Capítulo 45: "Herida pero viva"

Veo a algunos de mis amigos y todos me dicen la mala cara que tengo. No sé si alegrarme al notar lo observadores que son o deprimirme por su comentario. Damos una vuelta por la calle general y nos vamos a la plaza donde termina la cabalgata. Allí las veo. Ainoha, Carol... nadie dice nada, ni ellas, ni yo. Mi cabeza sigue pensando aunque yo no lo note. Es un no parar que no puedo controlar. Paso un buen rato con Sara y me voy pronto para casa. Al día siguiente tenemos clase y, por desgracia, tengo que ir. Y así pasa una semana, dos, tres, cuatro... y se acaba el curso. Se acaba. Durante todas esas semanas no he hablado con Ainoha. Ella quiso intentar hablar las cosas pero luego nunca daba el paso. Y yo no me sentía capaz de dar ese paso. Aunque muchas veces he deseado darle un abrazo en medio de clase y que me entendiese, pero a veces las cosas no son como en las películas, aunque me gustaría. Se podría decir que la echo de menos pero que han pasado tantas cosas que nada volvería a ser lo mismo. La relación con Carol mejoró un poco y sigue siendo así. Con Lucía y Sara todo bien. Y así fue como ocurrió todo, la historia que me cambió la vida por completo. Mi forma de pensar, de actuar, de creer en las cosas... Ahora os habla la Casandra del futuro, la que os ha contado todo esto. La que ahora se siente orgullosa de haber actuado como actuó a pesar de todo el dolor que sintió. La misma que ahora sabe que es más fuerte y luchadora de lo que ella pensaba. La que se enamoró, sufrió y perdió a la vez. La que fue capaz de poner su vida y bienestar por encima de todos. Así que ahora os daré un consejo: el amor, a nuestra edad, no lo es todo, para nada. No dejéis que nadie sea todo en vuestra vida porque, cuando ese alguien se vaya, que se irá, no seréis nada. No creáis en los siempres y enamoraros. Sí, enamoraros. Es una de las mejores sensaciones que he experimentado y que he tenido el placer de sentir al cien por cien. Enamorarse no es sinónimo de pasarlo mal y si lo pasas mal solo tienes que seguir el camino que te haga sentir mejor contigo misma. No os ceguéis o nunca pasaréis página. Yo he perdido a mucha gente por el camino, pero también he ganado cosas y he abierto los ojos. No importa que te sientas perdido, no importa que creas que no puedas más, porque puedes. No pasa nada si te sientes una adolescente en apuros.

FIN.

Ahora solo quería decir que muchas gracias a la gente que ha seguido esta historia desde el principio, los que me pedíais más capítulos y los que me decías lo mucho que os gusta la historia y que os identificabais con ella. Me agrada saber que hay gente que le gusta lo que escribo y sobre todo que se identifica con ella. Pero este NO es el fin de "Una adolescente en apuros." Se acaba esta historia, pero no se cierra ni desaparece el blog. Tengo pensadas algunas ideas para continuar la, vamos a llamarla 'saga', de "Una adolescente en apuros." No sé si seguiré con Casandra de protagonista y quizá volver a contar otra de las peripecias de este personaje o volver con "Una adolescente en apuros 2" con nuevos personajes y una historia diferente. ¿Qué opináis vosotros? ¿Qué queréis? Dejadlo en un comentario en el blog. El caso es que este blog no será cerrado, será reciclado. Muchas gracias a todos por leer esta historia y ya sabéis, si estáis en apuros, no os preocupéis, al final todo sale bien, y sino, siempre podéis dejar que yo escriba una historia.


Capítulo 44: "Esto se acaba"

Hemos ido al médico. No sé cómo he logrado salir de la cama y vestirme. Me he puesto un jersey de lana y un pañuelo en el cuello. Tengo cara de muerta. Tenemos que esperar en la sala de urgencias. Cada minuto allí es una tortura. La cabeza no para de darme vueltas y lo único que quiero hacer es estar tumbada en mi cama y dormir. Al fin entramos. Nombre, edad y localidad. Me siento en la camilla y la médica empieza a mirarme los ojos, la garganta, los oídos... ¿Diagnóstico? Laringitis. Que acompañada de un par de meses de putadas da este resultado. Me receta unos sobres para la fiebre más fuertes y un jarabe para la garganta. Después de comprar las medicinas volvemos a casa. Me pongo el pijama de nuevo y me meto en la cama. Me duermo. No sé cómo y casi no sé por qué, pero cuando abro los ojos encuentro la cara de preocupación de mi madre.
- Hija, te está subiendo la fiebre. La medicina no te hace nada.
Solo vuelvo a cerrar los ojos despacio y los abro de nuevo. Tengo mucho calor y me duele la cabeza. Pasan diez minutos y la fiebre sigue subiendo. Mi madre trae a la habitación un cuenco con agua fría y una toalla pequeña. Mete la toalla en el cuenco, lo escurre un poco y me lo pone en la frente. Tirito. De repente tengo mucho frío y ella me arropa.
- Quédate un rato así, ¿vale? Ahora volveré para ver cómo estás.
Pero no mejoro, no mejoro para nada. No paro de temblar y la fiebre no me baja. Mi madre ha venido ya dos veces y me ha cambiado la toalla unas siete veces más. Mi cabeza va a estallar. Tanto por la fiebre como por los pensamientos que hay en ella. Los ojos se me llenan de lágrimas, ¿qué me está pasando? Giro la cabeza de un lado a otro. Mi madre ha ido a por más agua. No logra controlarme la fiebre y ya roza los cuarenta grados. Empiezo a delirar. Creo que hasta digo su nombre. El nombre del que no se nombra más. Y lloro en silencio. "Solo quieren que te hundas", pienso. Y pienso, y pienso y pienso. No hago otra cosa. Y mi madre se preocupa por la fiebre, mi padre quiere llevarme al hospital y yo no puedo más. Hasta que cierro los ojos y me abandono.
Ojos abiertos. Ya no me duele tanto la cabeza pero noto mi cuerpo como si hubiera corrido durante una hora seguida. Me estremezco un poco debajo de las sábanas. Tengo la toalla todavía en la frente. Ya es casi de noche. Mi madre entra en la habitación.
- ¿Cómo te encuentras?- me pone el termómetro.
- Cansada, muy cansada.
- Es normal, la fiebre es lo que tiene.
Mi padre se asoma.
- Si ves que le vuelve a subir otra vez y no la controlas, la llevamos al hospital.
¿Cómo? ¿Casi acabo en el hospital? Ah... que bien.
- Cariño, tienes que comer algo.
- No tengo hambre.
- No, me da igual, te traeré un yogur- gracias por hacerme caso mamá.
Hace mucho tiempo que no voy al médico. Antes pasaba mucho tiempo ahí, cuando era más pequeña me ponía enferma cada dos por tres. Me ingresaron unas cuatro o cinco veces en el hospital. Ahora hace muchos años que no piso una camilla. Mi madre vuelve con un yogur natural. Hace que me incorpore y me lo va dando poco a poco. Ni un yogur me entra. Insiste en que coma algo más pero me niego en rotundo. Por la noche me trae las medicinas. Están muy asquerosas pero me las tengo que tomar. 
Domingo por la mañana. Me despierto. Ya no me noto tan cansada como los dos días anteriores. Hoy me levanto por primera vez a la hora de comer. Como muy poco y me paso la mayoría del tiempo con la cabeza apoyada en la mesa. No aguanto, me vuelvo de nuevo a la cama. Y sigo pensando. ¿De verdad me tiene que pasar esto a mi? Pero puede que sea por algo, puede que esto sea algún tipo de señal divina. Deliro otra vez. Una cosa si que he pensado. Esto va a marcar un antes y un después en mi vida. Me he deshecho de la gente que me ha hecho daño, que me ha despreciado y he sufrido en cantidades considerables. Ahora toca aprender de los errores. "Cuando me recupere todo será diferente, como si hubiera vuelto a nacer." Solo pensaba en eso. Esa misma noche Carol me envió un mensaje: "¿te pasa algo conmigo?" Dejé el móvil en la mesita y me gire mirando hacia el otro lado. Increíble. Creo que es hora de pasar un poco de todo. Mañana será otro día. Y para colmo me voy a perder el Carnaval. Mierda, Carnaval. Había quedado con Lucía y con Sara en disfrazarnos juntas. Lo siento chicas, lo siento de verdad.
Lunes. Carnaval. Me lo pierdo. Afortunadamente, me encuentro mejor, pero no tanto como para salir con mis amigas a disfrazarnos. Sigo en la cama, con fiebre. Como poco y tomo medicinas. En eso se resume mi día. Mis dos últimos días. Y pienso. Y pienso más. Mi cabeza es un no parar. Empiezo a pensar que esto que me pasa es algún tipo de venganza de la humanidad contra mi persona. Pero, ¿por qué? No lo entiendo. Pero justo ahora... justamente. 
Martes de Carnaval. Me siento mucho mejor. Aturdida pero mejor. Confío en poder salir esta tarde a ver la cabalgata con Sara. Me doy una ducha que me sienta bastante bien. Me siento en la bañera y me relajo un poco. No doy contactado con Sara y no voy a salir, pero finalmente viene a buscarme y salgo. Abrigada, claro. Con mi pañuelo, el abrigo y las manos metidas en los bolsillos. Tengo cara de enferma, poca expresión, más de uno me lo dice. En el labio una calentura producida por la fiebre. En la calle demasiado ruido. Demasiadas personas. Demasiados recuerdos.


Capítulo 43: "Volver a nacer"

Han pasado ya unos pocos días. No estoy bien para que negarlo. Ainoha me contó que le gustaba Hugo en clase de Ética. No puede responder. Me encerré en mi misma y no pude decir ni una sola palabra. Estaba muy nerviosa. Tuve que pedir ir al baño. Quizá no actué de la mejor manera pero los temblores volvían de nuevo y yo no era capaz de mirarla a la cara. Luego tuve una pequeña discusión con Carol y hala, lista para hacer el examen de Biología. No, en serio, era ironía eh.
¿Y ahora? No me hablo con Ainoha, creo. La relación con Carol no es la mejor, creo. ¿Por qué no tengo nada claro? Quizá sea porque estoy con casi cuarenta de fiebre en la cama. Oh, perdonad, ahora os lo cuento.
Viernes. Tenemos puente de Carnaval y no volvemos a clase hasta el miércoles. Todo va más o menos bien. Llega la noche. Me despierto a las seis de la mañana. ¿Qué pasa? Tengo calor. Mucho calor. No paro de revolverme en la cama. Me llevo una mano a la frente. Me duele mucho la cabeza. Espera, también me duele el estómago. Después de seguir dando unas cuantas vueltas más en la cama empiezo a llorar. Joder, me duele mucho. No lo aguanto más. Me levanto y voy al baño. Me pongo de rodillas delante de la taza del wáter y empiezo a vomitar. Joder... vomito y lloro. Una sensación no muy agradable. Mi madre aparece en la puerta del baño.
- Hija, ¿qué te pasa?
Me limpio la boca y tiro de la cadena. Me levanto. Mierda, me mareo. Pongo una mano en el lavabo. Tranquila Cas.
- ¿Estás bien, cariño?
- No...
Me vuelvo a la cama. Mi madre llega con un termómetro.
- ¿Hace cuánto que te encuentras mal?- me lo pone debajo de la axila.
- Hace... un rato.
- ¿Y cómo no me dices nada? Siempre haces igual eh.
Tiene razón. Desde pequeñita cuando me daba la migraña casi siempre me lo callaba. Me daba miedo ir a la habitación de mis padres por la noche y molestarles.
- Hija, tienes fiebre- me pone una mano en la frente.
Mi padre aparece en la puerta de mi habitación.
- ¿Qué pasa?
- Tiene fiebre.
Él se acerca y hace lo mismo que mi madre, me pone una mano en la frente. Siempre es él el que sabe si uno de nosotros tiene fiebre o no. Es el que lo suele confirmar. Mi madre se levanta y va a por un sobre para bajarme la fiebre.
- Tengo frío- digo.
Mi padre me arropa.
- Cuando estés mal, tienes que decirlo.
Ya, papá, llevo dos meses mal. Llega mi madre y se sienta en la cama, a mi lado.
- Toma, esto te bajará la fiebre.
Me incorporo en la cama y bebo lo que me ha traído mi madre. Dios, está asqueroso. Vuelvo a tumbarme y me arropo hasta la nariz. Tiemblo un poco. Mi madre me aparta el pelo de la cara.
- Si te encuentras mal, nos lo dices y vamos a urgencias- dice mi padre antes de salir de la habitación.
- Mi niña...- mi madre me da un beso y se va de la habitación.
Me dormí. Me desperté al día siguiente y me encontré a mi madre sentada a mi lado. Me puso el termómetro de nuevo.
- Sigues teniendo algo de fiebre pero menos.
No me encontraba mejor. Para nada. No tenía fuerzas.
- ¿Qué hora es?- pregunto.
- Es la hora de comer, tienes que comer algo.
- No.
- ¿Cómo que no? No te puedo dar medicamentos con el estómago vacío.
- Que no quiero... -me revuelvo en la cama y me cae alguna lágrima por la cara.- Tengo calor.
- Ya te está subiendo la fiebre. Nosotros vamos a comer, luego vendré a ver qué tal estás, ¿vale?
Sale de la habitación. Mi hermano se asoma.
- ¿Qué le pasa?
- Tiene fiebre y le duele la cabeza y el estómago.
Mi hermano se queda mirándome unos instantes desde la puerta. Yo solo me giro y cierro los ojos.

Capítulo 42: "Hasta nunca"

No nos tratamos bien. Pero nada bien. Ni él me comprendió ni yo le comprendí a él. Nos echamos muchas cosas en cara, dijimos un montón de barbaridades. No me creo que hayamos acabado así. Me arrastré un montón. Cuantos fallos seguidos, joder. Parecía una dependiente de su existencia. No lo soy. Al final las cosas se nos fueron mucho de las manos. A los dos. Esta idea ya la había estado pensando pero no me creía capaz de llevarla acabo pero... sorprendentemente lo hice.
- ¿Sabes qué? Que esta niñata se va para no volver.
-Yo no he dicho eso.
Antes de que pudiera casi leer sus últimas palabras hacia mi lo borré de Tuenti, lo bloqueé, lo dejé de seguir en Twitter y lo bloqueé de nuevo. Puf. Ya, como si fuera tan fácil. Unos cuantos clicks y se acabó todo. Que sencillo parecía.
- Tamara... lo he hecho.
- No me gusta para nada que acabéis así...
- Creo que es lo mejor para mí, olvidarme de él de una maldita vez. Pero por completo.
Vale, sí, ¿y ahora qué? Ahora nada. No quería saber nada más de él en la vida. Por el momento. Ya me he hecho sufrir demasiado a mi misma. De verdad os lo digo que soy tonta. Me fui a dormir. ¿Qué otra cosa podía hacer?
No sé ni como me levanté por la mañana. Me dolía todo. Creo que algo se estaba apagando dentro de mi. Sin fuerzas, sin ganas, pero aliviada. Ese vacío que sentía dentro se antojaba bastante cómodo. La sensación de haber hecho lo correcto se apoderaba de mi casi sin darme cuenta. Mejor. "Menos mal que tengo a mis amigas." Atentos, porque las desgracias nunca vienen solas. Por lo menos las mías.
Cuarta hora. Salimos del laboratorio. Me acerco a Lucía que está en la puerta de su clase.
- Tía, Ainoha está muy rara conmigo, ¿tú sabes qué le pasa?
- No... ni idea.
Sus ojos. Miente.
- Lucía...
- Es que... -se empezó a poner muy nerviosa.- No, no, prometí que no lo diría y no te lo puedo decir.
- Venga, Lucía no me jodas, ¿qué es lo que pasa?
- Que no, que no, que no te lo puedo decir Casandra, de verdad.
Se me encendió la bombilla. La verdad, ya llevaba parpadeando un rato. La miré a los ojos.
- Le gusta Hugo, ¿verdad?
- Y a él ella.
Nos cambió el semblante por completo. Resoplidos. Uno tras de otro. Era lo que me faltaba para completar la colección de "putadas a Casandra."
- Pero por favor, Cas, no les digas que te lo he contado que me matan. Prometí que no lo diría y lo he hecho así que debo de ser una mala amiga por haber roto mi promesa...
- Eh, eh, eso no lo digas ni en broma. Además, he sido yo la que lo ha dicho. Cuéntame, ¿desde cuándo? Desde mi cumpleaños, ¿a que sí?
- Pues sí. Carol los juntó.
- Claro... por eso va a ir el viernes al pueblo de Hugo con Ainoha.
- Ella no te lo quería contar hasta que se liasen porque dice que sino, no lo haría, y como quiere hacerlo...
- ¿Qué? Estoy flipando. Vale que haga con su vida lo que le de la real gana pero, ¿decir eso? ¿Qué clase de amiga es que le importa más liarse con un tío que acaba de conocer que la amistad de la que ha estado con ella desde los tres años?
- Lo sé, yo ya les he dicho que son unas putas egoístas y a ella que debería de contártelo antes de hacerlo.
- Si lo oculta es que la conciencia muy tranquila no la tiene.
- Bueno, tú estate normal con ella, por favor te lo pido.
- Lo intentaré, tantas cosas son difíciles de tragar.
Entré en clase. Lectura. Mejor, poco hablar. Compartí libro con Ainoha. Obviamente yo no paraba de darle vueltas a la cabeza y en algún momento mis ojos se empaparon de lágrimas que pronto hice desaparecer. Ya sabéis que tengo tendencia a recordar todo lo malo que ocurre en mi vida cuando algo no marcha bien. Ella se dio cuenta de que algo no iba bien.
- ¿Te pasa algo?
- La barriga, que me duele...
Mentira. No... no podía mirarle a la cara. Para qué, si solo es una persona más a la que le importo una mierda. Me hundí, otra vez. El echo de que fuera a quedar con Hugo me daba exactamente igual. Yo hacía tiempo que no sentía nada por él y hacía tiempo que se lo había dejado claro. Eso solucionado. Por desgracia, estaba enamorada de otro. Lo que realmente me hacía daño era su comportamiento. Mi amiga... joder, mi puta amiga. La que me abrazó mientras lloraba, la que me intentó subir cuando toqué fondo, la que me pedía que sonriera. Una amiga propiamente dicha. ¿Y ahora? ¿Qué iba a pasar? Eso no tenía buena pinta. No iba a terminar bien. Tocó el timbre. Después de hacer unas cosas fui a ver a Lucía.
- Tía, me cago en mi madre, que Ainoha me ha dicho que estás rara con ella.
- Que no puedo tía, que es superior a mí. Es mucha mierda junta joder. Mira como tiemblo.
Se rió.
- Ahora en serio. Estate normal.
- Te juro que lo intento. Te lo juro.

Capítulo 41: "Me planto"

Sábado. Mi segundo día con dieciséis años. Llamarme tonta, pero me veía hasta más alta esa mañana. La tarde la pasé con Ainoha y Sara en casa de ésta. Una buena tarde de risas. Domingo. Volvió. ¿Hace falta decir quién? Puse mi plan en marcha. Todo lo que Carol me había aconsejado que hiciera aquella tarde en el local. Me habló él. ¿Y yo? Feliz. Realmente no estaba para nada mal. Vino a mi con tono preocupado, como Carol me dijo que aparecería.
- ¿Qué tal estás Casandra?
Pero qué... hola eh. Eso me sonó a: Cas, ahora que te he dicho que no te quiero y me voy con otra, ¿estás bien? Digo, que somo me quieres tanto y eso pues tendrías que estar mal. ¿A que desde mi punto de vista suena pésimo? Carol tenía razón.
- Muy bien.
- ¿Segura?- esa pregunta confirmó mis pensamientos anteriores.
- ¿Por qué no iba a estarlo?
- No, por nada. ¿Qué tal el viernes?
- Muy bien, me lo pasé genial.
- ¿Me vas a decir ya que estás mal o qué?
¿¡Qué!? Venga... lo que me faltaba. ¿Quién se cree que es?
- ¿Perdón?
- Se te nota, te conozco demasiado.
Venga, flípatelo más. ¿Se cree que me ha parido o qué? No tenía ganas de discutir así que decidí terminar la conversación e irme. Penúltima vez que hablaba con él.
Lunes. Una persona muy importante aparece en mi vida. Yo la busqué. Esa chica que tantas cosas sabe, la que se preocupó por mi aquella vez sin conocerme de nada y la única que pensé que tendría cabeza para hacerme entender la situación. Ella, su mejor amiga. La busqué vía Tuenti, obviamente. Quería preguntarle si él, su mejor amigo, realmente pensaba que yo era una niñata, celosa y envidiosa. Hablamos bastante rato por privados. La verdad, al principio tenía un poco de miedo a que se lo contara todo a él y me mandara a la mierda. Pero algo dentro de mí me decía que me daría apoyo. Y así fue. Me contó muchas cosas que yo no sabía y me dejaron bastante anonadada. Era cierto que ya estaba saliendo con otra chica, pero no era la chica con la que se lió el día de mi cumpleaños, no. Era otra chica con la que se lió al día siguiente y con la que no tenía planeado nada. Mi cara fue un poema.
- Estoy igual que tú. Estoy enfadadísima con él porque se está dejando llevar por gente que no me gusta. Y lo que leíste de "niñata" en Twitter... creo que sí iba por ti.
- Dónde está... con todo lo que me estás contando yo no veo al chico que conocí hace unos meses por ningún lado.
- Habla con él, aclara las cosas ya. No me gustaría que vuestra amistad acabara así.
Me gustó esta chica. Me prometió no decir nada, me sacó de mi pequeño pozo de ignorancia, así que decidimos agregarnos.
- ¿Y si él pregunta?
- Pues... le decimos que nos encontramos por algo del blog. Además, no estamos haciendo nada malo, ¿verdad?
Me cayó bien de verdad. Pero que maja. Creo que ella tuvo mucho que ver en mi última decisión.
Martes por la noche, la última noche. Estaba hablando con Tamara, mi nueva confidente. Él llegó. Llegó y yo me lancé. No podía más.
- ¿De verdad piensas que soy una niñata?
- ¿Cómo?
- Contesta.
- No pienso que lo seas, creo que te comportas como tal.
De puta madre. Así, hablando en plata. Me acababa de llamar niñata en mi cara. Así empezó esa conversación. La última.

Capítulo 40: "Nunca digas nunca"

De risas, de buenas, tomando algo. A veces me quedaba mirando a un punto fijo y pensando en lo que no tenía que pensar, en quien no debía pensar. Hugo, que estaba en frente mía, se percató y vocalizó un: "¿qué te pasa?", al que yo me limité a contestar: "nada" y sonreír. Ainoha estaba a mi derecha. Sabía lo que me pasaba.
- Mira tu móvil- me dijo.
Saqué el móvil del bolsillo de mi chaqueta. Mensaje nuevo: "sonríe, diviértete y pasa del mundo. Te quiero." Era de ella. Cerré el móvil y le di un beso.
- Tienes razón- me pasé las manos por la cara y sonreí de nuevo.- Es mi día.
Después de pagar y salir del bar, el segundo chico de toda la vida me llamó.
- ¿Dónde estáis?
- Ahora mismo voy con Sara y Lucía a por la tarta a mi casa y nos vamos al local, ¿al final vienes?
- Sí, me ducho y voy.
- ¡Perfecto! Te esperamos allí entonces- cuelgo.- Chicas, viene Pablo.
- ¿Sí? ¡Yuhu!
- Así nos alegra la vista.
- ¡Sara!
- ¿Qué? ¡Es la verdad!
- Hombre, no podemos negar que Pablo es el mejor de nuestra generación... pero yo sería incapaz de tener algo con él, es que es de toda la vida.
- Ya, pero sino, ¡no habría problema!
Nos reímos. Volvimos al local con la tarta. Justo cuando íbamos a entrar, apareció una moto al principio de la calle.
- Ay, Cas, que viene hacia aquí- dijo Sara agarrándome el brazo.
- ¡Pero si es Pablo!
Las tres suspiramos. Al principio no lo habíamos reconocido. Hace tan poco tiempo que tiene la moto que todavía no nos hemos acostumbrado. De repente, Carol sale del portal para que Pablo pueda guardar su moto en el garaje.
- Hola chicas- pasa delante de nosotras subiendo a la acerca con el motor apagado.
- Como me pone la moto- digo sin parar de mirarlo.
- ¡Casandra!- Lucía me empuja un poco y entramos en el portal.
- ¡Es que es verdad!- subimos las escaleras.- Motos y tatuajes, mi perdición. ¡De toda la vida!
Sara se ríe. Llegamos y saludamos al resto. Guardo la tarta en la nevera y me quito el abrigo. Quiero lucir modelito nuevo.
- Guille, ha venido Pablo.
- ¿No jodas?
- Sí, está abajo guardando la moto, ahora sube.
Pobre, entre tanta chica y con solo un chico al que no conoce, necesita a su amigo de toda la vida. Unos minutos más tarde y ya estamos todos en el local. Antes de cenar, nos ponemos a jugar al Twister. Yo era la que movía el tablero. Que risas, que vistas, que posturas. Había música de fondo. Se estaba bien. Quizá hiciera un poco de frío. Después de un par de partidas, empezamos a preparar la cena. Después de cenar nos pusimos a hacer el tonto por el local. Hubo un momento en el que me quedé a solas con Sara en el baño, desde el cual se veía todo el local, si abres la puerta claro está-
- Hey, mira a esos dos.
- ¿Quiénes?
- Hugo y Ainoha. Parece que han hecho buenas migas, ¿no crees?
- Venga, ¿enserio?
- ¿Te imaginas?- la miro.
- Pues no, Ainoha es tu amiga y sería incapaz de hacerte un cosa así.
- Lo sé- acto seguido nos reímos de la estupidez.
Seguimos sacándonos fotos y jugando a juegos. Comimos la tarta y nos sentamos en un corro a charlar. A eso de las diez y media, Guille y Pablo se fueron. Algo más tarde, no mucho, empezamos a recoger los demás. Salimos del local. Nos despedimos de Amanda y Laura que se iban a que las vinieran a recoger a la plaza.
- ¿Te acompañamos?- dice Hugo.
- No, no. Me va a acompañar Sara que le pilla de camino, gracias.
Me despido de él con os besos, de Ainoha y de Carol. Nos vamos cada uno por nuestro lado.
- Sara, ¿sabes? Esta noche me he dado cuenta de una cosa.
- Sorpréndeme.
- Me he dado cuenta de que no me gusta Hugo para nada. A ver, que ya no me gustaba desde que decidí eso, pero me he dado cuenta a ciencia cierta esta noche.
- ¿Y eso?
- Pues no sé, lo he estado mirando durante la tarde y todo lo que ha dicho y hecho pues... ¡es que no es mi tipo para nada tía!- las dos nos reímos.
- Pues me alegro de que lo tengas claro.
- Y yo. Parece que voy avanzando. Ya he olvidado a uno, ahora me queda otro.

Capítulo 39: "Día especial"

Doce de la noche. Empiezan los mensajes, los comentarios vía redes sociales, los vídeos dedicados... Hugo fue el único que me hizo un vídeo. Muy bonito por cierto. Me gustó mucho, hasta lloré. Tablones, fotos, dedicatorias... una pequeña locura nocturna. Me fui feliz a dormir. A la mañana siguiente me levanté. Feliz también. Desayuné. Mi familia pasó por mi lado vente veces y ninguno me felicitó. Uy que bien... estaba empezando a rallarme. De verdad. ¿Enserio no se acordaban de mi cumpleaños? Mi hermana seguía sin hablarme así que lo vi un poco normal, mi madre andaba ajetreada de un lado a otro y mi padre todavía no se había levantado. Me sorprendió mucho que fuese mi hermano el que me puso una mano en la espalda y me dijo:
- Felicidades.
- Gracias.
No pude evitar sonreír y respirar de alivio. Al rato mi madre se me acercó, me abrazó y me felicitó. Luego lo hizo mi padre. Mi hermana no se digno ni a decirme un simple felicidades. En todo el día. Estas cosas las guardaré siempre por muy tonterías que sean. A veces, los pequeños detalles son los que han más daño.
Bajé las escaleras. Sara me esperaba dentro del portal. En cuanto me vio esbozó una sonrisa. Intuí al instante que este año si se había acordado. Me dio una abrazo tremendo y me felicitó.
- ¡Gracias!
Ya estaba feliz. La cosa iba muy bien. Llegué a clase y el resto de las chicas me felicitaron. Ainoha, Lucía, Carol y todos los chicos a los cuales conozco de toda la vida que se acordaban de mi cumpleaños.
- Esta tarde va a ser genial.
- ¡No hace falta que lo jures!
Durante toda la mañana me felicitó mucha gente. Hasta él me había felicitado por un tweet indirecto. Patético. No Casandra. Céntrate. Es tu día, tú importas. No pienses más. Quedamos y lo dejamos todo listo para que la tarde saliera perfecta. Daríamos una vuelta, iríamos a tomar algo y luego cenaríamos y nos lo pasaríamos bien en el local. Iba a ser tan genial.
Cinco de la tarde. A punto de estar lista. Llegan Sara, Ainoha y Lucía. Les abro la puerta. Entran corriendo a mi habitación y me tiran unos regalos a la cama.
- Cámbiate.
- Em... ¿qué?
- Que te cambies, vamos, rápido.
Abro los regalos. En los paquetes hay una falda elástica azul, una camiseta blanca con rayas azules de tela fina y un poco holgada y un pañuelo largo de color marrón claro.
- ¡¿Enserio?!- miro la falda.- Mi madre va a flipar con esta falda.
- Venga, no me jodas, ¡cámbiate que queremos ver como te queda!- dice Lucía.
Ya llevaba otra falda puesta así que me la quito y me pongo la nueva. Arriba me había puesto una camiseta básica de color gris así que la camiseta nueva, como es de tela fina, me la pongo por encima. Me colocan el resto de camiseta por dentro de la falda y, al final, saco la camiseta un poco.
- Madre de Dios, buenorra.
- Voy a mirarme al espejo.
Entro en la habitación de mis padres y me miro. Me quedo patidifusa. "¿Enserio?" Parecía como más mayor, un look más juvenil. Me quedaba realmente bien. Era diferente.
- ¡Mira mamá!
- Oh que guapa.
Sonrío y me voy de nuevo a la habitación.
- ¡Gracias chicas!
Recojo los paquetes y dejo el pañuelo en la cama. Ainoha me da una cartulina negra, grande y con muchas fotos. La ha hecho ella pero también sale más gente en alguna foto. Es genial. Dos besos.
- ¿Quién más tiene que venir?
- Hugo, Amanda y su amiga, Laura, están en el centro comercial, llegarán en menos de una hora.
- ¿Y Carol y los chicos?
- Carol ya debería de estar aquí y estos dos mangantes todavía no sé si vendrán, luego les llamo.
- Perfecto entonces.
Carol llegó más tarde. Dejé la tarta en casa y nos fuimos a un parquecito que hay al lado de mi casa a esperar a que acabara de llegar la gente. Nos sentamos en un banco y Carol me dio su regalo.
- Oh, que será, que será-dije en tono irónico. Sabía de sobra lo que era.
- Quién sabe.
Una colonia. Era obvio. Lleva tres años regalándome colonias. Pero no me quejo, para nada. Al contrario, yo la animo. Me hace grandes favores comprándome colonias por mi cumpleaños. Más maja ella.
- ¡Que bien huele!- me echo un poco por el cuello.
Aparecen Amanda, Laura y Hugo. Era la primera vez que veía a Hugo desde que le aclaré que todo se había acabado. Me puse un poco nerviosa. Más que nada por el "qué pasará." Abracé a Amanda y Lucía y le di dos besos a Hugo. Ellas me dieron su regalo.
- ¡El libro que quería!- las abracé.
Era uno de los libros de un escritor que me gusta mucho. Es uno de los que me faltan por leer así que me puse muy contenta.
- Las conversaciones de Tuenti chica, que sirven para mucho- me dijo Amanda.
Se marginaron en dos grupos. Sara, Amanda y Laura sentadas en un banco y Hugo, Lucía, Ainoha y Carol de pie unos metros más allá. Yo andaba todo el rato de un lado para otro.
- Pero, ¿por qué no os juntáis?
Me costó un rato que se juntaran y estuviéramos todos juntos y no desperdigados por ahí. -
- Toma- Hugo me enseña una bolsa.
- Ah, voy.
Sacó el paquete de la bolsa. Lo abro. Es un jersey blanco a rayas azules. ¿Qué les ha dado con las rayas azules y blancas? Pero me gusta. Es muy suave, con pequeños agujeritos.
- Ay, me encanta- me lo froto por la mejilla.- Es muy abrazable.
- Ves, te dije que le iba a gustar- le dijo Amanda a Hugo.
Me reí. Guardé todos los regalos en una bolsa. La tarde no iba mal. Los dos chicos, los de toda la vida, al final vendrían. Uno llegó antes que el otro. Nos fuimos a tomar algo. Eramos muchos y tuvimos que juntar alguna mesa. Puf, demasiado agobio. No paraba de pensar. Y lo que quedaba.