Capítulo 23: "Rectificar"

Quien me iba a decir a mi que volvería. Y de que manera. Era ya de noche. Mis padres a punto de irse a la cama, mi hermano a su bola en su habitación, mi hermana con el ordenador y yo sentada en su cama esperando a que me lo diera. Gritos, forcejeos... en fin, hasta el punto al que se puede tratar a una hermana. Siempre igual. Mi padre vino. Más gritos. Salí de la habitación. Mi hermana dio un portazo y yo me fui a mi habitación pensando en volver más tarde. Cogí el móvil para poner música y calmarme un poco cuando mi padre abrió la puerta de mi habitación de golpe.
- Que sea la última vez que das un portazo.
- ¿Qué? ¡Pero si ha sido Lara!- dije con el brazo extendido hacia la dirección en la que se encuentra su habitación.
- ¡He dicho que no quiero un solo portazo más de esta puerta!
- ¡Pero que ha sido ella joder!- dije con los ojos llenos de lágrimas mientras mi padre se iba cerrando la puerta.
Me encolericé, tiré el móvil contra la cama, me di la vuelta y puse las manos sobre el escritorio. Resoplaba. Resoplaba mucho. Tenía los ojos llenos de lágrimas y me mordía la lengua para que no cayeran. Miraba de un lado a otro muy nerviosa. Siempre las culpas para mi. No quería llorar. Cogí el móvil de nuevo y puse la música a tope. Volví a mi postura. Intenté evitarlo pero alguna lagrima calló. La música sonaba alta y yo no me calmaba. Era Rock. Me di la vuelta y me senté encima del escritorio. Me calmé un poco. Canturreé cabizbaja unos versos de la canción y me quedé mirando al armario de repente. Sonreí. Que error estaba a punto de cometer. Di un salto para bajarme de donde estaba subida y me coloqué frente al mueble. Abrí las puertas de éste, ahí estaban, a la derecha de las perchas. Un montón de chaquetas y algún vestido de Lara. Fui cogiéndolas percha por percha y tirando las prendas al suelo. Al final, me encontré con una montaña de perchas y ropa. Las puse encima de mi cama y en dos viajes las llevé a la habitación de mi hermana. Ella me observaba perpleja hasta que comprendió lo que estaba haciendo. Por último le tiré uno de sus vestidos a la cama y me fui. Ella salió detrás de mi. La que acababa de liar. Coloqué mejor las perchas con mi ropa ahora que tenía más espacio. Por poco tiempo. En ese momento mi padre entró con toda la ropa que había sacado de mi armario y la tiró encima de mi cama. Mierda. Lara se había chivado.
- Ahora mismo vas a colocar esto en su sitio.
- Es mi armario.
- Y ya te puedes ir a la cama cuando quieras que el ordenador no lo vas a tocar. A ti te voy a bajar yo los humos pero ya.
- ¡Pues a ver cuando se la lleva!- dije cuando mi padre cerró la puerta de nuevo.
Estallé. Estallé de verdad. Llevaba mucho tiempo sin sentirme mal, sin llorar, y no lo pude evitar. Las puertas del armario seguían abiertas y yo me senté en el suelo, entre ellas. Comencé a llorar. Mucho. Muchísimo. Respiraba muy mal. Me estaba agobiando. El no querer llorar y llorar no me vino nada bien. Na sabía que hacer. Necesitaba hacer algo. Me ahogaba, mucho. Literalmente. Tenía el móvil entre las manos y se me ocurrió enviar un mensaje a alguien. Temblaba y me costó escribirlo. Seguía llorando y respirando a trompicones pero al final logré escribirlo: "creo que la he cagado. No puedo más, ayúdame por favor". Y lo envié. No os imagináis a quien. Al susodicho, al sin nombre, ese con el que no me hablaba pero con el que supuestamente las cosas estaban bien. Era lo primero que se me ocurrió. Dejé el móvil en el suelo y seguí llorando y temblando. ¿Y ahora qué? Le mandé un mensaje, ¿y qué? Ni siquiera sabía que respuesta esperar. Solo había pensado en él como la persona que mejor me entendería y que me iba a ayudar en ese momento. Dejé lo demás a un lado. Se supone que cuando un amigo tiene un problema es lo único que importa. Obtuve respuesta. Como de la nada apareció su número como llamada entrante. Lo cogí y llorando me llevé el teléfono a la oreja. Solo lloraba. Él pronunció mi nombre varias veces pero yo era incapaz de articular palabra. Seguía tirada en el suelo. Me pidió que me calmara y le conté lo sucedido entre sollozos ahogados. Poco a poco me fui calmando. Estaba muy mal y el sentirme apoyada y escuchada en esos momentos me hizo mucho bien. Por eso lo hice. Hablamos durante media hora. Mientras, anduve por toda la habitación, me tumbé en la cama, en el suelo, coloqué de nuevo la ropa en el armario... poco a poco me iba calmando mientras hablábamos. En un momento de la conversación le pedí perdón. Perdón por comportarme como una estúpida con él después de todo. Lloré de nuevo. Me dijo que estaba todo bien. Yo me tenía que desahogar. Curiosamente mi hermano estaba viviendo una historia parecida y lo estaba pasando mal. Supongo que el hecho de que él lo pudiera pasar mal por mi culpa no me gustó lo más mínimo. Me pidió que estuviera bien y colgamos. Ya hablaríamos mañana. Joder, a veces soy una completa gilipollas tomando decisiones.

Capítulo 22: "Mezcla de emociones"

Voy a empezar a tomarme muy enserio eso de no confiar en mi misma. La semana de exámenes no resultó ser tan agobiante como parecía. Subí mis dos cincos y aprobé Matemáticas que eran las que más me importaban. Y con nota. La verdad, no eran tan malas notas. Dos nueves, sietes, ochos y un seis en Matemáticas, la cual daba por perdida nada más salir del último examen que hicimos. Estaba orgullosa de mi misma. Mi madre también, aun que siempre se puede mejorar. Mi padre no, mi padre es un caso al que yo ya tengo muy perdido. Saque lo que saque, para él siempre puede ser más. Le ignoro completamente.
La mañana en la que nos dieron las notas solo fuimos las dos primeras horas. A tercera hora nos darían las notas y nos iríamos. A primera teníamos Matemáticas y no hicimos nada. A segunda hora teníamos Francés. Estuvimos viendo una película que se llama "LOL". Nos enganchamos mucho, la acabaríamos de ver a la vuelta de vacaciones. Llegó tercera hora. Pisé la clase por primera vez. Me senté en mi mesa. Encima de la mesa. Lucas estaba ahí cuando me di la vuelta. Que susto me dio. Me puso la mano cerrada delante. Yo no entendía nada y le choqué con el puño. Me reí hasta que comprendía lo que quería. Extendí la palma de mi mano debajo de su puño cerrado y el dejó caer una pulsera de eslabones plateados.
- ¡Oh! ¡Gracias!- se dio la vuelta y le di un abrazo por detrás. Me paré a pensar.
- Un momento...
Esa pulsera siempre me había gustado y siempre se la quise quitar. Habíamos quedado que, a final de curso, cuando se fuera a vivir a la ciudad, me la daría.
- Te dije que cuando me fuera te la daría y lo prometido es deuda.
- No, pero... ¿te vas ya? Dijiste que a final de curso.
En ese momento entró el tutor para darnos las notas. Yo me dejé caer en la silla. Lucas era un buen amigo y no me hacía ni pizca de gracia que se fuera así como así. Mientras daban las notas yo me giré para hablar con él.
- No es justo eh, dijiste que a final de curso. Por lo menos, cuando vayamos de excursión en Enero querrás quedar con nosotras, ¿no?
Asintió con una sonrisa. A mi no me convencía del todo pero, ¿que podía hacer yo? Las cosas son así. A la salida le acabamos de despedir y algo molestas nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo.
Esa misma tarde, Lucía, Carlos, un amigo nuestro y yo fuimos a tomar algo. Nos tiramos toda la tarde de risas. Carol vino después del hospital. La habían operado de la nariz, nada serio. Seguimos con nuestras tonterías. A las ocho menos cuarto nos fuimos todos a la iglesia. Había concierto de Navidad de la escuela de música y Lucía tocaba la flauta travesera. Nos sentamos en un banco no muy alejados de donde se colocaban para tocar. Carlos se tiró toda la actuación intentando entender la cámara nueva que se acababa de comprar, yo me reía de él, Carol miraba de un lado a otro ya que Juan estaba en una esquina de la iglesia y nuestro amigo el demente no paraba de meterse con los niños que teníamos delante. Vamos, comportamiento de todo menos de estar en una iglesia. En uno de los descansos entre canción y canción, Carlos sacó una pequeña cajita roja con un lazo de su bolsillo.
- Le he comprado esto a Lucía, ¿le gustaran?- dijo con una sonrisa.
Eran unos pendientes medio de plata medio de oro, no me fijé mucho, pero eran realmente bonitos. Yo me quedé embobada.
- Yo creo que si- dije asintiendo con la cabeza.
- Son bonitos- dijo Carol.
- Si Carlos si, seguro que le gustan.
Sonrió y guardó de nuevo la caja.
- Ella me dijo que no quería nada pero un detalle nunca está de más.
Que monos. Seguro que le hacía ilusión. Ay mi Lucía... Antes de que acabara el concierto yo me fui. Eran casi las nueve y, aun que mi madre sabía que iba a ir a la actuación, no quería llegar muy tarde o la bronca estaría asegurada. Llegué y no me dijeron nada. Me puse a cenar. Mi madre me vio las uñas pintadas de morado. Desde que Lucía me había pasado unos videos espectaculares de como pintarse las uñas estaba enganchada. ¿Y que tiene esto de malo? Pues no lo se, pero mis padres me echaron la bronca. Mi madre decía que era un color "muy oscuro", palabras textuales y mi padre alegaba que quería parecerme a sabe dios quien. Yo contesté. No me callé. Casi nunca lo hago. Ahí empezó la tensión entre mi padre y yo que duró bastante tiempo. Que cosas, madre mía. Lo que hay que aguantar. Y lo que quedaba por aguantar.

Capítulo 21: "Se vuelve a equilibrar"

La semana rara ya había pasado. Y me había venido bastante bien. Era un poco rollo el ir a clase un día si y un día no pero no estaba cansada, cosa que agradecía. Reflexioné sobre la cantidad de exámenes que tenía la siguiente semana y que en la mayoría de ellos me jugaba la evaluación. Necesitaba subir dos cincos en ética y biología, tenía el examen de cuatro temas de matemáticas que, si lo suspendo, adiós evaluación, había hecho el examen de física y química y no me había ido muy bien por lo que estaba temblando con la nota, tenía el examen de dos temas de sociales, el único de la evaluación... ¡Socorro! Mejor no pensar en todos los exámenes que tenía y todas las posibilidades de piciarla que se me presentaban. Ir organizándose poco a poco era la solución. Al fin y al cabo, faltaba una semana y cuatro días para las vacaciones de Navidad. ¡Que ganas! Iba a ser genial. Cada año que pasa más geniales son las vacaciones. Este año me tocaba Noche Buena y Navidad en casa, Noche Vieja en casa de mis tíos y Año Nuevo en casa de mis otros tíos. Añoro el ir a Madrid en Noche Vieja... pero ya nada es lo mismo. Iré en Reyes y veré a mi grupo de música favorito, a poder ser con Sara. Eso me sacaba una sonrisa.
Las cosas iban bien. El tema "chico al que le confesé lo inconfesable" estaba zanjado. Desde el ultimátum no volvió a decir palabra del tema. Hablábamos de vez en cuando y si nos pasábamos dos o tres días sin hablar no le daba importancia. Por lo menos yo. A veces me acordaba de él pero era poca cosa. La clave estaba en que su recuerdo ya no venía a mi mente cuando apagaba el despertador. No pensaba en nada en ese momento. Supongo que me alegré. Mi cuerpo y mente ya estaba libre de amor. De eso si que me alegré. No necesito a nadie para sentirme completamente bien. Centrarme en mis amigos es la clave. Y en los que creo conocer y no conozco. Esos son bastante importantes. Varios de mis amigos no estaban bien últimamente. Ahora que mi vida se iba relajando la suya empezaba a ondularse. Yo he conseguido no rayarme tanto por las cosas y he aprendido a sonreír, pero es un poco imposible que ellos hagan lo mismo. Aún que yo estoy ahí para lo que necesiten, estoy contenta con mi trabajo de amiga.
La verdad, no estaba nada mal estos días. Lucas no me había prestado mucha atención y la verdad, yo a él tampoco. Mejor. No quería volver a caer en las garras de esa cosa a la que llamamos amor. Estaba tan agusto así. Libre. Pero libre completamente. Centrándome en lo verdaderamente importante y dejando a un lado lo secundario.
El Viernes hice un par de videos con Sara y una amiga. Nos lo pasamos bastante bien. El Sábado había partido. El clásico. Decidí no salir por la tarde para estudiar un rato y luego ir por la noche con la gente a verlo. Mis padres no me habían dado permiso pera tampoco me lo habían negado. Y como no estaban en casa... Fui a buscar a Sara y nos fuimos hasta el bar. Estaba lleno.
- ¿Y ahora que hacemos?
- No sé, esperemos a que llegue Carol.
Carol llego cinco minutos después. Le explicamos que el bar estaba lleno.
- Bueno, podemos ir a donde están los demás, igual no está lleno.
- Pues vamos.
- No... tenemos que esperar por Juan.
Su novio también venía. Esperamos por él y cuando llegó nos fuimos al otro bar. También estaba lleno así que Juan nos dijo que podíamos ir a su casa. Y así lo hicimos. La prima de Sara vendría más tarde. Una madridista en toda regla. Antes de subir a casa de Juan sacamos unas latas de la máquina de refrescos. Para mi un Nestea, que hacía mucho que no me tomaba uno. Subimos arriba. Yo nunca había estado en su casa pero seguro que Carol se la conocía perfectamente. Nos acomodamos en el sofá y Juan encendió la televisión. A los diez minutos de partido llegó la prima de Sara. Nos lo pasamos realmente bien. En el descanso bajamos a por más latas e hicimos el tonto con el teclado que tenía Juan en el salón. Cuando el descanso terminó volvimos al sofá. Al final no le prestamos mucha atención al partido. Nos centrábamos más en los comentarios graciosos que hacíamos. Fue una noche genial. Por cosas así es por lo que vale la pena tener amigos. Perdimos pero no decaímos. Nos fuimos todos a casa. Yo llegué y cogí el ordenador. ¿Os lo he dicho? Vuelvo a los concursos de escritura. Estoy con una novela. Es un concurso a nivel autonómico por lo que no tengo muchas posibilidades de ganar. Me falta poco para terminar la historia. Estoy muy contenta de volver a escribir en plan serio. Sí, estoy muy contenta con todo. Por fin las cosas se van asentando un poco. Y cuando pase esta semana, espero poder seguir diciendo lo mismo. Porque esta semana va a ser crucial... y no lo digo solo por los exámenes.

Capítulo 20: "Ya no sufro más"

¿Lo veis? Esto es imposible de llevar. Bueno, que preguntas, si no lo veis. Estoy deseando que se acabe esta semana. Ha sido bastante buena porque me han dado muy buenas noticias pero necesito descansar. Dormir. Mucho. El Domingo es el cumpleaños de mi padre. La verdad, no tengo ni idea de que regalo podemos hacerle. Mi madre se adelantará. Para el cumpleaños de mi madre por lo menos fui al centro comercial y pude comprarle una caja de bombones. Pero, ¿para este? A saber. Lo dicho, que me desvío. Volvió. Claro que volvió. Tenía que volver, ya habían pasado dos o tres días. Era rutina. Yo estaba en una fase...una fase...una fase "Shé". Si, la llamaré así. ¿Por qué? Para los que no lo sepáis, Shé es un rapero español con el que me identifico mucho. Con sus canciones. Me encanta. Lo vivo mucho. Y esta semana no había parado de escucharle. Encima ha sacado nueva maqueta y es una pasada. Genial. Habla de ser libres, de no pensar en blanco y negro, de enfrentarte a tus miedos...tenéis que escucharlo. Es increíble. Decía yo...ah sí, que me habló. Como de costumbre: "¿vamos a seguir así mucho tiempo?". Me puse nerviosa. Por un instante no quise contestar pero lo hice: "tú verás". Hala venga, que viva la coherencia. En fin. Se había equivocado. Mucho. Durante estas últimas semanas. ¿Por qué no lo aceptaba? "Pero, ¿a que suelo...?" ¿Qué más da lo que suelas hacer si ahora te has equivocado? Ahora tío. Ahora. Presente. Que yo vivo ahora. Mirar, lo dije sin pensarlo mucho, la verdad, pero... ultimátum. Ultimátum en toda regla.
- Hay un problema. Que si vuelve a pasar esto de, un día te hablo, al siguiente no y al tercero tan amigos, se acabó.
- ¿Serías capaz?
- Te lo estoy diciendo. Si vuelve a pasar eso lo mando todo a la mierda. A la mierda la amistad y a la mierda todo. Yo no puedo estar así. Me siento como una estúpida.
Y así lo dije. Y han pasado unos tres días. Hemos hablado una vez. En plan bien. Espero que no se le olvide. Y si se le olvida, que no ponga ninguna excusa. Porque lo pienso cumplir. Si algo malo sigue y sigue habrá que terminarlo de alguna manera. Solo quería seguir. Seguir con mi vida. Y que comprendiera que después de... ¿un mes? ¿Cuánto tiempo hemos estado haciendo el subnormal de esta manera? Bueno, que después de todo eso nada sería como antes. O por lo menos en tan poco tiempo. Las cosas no son así. Yo no puedo volver a contarle todo, todo, todo sobre mi vida. No. Tampoco quiero. Aún que él quiera. Por ahora. Me he dado cuenta de que tengo quince años. Hay veces que he hablado con mis padres de este tema. El tema "novios". Ellos lo tienen muy claro: hasta los dieciocho a pan y agua. A mi me da la risa. Mi padre es más concreto:
- Anda que no eres joven ni nada. Tienes una vida muy larga por delante para darte batacazos y tener novios. Pero ahora, es tontería.
Pues tiene razón. Tengo quince años. Quince. Pensarlo. ¿Realmente, para una chica de quince años la felicidad se basa en tener a un chico a tu lado? Para mí, claramente no. Así que ese tema ya ha pasado a un segundo plano. Ahora en el primero están más mis amigos. Luego le siguen los estudios y un par de cosas más. En fin, es lo que hay.
Mi madre nos ha salvado. Me he levantado casi a las tres del medio día. Anoche estuve con Sara en el Skype con la webcam puesta. Hacía por lo menos dos o tres años que no hacíamos eso. Estuvimos hasta las tres de la mañana. Pues desde las tres de la mañana hasta las tres del medio día. Mis doce horitas no me las quita nadie. Comimos y le dimos los regalos a mi padre. Una caja de bombones, un boleto de lotería de Navidad y una chaqueta. Mamá, eres genial. Comimos tarta. Por la mañana y por la noche. Dios, como pasa el tiempo. Ya estamos en Diciembre. Otro año. Llega la Navidad. Sonrío.
- Papá, entonces... ¿vamos a Madrid en Reyes verdad?
- Ya... ¿cuánto cuesta el concierto?- a veces me sorprende lo listo que puede llegar a ser.
Le explico lo que cuestan las entradas. Las normales y la VIP.
- Pero, no tenéis tarjeta de crédito.
- ¿Quién te ha dicho eso?
Señalo a mi madre con la cuchara que me acabo de llevar a la boca con un pedazo de tarta de chocolate.
- Pues muy mal, yo tengo una- saca la tarjeta.
- Ah, pues igual vale- digo mientras la examinamos.
- De todas formas, tu hermano tiene una. Comprar las entradas con la suya y ya le daremos el dinero a él.
- Cuando salgan.
- Aviso, veremos a ver como vienen las notas, porque igual cambio de opinión.
Que miedo.
- Vale papá. Tranquilo.
Más me vale aprobar todo. Me levanto y dejo el plato en el fregadero. Me voy por el pasillo a mi habitación y me paro delante de la puerta. Abro la boca y hago una mueca de felicidad. Una especie de sonrisa eufórica en silencio. Que genial. Desde la cocina se oye.
- ¡Después dices que no hacemos nada por vosotras!
Vale papá, me ha quedado claro. Gracias.

Capítulo 19: "La pescadilla que se muerde la cola"

Ya, Casandra, ¿por qué siempre te equivocas tanto? Es que rebobino y me tengo que reír de mi misma. Y ahora os preguntaréis, ¿esta mujer es tonta? Pues sí. Para qué negarlo. Pero no siempre es por mi culpa eh... Que conste. Ahora viene el por qué. Relax.
El Lunes después del berrinche entre hermanas con la colaboración de mi padre, después de escribir y liberarme, me conecté de nuevo. Y apareció. Siempre aparece. Me habló y dijo textualmente: "¿quieres hablar?". ¿Desde cuándo la gente pide permiso para hablar? En fin, le dije que si, que estaba realmente bien y le conté el problema. Parecía que la cosa iba mejorando. Poco a poco. Acabamos la noche bien. Al día siguiente no hablamos, pero al tercero se volvió a torcer. Siempre tiene que sacar el temita de si estoy bien o mal. Que solo yo se como estoy. Tú no. Siempre preguntando si me pasa algo y nunca me pasa nada. Parece que quiere que me pase algo para poder estar ahí. No hace falta, gracias. Sin ironías eh. Total, Miércoles mal. Jueves se soluciona. Viernes. ¡Bendito Viernes! Fui a dormir a casa de Sara con Amanda. ¡Que noche! Nos acostamos a las ocho de la mañana. Fue genial. Hacía mucho que no dormíamos juntas y teníamos que aprovechar el tiempo perdido. Lo pasamos realmente bien. Estuvimos por la tarde en la calle, fuimos a por la cena, cenamos y el resto ordenador. Lo típico. Fue estupendo. Hablé con él. Unos diez minutos por la BlackBerry de Sara. Fue... bien. Es la verdad. No hubo nada así raro. No recuerdo bien si fue el Sábado, Domingo o Lunes cuando se jodió todo de nuevo. Esto era ya un cachondeo. Dos días bien. Uno hablábamos y el otro no. Al tercero se jodía todo de nuevo. ¿Cuánto tiempo más íbamos a estar así? Porque yo no pienso aguantar mucho. No es muy difícil entender que después de lo que ha pasado no se puede volver a hablar como si nada. Así, como si todo fuera genial y magnífico. Igual que una persona que lleva años sin hablarse con otra y de repente se hacen ultra mega amigas. Llevas años sin hablarle... las cosas poco a poco, ¿no? Tampoco puede pretender que siempre me pase algo. Si estamos hablando, estamos hablando. ¿Por qué siempre tiene que saltar con la preguntita? "Te noto rara, ¿estás bien?" ¡Estoy bien! Si en vez de perder el tiempo en estas tonterías intentaras mantener una conversación normal y corriente sabrías que he sacado un seis y medio en el examen de matemáticas, que lo más probable es que vaya con Sara a ver a nuestro grupo favorito a Madrid, que será su regalo de cumpleaños, que estoy feliz por ello, que he acabado los exámenes esta semana pero que las dos siguientes van a ser de pena, que voy a ir al cine el Miércoles... pero, ¿a que no lo sabes? En fin... esta vez parece como... ¿la definitiva? Dios, que mal, ¿no? Después de todo y nos vamos a quedar enfadados. Pues nada. Que así sea. Pero yo ya he puesto punto y final. Se acabo. Se acabo y no va a volver. Yo siempre he dicho que si me iba me iba para no volver. Y así lo voy a hacer. Con todas las cosas de mi vida que tenga que abandonar. ¿Para que tropezar con la misma piedra sabiendo que te caerás? Es tontería. Muy tontería. Punto final. La verdad es que no se exactamente a que le estoy poniendo punto y final pero mejor tenerlo ahí.
Por lo demás, aun que se empeñen en que sea lo contrario, estoy bien. Muy bien. Esta semana ha sido de alegrías y sonrisas. Lo del concierto, lo de mi examen de matemáticas... Realmente bien. La siguiente iba a ser un poco liosa. El Lunes teníamos clase, el Martes no, el Miércoles sí, el Jueves no y el Viernes sí. Lo que viene siendo uno sí, uno no. Menos el Miércoles, el Lunes y Viernes tenía examen. Ya podían poner semana blanca. Se acerca la Navidad señoras y señores... Probablemente sea una de las épocas que más me gustan del año. La nieve, los regalos, las luces, las cenas famili... Bueno, eso lleva ya un par de años sin ser lo mismo. Cierto es que en estas épocas te vienen muchos recuerdos a la mente y es aquí cuando más echas de menos a esa gente que falta. Importa, pero hay que estar bien. Sonríe por los que no están. Recuerdalos, es el mejor regalo que les puedes hacer. Dejemoslo. Será mejor.
- ¡Que no me pintes la mesa!
- Bueno, bueno, que más da si es tiza hijo.
Le pone muy nervioso que le pinte la mesa.
- Pero deja al pobre Lucas mujer, demuestrale tu amor por él de otra manera, ¿no?
- Ainoha, tu cállate.
Si es que no se puede estar callada. En el fondo nos reímos. Miro al frente de nuevo. Hoy no tengo tanto sueño como la semana pasada. Anoche me acosté no muy tarde. Es un Lunes raro. El profesor vuelve a escribir en la pizarra. Y yo me vuelvo a dar la vuelta pero esta vez para hablar con Miguel. Miguel es el que se sienta detrás mía. También de toda la vida.
- Bueno, ¿qué tal Miguel?- digo recalcando su nombre.
Miro a Lucas y me rio. Me mira y hace lo mismo.
- Bien, pero déjame copiar que no veo.
- Perdón, perdón.
- No te quiere. ¿No ves que soy yo el único aquí que te quiere?
- Ja, ja, ja. ¡Mentira! Que Ainoha también me quiere- me acerco a ella y le intento dar un beso.
- ¡Pero quitaaaaaaaa!
Nos reímos.
- Lo ves- dice con una sonrisa en la cara.
Será imbécil. Y esta, ¿por qué no me da el beso? Que asquerosa. Nos reímos aún más. No si al final será verdad que un clavo saca a otro clavo. Pero mucho mejor si el hueco esta libre y ese otro clavo puede entrar sin problemas, ¿verdad? Si no es que es un lío de cosas. El capítulo se cierra, pero la novela continúa.