Capítulo 44: "Esto se acaba"

Hemos ido al médico. No sé cómo he logrado salir de la cama y vestirme. Me he puesto un jersey de lana y un pañuelo en el cuello. Tengo cara de muerta. Tenemos que esperar en la sala de urgencias. Cada minuto allí es una tortura. La cabeza no para de darme vueltas y lo único que quiero hacer es estar tumbada en mi cama y dormir. Al fin entramos. Nombre, edad y localidad. Me siento en la camilla y la médica empieza a mirarme los ojos, la garganta, los oídos... ¿Diagnóstico? Laringitis. Que acompañada de un par de meses de putadas da este resultado. Me receta unos sobres para la fiebre más fuertes y un jarabe para la garganta. Después de comprar las medicinas volvemos a casa. Me pongo el pijama de nuevo y me meto en la cama. Me duermo. No sé cómo y casi no sé por qué, pero cuando abro los ojos encuentro la cara de preocupación de mi madre.
- Hija, te está subiendo la fiebre. La medicina no te hace nada.
Solo vuelvo a cerrar los ojos despacio y los abro de nuevo. Tengo mucho calor y me duele la cabeza. Pasan diez minutos y la fiebre sigue subiendo. Mi madre trae a la habitación un cuenco con agua fría y una toalla pequeña. Mete la toalla en el cuenco, lo escurre un poco y me lo pone en la frente. Tirito. De repente tengo mucho frío y ella me arropa.
- Quédate un rato así, ¿vale? Ahora volveré para ver cómo estás.
Pero no mejoro, no mejoro para nada. No paro de temblar y la fiebre no me baja. Mi madre ha venido ya dos veces y me ha cambiado la toalla unas siete veces más. Mi cabeza va a estallar. Tanto por la fiebre como por los pensamientos que hay en ella. Los ojos se me llenan de lágrimas, ¿qué me está pasando? Giro la cabeza de un lado a otro. Mi madre ha ido a por más agua. No logra controlarme la fiebre y ya roza los cuarenta grados. Empiezo a delirar. Creo que hasta digo su nombre. El nombre del que no se nombra más. Y lloro en silencio. "Solo quieren que te hundas", pienso. Y pienso, y pienso y pienso. No hago otra cosa. Y mi madre se preocupa por la fiebre, mi padre quiere llevarme al hospital y yo no puedo más. Hasta que cierro los ojos y me abandono.
Ojos abiertos. Ya no me duele tanto la cabeza pero noto mi cuerpo como si hubiera corrido durante una hora seguida. Me estremezco un poco debajo de las sábanas. Tengo la toalla todavía en la frente. Ya es casi de noche. Mi madre entra en la habitación.
- ¿Cómo te encuentras?- me pone el termómetro.
- Cansada, muy cansada.
- Es normal, la fiebre es lo que tiene.
Mi padre se asoma.
- Si ves que le vuelve a subir otra vez y no la controlas, la llevamos al hospital.
¿Cómo? ¿Casi acabo en el hospital? Ah... que bien.
- Cariño, tienes que comer algo.
- No tengo hambre.
- No, me da igual, te traeré un yogur- gracias por hacerme caso mamá.
Hace mucho tiempo que no voy al médico. Antes pasaba mucho tiempo ahí, cuando era más pequeña me ponía enferma cada dos por tres. Me ingresaron unas cuatro o cinco veces en el hospital. Ahora hace muchos años que no piso una camilla. Mi madre vuelve con un yogur natural. Hace que me incorpore y me lo va dando poco a poco. Ni un yogur me entra. Insiste en que coma algo más pero me niego en rotundo. Por la noche me trae las medicinas. Están muy asquerosas pero me las tengo que tomar. 
Domingo por la mañana. Me despierto. Ya no me noto tan cansada como los dos días anteriores. Hoy me levanto por primera vez a la hora de comer. Como muy poco y me paso la mayoría del tiempo con la cabeza apoyada en la mesa. No aguanto, me vuelvo de nuevo a la cama. Y sigo pensando. ¿De verdad me tiene que pasar esto a mi? Pero puede que sea por algo, puede que esto sea algún tipo de señal divina. Deliro otra vez. Una cosa si que he pensado. Esto va a marcar un antes y un después en mi vida. Me he deshecho de la gente que me ha hecho daño, que me ha despreciado y he sufrido en cantidades considerables. Ahora toca aprender de los errores. "Cuando me recupere todo será diferente, como si hubiera vuelto a nacer." Solo pensaba en eso. Esa misma noche Carol me envió un mensaje: "¿te pasa algo conmigo?" Dejé el móvil en la mesita y me gire mirando hacia el otro lado. Increíble. Creo que es hora de pasar un poco de todo. Mañana será otro día. Y para colmo me voy a perder el Carnaval. Mierda, Carnaval. Había quedado con Lucía y con Sara en disfrazarnos juntas. Lo siento chicas, lo siento de verdad.
Lunes. Carnaval. Me lo pierdo. Afortunadamente, me encuentro mejor, pero no tanto como para salir con mis amigas a disfrazarnos. Sigo en la cama, con fiebre. Como poco y tomo medicinas. En eso se resume mi día. Mis dos últimos días. Y pienso. Y pienso más. Mi cabeza es un no parar. Empiezo a pensar que esto que me pasa es algún tipo de venganza de la humanidad contra mi persona. Pero, ¿por qué? No lo entiendo. Pero justo ahora... justamente. 
Martes de Carnaval. Me siento mucho mejor. Aturdida pero mejor. Confío en poder salir esta tarde a ver la cabalgata con Sara. Me doy una ducha que me sienta bastante bien. Me siento en la bañera y me relajo un poco. No doy contactado con Sara y no voy a salir, pero finalmente viene a buscarme y salgo. Abrigada, claro. Con mi pañuelo, el abrigo y las manos metidas en los bolsillos. Tengo cara de enferma, poca expresión, más de uno me lo dice. En el labio una calentura producida por la fiebre. En la calle demasiado ruido. Demasiadas personas. Demasiados recuerdos.


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