Capítulo 11: "Cuando menos te lo esperas"

Sonó el teléfono. Su nombre asomaba en la pantalla. Me río. Mi padre ya me había comprado una tarjeta nueva y la había puesto en mi móvil viejo. Por ahora. Espero que mi padre me consiga un móvil nuevo. ¡Un iPhone! Mucho pedir. Pues un Samsung Galaxy S II. Ese sí. O no. La de cosas que se le pueden pasar a una por la cabeza antes de contestar el teléfono.
- Hola- digo con voz alegre pero un poco temblorosa.
Me llama de ese modo cariñoso. De nuestro modo. Pasan los minutos. Y pasan, y pasan y pasan. Y se convierten en una hora. Yo tumbada en la cama arropada hasta las cejas de cara al despertador para no perder la noción del tiempo y con el móvil en la oreja. Él susurrándome cosas bonitas al oído. No contesto. Cierro los ojos y me sumerjo en sus palabras. Los abro. Casi me duermo. Estoy tan agusto. Nunca nadie me había tratado así. Nunca nadie me había dicho nada parecido. Él. La única excepción en mi vida. Después de esa hora paso una media más. Y terminó. Pero había sido una hora y media para recordar durante mucho tiempo. Despedida cariñosa. Sonrisas en la cara. Cuelgo el teléfono. Lágrimas. A veces pienso que soy un poco bipolar. Me tiro en la cama de nuevo y lloro. Como una niña sin su caramelo. Como una tonta. Durante unos minutos. Demasiado bueno para no tener pegas. Así que, por supuesto, las tiene. Dejo de llorar. Me seco las lágrimas. "Pero si te lo has pasado genial boba", pienso. Y sonrío. Benditas sonrisas alentadoras en momentos de lágrimas y tristeza. Apago la luz. Sus "te quiero" están grabados en mi cabeza. "Que bien voy a dormir esta noche". En efecto.
Me desperté a la mañana siguiente. 7:30. Apago el despertador. Sonrisa. ¡Wow! Esto es nuevo. Bueno humor, bueno rollo... Sí señor. Como me gustaría gritar a los cuatro vientos todo lo que sentía. Por ahora se lo diría solo a él.
Toda la mañana guardando el secreto. Quería contárselo todo a Carol y Ainoha pero no podía. Todavía no sabían nada del asunto y me daba mucha pereza contarles todo desde el principio. Algún día de estos lo sabrían.
La cosa iba bien. Halloween se acercaba y yo tenía fiestón a la vista. Unos amigos con un grupo de música tocarían en el "local" particular de  una amiga. Después cena y botellón. Cena tres euros. Botellón cinco euros. Solo pagaría los tres euros. Los cinco del botellón no me interesaban lo más mínimo. Tenía tres exámenes, pero estudiaría. Jurado. Matemáticas más que en toda mi vida, Lengua muchísimo y ampliación de física y química... tonterías, yo  no quería esa asignatura.
Jueves. Día raro. Día bueno. De emociones. Un 7.75 en Lengua. Suspiros de alivio. Ya estaba casi todo a punto para la fiesta de Halloween. Carol llevaba toda la semana insistiendo en que fuera a dormir a su casa para poder quedarnos hasta las dos o tres de la mañana por ahí. Pero había algo más. Demasiada insistencia. Y más ahora que ya les había contado lo de... en fin, eso. Demasiados cuchicheos entre ella y Ainoha a los que se unía la enana, Lucía. Que mona era. Mi niña. Que ricura. ¿Edad? Los mismos que yo. Pero para mí es como una muñeca de porcelana. Ella también ayudaba diciendo que solo la dejarían dormir en casa de Calor si iba yo también. Siempre dependía todo de mi. Que agobio. Esa tarde la tenía que dedicar a estudiar matemáticas. El Viernes tenía examen de matemáticas. Con la misma profesora que hacía un año me había suspendido mi primera asignatura. Y a Lucía. Que llorera. Cuanto odio. No vuelvo a caer. Hay que ponerse las pilas. Hice más de veinte ejercicios, puse anotaciones en los apuntes e intente entender y repasar lo que peor se me daba. Que cansancio. Necesitaba un respiro pero ya. Por la noche echaban mi serie favorita, esa de la pareja a la que tanto nos asemejamos. Y hablando de él. La eterna sorpresa. Que sigo sorpresa. Sorpresón. Carol no paraba de insistir con lo de su casa hasta que se metió él por medio. Y metió la pata también. No se podía estar callado. Un poco de insistencia y lo soltó todo. ¿Qué era ese todo? Que se presentaba en la fiesta. Sin más. Como leeis. Que venía. Así, y ya. Me tapé la boca completamente abierta ante la sorpresa. ¿¡QUÉÉÉÉ!? Sorpresón, sorpresón, sorpresón. El que se acababa de cargar. Yo temblaba. No me importaba. Vendría y punto. No hice preguntas. Lo tenía todo planeado con Carol. No me metí. Agg, que perra. Sonrío. Tiemblo. Pero tenía que guardar el secreto. Hacerme la sorprendida cuando lo viera. Aún no sabía ni como lo tenían planeado. En todo caso, sorpresa, desvelada, pero sorpresa.

Capítulo 10: "Difícil"

Estaba alterada. Casi no había dormido nada y su recuerdo no se borraba de mi mente. "Paciencia", pensaba una y otra vez. La primera clase se me hizo corta. Inglés. La profesora preguntaba algo pero nadie contestaba. Todos hablaban con sus respectivos compañeros de mes. Yo hubiera contestado de buena gana, pero estaba demasiado sumida en mi misma. Un compañero tímido se atrevió a contestar. Yo, que solo me separaba de él una perdona, no oía nada y la profesora que estaba a su lado se esforzaba para poder escucharle. La profesora se quedó mirando la clase y el bullicio cesó un poco. Otro alumno contestó la pregunta sin pensar. Como queriendo dar a entender que había estado atento cuando en realidad no lo estaba. Contestó mal, claramente. Todos se rieron.
- ¡Si te hubieras estado callado hubieras sabido que Marcos estaba contestando!- le grité desde la otra fila.
Mi cara no era para nada cuestionable así que se encogió un poco en su silla y no dijo nada. Miré al frente de nuevo. Ya nadie hablaba. Dios, que mala leche me gastaba hoy. Me lo perdoné a mi misma. Al fin y al cabo yo era la única que me entendía. Pasaron las horas y no me olvidaba de él. Todo el rato el mismo "run, run" en la cabeza. Última hora. Lengua. Bajamos al salón de actos con la pantalla táctil. La profesora la necesitaba para explicar literatura. Me senté en el mismo sitio del día anterior, junto a Ainoha y junto a ella Carol. Saqué el libro, archivador y estuche. Cuando fui a abrirlos me encontré con sus iniciales escritas en la mesa. Lo que faltaba. La de cosas que podían pasar en un día. Cogí la goma y borré esas tres letras. Puse el archivador encima de donde hacía unos segundos estaban escritas las letras y suspiré. Realmente podían haber pasado muchas cosas en cuatro meses. No habían pasado ni cuatro días y ya habían ocurrido todas.
En cuanto al tema de Lucas no fue mucho más allá. Esa cosa importante que tenía que decirme no la volvimos a recordar. Si me mostró su cariño y afecto como siempre. Podría haber notado que me pasaba algo y unas cuantas bromas no estuvieron de más. Era un buen amigo y no iba a dejar de serlo por muchos secretos que tuviera que contarme.
Llegué a casa con menos fuerza que nunca. Toda la mañana con la cabeza funcionando en lo mismo no era para nada bueno. Comí y vi la tele durante un rato. Los macarrones me animaron. Mi comida favorita. Cuando mis padres se fueron intenté conectarme. Tenía en mente lo de "Tuenti no, gracias". Solo era para otra cosa. Pero no funcionaba internet. ¿¡Qué!? ¿Que nos lo habían quitado? Hasta mañana o dentro de unos días no lo tendríamos de vuelta. Genial. Absolutamente genial. Así mi propósito se cumpliría con mayor eficacia. Dios como estaba sufriendo. Por la tarde hice deberes, estudié, leí, escuché música, me di una ducha y recogí la habitación. Fue productiva. Después de cenar le pedí el teléfono a mi padre. LG Optimux Black. Android. Tarifa plana. Una gran pasada. Me conecté. Aún era pronto y sabía que él no iba a estar. Hablé con gente y me sacaron alguna que otra sonrisa. Me sentía mejor. Amigos. Bendito tesoro. Estuve algo más de una hora con el LG de mi padre hasta que llegó él. Un resoplo ahogado salió de mi garganta al leer su nombre. Tenía que irme. Pasaron diez minutos antes de que mi nombre desapareciera del chat del resto de la gente. Pero ni yo le hablé ni él se molestó en hacerlo. Eso me sorprendió. Quizás hubiera pillado ya enserio lo que le dije. Mejor. Era lo mejor.
Al día siguiente ya no sabía que hacer ni como reaccionar. Quería echarlo todo por la borda y mandar a la mierda los planes anteriores. Un lío enorme era lo que tenía en la cabeza. Y mi subconsciente me venció por completo. Acabé hablando con él de nuevo. Que agusto. Le conté que todo iba enserio, que tenía pensado de verdad hacer lo que le dije pero que me era completamente imposible. Que no podía dejarlo pasar. Lo hablamos. Lo hablamos largo y tendido. Eramos tontos. Tanto él como yo. Idiotas de verdad. Unos críos. Nos comportábamos como tal. Pero por lo menos lo reconocimos. La cosa estaba todavía algo tensa. Pero por la noche volvería todo a la normalidad. Bueno, normalidad. Ninguno de los dos podíamos saber que esa noche íbamos a sonreír más que nunca.

Capítulo 9: "Salir de la oscuridad"

Pasaron tres días. Tres largos días después de ese Viernes. Con sus dilemas, sus historias, sus lios, sus desilusiones... El susodicho volvió a hacer su aparación estelar. Y digo estelar porque la lio pero bien. Días anterios me había dicho todo lo que me quería y un sinfín de cosas bonitas que yo siempre creí encerradas en esas películas románticas. Todo esto me hizo pensar, llorar y dormirme a las tantas de la mañana hacía ya dos noches. Pero como lo bueno no dura y si dura es porque viene algo peor detrás, así sucedió. Hacía una noche que no hablaba con él. Me había dado cuenta de que con una sola noche ya le echaba de menos. Me levanté por la mañana y volví a pensar en el justo después de apagar el despertador. Todo volvió. De repente. Sin más. Lo tenía todo mucho más claro. Pero en mi vida no puede haber nada claro. Si no, no sería mi vida. Y así fue. Una noche de diferencia y ya se había liado con otra. Así. Al instante. Sin poder reaccionar. Me lo soltó sin pensárselo dos veces. En el momento no pude contestar. Quería asimilar la noticia. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Me giré. Justamente la lista de reproducción de música pasó a una canción apta de un momento tenso de película. Lenta. Precisa. Preciosa. Los ojos se me llenaros de lágrimas y tuve que ir corriendo a apagar la luz del salón. Siempre era mi madre la que venía y me apagaba la luz, por lo que yo me cabreaba mucho. Pero ahora era yo la que necesitaba esa oscuridad. Me senté de nuevo en el sofá frente al ordenador con la cabeza hacia la derecha por si alguien llegaba y veía mis ojos empañados por las lágrimas. Respiré. ¿Qué podía hacer? Mi mente estaba en pleno desconcierto. Cuando pensaba que todo se iba aclarando, cuando más necesitaba su ayuda, va, y literalmente, la caga. Puse buena cara. Los primeros instantes. No podía ocultar lo que realmente sentía y él enseguida lo notó. Quería que lo notara. Me dijo que lo sentía y que me quería, pero que estaba echo un lío. Yo le dije mis sentimientos en frío. Genial. Nunca he podido entender como alguien podía tener el corazón dividido entre dos personas. Nunca. Pero él no lo sabía. Cada cosa que me decía lo entendía menos. Y cada vez tenía más claro que, si desde el principio yo no hubiera abierto la bocaza, mejor dicho el corazón, nada de esto hubiera pasado. Quería dejarlo pasar, olvidarlo. Pero no podía. Cada cosa que me decía lo "arreglaba" más. Llegó a decirme que ella, la chica con la que se había liado, vivía a veinte minutos y yo a cuatro horas. Como me dolió eso. Me hizo sentir como un simple trozo de sabe dios qué al que nadie puede llegar. Como si, al tener a otra a mano, lo mío fuera una tontería. Me sentía basura. Pero poco a poco recuperé la compostura. Una canción descubierta hace poco influyó bastante. "Don't let the bastards get you down..." No sé si a él lo consideraba un bastardo, pero la canción me animó muy mucho. Me hizo fuerte. Bendita música. Lo decidí. Ahí mismo. En ese instante. Olvidarlo todo y por completo. No puso ninguna objeción. Lo hice más que nada por la chica. La otra. O quizá la otra era yo. Lo analizaría más adelante. Me dijo que no quería jugar conmigo, pero con la que realmente jugaba era con ella. A mi me decía sus deseos: acariciarme, susurrarme cosas bonitas, abrazarme, besarme... Con ella lo podía hacer. Basta. Segunda decisión. Dar un margen. Me acordé de una pareja de una seria a la que cada vez nos asemejábamos más. Ella le había pedido a él que no hablarán, que pasarían el uno del otro un tiempo y que no preguntara el por qué, pero que le quería. Pues esa era más o menos la decisión que yo había tomado. Dar un margen. Quería que se diera cuenta de que, en realidad, él solo quería a la otra chica. Y si no era así, le ayudaría a empezar a quererla y me ayudaría a mí a la vez. No hablar. Unos días. Estaría bien. Supongo. Aceleraríamos el proceso de olvido. Se negó. Se negó y lo dejó pasar en tan solo diez segundos. Pero no sabía que yo hablaba completamente enserio. A veces hay que tomar decisiones difíciles. Esa era una de ellas. Mi confidente, mi amigo. El tío en el que más había confiado en toda mi vida, a un lado. Lo iba a hacer. Lo de no conectarme por dedicarme a mis estudios era mentira. En parte. No me conectaría para no hablar con él. Para olvidar. Que mal sonaba joder. Él iba a empezar a sentir de verdad. La cosa iba enserio. Estaría en todos lados menos Tuenti. Novedades y cierro. Lo conseguiría. Y me fui. Un adiós y listo. Siguió sin creerme. Eso pasó anoche. Unas lagrimitas, una sonrisa de fuerza y a dormir.
A la mañana siguiente sentía una gran presión y un bajón considerable. Apagué el despertador y su nombre vino a mi cabeza de nuevo.
- ¡Mierda!- grité en un susurro. Y pegué un puñetazo contra la almohada.
"Es el primer día. El plan aún no ha empezado del todo", pensé. Y respiré. Cerré los ojos unos instantes. Que sueño tenía.
Faltaban diez minutos para que Sara subiera a buscarme. Coincidí con mi hermana en el baño.
- Lara, ¿me haces un favor?
- ¿El qué?- estaba colocándose una pinza en el pelo.
- Tienes que evitar que me conecte a Tuenti.
- ¿Cómo?- pone cara como si le estuviera tomando el pelo.
- Sí. Controlame. Puede estar en el ordenador pero no en el Tuenti. Notificaciones y fuera.
- ¿Y eso por qué?
- Una apuesta- miento.
- ¿Y con quién haces esas apuestas tan estúpidas?- que razón.
- Con Celia y Sara, que no se piensan que pueda vivir sin Tuenti - sonrío para convencerla. - Serán solo unos días, ¿lo harás?
- Vale - se va por la puerta.
- ¡No te olvides!
Bien. Ya tenía a alguien que me pusiera los pies sobre la tierra si quería abandonar. Sí, la cosa iba totalmente enserio.

Capítulo 8: "A toda mecha"

Llegan las tres de la tarde. Mi hermano está terminando de comer. Hace rato que llegó de clase. Último año de un módulo de grado superior. Deliniante. Después de dos años sin estudiar. Mi madre está orgullosa de él. Me voy a dar una ducha. La que igual se iba al pueblo se ha ido, así que solo he quedado con Sara y Ainoha. Bueno y con quien me encuentre. Abro el agua caliente a tope y solo un cuarto del grifo del agua fría. Me gustan las duchas largas de agua muy caliente. Aun que mis padres siempre me echen la bronca por ello. Enciendo el mp3 y subo el volumen de la canción. Una lenta. Agua caliente y música. Lo mejor que hay para relajarse. Por eso me paso tanto tiempo dentro. Es mi único momento de completa paz. Nadie me puede molestar. Puedo pensar todo lo que quiera con detenimiento, llorar sin tener que secarme las lagrimas por si alguien me ve...que paz. Después de veinte minutos apago la música y salgo. Pongo la ropa sucia al lado de la lavadora y vuelvo al baño. Abro la ventana. Está todo lleno de vapor. Recojo las toallas del suelo y quito con un poco de agua la espuma que ha quedado en el suelo de la ducha. Después me quito la toalla del pelo y lo peino. Esto me lleva un minuto. Mi pelo es muy fácil de peinar. Lo miro. Necesito un corte. Las planchas me lo destrozan. Vuelvo a la habitación y abro el armario. Unos vaqueros rotos, una básica negra y unas bailarinas del mismo color bastarán. Me visto despacio. Recojo el albornoz y lo llevo a su sitio. Enchufo el secador, cierro la puerta y empiezo a secarlo con el aire caliente a tope. Una vez seco, lo peino con la raya al lado para poder alisarlo. Pongo las planchas a calentar mientras me echo colonia y me pongo las pulseras y el collar con una moneda noruega y una chapa de Coca-Cola. La luz deja de parpadear. Están listas. Aliso el lado izquierdo y a continuación el lado derecho. Diez minutos. Lo peino hacia atrás y hago ademan de ponerme la raya en el medio, pero al ver lo suave y suelto que me ha quedado decido dejarlo como está. Con el pelo suelto y hacia atrás aparento más años. Me queda mejor. Llevaré las gafas de sol sujetándolo. Cojo la raya del ojo. Pinto la de abajo y la de arriba. Creerme, como yo me pinto es de lo más disimulado que hay en comparación con el resto de las chicas. Pinto mis pestañas de blanco y luego de negro. El rimel se está acabando así que si no quiero usarlo para nada es necesaria la capa blanca. Tengo que comprar uno nuevo. Y lista. Esto es lo máximo que se puede sacar de mi. Me miro al espejo. Miro mi pelo, mis ojos. Sonrío. Me pongo una chaqueta de Pull & Bear de la que estoy completamente enamorada desde el día en que la vi. Meto unas gafas estilo Ray Ban rojas que no son Ray Ban ni son nada en el bolsillo de dentro de la chaqueta. Las compré en un concierto.
Salgo a la calle. Hace aire. Me abrocho la chaqueta. Sara está abajo.
- Joder, que frío hace, ¿no?
- Un poco sí.
Caminamos hacia la casa de la cultura que está al lado del colegio de primaria. Allí hemos quedado con Ainoha. Llegamos y nos sentamos en las escaleras. Yo me siento en un escalón y pongo los pies dos escalones más abajo.
- Dios, estoy muerta.
- ¿De qué?
- No sé, de hacer el vago.
Nos reímos. Con Ainoha son todo risas. Todo el día. Charlamos un rato y decidimos ir a por unas gominolas. Ainoha me ayuda a levantarme. Me sacudo el pantalón y vamos. Miro cuanto dinero tengo. Un euro. Me compraré una bolsa de pelotazos. Últimamente no como otra cosa. Compramos y nos volvemos a dar una vuelta. Cae la noche. El Otoño llega. Cada día se hace de noche más pronto. Nos sentamos en un banco. Están saliendo las primeras estrellas. Me quedo mirándolas y pensando cuando de repente aparece Lucas.
- ¡Lucas! - grita Ainoha. - Ven, ven.
- ¿Qué tal chicas? - me mira y le miro. Bajo la cabeza y le contesto.
- Bien.
Sara entra en la conversación.
- ¿Qué haces por aquí a estas horas?
- Me iba para casa - se sienta a mi lado. Me pone una mano en la rodilla. - Y tú qué, ¿me has echado mucho de menos?
Me quedo mirándole con los ojos muy abiertos y miro hacia delante de nuevo.
- Uy sí, una cosa loca.
Todos nos reímos.
- Aquí hay amor eh. - dice Ainoha mientras hace un corazón con las manos.
Le pego un puñetazo en el brazo. Después de echarnos unas risas volvemos a casa. Ainoha sube arriba y Sara, Lucas y yo vamos por la dirección contraria. Sara sigue recto en el paso de cebra, nosotros dos cruzamos.
- Luego hablamos Sara.
Lucas y yo nos paramos en mi portal.
- Bueno, nos vemos el Lunes entonces.
Se acerca a mí.
- Casandra, tengo que decirte algo.
De repente baja mi hermano con el perro. Me separo de Lucas.
- Bueno, lo dicho que nos vemos el Lunes eh. - digo con las palabras entrecortadas. - ¡Chao!
Subo las escaleras corriendo y me paro en el primero. Resoplo. Salvada por la campana. Que pillada más grande. Recupero el aliento y subo a casa. Meto la llave en la cerradura y entro directa a mi habitación. Enciendo la luz y dejo la puerta cerrada detrás de mí. Resoplo de nuevo. Lo mejor está por venir.

Capítulo 7: "Acción, reacción"

Le estuve dando vueltas durante toda la clase. ¿Sería en plan de coñas o lo diría en serio? Bah, paparruchas. ¿Cómo me puedo preocupar por eso? Vaya tontería. Me centré en los ejercicios de biología. Cromosomas. Tardamos poco en hacerlos casi todos. Cuando faltaban diez minutos decidimos que estábamos lo suficientemente cansadas como parar de hacer ejercicios.
- ¿Podemos recoger ya?
- Mmm...vale, podéis recoger.
Como amo a esta profesora. Es como la gemela buena de Yolanda "A". Los de 4ºB estaban fuera. Desde nuestra clase se ve todo el patio. Acaban de terminar gimnasia. Celia estaba allí. Me acerqué a la ventana con la mochila ya puesta mientras todos estaban esperando a que el timbre tocara en la puerta. La profesora ya nos había dicho que no nos asomáramos por la ventana. Le empiezo a poner caras a Celia. Se ríe y me contesta poniendo caras también. La profesora me mira.
- Dijiste que no no nos asomáramos y no me he asomado.
Me mira sin decir nada, como sabiendo que tengo parte de razón. Sonrío y le pongo una última cara tonta a Celia. Me voy riendo hacia la puerta. Allí está Carol. Carolina. Amiga desde los tres años. Nuestras madres se llevan genial. He ido a dormir muchas veces a su casa. Somos buenas amigas. Ahora va un poco a su bola, se ha buscado su propio estilo, pero no dejamos de ser amigas.
- ¿Sales esta tarde?
- No puedo. Tengo judo a las seis y antes he quedado con el otro para dar una vuelta.
- Vale, pues entonces nos vemos el Sábado si quedas por aquí.
- Sí, el Sábado nos vemos.
Ya habíamos quedado. Más o menos. Siempre que decimos eso casi  nunca nos vemos. Es una putada que los Viernes tenga judo. Nunca podemos contar para nada con ella ese día y los cumpleaños siempre hay que retrasarlos al Sábado. Cumpleaños. Cuatro meses faltaban para el mío y ya estaba pensando en como celebrarlo. Los dieciséis son como los dieciocho en EE.UU. Bueno, no del todo. En EE.UU. con dieciséis años ya puedes conducir y como a mi me va mucho el rollo estadounidense me hacia ilusión celebrarlos como se merecen. Pensando en todo esto suena el timbre. Una masa de unas catorce personas salen a la vez por la puerta. A veces me pregunto como lo consiguen. Salgo y me apoyo en la pared a que pase mi compañera de mesa, Ainoha. ¿Por qué es siempre tan lenta? Ah sí, porque espera a la gente. Miro a la derecha. De la puerta del laboratorio sale Lucas. Bajo la mirada y aprieto los ojos con fuerza como queriendo expresar que no quiero que me diga nada. Intento fallido. Se acerca a mí. Levanto la cabeza.
- ¿Esta tarde saldrás?
- Por supuesto - intento sonar lo menos nerviosa posible. Sonrío. - ¿Tú?
- Tengo un rato antes de irme al pueblo - me apiado de él.
- Vale, pues nos vemos esta tarde.
- ¡Chao! - me guiña un ojo y se va.
Me quedo mirando como sigue caminando por el pasillo y sale por la puerta de la izquierda. Miro hacia el frente y bajo la cabeza. ¿Enserio? De repente me empujan. Como no.
- ¡Que estas atontada! - Ainoha se tira encima mía. - ¿Ya estabas pensando el el "churri"?
Reacciono.
- Aino, según tú, ¿cuántos "churris" tengo?
Las dos nos reímos y salimos por la puerta. Ya no queda casi gente y parece que hoy no ha habido pelea. Últimamente es un hábito que se peleen niños pequeños a la salida. Celia y Sara esperan. Me acerco a ellas y Ainoha me dice por detrás.
- ¿Quedamos hoy?
- Vale, ¡hablamos por Tuenti después!
Le doy un beso, cosa poco usual entre nosotras, y me voy. Me encuentro con otra de mis amigas de la infancia que viene corriendo con prisa hacia mi.
- ¿Esta tarde quedas? - pregunto.
- No sé, igual tengo que ir al pueblo, ¿te conectas a Tuenti luego?
- Claro, ¡hablamos!
¿Con cuánta gente había quedado ya esa tarde? En fin, algo me decía que iba a ser una tarde muy pero que muy larga.

Capítulo 6: "Las cosas cambian"

Sí. Las cosas cambian. Y como cambian el tiempo pasa. Y pasa para todos aun que no queramos. Y si hay que olvidar se olvida. O por lo menos se intenta. La intención es lo que cuenta. Pensando en estos días en todo lo que estaba pasando me dije eso de que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Es real. Aplicable a todo tipo de gente y momentos. Yo perdí a mi abuela hacía ya dos años. Y a mi tío tres meses después. Duro cáncer. Y no me di cuenta de lo mucho que los quería y lo mucho que significaban para mí hasta que llegaron sus últimos días. Días a quinientos kilómetros de mí. Días de dolor, de lagrimas y de secretos. Por eso hay veces en las que es mejor olvidar y que el sufrimiento se convierta solo en pequeños recuerdos. Y si tienes que llorar lo haces y te desahogas. Algún día lo superarás.
En cuanto a mi susodicho, no sé cuando decidí llamarle así, lo habíamos hablado. El tema de la mentira. Me descubrió. No era fácil. Así que tuvimos que hablarlo. Como era propiamente debido. Y lo dejamos estar. Mejor. Era mejor olvidar y así se lo dije. Se lo tomó bien. Supongo.
Estaba en un momento de mi vida en el que todo se me mezclaba. Era el momento adolescente que todos y todas solemos pasar. Ese en el que o te sientes feliz o te sientes realmente triste con todo. Pero eres adolescente. ¿Por qué preocuparse por eso? Ya lo dice mi padre: tienes muchos años por delante para disfrutar de la vida. Tiene mucha razón. Aun que a veces no se la dé.
Ahora mismo estaba empezando a leer un libro que me había prestado Celia, la futura periodista. "Tengo ganas de ti". Sí, la segunda parte de "Tres metros sobre el cielo" que todo adolescente conoce. Estaba realmente bien. Pero me he quedado con una parte. La parte en la que Step, así se llama el chico, se va a Nueva York dos años para olvidar a la chica que lo dejo destrozado. No piensa en ella por mucho que quiera. Y cambia. Cambia mucho. En el fondo. Me gusta. Todo el mundo debería irse a una gran ciudad para olvidar un viejo amor no muy fortuito. Algún día.
En cuanto al resto de mi vida. Medianamente bien. Ya era Viernes. ¡Por fin! Llevo tres semanas sin dormir nada, con ojeras todo el día y con emociones fuertes casi todas las noches. Me han robado el móvil por lo que no puedo escuchar bastante música y estoy volviendo a escribir. Cosa de la que me alegro mucho. Me encantaba escribir. No sé por qué lo dejé así de repente. Gané varios premios en mi niñez. Premios de poesía. Y ahora volvía a tener ganas de escribir, competir y ganar. Porque es la mayor satisfacción para alguien como yo que expresa sus sentimientos en papel. Cuando se lo diga a mi madre va a flipar. En todo este tiempo no ha dudado en echarme en cara el haber dejado de lado el tema de escribir ni un minuto. En fin. Estos días habían sido bastante tranquilos. Dudas aclaradas, risas, castigos olvidados, viejos momentos...Parece que todo va bien. Eso no me gusta nada. Porque de repente llegará una cosa mala y otra y otro más. Pensemos en positivo. En el presente. Será lo mejor.
Viernes. Última hora de clase. Desdoble de biología. La primera mitad de los alumnos nos quedábamos con Yolanda, la segunda profesora de biología, una mujer atenta, educada y muy cordial. El tipo de profesora que todo alumno desearía tener. La segunda mitad de alumnos se va con la otra Yolanda, nuestra verdadera profesora de biología, una mujer antipática, bajita, fea y con mala leche. Las llamábamos Yolanda "A", la mala, y Yolanda "B", la buena. Hoy nos tocaba quedarnos con Yolanda "B" en clase mientras el resto se iban con Yolanda "A" al laboratorio. El próximo Viernes nos tocaría a nosotros ir. No soportaría estar con Yolanda "A" todos los Viernes a última hora. Este año iba a tener problemas con la asignatura. Y me interesaba demasiado para la carrera que iba a hacer. Iba a tener que intentar entender por mi cuenta los apuntes, pero ya estoy en 4º curso, ya me era hora de hacerlo por mi misma. El grupo dos del desdoble estaba cogiendo sus mochilas para irse al laboratorio de biología que esta dos puertas más allá del pasillo de 4º. En la parte izquierda. Mi compañera de mesa también se tiene que ir con el grupo dos. Antes de salir por la puerta se para y me mira con los ojos en blanco como intentando decirme lo insoportable que era nuestra profesora.
- Nos vemos en cincuenta minutos - sonrío.
Sale por la puerta. De repente Lucas se acerca. Lucas es uno de los chicos que se sienta detrás nuestra. Un poco vago, pero bastante majo. Gran parte de nuestras risas matutinas se deben a él y a su compañero. Son la leche.
- Venga Lucas, que te está esperando tu amor platónico - le digo refiriendome a Yolanda "A" mientras me rió. Una pequeña broma que tenemos.
Se me acerca al oído y me dice.
- Mi amor platónico eres tú - le miro a los ojos a lo que él respondo con una sonrisa - que pena que no te haya tocado en mi grupo.
Me suelta la cintura y se va.

Capítulo 5: "Vuelven las nubes"

Pasaron algunos días después de todo aquello. Quien me lo iba a decir. Que todo se iba a girar tan de repente. Que cuando parecía que el rayo de luz iba a asomar del todo se volvió a esconder. Y lo peor es que las desgracias nunca vienen solas.
Me encontraba esa noche frente al ordenador. Mi hermana veía un programa en la tele tumbada en el sofá de enfrente mía. A veces prestaba algo de atención a la tele mostrándome interesada por la respuesta que había dado el concursante. Ahí estaba yo. Tratando que no se me saltaran las lagrimas después de haber leído eso. Tuenti puede llegar a dar muy malas noticias. Me sentía traicionada pero todavía no sabía muy bien el por qué. Me puse algo nerviosa pero enseguida recuperé la compostura y volví en mí para contestar. Para mentir. El susodicho me acababa de explicar que quería intentar algo con su amiga. Hace unos días me había confesado que, al pensar en lo que le había dicho, se había dado cuenta de que el sentía lo mismo por mi. Mentira. Yo sabía muy bien que solo creyó quererme porque yo le dije que le quería. Seguramente en su cabeza lo mezcló todo y aun que fuera un "no", el diría que sí. Es así. Puede que por eso reaccionase de esa manera ante la noticia. Aun que luego pensé y me relajé. Acababa de tomar una decisión de un peso considerablemente alto en unos treinta segundos de tiempo. Olvidar. Y se lo dije. En parte. Le dije que sería mejor olvidar lo ocurrido y, si teníamos la ocasión de hacerlo con personas de por medio, mejor que mejor. Le mentí. Claramente. En ese momento no era lo que yo realmente pensaba, pero sí era lo único que le podía contestar si quería comenzar el proceso de olvido. La primera vez que le mentía. Y así fue.
Los siguientes días fueron más tranquilos. En ese fin de semana acudí a un cumpleaños en el que me di cuenta de la calidad de mis amigos. Últimamente a medida que paso más tiempo con ellos descubro en que aspectos valdrá contar con ellos y en cuales no. Me sorprenden. Y eso que suelo ser yo la de personalidad sorprendente...desde que me revelé. Mejor. Somos tan diferentes.
Me puse mala. No mala como para quedarme en la cama con fiebre pero si mala de un mal estar general que cada día iba a peor. Las desgracias nunca vienen solas. Cada día mi garganta se ponía peor y descubrí que cada vez que lloraba me dolía mucho más la cabeza. Y la cabeza me estaba doliendo demasiadas veces...Malo. No me gustaba para nada estar así. Pero en fin, no era eso lo que invadía mi cabeza dolorida, si no esa mentira que había contado. Repito, en parte mentira. Una parte de mi me decía que debía contarle mis planes de olvido. La otra parte me decía: "no lo hagas, pensará que no tienes sentimientos y que puedes olvidar a alguien en cero coma". "Él no es así" pensaba la otra parte. Entonces las dos partes en las que estaba dividida mi cabeza se ponían a hablar entre ellas mostrando sus opiniones y yo las dejaba a un lado. La emoción que yo exteriorizaba era de una rayada considerable. Pero en esos últimos meses había aprendido a sonreír aun que pensara que no tenía motivos. Porque muchas veces los motivos están ocultos y solo hay que buscarlos. Y no quería rayarme. Así que decidí hacerlo.

Capítulo 4: "Evidencias, evidencias everywhere"

7:30 de la mañana. Suena el despertador. Lo apago. Me incorporo un poco en la cama y como un instantaneo rayo de luz su nombre se me pasa por la cabeza. "¿Qué?" Pienso. Hago una mueca extraña con la boca. "Venga, mira tú que bien. Como si no supiera ya lo que hay". Me acuesto de nuevo y cierro los ojos. Su recuerdo se clava en mis pensamientos. Pero yo no lo siento. Está ahí pero no me doy cuenta hasta que no pienso en lo que estoy pensando. Sí, hasta que no pienso en lo que estoy pensando. Y cuando lo pienso me doy cuenta. Me lo tendré que empezar a tomar enserio. Que sea mi primer pensamiento de la mañana justo después de apagar el despertador tiene que significar algo. Me levanto de la cama. Ya os sabeis el rutinario proceso desde las 7:35 hasta las 8:20 aproximadamente. Siempre es lo mismo así que no volveré a entrar en detalles. Bueno, hoy ha habido algo diferente pero que solo yo soy capaz de apreciar. Su pensamiento. La mañana en el instituto transcurre como siempre. Momentos aburridos, momentos en los que quisieras reir hasta reventar pero en la clase reina un silencio peligroso...lo que viene siendo una mañana no muy fuera de lo normal. Hasta que llega un momento de la mañana en una clase no muy interesante en la que abro el estuche y saco un rotulador negro. Me giro un poco hacia la izquierda pegandome a la pared y me escribo sus iniciales en la mano. Genial. Ya había dado un paso más en todo esto. Suena el timbre. Me despierto de mi misma. Entre el revuelo de la clase recogiendo mochilas y volviendo a sus respectivos sitios me encuentro con mi compañera de mesa. Le doy una palmadita en la espalda.
- Que coñazo de clases - en algo coincidimos.
- Ya te digo. Pero ya sabes como es.
Nos reimos. Me encanta esta chica. Cada día nos llevamos mejor y nos lo pasamos estupendamente en las clases. Estamos revolucionadas. Nos reimos con todo y le ponemos dobles sentidos a todo. Somos de toda la vida. Es cuestión de entenderse.
Nos sentamos. Aún queda otra hora para irnos a casa. Podíamos reirnos un rato. Aun que el profesor nos da mucho miedo. Da igual. No deja de ser otra clase en la que yo le pinto la primera letra del nombre de su novio en el cuello, ella me pinta rayas en los brazos, yo le gasto el tipex bueno y ella me pega. Y así todo el día. No nos cansamos. Ella se ríe cuando la miro porque algo que ha dicho el profesor puede tener doble sentido y yo me río porque ella se ríe. En fin. Lo pasamos en grande.
- ¿Cuánto queda? -  típica pregunta que suele hacer una "sin reloj" como yo.
- Tres minutos.
Empezamos a cerrar estuches, guardar cuadernos...cuando toca el timbre ya estamos todos levantados. Es una sincronización perfecta. Una milésima de segundo antes de que toque el timbre la puerta se abre y cuarenta alumnos aproximadamente corren por el corto pasillo hasta la puerta. Por fin. Últimamente ando cansadisima. No duermo muy bien y el instituto no es que ayude mucho. Salimos fuera. Mi compañera tiene que coger el autobús. Un beso y se va. Yo espero con Celia en la puerta, la de letras. Futura periodista. Alto nivel. Esperamos a Sara, mi mejor amiga. Esa que me viene a buscar por las mañana a casa y a la que no le importa subir hasta el segundo piso porque el telefonillo esté estropeado. Siempre sale más tarde. También tiene que bajar dos pisos y nosotras estamos en la planta baja. Sale.
- ¿Vamos?
Empezamos a caminar. Mi cabeza se centra en hablar con ellas pero a la vez esta en otras cosas también. Una pena que no las sepan. Nunca pensé en contárselo. Llegamos al cruce de calles y yo sigo los treinta segundos que me quedan de camino sola. Miro al frente, suspiro, me loco la chaqueta en la mano, siento el peso de la mochila...treinta segundos dan para mucho. Solo hay que saber aprovecharlos. En treinta segundos puedes decidir un futuro próximo. En treinta segundos puedes hacer un sueño realidad. En treinta segundos te pueden hundir la poca felicidad que habías acumulado. Lo que yo no sabía es que eso mismo me podía pasar a mí.