreía de vez en cuando... como riéndome de la vida. al principio me había agobiado mucho. Estas son las típicas situaciones en las que todo explota por una pequeña chispa. Dejé de escribir. Ya tenía entradas suficientes para el blog. Me sentía... bien. No salí de la habitación. Seguí con mi música. Seguí con La Fuga. Notaba tanta energía. Me hubiera gustado irme de casa en ese instante pero en vez de hacerlo lo escribí. Sería mejor. Que bien me sentía. Estaba alucinando. Bendita música, bendita escritura. Esta noche iba a ayudar mucho a la gente. Sí. Y no solo a la gente, si no a mi misma. En efecto.

Capítulo 17: "Apóyate"

Ha sido una mala semana. De las peores que recuerdo en algún tiempo. Todo el mundo está triste. Todos me lo cuentan. Yo también estoy mal. Pero intento ayudarles. Por ellos, por mí. Por mis propios asuntos. Semana agobiante. Exámenes, trabajos, deberes, acostarse a las tantas, broncas, problemas... Llega el fin de semana. Deseadisimo. Pues uno de los peores. Aún que solo por las noches. Noches sensibleras.
Lucía llevaba mal toda la semana. Nos apoyamos la una a la otra. Más que nunca. Mensajes, comentarios, privados... Nos contábamos cosas pero nunca nos habíamos sincerado tanto como esta semana. Me sentía muy arropada, sobre todo por ella. Quería que estuviera bien. De echo, nunca la había visto tan mal. Ella también quería que yo estuviera bien a pesar de que ella no lo estuviese. Joder, que buena era.
La noche del Viernes fue la peor. Nos reunimos Sara, Amanda y yo en un tinychat. Acabamos las tres llorando como magdalenas. Vivimos a diez minutos y nos vemos una vez cada mes, dos... nos conocimos y unimos gracias a un cantante y amigos en común. El día que nos vimos por primera vez fue genial. Sara y yo hablábamos todos los días en clase de Amanda. Eramos geniales.  Hacía ya un año y mucho de eso. Pero nos habíamos distanciado un poco, aún que seguíamos viéndonos. Recordaron momentos, recordaron a personas... Gente que yo todavía no había visto en persona y a la que quería demasiado. Como Susana. Susana... la conocí hace poco más de un año gracias a un extraño mundo en el que me embarqué. Lo único bueno que tuvo. Lloré. Lloré por no poder abrazarla, por lo tenerla conmigo. No habíamos parado de hablar ni un instante, desde el principio. Siempre está ahí. Aún que sean más de 500 kilometros. Para lo que necesitas, te ayuda, te aconseja y te da cariño. Es mucho en mi vida. Sencillamente genial. Cambiamos las dos juntas. Avanzamos las dos juntas. No sé que haría sin ella. Lloramos y lloramos las tres juntas. Amanda, Sara y yo. Esa noche. Pensando y recordando. Decidimos vernos la semana próxima y pasarnoslo genial como siempre lo hacíamos. Prometido.
Sábado noche. Llorera de nuevo. Pero esta vez no era por ellas, si no por él. Me habló. Pensaba que ya se iba todo a la mierda otra vez. En efecto. Dijo cosas que me hicieron sentir mal. Y llorar y llorar y llorar. Joder, yo no quería llorar. Con la noche anterior me llagaba de sobra. Que rabia todo. Llore bastante y durante un buen rato. Pero decidí dejar de hacerlo. Mejor dicho, se calmo el asunto. La cosa no avanzaba para nada. Ni para adelante ni para atrás. Tampoco quería pensar en nada. Esta relativamente bien sin tener que pensar en eso también. Bah, me desconecté. Era ya tarde y me quería ir a dormir. Estaba muy cansada. Me acosté y cogí mi libro. "Tengo ganas de ti." Casi una hora y me lo terminé. "¡Noooo!" No quería terminármelo. Estaba genial. Pero todas las historias tienen un fin. Bueno, habrá que esperar a la película. Apunté unas cuantas frases y párrafos del libro que me gustaban. Llevaba todo el libro apuntando frases. Eran demasiado buenas. Después de esto apagué la luz y me dormí. Tanta llorera y tristeza me hizo caer redonda en mi almohada.
Dos y pico del medio día. Como necesitaba esto. Mi madre me grita desde la cocina que la comida está en la mesa. Analicemos. A parte de que todavía seguía un poco dormida, estaba bien. No me sentía mal ni nada. ¿Cabeza? Mierda. Me acordé de todo. Me acordé de él. Nada. Fuera. No pensar. Mente fría. Me fui a comer. Comí y me llené. Últimamente mi madre me ceba mucho. Voy a empezar a ir a correr con Lucía o algo, que seguro que se apunta. Mi hermano ya se había ido. Una "excursión". No volvía hasta el Sábado. Genial. Más libertad esta semana. Aún que sabía que esta semana me tenía que poner las pilas. Por lo menos en matemáticas. El Viernes tenía examen y tenía que aprobarlo y con nota. El cuatro del otro examen no me había hecho demasiada ilusión. Tenía que aprobar la asignatura si o si. Reto propio. Ojalá lo consiga. ¿Cuántas cosas a la vez estaban pasando esta semana? Por fin se terminaba. Domingo. Domingo de relax. Nunca había querido tanto que llegara un Lunes. Realmente esta semana había estado llena de líos, problemas, apuros... para que luego digan que ser adolescente es fácil. Ya... que lean esto, a ver que les parece.

Capítulo 16: "¡Que no lo sé!"

Ni yo misma podía entender lo que me estaba pasando. ¿Cómo iba a poder explicárselo a él? Cada vez que me pedía algún tipo de explicación yo me agobiaba más y más. Como cuando el profesor de matemáticas te pregunta y repregunta una de esas largas fórmulas matemáticas que nunca lograste ni entender ni memorizar. Lo mismo. Así me sentía yo. No salía de mi el tratarle amablemente o simplemente el querer hablar con él. Y no sabía por qué. No sentía nada. Estaba fría. Ni pena, ni odio... nada. Por más que intentaba expresar el más mínimo sentimiento era incapaz de hacerlo. Como si de un día para otro, acondicionado por los sucesos, alguien hubiera apretado un botón en mí y me hubiera apagado sentimentalmente hablando. Completamente. ¿Por qué no dejarlo en que soy adolescente? Eso solía siempre arreglar muchas cosas. Demasiado fácil. Todo fue muy rápido. Él se comió mucho la cabeza. Yo me sinceré sobre lo poco que sabía sobre mí misma. Él se lo tomó como un final. Yo... cada vez me daba a entender peores cosas. Si no tenía nada claro sus pequeñas acciones tampoco ayudaban mucho. Tablón Tuenti. Su tablón. Canción. Canción de fin. Maldita Nerea. "Verso acabado, punto." ¿Qué entendía yo por eso? ¿Alguien me lo quiere explicar, por favor? ¡No! Es que no sé que narices hago intentando buscar una explicación a todo esto. ¿Para qué? Estaba todo muy claro. Más claro agua. Él también estaba deseando perderme de vista. Ahora que le había dado una pequeña opción, lo había pensado. Igual que al principio. El principio... No fue capaz de saber y descubrir lo que sentía por si solo. "Si yo no le hubiera dicho lo que sentía..." ¿Cuántas veces me he hecho esa misma pregunta? Al igual que ahora. Piensa sobre lo que le dicen, no sobre sí mismo. Tiene sentimientos en modo off. Hasta que alguien les va dando energía para que lleguen a modo on. Y ese alguien era yo. Y no una, si no dos veces. Pero esta iba ya a ser la última. ¿Qué más pensar? Ya no sabía que pensar. Solo sabía que no quería hablar con él, no quería que me agobiara con llamadas, no quería privados a las siete de la mañana, no quería que me dijese que estaba enamorado... porque era mentira. No mentira porque yo lo dijera, mentira porque salió de su boca. No de la mía. Sin más. Basta. Basta ya, ¿no? ¿Iba a darle más vueltas aún? ¡Que comedura de cabeza! ¿Estoy bien? No lo sé. No sé como me siento. ¡Es que no siento nada! Era como si los sentimientos en mi se hubieran esfumado. Solo la música me hacía reaccionar. "Llamadas, mensajes, aumentan las ganas de acortar un plazo, las ganas de besarte, de darte un abrazo..." "Entiende que no quise equivocarme, que no quise lastimarte, simplemente he comenzado otra vez..." Versos y frases. Frases y versos que no llevaban a ningún sitio. ¿A quién hacer caso? A mí misma. Claramente. Si estaba vacía por dentro no iba a ser yo la que intentara crear sentimientos artificiales. No. No ahora. Ni ahora ni nunca. No a partir de ahora. Había cosas mucho más importantes.

Capítulo 15: "Sorprenden los sentimientos"

Fue una noche de locuras y buenos momentos. Sonrisas y caricias. Besos y juegos. Se podría decir que una de las mejores noches de mi vida. Así fue. A las dos y cuarto de la madrugada llegó Carol y nos fuimos a su casa. Nos dormimos a eso de las tres de la mañana. Antes nos preparamos y comimos algo. Charlamos hasta que se nos cerraban los ojos y decidimos dormirnos.
Ocho de la mañana. Ya teníamos que estar en pie. La madre de Carol se iba a trabajar y lo aprovechamos para que el pobre desdichado que había dormido en la bodega pudiera subir a casa. Y así fue. Otra mañana de frenesí. Yo medio dormida cual hoja mecida por el viento. Él incansable en estar conmigo. Se me cerraban los ojos pero el insistía. Sus razones tenía. En unas horas todo esto se acabaría y se iría de vuelta a su lugar. Una hora, dos horas, tres horas, cuatro horas...juntos. Una de la tarde. Llega la despedida. Me preparo. Recojo mis cosas y me despido de Carol. Él me acompaña hasta abajo. Un beso apresurado en el ascensor. Le regalo una pulsera para que me recuerde cuando no esté con él. Me lo agradece con un abrazo. Se abre la puerta. Salgo. Nuestras manos están unidas todavía. En sus ojos veo lágrimas. Mi mirada está perdida en un infinito incansable. Último beso. El último. Me despido y se cierra la puerta. Doy un paso atrás, despacio. Se ha ido. Miro abajo y respiro. Noto como una presión en el pecho. Respiro de nuevo. Me dirijo a la puerta del portal. La abro con un empujón fuerte y preciso para salir antes de que la puerta vuelva a cerrarse y pueda golpearme. Ando lentamente. Me tapo la cara con las manos. Bajo las cuatro escaleras y miro a todos lados. ¿Y ahora qué? Sigo mi camino tapando la cara todo el rato. Suspirando. Resoplando. Mirando hacia atrás por si volvía. Sigo mi camino. Lento. Nunca había andado tan lento estando sola. Siempre suelo ir como una bala. Llego a casa. Vuelta a todo lo que aborrecía. Comí y no recuerdo muy bien lo que hice. Lo único que recuerdo es que quería dormir. Descansar de todo lo que había pasado estos últimos dos días. Me acosté después de comer y puso la alarma del móvil a las cuatro y media. Me sentía fatal. Cayeron algunas lágrimas antes de dormirme, pero estaba demasiado cansada como para malgastar tiempo llorando. Me dormí enseguida.
Me desperté a las cinco y media por una llamada perdida. ¿Y la alarma? Miré el móvil y asombrosamente la alarma estaba desactivada. "¿Soy sonámbula?" Buf, que bien me vinieron esas horas de sueño. Estaba mucho mejor y a medida que pasaba el tiempo me sentía mejor. Muchos recuerdos volvían a mi mente y se iban sin decir nada pero no hacía nada por echarlos. ¿Para qué? No me molestaban. Los siguientes días pasaron geniales. Hablábamos por teléfono y parecía que cada vez estábamos más...no sé que palabra poder utilizar. Pero no todo es bueno. Empezamos a hablar mucho. Mucho. ¿Eso no era bueno? Eso mismo pensaba yo hasta que ese "mucho" se convirtió en "demasiado".
Hubo una noche crucial en el tema que os voy comentando. Once y pico casi doce. Mi grupo favorito de música sale en la tele. Euforia total. Grabo sus actuaciones. Las subo inmediatamente a youtube. Mi favorito del grupo me contesta diciendome que soy la mejor y que muchas gracias. Muero. Instantáneamente muero. Hablando con una amiga de Madrid por teléfono. Decido hacer Twitcam, cam instantánea a través de Twitter, para compartir el momento con la gente. Ya había decidido antes hacer una y era el momento perfecto. Dejo a mi amiga al teléfono para centrarme en la Twitcam. Empieza a entrar gente conocida. Les saludo a todos, nos reímos y nos lo pasamos genial. La verdad es que sí. Me lo estaba pasando genial. Lo nunca hecho. Que gran gente tenía a mi lado. Como saber que todo esto se iba a torcer. Llega él. Todo bien. Entró en la Twitcam. Genial. Irónicamente. Me pidió que dejara de estar con mis amigas en la Twitcam para ponerle la cam a él. ¿Perdón? ¿He leído bien? ¿Que deje a mis amigas para estar contigo? Que mal vas. Siguió insistiendo pero yo seguí en mis trece de decirle que no, que estaba muy agusto con mis amigas. Al cabo de un rato me había tocado un poco la fibra y justo llegaron mis padres, así que corté toda comunicación vía WebCam. El seguía insistiendo e insistiendo. Yo seguía con mi "no" rotundo hasta que se fue. Casi que me alegré. ¿Qué narices acababa de pasar? ¿Yo alegrandome de que se fuera? Algo no iba bien. Sabía que lo había hecho con la mejor intención del mundo, pero buscandole el mal sentido a las cosas pensé en todo. Enserio, ¿qué había pasado? Mientras le decía a Susana algo de la situación. Era la primera que sabía de esta historia y era mi confidente hacía ya un año. Susana es de Zaragoza, nunca la he visto, pero la confianza que transmite y lo buena persona que es lo compensan todo. Me dijo que no me preocupase por nada, que yo me lo había pasado bien y era lo único que importaba. En parte llevaba razón. De repente, Tuenti. Era él. Abrí la conversación. Cerré Tuenti como en un acto reflejo que me sorprendió hasta a mí. ¿Qué se supone que acababa de hacer? Me estaba asustando a mi misma. La cosa no iba bien. Una posible tontería se estaba convirtiendo en algo muy serio. No me lo podía creer casi no yo.

Capítulo 14: "Existe de verdad"

Toda la tarde juntos. Tarde de besos, caricias, abrazos, sonrisas y mucha felicidad. Había momentos en los que cerraba los ojos y no me podía creer que estuviera allí. Increíble. Como él. Una noche fantástica. Que digo fantástica... ¡una de las mejores de mi vida! Nunca vi tan buen rollo en este pueblo. Llegó la cena. Cenamos en el local de Carol. Nos reunimos un grupito: Lucía y su novio, Sara, Ainoha, Carol, el novio de Carol y nosotros dos. Carol hacía de camarera a veces ayudando a hacer las pizzas y repartiendoselas a la gente que hacía el tonto por allí. Su novio se sentaba a veces con nosotros y a veces iba a hacerle una pequeña visita a su novia. En un sillón Lucía y su novio. En el sofá de al lado nosotros. Al lado de "los enanos", Lucía y su novio, Ainoha y Sara cada una en sus respectivas sillas. Cada uno con un trozo de pizza.
- ¡Ah! ¡Quema!
Risas. Nunca me había hablado con Carlos, el enano de Lucía, como aquella noche. Mi enano, por llamarlo de alguna manera, se había entendido perfectamente tanto con mis amigas como con sus acompañantes. Eso me sentó realmente bien. Charlábamos, nos reíamos mogollón y hacíamos mucho el tonto. Los trozos de pizza corrían de los platos a nuestras manos en milésimas de segundo.
- ¿Alguien quiere pizza de pimiento rojo?
- ¿Pimiento rojo? ¿Enserio?- dijo Carlos con cara de asco.
- ¡Que aaaasco!- dije yo riéndome.
- Un día tenéis que venir a mi casa y hacemos una cena como dios manda. Con barbacoa o pizzas.
- Pero que no sean de pimiento eh.
Nos reímos. Que buen rollo había. Cuando las pizzas se acabaron le atacamos al chocolate y a la Coca-Cola. Entre todos nos bebimos una botella entera de Coca-Cola y nos comimos dos tabletas de chocolate que volaban de unos a otros dándonos unos golpes considerables y muy graciosos. Que bien me sentía. Me sentía muy pero que muy agusto en esa atmósfera de compañerismo que habíamos creado en tan poco tiempo. A eso de las diez y media nos fuimos todos del local al río. Allí sería el botellón. Nos sacamos unas fotos antes de llegar al lugar. Que bien lo estábamos pasando nosotros solos. Nuestro grupito.
- ¿Y si nos quedamos aquí y no vamos hasta el bote?
- No...sería mucho marginamiento.
Nos reímos de nuevo y fuimos a donde se celebrara el botellón. O como yo lo llamo: la concentración de adolescentes deseosos de beber alcohol en cantidades extremas por razones que desconozco. Lo que viene siendo beber por beber. El botellón se concentraba en un banco debajo de una farola al lado de un muro. Nosotros nos pusimos en las vallas que daban a la orilla del río, enfrente del banco un poco desplazados a la derecha. Lo que viene siendo marginados. Pero lo pasábamos tan bien. Hicimos muchas locuras y hubo momentazos para recordar. Y lo mejor es que los estaba viviendo con él. La cantidad de recuerdos bonitos que iba a tener. De repente, en ese mar de buen rollo y risas un grito nos puso alerta.
- ¡Que viene la policía!
- ¿¡La policía!?- dije yo mirándoles a todos de hito en hito.
- ¡Correr!
No me dio tiempo a decir nada más cuando me encontraba corriendo detrás de los enanos que iban agarrados de la mano y corriendo, como nosotros. A su lado iban Ainoha y Sara riéndose. Las acompañó Lucía, que no paraba de reírse por muy grave que pudiera llegar a ser el problema. Paramos de correr. Lucía se reía una cosa loca. Yo me reía tan bien. Nos reíamos todos. El veterano en estas cosas se nos acercó y dijo lo siguiente.
- ¿Por qué corréis? Es a los primeros a por los que van a ir, a por los que corren. En todo caso de que viniera la policía que, hoy, todavía no ha venido.
Nos miramos aliviados. Nos seguíamos riendo caminando a nuestro sitio de nuevo y comentando la jugada. Carol y su  novio no estaban, se habían ido un rato solos. Luego se lo contaríamos. Poco a poco la noche se fue consumiendo. Hubo un momento en el que no sabíamos de donde había salido tanta gente y ya nos estábamos agobiando un poco. Pero aguantamos hasta que se fue dispersando todo. Llegaron las doce y media de la noche. Lucía y Ainoha dormían juntas esa noche y tenían que irse ya. Sara se iría también y a Carlos tenían que venir a buscarle. Acompañamos a Lucía y Ainoha a la plaza donde les esperaba el coche en  marcha.
- Me lo he pasado genial esta noche, ¡ya hablamos!- me dijo Lucía mientras me daba dos besos.
Una última sonrisa de despedida y se van. Carlos llamó a sus padres para que le vinieran a buscar. Esperamos unos veinte minutos a que llegarán allí, con él. Charlando de buen rollo. Llegaron. Dos besos a mi y a Sara, un apretón de manos y un "encantado" a mi acompañante. Mi acompañante. Que mal sonaba. Tengo que buscarle un nombre realista. Su propio nombre no estaría nada mal.
- Yo me voy también- dijo Sara.
- Te acompañamos- le contesté.
Su casa estaba cruzando la plaza así que no había complicación. Nos despedimos de ella. Y de repente me di cuenta. Solos. Solos de nuevo. Casi la una de la noche y más de una hora para nosotros solos en una noche que se antojaba perfectamente perfecta.

Capítulo 13: "No existen los imposibles"

Subo las escaleras. Saco las llaves. Sonrío. Me paso las manos por la cara y respiro hondo. Meto la llave en la cerradura y abro.
- ¡Hola!- mi padre está justo en frente de la puerta. Me da un beso.
- ¿A dónde has ido?
- He ido a ayudar a colocar el local a Carol. Al final vamos a cenar allí porque somos muchas.
- ¿Cómo muchas?- dice mi madre desde la cocina. Me acerco a allí cojo un vaso de agua para beber un poco de agua.
- Ya sabes: Sara, Ainoha, Lucía, Carol y yo.
- Ah, vale. Nosotros vamos al pueblo.
- Bueno, yo no duermo aquí.
Y salgo de la cocina. Nerviosa. Como si por algún casual al verme ellos tuvieran que saber con quién he estado y qué he hecho. Entro en mi habitación. Me quito la chaqueta y tiro las llaves y el móvil a la cama. Saco la silla de debajo del escritorio y me siento a mi manera. Con la espalda apoyada en el armario y los pies en la cama vacía de mi hermana. Miro al frente. Sonrío. ¿Cuántas veces sonrío al día últimamente? Incontables. Me sentía genial y a la vez nerviosa. La de cosas que pueden pasar en unos pocos días. Cojo el mp3 pero un grito desde la cocina me hace dejarlo donde estaba. A comer. Fue la comida más corta de mi vida. No escuché a nadie, no miré la tele...solo me acordaba de él. Quería terminar rápido para poder estar con él.
Ducha. Ducha de pensamientos y sonrisas debajo del agua. Que tonta me sentía. Pero una tonta contenta. Justo al salir del baño suena el teléfono fijo.
- ¿Si?
- Casandra, soy Carol. Que en vez de pasarte a las cuatro y media vamos a en punto.
- ¿Cómo? Ni de coña, no me da tiempo. Son casi las cuatro y acabo de salir de la ducha- de repente se pone él al teléfono.
- Vas a salir a las cuatro, ¿verdad que si?
Sonrío.
- Pues no, porque no me va a dar tiempo. Así que no insistas.
Después de discutir un poco logré dejar la hora como estaba. Sinceramente, no me daría tiempo. Además ya había quedado con Sara a las cuatro y media y pasaba de cambiarle la hora. Que por cierto se acababa de enterar de todo el temita. Ahora. Increíble. Tampoco se muy bien los motivos del por qué no se lo conté. Pero daba igual. Ya le pedí una especie de perdón. Quizá se lo debería de haber contado. Ahora no quiero pensarlo. Lo sabe y punto. Ahora tenía otra incógnita muy grande. ¿Qué me pongo? Yo y mis incógnitas importantisimas. Soy muy desastre para estas cosas. Me pongo nerviosa por nada y no me doy decidido. Si al final siempre me acabo poniendo lo mismo. Como me gusta complicarme. Cuantas veces lo tendré que decir. Zapatos tipo "conver" bajos de cuadros azules, blancos...pantalón vaquero claro que, según Sara, me realza la figura, y camiseta blanca con letras azules. Está loca. En algo menos de treinta minutos ya estoy lista. Que nervios más tontos joder. Diez minutos antes de y media suena el telefonillo. Es Sara. Bajo con la mochila de ropa. Que no se me olvide de que hoy duermo con Carol.
- Hola- hacia ya tres días que no nos veíamos.
Estuvimos hablando un rato, entre otras muchas cosas, del tema que le interesaba tanto a ella como a mi. Eran casi y media. Decicidimos ir caminando despacio hasta la salida de la calle para ver si les veíamos. Carol vendría con él. Justo al llegar al fondo de la calle aparecieron. Sonrío. Me sonríe. Sara le saluda y le da dos besos.
- Tenemos que ir al cuartel, he quedado allí con estos a las cinco. Pararemos en la casa de la cultura hasta esa hora- dice Carol.
Siempre lo hacemos. Como hay wi-fi no salimos de ahí casi nunca. Una pena que yo no tenga wi-fi en el móvil. Soy la única que está siempre mirando las alpabardas mientras ellas se conectan. Llegamos allí y nos sentamos en las escaleras. Sara se sienta a mi lado, Carol unos escalones más abajo.
- ¡Pero deja al chabal que se siente al lado de Casandra mujer!
- Ay perdón, perdón- dice Sara mientras se separa lo suficiente de mi como para que él se siente a mi lado.
Me río. Son de lo que no hay. Se sienta a mi lado. Me quito la mochila de la espalda y la dejo en el escalón, a mi lado. Llevo desde primero de la E.S.O con la misma mochila. Estoy en cuatro. No le he cogido asco ni nada. Está ya un poco vieja pero me gusta igual. Miro al frente. Suspiro. Carol ya está con el wi-fi. La miro. De repente él busca mi mano. Sonrío. Le ayudo a encontrarla y las entrelazamos. Le miro. Me mira. Es todo tan increíble. Nunca me lo hubiera imaginado. Él y yo. Manos entrelazadas. Mirándonos a los ojos como dos bobos. Seremos dos bobos. Pero nos queremos.

Capítulo 12: "Sonrisas"

Lunes. 7:00 de la mañana. Me despierto. Sincronización. Él coge el tren y yo me despierto. Miro la hora. "Madre mía que sueño..." Me giro. Cierro los ojos. Tiemblo. Escalofríos. Abro los ojos de nuevo. "Em...¿qué?" Los cierro lentamente. O se me cierran. Un nuevo escalofrío. Me incorporo en la cama. "¿Se puede saber que pasa?" Muevo mis brazos como intentando relajarme. Sé lo que pasa. Me tumbo de nuevo y cierro los ojos. Lo mismo. Vueltas. Derecha, izquierda, boca abajo, boca arriba. No puedo. Las diez, y media, las once... "Anda que para un día que puedo dormir..." Los nervios me agobian, me aprietan. 11:30. Suena la alarma del móvil. "¡Por fin!" Me levanto. ¿Qué voy a hacer en la cama a parte de dar vueltas? Desayuno. Todo muy lentamente. A mi ritmo. Voy al armario. No sé que ponerme. Siempre el mismo dilema. Mientras me decido hago la cama. Hoy toca. En casa solo estamos yo y mis hermanos que ya están despiertos. Que ganas. Al final me decido por unos legins negros, camiseta de manga larga blanca con rayas plateadas y zapatos negros. Sin más. Me peino con la misma rutina de siempre. Ojos, colonia y lista. Suena el telefonillo.
- ¿Sí?
- ¡Baja!
- Voy.
Carol. Que nervios. Ella no sabe que yo sé que él está aquí. Me encanta complicarme. Recto, izquierda, recto, derecha, izquierda y le veré. Tiemblo cada vez más. Me pongo la chaqueta, cojo el móvil, llaves y bajo. Último tramo de escaleras. Veo a Carol grabándome con el móvil. "Que miedo". Así, sin más.
- ¿Que se supone que haces?
- ¡Aaaaah! Baja.
Sigo bajando las escaleras cada vez más lentamente. Sonrío con cara de miedo. No entiendo nada. Salgo por la puerta.
- ¿Me vas a decir ya por qué me grabas?
De repente se le va la mirada hacia la derecha. Me giro sin pensarlo. Acto reflejo. Y de repente, él. Abro mucho los ojos. Cara de sorprendida. Las manos en la cara.
- ¡Ay dios mío!- digo con las manos en la cara. Le miro. Me giro. Doy vueltas sobre mi misma. No me lo creo. Él sonríe. Yo sigo con las manos en la cara. "Buuuuf, ¡sorpresa total!". Caminamos. Llega el novio de Carol. En medio de la calle y justo al lado de mi casa no sería para nada prudente demostrar las ganas que teníamos de vernos. Andamos. Izquierda. Recto. No paramos de mirarnos y sonreír. Carol se me acerca.
- Vaya sorpresa eh... soy una pedazo de amiga, lo sabes.
Nos reímos.
- Lo sé, gracias.
La sonrisa no se me quita. Que nervios. Llegamos al local. Nuestros amigos que tienen el grupo ya están allí para el concierto de por la noche. Ayudamos a subir los instrumentos. Todos arriba. Pasa un instante y él y yo solos. Sin nadie más. Nos miramos. Abrazo. Su calor. Sus brazos recorriendo mi espalda. Por fin. Cierro los ojos y solo dejo correr el tiempo. Se separa un poco. Le miro, me mira. Por fin, sus ojos en los míos. Los míos en los suyos. Y el beso. Sentir sus labios después de tanto sufrimiento. Sensaciones increíbles recorrieron mi cuerpo en ese instante. Nos concentramos en ese beso que tanto apuramos pero que al final llegó. Y llegó de forma preciosa. Suspiro. Me apoyo en su pecho y agacho un poco la cabeza. Me da un beso. Suspiro de nuevo. Me abraza con más fuerza. "Por fin. Gracias." El abrazo se prolonga más y más. "Me pasaría así la vida entera." Me gusta ir despacio. Cuanto más mejor. Más bonito. Más intenso. Entra Carol. Nos sonríe.
- Nada, nada...vosotros a lo vuestro.
Reímos. "Gracias amiga." Otro beso. Nos fundimos el uno en el otro. Su olor, su forma de abrazarme, de besarme... Todo era nuevo. Sentimientos nuevos. Emociones nuevas. Él.  Todo. Todo, él. Me sentía tan bien. Aliviada, sin nervios. Temblaba aun que yo no lo notaba. Él sí. No me quería soltar. De alguna manera quería transmitirle que le quería para mí. Sin soltarle no se iría. Mensajes tipo yo.

Capítulo 11: "Cuando menos te lo esperas"

Sonó el teléfono. Su nombre asomaba en la pantalla. Me río. Mi padre ya me había comprado una tarjeta nueva y la había puesto en mi móvil viejo. Por ahora. Espero que mi padre me consiga un móvil nuevo. ¡Un iPhone! Mucho pedir. Pues un Samsung Galaxy S II. Ese sí. O no. La de cosas que se le pueden pasar a una por la cabeza antes de contestar el teléfono.
- Hola- digo con voz alegre pero un poco temblorosa.
Me llama de ese modo cariñoso. De nuestro modo. Pasan los minutos. Y pasan, y pasan y pasan. Y se convierten en una hora. Yo tumbada en la cama arropada hasta las cejas de cara al despertador para no perder la noción del tiempo y con el móvil en la oreja. Él susurrándome cosas bonitas al oído. No contesto. Cierro los ojos y me sumerjo en sus palabras. Los abro. Casi me duermo. Estoy tan agusto. Nunca nadie me había tratado así. Nunca nadie me había dicho nada parecido. Él. La única excepción en mi vida. Después de esa hora paso una media más. Y terminó. Pero había sido una hora y media para recordar durante mucho tiempo. Despedida cariñosa. Sonrisas en la cara. Cuelgo el teléfono. Lágrimas. A veces pienso que soy un poco bipolar. Me tiro en la cama de nuevo y lloro. Como una niña sin su caramelo. Como una tonta. Durante unos minutos. Demasiado bueno para no tener pegas. Así que, por supuesto, las tiene. Dejo de llorar. Me seco las lágrimas. "Pero si te lo has pasado genial boba", pienso. Y sonrío. Benditas sonrisas alentadoras en momentos de lágrimas y tristeza. Apago la luz. Sus "te quiero" están grabados en mi cabeza. "Que bien voy a dormir esta noche". En efecto.
Me desperté a la mañana siguiente. 7:30. Apago el despertador. Sonrisa. ¡Wow! Esto es nuevo. Bueno humor, bueno rollo... Sí señor. Como me gustaría gritar a los cuatro vientos todo lo que sentía. Por ahora se lo diría solo a él.
Toda la mañana guardando el secreto. Quería contárselo todo a Carol y Ainoha pero no podía. Todavía no sabían nada del asunto y me daba mucha pereza contarles todo desde el principio. Algún día de estos lo sabrían.
La cosa iba bien. Halloween se acercaba y yo tenía fiestón a la vista. Unos amigos con un grupo de música tocarían en el "local" particular de  una amiga. Después cena y botellón. Cena tres euros. Botellón cinco euros. Solo pagaría los tres euros. Los cinco del botellón no me interesaban lo más mínimo. Tenía tres exámenes, pero estudiaría. Jurado. Matemáticas más que en toda mi vida, Lengua muchísimo y ampliación de física y química... tonterías, yo  no quería esa asignatura.
Jueves. Día raro. Día bueno. De emociones. Un 7.75 en Lengua. Suspiros de alivio. Ya estaba casi todo a punto para la fiesta de Halloween. Carol llevaba toda la semana insistiendo en que fuera a dormir a su casa para poder quedarnos hasta las dos o tres de la mañana por ahí. Pero había algo más. Demasiada insistencia. Y más ahora que ya les había contado lo de... en fin, eso. Demasiados cuchicheos entre ella y Ainoha a los que se unía la enana, Lucía. Que mona era. Mi niña. Que ricura. ¿Edad? Los mismos que yo. Pero para mí es como una muñeca de porcelana. Ella también ayudaba diciendo que solo la dejarían dormir en casa de Calor si iba yo también. Siempre dependía todo de mi. Que agobio. Esa tarde la tenía que dedicar a estudiar matemáticas. El Viernes tenía examen de matemáticas. Con la misma profesora que hacía un año me había suspendido mi primera asignatura. Y a Lucía. Que llorera. Cuanto odio. No vuelvo a caer. Hay que ponerse las pilas. Hice más de veinte ejercicios, puse anotaciones en los apuntes e intente entender y repasar lo que peor se me daba. Que cansancio. Necesitaba un respiro pero ya. Por la noche echaban mi serie favorita, esa de la pareja a la que tanto nos asemejamos. Y hablando de él. La eterna sorpresa. Que sigo sorpresa. Sorpresón. Carol no paraba de insistir con lo de su casa hasta que se metió él por medio. Y metió la pata también. No se podía estar callado. Un poco de insistencia y lo soltó todo. ¿Qué era ese todo? Que se presentaba en la fiesta. Sin más. Como leeis. Que venía. Así, y ya. Me tapé la boca completamente abierta ante la sorpresa. ¿¡QUÉÉÉÉ!? Sorpresón, sorpresón, sorpresón. El que se acababa de cargar. Yo temblaba. No me importaba. Vendría y punto. No hice preguntas. Lo tenía todo planeado con Carol. No me metí. Agg, que perra. Sonrío. Tiemblo. Pero tenía que guardar el secreto. Hacerme la sorprendida cuando lo viera. Aún no sabía ni como lo tenían planeado. En todo caso, sorpresa, desvelada, pero sorpresa.

Capítulo 10: "Difícil"

Estaba alterada. Casi no había dormido nada y su recuerdo no se borraba de mi mente. "Paciencia", pensaba una y otra vez. La primera clase se me hizo corta. Inglés. La profesora preguntaba algo pero nadie contestaba. Todos hablaban con sus respectivos compañeros de mes. Yo hubiera contestado de buena gana, pero estaba demasiado sumida en mi misma. Un compañero tímido se atrevió a contestar. Yo, que solo me separaba de él una perdona, no oía nada y la profesora que estaba a su lado se esforzaba para poder escucharle. La profesora se quedó mirando la clase y el bullicio cesó un poco. Otro alumno contestó la pregunta sin pensar. Como queriendo dar a entender que había estado atento cuando en realidad no lo estaba. Contestó mal, claramente. Todos se rieron.
- ¡Si te hubieras estado callado hubieras sabido que Marcos estaba contestando!- le grité desde la otra fila.
Mi cara no era para nada cuestionable así que se encogió un poco en su silla y no dijo nada. Miré al frente de nuevo. Ya nadie hablaba. Dios, que mala leche me gastaba hoy. Me lo perdoné a mi misma. Al fin y al cabo yo era la única que me entendía. Pasaron las horas y no me olvidaba de él. Todo el rato el mismo "run, run" en la cabeza. Última hora. Lengua. Bajamos al salón de actos con la pantalla táctil. La profesora la necesitaba para explicar literatura. Me senté en el mismo sitio del día anterior, junto a Ainoha y junto a ella Carol. Saqué el libro, archivador y estuche. Cuando fui a abrirlos me encontré con sus iniciales escritas en la mesa. Lo que faltaba. La de cosas que podían pasar en un día. Cogí la goma y borré esas tres letras. Puse el archivador encima de donde hacía unos segundos estaban escritas las letras y suspiré. Realmente podían haber pasado muchas cosas en cuatro meses. No habían pasado ni cuatro días y ya habían ocurrido todas.
En cuanto al tema de Lucas no fue mucho más allá. Esa cosa importante que tenía que decirme no la volvimos a recordar. Si me mostró su cariño y afecto como siempre. Podría haber notado que me pasaba algo y unas cuantas bromas no estuvieron de más. Era un buen amigo y no iba a dejar de serlo por muchos secretos que tuviera que contarme.
Llegué a casa con menos fuerza que nunca. Toda la mañana con la cabeza funcionando en lo mismo no era para nada bueno. Comí y vi la tele durante un rato. Los macarrones me animaron. Mi comida favorita. Cuando mis padres se fueron intenté conectarme. Tenía en mente lo de "Tuenti no, gracias". Solo era para otra cosa. Pero no funcionaba internet. ¿¡Qué!? ¿Que nos lo habían quitado? Hasta mañana o dentro de unos días no lo tendríamos de vuelta. Genial. Absolutamente genial. Así mi propósito se cumpliría con mayor eficacia. Dios como estaba sufriendo. Por la tarde hice deberes, estudié, leí, escuché música, me di una ducha y recogí la habitación. Fue productiva. Después de cenar le pedí el teléfono a mi padre. LG Optimux Black. Android. Tarifa plana. Una gran pasada. Me conecté. Aún era pronto y sabía que él no iba a estar. Hablé con gente y me sacaron alguna que otra sonrisa. Me sentía mejor. Amigos. Bendito tesoro. Estuve algo más de una hora con el LG de mi padre hasta que llegó él. Un resoplo ahogado salió de mi garganta al leer su nombre. Tenía que irme. Pasaron diez minutos antes de que mi nombre desapareciera del chat del resto de la gente. Pero ni yo le hablé ni él se molestó en hacerlo. Eso me sorprendió. Quizás hubiera pillado ya enserio lo que le dije. Mejor. Era lo mejor.
Al día siguiente ya no sabía que hacer ni como reaccionar. Quería echarlo todo por la borda y mandar a la mierda los planes anteriores. Un lío enorme era lo que tenía en la cabeza. Y mi subconsciente me venció por completo. Acabé hablando con él de nuevo. Que agusto. Le conté que todo iba enserio, que tenía pensado de verdad hacer lo que le dije pero que me era completamente imposible. Que no podía dejarlo pasar. Lo hablamos. Lo hablamos largo y tendido. Eramos tontos. Tanto él como yo. Idiotas de verdad. Unos críos. Nos comportábamos como tal. Pero por lo menos lo reconocimos. La cosa estaba todavía algo tensa. Pero por la noche volvería todo a la normalidad. Bueno, normalidad. Ninguno de los dos podíamos saber que esa noche íbamos a sonreír más que nunca.

Capítulo 9: "Salir de la oscuridad"

Pasaron tres días. Tres largos días después de ese Viernes. Con sus dilemas, sus historias, sus lios, sus desilusiones... El susodicho volvió a hacer su aparación estelar. Y digo estelar porque la lio pero bien. Días anterios me había dicho todo lo que me quería y un sinfín de cosas bonitas que yo siempre creí encerradas en esas películas románticas. Todo esto me hizo pensar, llorar y dormirme a las tantas de la mañana hacía ya dos noches. Pero como lo bueno no dura y si dura es porque viene algo peor detrás, así sucedió. Hacía una noche que no hablaba con él. Me había dado cuenta de que con una sola noche ya le echaba de menos. Me levanté por la mañana y volví a pensar en el justo después de apagar el despertador. Todo volvió. De repente. Sin más. Lo tenía todo mucho más claro. Pero en mi vida no puede haber nada claro. Si no, no sería mi vida. Y así fue. Una noche de diferencia y ya se había liado con otra. Así. Al instante. Sin poder reaccionar. Me lo soltó sin pensárselo dos veces. En el momento no pude contestar. Quería asimilar la noticia. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Me giré. Justamente la lista de reproducción de música pasó a una canción apta de un momento tenso de película. Lenta. Precisa. Preciosa. Los ojos se me llenaros de lágrimas y tuve que ir corriendo a apagar la luz del salón. Siempre era mi madre la que venía y me apagaba la luz, por lo que yo me cabreaba mucho. Pero ahora era yo la que necesitaba esa oscuridad. Me senté de nuevo en el sofá frente al ordenador con la cabeza hacia la derecha por si alguien llegaba y veía mis ojos empañados por las lágrimas. Respiré. ¿Qué podía hacer? Mi mente estaba en pleno desconcierto. Cuando pensaba que todo se iba aclarando, cuando más necesitaba su ayuda, va, y literalmente, la caga. Puse buena cara. Los primeros instantes. No podía ocultar lo que realmente sentía y él enseguida lo notó. Quería que lo notara. Me dijo que lo sentía y que me quería, pero que estaba echo un lío. Yo le dije mis sentimientos en frío. Genial. Nunca he podido entender como alguien podía tener el corazón dividido entre dos personas. Nunca. Pero él no lo sabía. Cada cosa que me decía lo entendía menos. Y cada vez tenía más claro que, si desde el principio yo no hubiera abierto la bocaza, mejor dicho el corazón, nada de esto hubiera pasado. Quería dejarlo pasar, olvidarlo. Pero no podía. Cada cosa que me decía lo "arreglaba" más. Llegó a decirme que ella, la chica con la que se había liado, vivía a veinte minutos y yo a cuatro horas. Como me dolió eso. Me hizo sentir como un simple trozo de sabe dios qué al que nadie puede llegar. Como si, al tener a otra a mano, lo mío fuera una tontería. Me sentía basura. Pero poco a poco recuperé la compostura. Una canción descubierta hace poco influyó bastante. "Don't let the bastards get you down..." No sé si a él lo consideraba un bastardo, pero la canción me animó muy mucho. Me hizo fuerte. Bendita música. Lo decidí. Ahí mismo. En ese instante. Olvidarlo todo y por completo. No puso ninguna objeción. Lo hice más que nada por la chica. La otra. O quizá la otra era yo. Lo analizaría más adelante. Me dijo que no quería jugar conmigo, pero con la que realmente jugaba era con ella. A mi me decía sus deseos: acariciarme, susurrarme cosas bonitas, abrazarme, besarme... Con ella lo podía hacer. Basta. Segunda decisión. Dar un margen. Me acordé de una pareja de una seria a la que cada vez nos asemejábamos más. Ella le había pedido a él que no hablarán, que pasarían el uno del otro un tiempo y que no preguntara el por qué, pero que le quería. Pues esa era más o menos la decisión que yo había tomado. Dar un margen. Quería que se diera cuenta de que, en realidad, él solo quería a la otra chica. Y si no era así, le ayudaría a empezar a quererla y me ayudaría a mí a la vez. No hablar. Unos días. Estaría bien. Supongo. Aceleraríamos el proceso de olvido. Se negó. Se negó y lo dejó pasar en tan solo diez segundos. Pero no sabía que yo hablaba completamente enserio. A veces hay que tomar decisiones difíciles. Esa era una de ellas. Mi confidente, mi amigo. El tío en el que más había confiado en toda mi vida, a un lado. Lo iba a hacer. Lo de no conectarme por dedicarme a mis estudios era mentira. En parte. No me conectaría para no hablar con él. Para olvidar. Que mal sonaba joder. Él iba a empezar a sentir de verdad. La cosa iba enserio. Estaría en todos lados menos Tuenti. Novedades y cierro. Lo conseguiría. Y me fui. Un adiós y listo. Siguió sin creerme. Eso pasó anoche. Unas lagrimitas, una sonrisa de fuerza y a dormir.
A la mañana siguiente sentía una gran presión y un bajón considerable. Apagué el despertador y su nombre vino a mi cabeza de nuevo.
- ¡Mierda!- grité en un susurro. Y pegué un puñetazo contra la almohada.
"Es el primer día. El plan aún no ha empezado del todo", pensé. Y respiré. Cerré los ojos unos instantes. Que sueño tenía.
Faltaban diez minutos para que Sara subiera a buscarme. Coincidí con mi hermana en el baño.
- Lara, ¿me haces un favor?
- ¿El qué?- estaba colocándose una pinza en el pelo.
- Tienes que evitar que me conecte a Tuenti.
- ¿Cómo?- pone cara como si le estuviera tomando el pelo.
- Sí. Controlame. Puede estar en el ordenador pero no en el Tuenti. Notificaciones y fuera.
- ¿Y eso por qué?
- Una apuesta- miento.
- ¿Y con quién haces esas apuestas tan estúpidas?- que razón.
- Con Celia y Sara, que no se piensan que pueda vivir sin Tuenti - sonrío para convencerla. - Serán solo unos días, ¿lo harás?
- Vale - se va por la puerta.
- ¡No te olvides!
Bien. Ya tenía a alguien que me pusiera los pies sobre la tierra si quería abandonar. Sí, la cosa iba totalmente enserio.

Capítulo 8: "A toda mecha"

Llegan las tres de la tarde. Mi hermano está terminando de comer. Hace rato que llegó de clase. Último año de un módulo de grado superior. Deliniante. Después de dos años sin estudiar. Mi madre está orgullosa de él. Me voy a dar una ducha. La que igual se iba al pueblo se ha ido, así que solo he quedado con Sara y Ainoha. Bueno y con quien me encuentre. Abro el agua caliente a tope y solo un cuarto del grifo del agua fría. Me gustan las duchas largas de agua muy caliente. Aun que mis padres siempre me echen la bronca por ello. Enciendo el mp3 y subo el volumen de la canción. Una lenta. Agua caliente y música. Lo mejor que hay para relajarse. Por eso me paso tanto tiempo dentro. Es mi único momento de completa paz. Nadie me puede molestar. Puedo pensar todo lo que quiera con detenimiento, llorar sin tener que secarme las lagrimas por si alguien me ve...que paz. Después de veinte minutos apago la música y salgo. Pongo la ropa sucia al lado de la lavadora y vuelvo al baño. Abro la ventana. Está todo lleno de vapor. Recojo las toallas del suelo y quito con un poco de agua la espuma que ha quedado en el suelo de la ducha. Después me quito la toalla del pelo y lo peino. Esto me lleva un minuto. Mi pelo es muy fácil de peinar. Lo miro. Necesito un corte. Las planchas me lo destrozan. Vuelvo a la habitación y abro el armario. Unos vaqueros rotos, una básica negra y unas bailarinas del mismo color bastarán. Me visto despacio. Recojo el albornoz y lo llevo a su sitio. Enchufo el secador, cierro la puerta y empiezo a secarlo con el aire caliente a tope. Una vez seco, lo peino con la raya al lado para poder alisarlo. Pongo las planchas a calentar mientras me echo colonia y me pongo las pulseras y el collar con una moneda noruega y una chapa de Coca-Cola. La luz deja de parpadear. Están listas. Aliso el lado izquierdo y a continuación el lado derecho. Diez minutos. Lo peino hacia atrás y hago ademan de ponerme la raya en el medio, pero al ver lo suave y suelto que me ha quedado decido dejarlo como está. Con el pelo suelto y hacia atrás aparento más años. Me queda mejor. Llevaré las gafas de sol sujetándolo. Cojo la raya del ojo. Pinto la de abajo y la de arriba. Creerme, como yo me pinto es de lo más disimulado que hay en comparación con el resto de las chicas. Pinto mis pestañas de blanco y luego de negro. El rimel se está acabando así que si no quiero usarlo para nada es necesaria la capa blanca. Tengo que comprar uno nuevo. Y lista. Esto es lo máximo que se puede sacar de mi. Me miro al espejo. Miro mi pelo, mis ojos. Sonrío. Me pongo una chaqueta de Pull & Bear de la que estoy completamente enamorada desde el día en que la vi. Meto unas gafas estilo Ray Ban rojas que no son Ray Ban ni son nada en el bolsillo de dentro de la chaqueta. Las compré en un concierto.
Salgo a la calle. Hace aire. Me abrocho la chaqueta. Sara está abajo.
- Joder, que frío hace, ¿no?
- Un poco sí.
Caminamos hacia la casa de la cultura que está al lado del colegio de primaria. Allí hemos quedado con Ainoha. Llegamos y nos sentamos en las escaleras. Yo me siento en un escalón y pongo los pies dos escalones más abajo.
- Dios, estoy muerta.
- ¿De qué?
- No sé, de hacer el vago.
Nos reímos. Con Ainoha son todo risas. Todo el día. Charlamos un rato y decidimos ir a por unas gominolas. Ainoha me ayuda a levantarme. Me sacudo el pantalón y vamos. Miro cuanto dinero tengo. Un euro. Me compraré una bolsa de pelotazos. Últimamente no como otra cosa. Compramos y nos volvemos a dar una vuelta. Cae la noche. El Otoño llega. Cada día se hace de noche más pronto. Nos sentamos en un banco. Están saliendo las primeras estrellas. Me quedo mirándolas y pensando cuando de repente aparece Lucas.
- ¡Lucas! - grita Ainoha. - Ven, ven.
- ¿Qué tal chicas? - me mira y le miro. Bajo la cabeza y le contesto.
- Bien.
Sara entra en la conversación.
- ¿Qué haces por aquí a estas horas?
- Me iba para casa - se sienta a mi lado. Me pone una mano en la rodilla. - Y tú qué, ¿me has echado mucho de menos?
Me quedo mirándole con los ojos muy abiertos y miro hacia delante de nuevo.
- Uy sí, una cosa loca.
Todos nos reímos.
- Aquí hay amor eh. - dice Ainoha mientras hace un corazón con las manos.
Le pego un puñetazo en el brazo. Después de echarnos unas risas volvemos a casa. Ainoha sube arriba y Sara, Lucas y yo vamos por la dirección contraria. Sara sigue recto en el paso de cebra, nosotros dos cruzamos.
- Luego hablamos Sara.
Lucas y yo nos paramos en mi portal.
- Bueno, nos vemos el Lunes entonces.
Se acerca a mí.
- Casandra, tengo que decirte algo.
De repente baja mi hermano con el perro. Me separo de Lucas.
- Bueno, lo dicho que nos vemos el Lunes eh. - digo con las palabras entrecortadas. - ¡Chao!
Subo las escaleras corriendo y me paro en el primero. Resoplo. Salvada por la campana. Que pillada más grande. Recupero el aliento y subo a casa. Meto la llave en la cerradura y entro directa a mi habitación. Enciendo la luz y dejo la puerta cerrada detrás de mí. Resoplo de nuevo. Lo mejor está por venir.

Capítulo 7: "Acción, reacción"

Le estuve dando vueltas durante toda la clase. ¿Sería en plan de coñas o lo diría en serio? Bah, paparruchas. ¿Cómo me puedo preocupar por eso? Vaya tontería. Me centré en los ejercicios de biología. Cromosomas. Tardamos poco en hacerlos casi todos. Cuando faltaban diez minutos decidimos que estábamos lo suficientemente cansadas como parar de hacer ejercicios.
- ¿Podemos recoger ya?
- Mmm...vale, podéis recoger.
Como amo a esta profesora. Es como la gemela buena de Yolanda "A". Los de 4ºB estaban fuera. Desde nuestra clase se ve todo el patio. Acaban de terminar gimnasia. Celia estaba allí. Me acerqué a la ventana con la mochila ya puesta mientras todos estaban esperando a que el timbre tocara en la puerta. La profesora ya nos había dicho que no nos asomáramos por la ventana. Le empiezo a poner caras a Celia. Se ríe y me contesta poniendo caras también. La profesora me mira.
- Dijiste que no no nos asomáramos y no me he asomado.
Me mira sin decir nada, como sabiendo que tengo parte de razón. Sonrío y le pongo una última cara tonta a Celia. Me voy riendo hacia la puerta. Allí está Carol. Carolina. Amiga desde los tres años. Nuestras madres se llevan genial. He ido a dormir muchas veces a su casa. Somos buenas amigas. Ahora va un poco a su bola, se ha buscado su propio estilo, pero no dejamos de ser amigas.
- ¿Sales esta tarde?
- No puedo. Tengo judo a las seis y antes he quedado con el otro para dar una vuelta.
- Vale, pues entonces nos vemos el Sábado si quedas por aquí.
- Sí, el Sábado nos vemos.
Ya habíamos quedado. Más o menos. Siempre que decimos eso casi  nunca nos vemos. Es una putada que los Viernes tenga judo. Nunca podemos contar para nada con ella ese día y los cumpleaños siempre hay que retrasarlos al Sábado. Cumpleaños. Cuatro meses faltaban para el mío y ya estaba pensando en como celebrarlo. Los dieciséis son como los dieciocho en EE.UU. Bueno, no del todo. En EE.UU. con dieciséis años ya puedes conducir y como a mi me va mucho el rollo estadounidense me hacia ilusión celebrarlos como se merecen. Pensando en todo esto suena el timbre. Una masa de unas catorce personas salen a la vez por la puerta. A veces me pregunto como lo consiguen. Salgo y me apoyo en la pared a que pase mi compañera de mesa, Ainoha. ¿Por qué es siempre tan lenta? Ah sí, porque espera a la gente. Miro a la derecha. De la puerta del laboratorio sale Lucas. Bajo la mirada y aprieto los ojos con fuerza como queriendo expresar que no quiero que me diga nada. Intento fallido. Se acerca a mí. Levanto la cabeza.
- ¿Esta tarde saldrás?
- Por supuesto - intento sonar lo menos nerviosa posible. Sonrío. - ¿Tú?
- Tengo un rato antes de irme al pueblo - me apiado de él.
- Vale, pues nos vemos esta tarde.
- ¡Chao! - me guiña un ojo y se va.
Me quedo mirando como sigue caminando por el pasillo y sale por la puerta de la izquierda. Miro hacia el frente y bajo la cabeza. ¿Enserio? De repente me empujan. Como no.
- ¡Que estas atontada! - Ainoha se tira encima mía. - ¿Ya estabas pensando el el "churri"?
Reacciono.
- Aino, según tú, ¿cuántos "churris" tengo?
Las dos nos reímos y salimos por la puerta. Ya no queda casi gente y parece que hoy no ha habido pelea. Últimamente es un hábito que se peleen niños pequeños a la salida. Celia y Sara esperan. Me acerco a ellas y Ainoha me dice por detrás.
- ¿Quedamos hoy?
- Vale, ¡hablamos por Tuenti después!
Le doy un beso, cosa poco usual entre nosotras, y me voy. Me encuentro con otra de mis amigas de la infancia que viene corriendo con prisa hacia mi.
- ¿Esta tarde quedas? - pregunto.
- No sé, igual tengo que ir al pueblo, ¿te conectas a Tuenti luego?
- Claro, ¡hablamos!
¿Con cuánta gente había quedado ya esa tarde? En fin, algo me decía que iba a ser una tarde muy pero que muy larga.

Capítulo 6: "Las cosas cambian"

Sí. Las cosas cambian. Y como cambian el tiempo pasa. Y pasa para todos aun que no queramos. Y si hay que olvidar se olvida. O por lo menos se intenta. La intención es lo que cuenta. Pensando en estos días en todo lo que estaba pasando me dije eso de que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Es real. Aplicable a todo tipo de gente y momentos. Yo perdí a mi abuela hacía ya dos años. Y a mi tío tres meses después. Duro cáncer. Y no me di cuenta de lo mucho que los quería y lo mucho que significaban para mí hasta que llegaron sus últimos días. Días a quinientos kilómetros de mí. Días de dolor, de lagrimas y de secretos. Por eso hay veces en las que es mejor olvidar y que el sufrimiento se convierta solo en pequeños recuerdos. Y si tienes que llorar lo haces y te desahogas. Algún día lo superarás.
En cuanto a mi susodicho, no sé cuando decidí llamarle así, lo habíamos hablado. El tema de la mentira. Me descubrió. No era fácil. Así que tuvimos que hablarlo. Como era propiamente debido. Y lo dejamos estar. Mejor. Era mejor olvidar y así se lo dije. Se lo tomó bien. Supongo.
Estaba en un momento de mi vida en el que todo se me mezclaba. Era el momento adolescente que todos y todas solemos pasar. Ese en el que o te sientes feliz o te sientes realmente triste con todo. Pero eres adolescente. ¿Por qué preocuparse por eso? Ya lo dice mi padre: tienes muchos años por delante para disfrutar de la vida. Tiene mucha razón. Aun que a veces no se la dé.
Ahora mismo estaba empezando a leer un libro que me había prestado Celia, la futura periodista. "Tengo ganas de ti". Sí, la segunda parte de "Tres metros sobre el cielo" que todo adolescente conoce. Estaba realmente bien. Pero me he quedado con una parte. La parte en la que Step, así se llama el chico, se va a Nueva York dos años para olvidar a la chica que lo dejo destrozado. No piensa en ella por mucho que quiera. Y cambia. Cambia mucho. En el fondo. Me gusta. Todo el mundo debería irse a una gran ciudad para olvidar un viejo amor no muy fortuito. Algún día.
En cuanto al resto de mi vida. Medianamente bien. Ya era Viernes. ¡Por fin! Llevo tres semanas sin dormir nada, con ojeras todo el día y con emociones fuertes casi todas las noches. Me han robado el móvil por lo que no puedo escuchar bastante música y estoy volviendo a escribir. Cosa de la que me alegro mucho. Me encantaba escribir. No sé por qué lo dejé así de repente. Gané varios premios en mi niñez. Premios de poesía. Y ahora volvía a tener ganas de escribir, competir y ganar. Porque es la mayor satisfacción para alguien como yo que expresa sus sentimientos en papel. Cuando se lo diga a mi madre va a flipar. En todo este tiempo no ha dudado en echarme en cara el haber dejado de lado el tema de escribir ni un minuto. En fin. Estos días habían sido bastante tranquilos. Dudas aclaradas, risas, castigos olvidados, viejos momentos...Parece que todo va bien. Eso no me gusta nada. Porque de repente llegará una cosa mala y otra y otro más. Pensemos en positivo. En el presente. Será lo mejor.
Viernes. Última hora de clase. Desdoble de biología. La primera mitad de los alumnos nos quedábamos con Yolanda, la segunda profesora de biología, una mujer atenta, educada y muy cordial. El tipo de profesora que todo alumno desearía tener. La segunda mitad de alumnos se va con la otra Yolanda, nuestra verdadera profesora de biología, una mujer antipática, bajita, fea y con mala leche. Las llamábamos Yolanda "A", la mala, y Yolanda "B", la buena. Hoy nos tocaba quedarnos con Yolanda "B" en clase mientras el resto se iban con Yolanda "A" al laboratorio. El próximo Viernes nos tocaría a nosotros ir. No soportaría estar con Yolanda "A" todos los Viernes a última hora. Este año iba a tener problemas con la asignatura. Y me interesaba demasiado para la carrera que iba a hacer. Iba a tener que intentar entender por mi cuenta los apuntes, pero ya estoy en 4º curso, ya me era hora de hacerlo por mi misma. El grupo dos del desdoble estaba cogiendo sus mochilas para irse al laboratorio de biología que esta dos puertas más allá del pasillo de 4º. En la parte izquierda. Mi compañera de mesa también se tiene que ir con el grupo dos. Antes de salir por la puerta se para y me mira con los ojos en blanco como intentando decirme lo insoportable que era nuestra profesora.
- Nos vemos en cincuenta minutos - sonrío.
Sale por la puerta. De repente Lucas se acerca. Lucas es uno de los chicos que se sienta detrás nuestra. Un poco vago, pero bastante majo. Gran parte de nuestras risas matutinas se deben a él y a su compañero. Son la leche.
- Venga Lucas, que te está esperando tu amor platónico - le digo refiriendome a Yolanda "A" mientras me rió. Una pequeña broma que tenemos.
Se me acerca al oído y me dice.
- Mi amor platónico eres tú - le miro a los ojos a lo que él respondo con una sonrisa - que pena que no te haya tocado en mi grupo.
Me suelta la cintura y se va.

Capítulo 5: "Vuelven las nubes"

Pasaron algunos días después de todo aquello. Quien me lo iba a decir. Que todo se iba a girar tan de repente. Que cuando parecía que el rayo de luz iba a asomar del todo se volvió a esconder. Y lo peor es que las desgracias nunca vienen solas.
Me encontraba esa noche frente al ordenador. Mi hermana veía un programa en la tele tumbada en el sofá de enfrente mía. A veces prestaba algo de atención a la tele mostrándome interesada por la respuesta que había dado el concursante. Ahí estaba yo. Tratando que no se me saltaran las lagrimas después de haber leído eso. Tuenti puede llegar a dar muy malas noticias. Me sentía traicionada pero todavía no sabía muy bien el por qué. Me puse algo nerviosa pero enseguida recuperé la compostura y volví en mí para contestar. Para mentir. El susodicho me acababa de explicar que quería intentar algo con su amiga. Hace unos días me había confesado que, al pensar en lo que le había dicho, se había dado cuenta de que el sentía lo mismo por mi. Mentira. Yo sabía muy bien que solo creyó quererme porque yo le dije que le quería. Seguramente en su cabeza lo mezcló todo y aun que fuera un "no", el diría que sí. Es así. Puede que por eso reaccionase de esa manera ante la noticia. Aun que luego pensé y me relajé. Acababa de tomar una decisión de un peso considerablemente alto en unos treinta segundos de tiempo. Olvidar. Y se lo dije. En parte. Le dije que sería mejor olvidar lo ocurrido y, si teníamos la ocasión de hacerlo con personas de por medio, mejor que mejor. Le mentí. Claramente. En ese momento no era lo que yo realmente pensaba, pero sí era lo único que le podía contestar si quería comenzar el proceso de olvido. La primera vez que le mentía. Y así fue.
Los siguientes días fueron más tranquilos. En ese fin de semana acudí a un cumpleaños en el que me di cuenta de la calidad de mis amigos. Últimamente a medida que paso más tiempo con ellos descubro en que aspectos valdrá contar con ellos y en cuales no. Me sorprenden. Y eso que suelo ser yo la de personalidad sorprendente...desde que me revelé. Mejor. Somos tan diferentes.
Me puse mala. No mala como para quedarme en la cama con fiebre pero si mala de un mal estar general que cada día iba a peor. Las desgracias nunca vienen solas. Cada día mi garganta se ponía peor y descubrí que cada vez que lloraba me dolía mucho más la cabeza. Y la cabeza me estaba doliendo demasiadas veces...Malo. No me gustaba para nada estar así. Pero en fin, no era eso lo que invadía mi cabeza dolorida, si no esa mentira que había contado. Repito, en parte mentira. Una parte de mi me decía que debía contarle mis planes de olvido. La otra parte me decía: "no lo hagas, pensará que no tienes sentimientos y que puedes olvidar a alguien en cero coma". "Él no es así" pensaba la otra parte. Entonces las dos partes en las que estaba dividida mi cabeza se ponían a hablar entre ellas mostrando sus opiniones y yo las dejaba a un lado. La emoción que yo exteriorizaba era de una rayada considerable. Pero en esos últimos meses había aprendido a sonreír aun que pensara que no tenía motivos. Porque muchas veces los motivos están ocultos y solo hay que buscarlos. Y no quería rayarme. Así que decidí hacerlo.

Capítulo 4: "Evidencias, evidencias everywhere"

7:30 de la mañana. Suena el despertador. Lo apago. Me incorporo un poco en la cama y como un instantaneo rayo de luz su nombre se me pasa por la cabeza. "¿Qué?" Pienso. Hago una mueca extraña con la boca. "Venga, mira tú que bien. Como si no supiera ya lo que hay". Me acuesto de nuevo y cierro los ojos. Su recuerdo se clava en mis pensamientos. Pero yo no lo siento. Está ahí pero no me doy cuenta hasta que no pienso en lo que estoy pensando. Sí, hasta que no pienso en lo que estoy pensando. Y cuando lo pienso me doy cuenta. Me lo tendré que empezar a tomar enserio. Que sea mi primer pensamiento de la mañana justo después de apagar el despertador tiene que significar algo. Me levanto de la cama. Ya os sabeis el rutinario proceso desde las 7:35 hasta las 8:20 aproximadamente. Siempre es lo mismo así que no volveré a entrar en detalles. Bueno, hoy ha habido algo diferente pero que solo yo soy capaz de apreciar. Su pensamiento. La mañana en el instituto transcurre como siempre. Momentos aburridos, momentos en los que quisieras reir hasta reventar pero en la clase reina un silencio peligroso...lo que viene siendo una mañana no muy fuera de lo normal. Hasta que llega un momento de la mañana en una clase no muy interesante en la que abro el estuche y saco un rotulador negro. Me giro un poco hacia la izquierda pegandome a la pared y me escribo sus iniciales en la mano. Genial. Ya había dado un paso más en todo esto. Suena el timbre. Me despierto de mi misma. Entre el revuelo de la clase recogiendo mochilas y volviendo a sus respectivos sitios me encuentro con mi compañera de mesa. Le doy una palmadita en la espalda.
- Que coñazo de clases - en algo coincidimos.
- Ya te digo. Pero ya sabes como es.
Nos reimos. Me encanta esta chica. Cada día nos llevamos mejor y nos lo pasamos estupendamente en las clases. Estamos revolucionadas. Nos reimos con todo y le ponemos dobles sentidos a todo. Somos de toda la vida. Es cuestión de entenderse.
Nos sentamos. Aún queda otra hora para irnos a casa. Podíamos reirnos un rato. Aun que el profesor nos da mucho miedo. Da igual. No deja de ser otra clase en la que yo le pinto la primera letra del nombre de su novio en el cuello, ella me pinta rayas en los brazos, yo le gasto el tipex bueno y ella me pega. Y así todo el día. No nos cansamos. Ella se ríe cuando la miro porque algo que ha dicho el profesor puede tener doble sentido y yo me río porque ella se ríe. En fin. Lo pasamos en grande.
- ¿Cuánto queda? -  típica pregunta que suele hacer una "sin reloj" como yo.
- Tres minutos.
Empezamos a cerrar estuches, guardar cuadernos...cuando toca el timbre ya estamos todos levantados. Es una sincronización perfecta. Una milésima de segundo antes de que toque el timbre la puerta se abre y cuarenta alumnos aproximadamente corren por el corto pasillo hasta la puerta. Por fin. Últimamente ando cansadisima. No duermo muy bien y el instituto no es que ayude mucho. Salimos fuera. Mi compañera tiene que coger el autobús. Un beso y se va. Yo espero con Celia en la puerta, la de letras. Futura periodista. Alto nivel. Esperamos a Sara, mi mejor amiga. Esa que me viene a buscar por las mañana a casa y a la que no le importa subir hasta el segundo piso porque el telefonillo esté estropeado. Siempre sale más tarde. También tiene que bajar dos pisos y nosotras estamos en la planta baja. Sale.
- ¿Vamos?
Empezamos a caminar. Mi cabeza se centra en hablar con ellas pero a la vez esta en otras cosas también. Una pena que no las sepan. Nunca pensé en contárselo. Llegamos al cruce de calles y yo sigo los treinta segundos que me quedan de camino sola. Miro al frente, suspiro, me loco la chaqueta en la mano, siento el peso de la mochila...treinta segundos dan para mucho. Solo hay que saber aprovecharlos. En treinta segundos puedes decidir un futuro próximo. En treinta segundos puedes hacer un sueño realidad. En treinta segundos te pueden hundir la poca felicidad que habías acumulado. Lo que yo no sabía es que eso mismo me podía pasar a mí.

Capítulo 3: "Atrevimientos"

Sí. Esa tarde era rara. El aire de la ventana no se equivocaba. Me fui a dar mi ducha de la tarde. A eso de las 7:30. Es uno de lo mejores momentos que conozco en la vida. Mientras estas duchandote nadie te molesta. Pensarlo. Es realmente el momento en el que estamos completamente solos. El agua te cae en la cabeza. Cierras los ojos y es como si estuvieses escuchando una pequeña cascada de fondo. Luego pones la música que quieras y a pensar. Es un momento perfecto. Pienso mucho en esos veinte minutos que suelen durar mis duchas. De verdad. Me sequé el pelo a conciencia, me puse el pijama, las zapatillas y me fui al ordenador. Estaba bastante cómoda. Lo encendí. Contraseña. Tuenti. Twitter. Facebook. Hablo con gente, respondo tweets, contesto y veo novedades de tuenti...me entretengo. Miro el chat. Esta conectado. Me habla al instante. Contesto. Me encanta hablar con él. Me ayuda mucho en todo y le tengo un cariño especial. Quien me iba a decir a mi lo que iba a pasar a continuación. Le dije que me hacia tilín un chico de mi clase. Me pidió su nombre de tuenti. Me negué. En realidad no era verdad.
- No me gusta del todo, es más bien un capricho tonto. Me gusta otro.
- ¿Quién?
- ¿Seguro que quieres saberlo?
- Si.
- Te vas a arrepentir...
- Dime.
En esos instantes lo que le dije fue lo siguiente: me ayudas mogollón en todo y últimamente estoy sintiendo algo...no sé si es cariño de amigo o algo más. Si señor. Así se lo dije. La primera vez que le suelto eso a un chico a la cara. Bueno a la cara. Por tuenti. La verdad es que me quedé bastante agusto. Ya eran varias las noches que me dormía a las tantas pensando en el tema. Tenía miedo por que me dijera algo en plan borde y nuestra amistad se agrietara, pero algo dentro de mi me decía que no, que el no era así .Y fue justo lo que me dijo. Que no se enfadaría por nada como yo le dije. Que sabía de sobra que él no era así. Suspire. De alivio. Y se me calló una lagrima. Sonreí.
- Deja que reaccione, ¿vale? Sé que no lo tienes claro y a mi me ha pillado así en frío. Meditalo esta noche y hablaremos del tema mañana.
La verdad es que se portó genial conmigo. Es especial. Lo dejamos ahí. Empezamos a hablar de otra cosa como si nada. La verdad yo me sentía rara pero a la vez bien. Esa noche pensé más que nunca en la cama. Tardé bastante en dormirme. Bastante. Pensé, pensé y pensé Quizás el no me dijo nada malo porque siente lo mismo que yo. Ojalá fuese así. Pero sería difícil crear algo a tantos kilometros de distancia. No saldría bien. Pensé en la parte pesimista de la situación. Hay que estar preparada para todo. Quizás no me dijo nada malo y lo dejó correr para no volver a sacar el tema nunca o simplemente porque no me volverá a hablar más o al menos como antes. La cabeza me daba mil vueltas. Mis neuronas me pedían una tregua. La jaqueca se abría paso después de varios años sin tenerla. Mi cuerpo me decía que debía dormirme ya. Pensando en todo y repasando cada palabra que me dijo cientos de veces, me dormí.

Capítulo 2: "Maraña de sucesos"

8:20. Mi mejor amiga viene a buscarme. Cojo la mochila y me voy con ella. Charlamos de camino al instituto. Al llegar allí nos encontramos con gente y nos unimos a ellos. Entramos. Ella sube al último piso y yo me quedo en la planta baja. Gajes del oficio. Entro en clase. Los típicos de siempre ya estan dentro. Dejo la mochila y me voy a la puerta mientras me desabrocho la chaqueta. Lo único que no tenemos que hacer entre clase y clase es salir a la puerta y es lo único que hacemos. Antes de llegar a la puerta entra mi compañera de mesa.
- ¡Hola!
- ¿Qué tal?
Ya no me dirijo fuera. Doy media vuelta para charlar con ella mientras deja sus cosas en la mesa que esta junto a la mia.
- ¿Estudiaste física y química?- típica pregunta.
Una mueca sale de su boca.
- Bueno... menos de una hora.
Mi compañera no es de esas chicas que sacan malas notas y se matan a estudiar. Estudia lo suyo y se esfuerza bastante. Siempre saca buenas notas.
- ¿Tú?
- Solo repasé los últimos, los de nomenclatura larga.
- Pues como yo.
Nos reimos. Estamos muy vagas este curso. Ya despertaremos cuando empieze lo fuerte. Salgo a la puerta. Voy saludando gente. Llega la enana.
- ¡Guapa!
- Cari, ¿qué tal?
- Con un sueño que flipas.
Me le quedo mirando a los ojos muy seria y después nos echamos a reir. Entra en su clase. Ella esta en 4º de letras. 4ºB. Yo en 4º de ciencias. 4ºA. Vuelvo a mi clase. Los pasillos estan llenos de gente que van de un lado a otro y los sitios se van cubriendo. Me siento. Los chicos de detrás ya han llegado. Son muy majos y nos reimos mucho con ellos. Estan haciendo el bobo como de costumbre. Tendrán quince años pero que ni se les ocurre cambiar ni un poquito. De repente todo el mundo corre a sus sitios a grito de "que viene, que viene". Yo creo que eso es típico de todos los institutos.
- Buenos días, nos vamos sentando por favor.
Eso se repite tres veces cada cincuenta minutos. Como un jarabe cada ocho horas. Lo mismo. Solo que un jarabe se debe a que estas enferma. Y si estas enferma estas en la cama. Y si estas en la cama no vienes a clase. Una pena.
11:10. Recreo. Ahora le llamamos "libertad". ¿Por qué? Es el primer año que nos dejan salir del recinto del instituto a la calle. Volviendo a las 11:30 claro está. Es una tontería pero te sientes como más...como menos...en fin, si vosotros también podeis salir me entendereis. Compramos bocadillos en un bar que los hacen de rechupete por un euro. Vamos a la tienda de gominolas. Nos sentamos al Sol en un banco. Lo pasamos bien. A las 11:30 toca volver. Otra serie de "buenos días" y saltos cada cincuenta minutos y para casa. Por fin.
Llego. La puerta está ya abierta.
- ¿Cierro?- le pregunto a mi padre que está sentado a la mesa.
- No, aun no ha llegado tu hermana.
Es muy raro. El año pasado siempre llegaba ella antes que yo. Bueno, mi vida está cambiando. Arrimo la puerta y tiro la mochila y la chaqueta encima de la cama. Voy a la cocina. Bebo agua. Mucha agua. Me siento.
- ¿Qué tal el día?
- Bien.
Siempre contesto lo mismo aun que el día haya ido mal. ¿Para qué sacar conversación? Lo único que quiero hacer en esos momentos es comer, acabar e irme a mi habitación. Llega mi hermana. Quince o veinte minutos después llega mi hermano. El proceso de como comemos me lo ahorraré. Creo que todos comemos igual. Llegan las tres. Mi madre se va a trabajar y mi padre la lleva en coche. Nos toca recoger lo que mi hermano a dejado en la mesa. Nunca recoge. Cuando digo nunca es nunca. No os penseis que algun día así suelto...no, no. Nunca. Después de recoger me voy a mi habitación. Coloco bien la mochila en la cama apoyada contra mi pared llena de posters y las chaquetas en una esquina de la cama. Pongo música. Para desconectar de toda la mañana. Me siento en el escritorio con la música puesta y saco el estuche y el cuadernillo de inglés. El cuadernillo es una de las cosas que menos me molesta hacer con música puesta. Es música mayoritariamente en inglés y como se me da bastante bien no me desconcentra. Empiezo a escribir dandole la espalda a los altavoces. Algo toca en la ventana. Miro. No hay nada. Sigo escribiendo. El aire hace que se mueva la cortina. Paso. Algo hay. Miro de nuevo sin levantar la cortina. Sigue sin haber nada. El aire sigue haciendo un ruido extraño. Es una brisa muy suave pero que emite un sonido particular. Sí, hoy va a pasar algo especial. Algo fuera de lo normal.

Capítulo 1: "La rutina me rodea"

El Verano se acaba y con el la diversión. Bueno, la diversión sin clases. El acostarse tarde y dormir hasta las tantas, el irse de fiesta los fines de semana... Todo cambia. Y tanto. Como que pasas de estar todos los días en la calle a estar todos los días estudiando en tu habitación. Porque no solo se acaba el Verano. Empiezan las clases. Y con las clases un nuevo curso. Y con un nuevo curso más estudio. Y así todos los años. Permitirme que me presente. Me llamo Casandra y soy una chica de lo más normal. Bueno, mentira. Soy una chica de lo más diferente al resto. Si no fuera diferente al resto no me gustaría. Y si no me gusto a mi misma no le gusto a nadie. Total, que soy diferente. Diferente en la intimidad. Y no penseis mal que aquí enseguida hierven las hormonas. Muy pocas personas saben que soy diferente al resto. Me tiene que conocer para saberlo. Vosotros lo ireis viendo poco a poco. Vamos a lo interesante. Tengo quince años, empiezo 4º de la E.S.O. Estoy muerta de miedo. Odio la rutina, por eso aborrezco un poco mi vida, ya que está basada en ella. También odio las matemáticas. Me gusta el agua muy caliente cuando me ducho y el olor a tierra mojada después de un aguacero. Ya sabeis un poco más de mi, aun que sabreis muchas cosas más.
Lunes, 7:30 de la mañana, suena el despertador. Me giro y coloco la mano sobre él. Dejo que suene un par de veces y lo apago. Me giro de nuevo. Abro los ojos para no dormirme. En estos primeros días de clase no estoy acostumbrada a ver el mundo a esas horas. Hay luz en la cocina. Últimamente mi hermana pequeña se levanta un cuarto de hora antes. Mejor. Así no coincido con ella en el desayuno. Cierro los ojos de nuevo. Unos cuántos pensamientos vienen a mi cabeza. Que me toca hoy, él, que no me duerma, él, que hoy tengo que hacer los deberes de matemáticas... Abro los ojos de nuevo. 7:35. Decido estirarme un poco e intentar que no se me caigan los parpados. Me destapo. Hace un frío terrible. Es lo que tiene vivir en el norte y que el Otoño nos pise los talones. Me arropo de nuevo. Me incorporo y me quito las mantas de encima rápidamente para después, más lentamente, colocar las zapatillas en mis pies. Me levanto. Mientras camino hacia el baño me quito el pelo de la cara. Paro. Los ojos se me ponen en negro y dejo de ver durante unos instantes. No sé porque me pasa, pero me pasa. Poco a poco recupero la visión y me pongo frente al espejo. Me hecho un poco de agua en la cara y peino un poco mi pelo. Voy a la cocina. Tengo leche calentandose al mínimo. Mi hermano esta preparandose su desayuno. Mi madre ronda por la cocina. Hecho más leche en el cazo y subo el fogón al máximo. Cojo mi típica taza con el asa rota, de Acuario mi signo, y hecho dos cucharadas de Cola-Cao. Mientras la leche se calienta yo me apoyo en la encimera intentando no dormirme. Empieza medio a hervir. Perfecta. Mi hermano y mi madre siempre me echan la bronca cuando ven la leche tan caliente, pero a mi me gusta así. La hecho en la taza y remuevo bien. Me doy la vuelta y me agacho para abrir el cajón de los dulces. Cojo una magdalena. Estan deliciosas. Cojo la taza y me la llevo a la mesa. Me pongo en mi sitio de siempre o me siento en el sofá de madera en el que siempre se ponen mi padre y mi madre. Depende de si a mi hermano le da por quitarme el sitio o no. Hoy toca mi sitio. Me siento y desayuno sin decir una palabra y mirando el reloj de vez en cuando. Nadie me dice nada nunca cuando me levanto y yo tampoco me molesto. Odio que me hablen cuando me levanto así que nadie lo hace. 7:50. Dejo el vaso en el fregadero y me voy a vestir. La cama ya está hecha. En eso si que me siento privilegiada. Mi madre me hace siempre la cama. Abro el armario. Lunes. Vaqueros y una camiseta básica. Es mi estilo. Sencillo. Sin más. Me visto lentamente. Hay pereza. Son las ocho cuando salgo de la habitación totalmente vestida. Llego al baño. Mi hermana esta en el pero sale enseguida. Mi hermano se está cepillando los dientes. En cuestión de dos minutos vuelvo a quedarme sola en el. Me ato el pelo con una coleta. Pongo las planchas a calentar mientras me lavo la cara. No tengo el pelo rizo como mucha gente piensa cuando lo digo. Solo lo tengo un poco ondulado en las puntas y me queda mucho mejor liso del todo. Me lo aliso pelo por pelo. Con la rutina de siempre. Después vuelvo a la habitación y cojo las lentillas. Siempre se me olvidan. Me quedan cinco. Son de usar y tirar. 24h.  Me las pongo. Son de los pocos privilegios que tengo. Por lo menos yo lo considero un privilegio. En mi vida los privilegios no abundan demasiado. Ya estoy lista. Voy a ponerme la chaqueta, vendran a buscarme enseguida. Ya os diré quien. Porque estoy tan perdida en mi vida que ni siquiera sé quien es la gente con la que estoy. ¿Interesante? Pues esto es siempre igual. Mis mañanas.