Capítulo 38: "Vuelves, te vas"

Lo hecho está hecho. Me sentía extrañamente bien. Quizá ese era una de los pasos que debía de afrontar. No lo tenía claro pero lo hice. Fue como quitarme un gran peso de encima, así que lo dejé estar. A los dos días, antes de empezar febrero, decidí hablar con el susodicho de nuevo. Es superior a mi. Quería empezar febrero bien. Pero del todo bien. Quería un mes fabuloso. No lo fue. Pero eso yo no lo sabía. Hablamos y se lo dejé claro. Eso no significaba que le hubiera perdonado, de echo no lo he hecho, pero le dije que febrero era mi mes y no quería movidas. Estaba empezando a ver la salida de este pozo. Existen los tropezones, Casandra. Me dijo que no había problema, que si algún día él me hablaba y yo no le quería hablar que se lo dijera. Y así empezó febrero. Hugo fuera de mi vida amorosa y el susodicho dentro de mi vida amistosa. En una semana era mi cumpleaños. Estaba muy contenta. Ese mismo viernes todas mis amigas se fueron al centro comercial a comprarme los regalos. No me dejaron ir. Pasé la tarde más aburrida de toda mi vida. Me aburrí mucho... pero mucho eh. El sábado grabamos un vídeo para dos chicos del sur. Sara y yo. ¿No os lo he dicho? Dios, que cabeza. Sara y yo hacemos vídeos graciosos de vez en cuando y los colgamos en Youtube. Tienen bastante buena aceptación. Hemos descubierto a estos dos chicos que se están iniciando en el mundo vlogger y hemos decidido hacer una colaboración en uno de sus capítulos. No ha quedado nada nada mal. Estuvimos toda la tarde grabando. Ainoha nos observaba desde el sofá. Lo pasamos bien, nos reímos mucho. Siempre nos reímos.
Empieza la semana de mi cumpleaños. Euforia total. Dieciséis años... me siento casi mayor. Los días pasaban y las cosas iban bien. Hablaba con Hugo y con el susodicho. Tan amigos. Mis amigas también iban bien, el instituto sin problemas... un momento. Es mi vida. No puede ir todo tan bien. Claro. Puñalada en breve. Miércoles. A dos días de mi cumpleaños. Él. El de siempre. Noticia.
- Casandra, tengo que decirte algo.
- Uy... tengo miedo.
- Es que no quiero que te enteres por otras personas. El viernes he quedado con una chica.
Zas.
- Mmm... vale.
- Sin problemas, ¿verdad?
- No diré nada, te mentiría.
Empezó una de nuestras últimas conversaciones. Se lo solté todo. Me equivoqué. Le dije lo enamorada que estaba de él, lo mucho que le necesitaba a mi lado, que nada de esto iba a cambiar en mucho tiempo porque es el único chico del que me había enamorado. ¿Qué me dijo? Que ya no sentía lo mismo por mi. Sabéis... de un día para otro ya no sentía lo mismo por mi. Hacía dos días que me había demostrado lo contrario. O por lo menos eso pensaba yo. Todavía no entiendo como se puede dejar de querer a una persona en veinticuatro horas. No me cabe en la cabeza. Me dijo que si no sentía lo mismo no iba a mentirme. Ahí le doy la razón. Pero no entendía nada. Al final dejamos la conversación. Me dijo que si quería que me dejara de hablar un tiempo. Mágicamente le dije que si. Pues venga, enfadados, o algo por el estilo, de nuevo. Genial. Genial todo. Gracias por el regalo de cumpleaños. Muchas gracias. La consideración que tienen algunos hacia otras personas, a veces, me sorprende. Decidí no venirme abajo, o por lo menos no mucho. Ya no tenía las mismas ganas de que llegara mi cumpleaños, cosa que me reventaba, pero en fin, apechugaré. Como siempre.
Al día siguiente se lo conté todo a las chicas. Poco a poco. Pero bueno. Al día siguiente era mi cumpleaños, eso no me lo quita nadie. Invité a mis cuatro niñas, a Amanda, a una chica del pueblo de Amanda, no es Sandra, a Hugo y a otros dos chicos que conozco desde los tres años. La tarde del jueves, Carol y yo nos fuimos a comprar las cosas para el viernes y a llevarlas al local. Nos sentamos en uno de los sofás y le conté todo. Ella estaba un poco perdida en toda esta situación, así que la puse al día de todo. Así todas sabrían todo.
- ¿Sabes lo que tienes que hacer?
- Sorprendeme.
- A Hugo deberías de hablarle de buenas, como siempre, y enamorarte. Si, si, que te vuelva a gustar de nuevo aún que él no quiera nada contigo. Y con el otro... deberías de contestarle super animada y contenta si te habla.
- Lo de Hugo no lo voy a hacer... eso está claro. Pero lo de... explícate.
- Vamos a ver, él lo que se espera es que estés fatal, muy mal, que le cuentes tus supuestos problemas y todas esas cosas. Pues eso, hazle ver que se equivoca. Hazle saber que no estás mal y le dejarás chocado. Es que, en realidad, no estás tan mal.
Una sonrisa comenzó a aparecer en mi boca. No era ninguna locura.
- La verdad es que no. Me gusta la idea...
- Pues eso, ya sabes lo que hacer, pero eso sí, que te hable él. Si no te habla nada.
- Oído cocina- dije sonriendo.- A veces pienso que deberíamos hablar más...
- Lo ves, si es que no me cuentas nada y soy genial, genial te digo.
Me río. Continuamos comiendo cereales y escuchando canciones para acabar de mentalizarme de la situación. A eso de las ocho, volvimos para casa. Por lo menos yo. Mañana mi cumpleaños. ¡Que ganas! Olvidémonos de todo por mucho que cueste. Mañana era mi día y nadie me lo iba a estropear. Y cuando digo nadie es nadie. Realmente no estaba tan mal como la primera vez que me había hecho daño. Y eso es así. Si no me sentía del todo mal era porque ya había asimilado, más o menos, que después de la primera puñalada nada volvería a ser como antes. Nada. Ni amor ni amistad. Y es que cuando alguien te hace daño una vez, cuesta mucho volver a confiar.

Capítulo 37: "Ajetreo"

Domingo por la mañana. Ya en casa. Por fin. Respiré tranquila en cuanto tiré las cosas en mi cama. Olvidar la noche anterior era lo único que quería. Pasaron muchas cosas después. Muchas. Cómo saber que esto solo era el principio. Empecé a hacer locuras desde ese día. ¿Por cuál empecé? Esa misma tarde decidí borrar el número de teléfono del susodicho, para evitar futuras estupideces. No me costó mucho y así lo hice. Su número de móvil y el fijo de casa. No sabía si me iba a arrepentir pero era lo que quería en ese momento. Estaba decidida a olvidar. Decidida, no capacitada.
Esa semana que empezó fue normal. Se habló de la noche anterior, claramente, y el tema de mi putada también salió a relucir. Las cosas todavía estaban muy recientes. Yo seguía hablando con Hugo. Le estaba muy agradecida por como se había comportado conmigo la semana anterior, por eso, decidí hacerle un regalo. Salí con Lucía una tarde y le compré un peluche muy pero que muy cuco. Ella le compró otro a Carlos. Genial. Le escribiría una pequeña nota y el Sábado se lo daría.
El Viernes, Ainoha, Lucía y yo le hicimos una tarta a Sara y nos bajamos a su casa con Carol. Jugamos a la Wii y nos comimos la tarta. Lo pasamos muy bien. Por lo menos mejor que el fin de semana anterior. Cada vez estábamos más unidas, nosotras cinco.
El Sábado vino Hugo a verme. También fue genial. Le di la sorpresa que tenía, la cual le gustó mucho. Todo iba sobre ruedas. Pasamos una buena tarde en compañía de Sara y Ainoha e incluso nos quedamos solos. Era la primera vez que pasábamos un rato a solas, sin nadie que estuviera con nosotros. Me dijo cosas muy bonitas a las cuales yo no supe responder. Quizá porque no lo sentía así o quizá porque iban en contra de mis ideales, como la palabra "siempre", por ejemplo. No lo sé. El caso es que no le correspondí aquella vez, más adelante sabría por qué.
Otra semana pasó. Lunes. Cumpleaños de Susana. Mi niña. Mi mejor amiga en la distancia. Le hice un collage muy chulo y le mandé un sms por la noche. Ojalá pueda verla pronto. Esa misma tarde tuve bronca con mi hermano. Llegó incluso a darme un par de hostias. Así, como lo digo. Un par de hostias. Odio cuando hace eso. Se cree mi padre... y no lo es. En absoluto. Quiere "educarme a su manera" como él dice y sabe muy bien que las cosas no son así. No ayuda. Para nada. En cuanto se fue de mi habitación me puse a llorar como una tonta. Tengo la extraña manía de acordarme de todo lo malo que me ha pasado cuando algo malo me ocurre. Por ejemplo en ese momento. Apoyé los codos sobre el escritorio y seguí llorando acordándome de esas dos últimas semanas. Lo que me hacía falta vamos. Genial todo.
Martes. Excursión a León. ¡Desahogo total! Estaba deseando que llegara esa excursión. Fuimos a ver un teatro en Francés y luego nos fuimos a un centro comercial muy grande que hay allí a comer. Quedamos con Lucas. Esa era la mejor parte. Cuando llegó nos alegramos mucho. Le dimos un abrazo y dos besos. Ya no recordaba su olor, pero huele muy bien. El Axe, que me mata. Estaba cambiado. Iba con uniforme porque acababa de salir del instituto. Le acompañamos a que comiera algo y así charlaríamos. En efecto, estaba cambiado. Más apagado, más sereno... no sé si eso era bueno o no. El caso es que, cuando acabó de comer, nos bajamos a la planta baja porque nos teníamos que ir no a mucho tardar. Nos despedimos de él con muchos abrazos y nos sacamos un par de fotos. Siempre tan cariñoso. A saber cuando volveríamos a verle. Me daba mucha pena. Se le echa mucho de menos. Después de esto, subimos al autobús y nos fuimos a un museo en el centro de la ciudad. Vimos un montón de chicos guapos. Si, lo importante es lo importante. Lo pasé realmente bien. Desconecté bastante. Menos en el autobús. Ahí, y con la música, pensé en muchísimas cosas. Cosas en las que no debería de pensar. Inevitable.
Miércoles por la noche. Aparece el susodicho de nuevo. Genial. ¿Pero que coño quiere? Me manda un mensaje privado al Tueni diciéndome que sabe de sobra que estoy mal y que le gustaría estar a mi lado. ¿Perdón? ¿¡Perdón!? Discutimos por eso. Por lo de siempre. Se cree que lo sabe todo de mi y no tiene ni idea. No le dejé que se quedase, ni mucho menos. No quería saber nada de él y menos tan pronto. No quería perdonar. Lo que me había hecho, para mi, no tiene perdón. Y nunca lo tendrá. Pero había un problema... me gusta sentirlo cerca. Pero sé muy bien lo que tengo que hacer. Diferenciar lo que quiero de lo que debo. No siempre se puede hacer lo que se quiere. A veces es mejor hacer lo que se debe para que al final las cosas salgan bien. Aquí nada iba a salir bien.
Viernes por fin. ¡Por fin! Fue una tarde de las que no había vivido en mucho tiempo. La pasamos con los chicos de toda la vida. Sara estaba en un cumpleaños pero al final nos juntamos todos en el pabellón de deportes del pueblo. No sacamos un montón de fotos en grupo y nos reímos mucho. ¿Por qué salimos tan poco con estos chicos? Si son geniales y de toda la vida. Llevan mucho tiempo con nosotras pero quedamos muy poco. Bueno, es que nunca quedamos.
Sábado. Ainoha y Sara vienen a cenar a mi casa. Estoy sola. Mis padres y mi hermana están en el pueblo y mi hermano se ha ido a Madrid a intentar arreglar las cosas con su novia. Amor a distancia. La historia se repite. También me lo pasé realmente bien. Bien no, espectacular. Cenamos y nos sacamos un montón de fotos. Adoro sacar fotos con la cámara nueva de Sara. Algunas quedaron muy pero que muy bien. Y editadas mejor aún. Lo que nos pudimos reír esa noche también. Pero yo no estaba a gusto. Yo. La que siempre tiene que hacer cosas que no debe. Me puede lo que quiero y dejo a un lado lo que debo. Le había enviado un mensaje privado al susodicho haciéndole un interrogatorio con un montón de preguntas. Necesitaba saber cosas, necesitaba sentirle cerca. Realmente lo hacía por eso. Sé todo lo que tengo que saber. Pero soy una cabezona. Mientras Sara y Ainoha seguían en la cocina sacándose fotos, yo iba respondiendo los mensajes que me llegaban. "Sabe que le necesitas", pensaba yo. La verdad es que no es esencial en mi vida, pero es una pieza con demasiada fuerza. Creo que al final me derrumbé. Al final de la noche. Cuando las chicas se fueron. ¿Por qué? Corté toda relación amorosa con Hugo. Así, como lo leéis. Decidido. No me gustaba Hugo. No quería mentirle más. Tenía muy claro quien ocupaba mi corazón, aún que sea una tremenda locura. En una misma noche. Todo en una misma noche. Hugo se lo tomó... en fin, normal de cara a mi. Le sentó mal de cara al mundo. Al parecer él pensaba que podía tener algo más conmigo. Yo debo de hablar para las paredes. Mil veces dije que no quería novios. En fin. Eso por un lado. Por otro, se lo espeté al susodicho. Le dije que había dejado lo que tenía con Hugo, que si estaba contento. No sé por qué narices le dije eso pero necesitaba soltarlo. Supongo que era él único que me estaba escuchando en ese momento. Casandra, cómo saber que todavía estás en el principio de tu larga etapa de problemas. Uno detrás de otro.

Capítulo 36: "Fin"

Por fin nos teníamos en paz. Por fin pudimos relajarnos un poco. Estuvimos un rato con el ordenador buscando al chico que le había gustado a Ainoha. Lo encontramos y le agregamos.
- Ay... me he enamorado- dijo Ainoha con un suspiro.
Nos echamos a reír. Lo repitió quinientas sesenta y cinco veces en toda la noche. Nos reíamos siempre. Hablamos de muchas cosas u nos reímos muchísimo. Fue el mejor momento de la noche. Después de más de media hora, se oyó la puerta. Nos miramos perplejas y saltamos todas por encima de las camas hacia la puerta de la habitación. Yo fui la que abrió la puerta. Me asomé al pasillo y detrás de mi Ainoha y Sara. La hermana se Sara, su prima y Amanda estaban en la puerta del salón agarrando a Sandra. La madre de Sara estaba allí.
- Ay dios... -se me escapó.
Me acerqué. Dejaron a Sandra en la cama que estaba montada en el salón. El pantalón estaba lleno de vomito y ella no se tenía en pie. Ainoha y Sara retrocedieron a la habitación entre arcadas. Yo me quedé allí. Empezaron a quitarle la ropa y a ponerle el pijama. A la madre de Sara le dijeron que, yendo al río a charlar, nos encontramos con una gente del pueblo de Sandra y Amanda que estaban haciendo botellon. Le dijeron que ella se había quedado a saludar y nosotras seguimos adelante. Luego, cuando Sandra volvió, ya venía así de mal porque le habían dado de beber mucho. Esa fue la peor mentira que he escuchado en mi vida, pero fue la que contaron. Dejaron a Sandra en el salón y cerramos la puerta. Sara y Ainoha seguían en la habitación. Amanda, la hermana y la prima de Sara durmieron en la habitación de la hermana de Sara, la de al lado de donde dormíamos nosotras. Volví a la habitación. Dios de mi vida. Sara estaba muy enfadada, otra vez. A saber el interrogatorio que le haría su madre al día siguiente. Yo pensé. Si pasara esto con mis padres me iría a un internado de cabeza. No exagero para nada.
- Tranquila Sara. Mira, te prometo que el fin de semana que viene quedamos las cinco: Lucía, Carol, Ainoha, tú y yo y celebramos tu cumpleaños como dios manda, ¿vale? Cenamos, charlamos, con música y cosas. Tranquila.
- Vale, vale...
Nos acostamos de nuevo. Después de relajarnos un poco seguimos hablando y riéndonos. No sé muy bien a que hora nos dormimos, pero no fue pronto.
A la mañana siguiente Sara habló primero.
- ¿Estas despierta?
- No- dije reprochando mientras me metía debajo de las sábanas.
Se rieron y yo acabé riéndome también. Tenía muchísimo sueño, estaba cansadísima y no quería despertarme en ese momento. Ainoha dijo su típico "estoy enamorada" y ya me fui inevitable reírme. Saqué la cabeza y un brazo de las sábanas y cogí el teléfono.
- ¡Solo son las once y media! ¡La alarma la tenía puesta para la una! ¡Estáis locas!
Se rieron aún más. ¡Tenía sueño! Más de una hora de dormir por delante y no me iban a dejar aprovecharla.
- Ya total.
- No, ya total no. ¡Más de una hora! Estáis como cabras- y me escondí debajo de las sábanas otra vez.
Ainoha empezó a tocarme las narices y a quitarme la sábana. Sara solo se reía. De repente, Ainoha le dio con el pie al interruptor de la luz.
- ¡Tu puta madre!- dije tapándome la cara con la mano.- Que me dejéis dormir...
Imposible dormir. Además, me estaba sonando el móvil.
- Callaros, es Hugo.
Le contesté. Estuvimos unos minutos hablando. Me dijo que no estaba despierto anoche, que qué había pasado y que si estaba bien. Le expliqué todo. Su llamada me alegró. Después de colgar, nos pusimos a hablar. Hablamos de la noche pasada, claramente. De las cosas buenas y malas. Nos reímos mucho de nuevo. En ese momento, entro la madre de Sara por la puerta. Sandra venía detrás.
- Bueno... la que faltaba- dije mientras agachaba la cabeza debajo de las mantas.
Ainoha esbozó una sonrisa. A mi me fue inevitable soltar una minúscula risotada. Pero no, era serio. Saqué la cabeza de debajo de las mantas y me incorporé en la cama. Ainoha hizo lo mismo. Sara también repitió el proceso en su cama. Se nos quitó el buen rollo.
- Ostras Sara... lo siento tía. Lo siento por joderte el cumpleaños. Lo siento pero es que no me acuerdo de nada- dijo poniéndose una mano en la frente.
Miré a Ainoha y me acosté de nuevo.
- Sí, pues chica... -dije.
- Sandra te emborrachaste y no mejorabas, tía, te pasaste mogollón- dijo Sara a punto de llorar de nuevo.
- Bueno hija, ya te ha pedido perdón. Os dejo aquí- dijo su madre. Y se fue.
Sandra se sentó en la cama de Sara. Comenzamos a contarle toda la noche. El motivo de su diente roto y de su pómulo enrojecido. Al pasar un rato, el resto de chicas entraron en la habitación y cerraron la puerta. Se unieron a la narración de la noche pasada para informar a Sandra. Cada cosa que le decíamos se llevaba la mano a la cabeza e intentaba una especie de sonrisa.
- De verdad que no me acuerdo de nada.
- Bueno, vamos a desayunar que tengo un hambre. ¿Quién quiere Cola-Cao?- dijo la hermana de Sara.
Todas levantamos la mano. Ainoha fue a cambiarse al baño y Amanda se metió en mi cama y se acostó mirando hacia mi.
- Me llamó Hugo hace un rato.
- ¿No jodas?-se sorprendió.
- Si, para ver como estaba y eso.
- Ah...
La hermana de Sara llegó con los Cola-Caos. Todas se lo bebieron en cero coma.
- ¡Woow! ¡Tiene pepitas de chocolate al final!- dijo Amanda. Es apasionada del Cola-Cao.
- ¿Qué me dices? ¡Que todavía no he acabado!
Apuré lo que me quedaba y vi las pepitas de chocolate en el fondo del vaso. Me las comí con la cuchara. Dios, que buenas estaban. Me hizo hasta ilusión. Ala, por fin. Fin de esa noche maldita, fin de pensar cosas malas. Fin de todo.

Capítulo 35: "Un poco de paz"

Dicho y hecho. Nos fuimos al portal de Sara. Ainoha comenzó a correr calle arriba mientras yo la agarraba de la mano.
- ¡Pero no corras!
- Que si, que tengo mucho miedo.
- Pero si hay luces...
Llegamos al portal de Sara en treinta segundos. Estaba cerrado. Nos sentamos en el peldaño que hay debajo de la puerta y nos juntamos un poco. Hacía frío. Sara me llamó por teléfono.
- ¿Dónde estáis?
- En tu portal, no podíamos más.
- Os dije que me esperarais, que iba a por las llaves.
- No te escuchamos.
- Da igual, ahora voy para allí.
Continué hablando con Ainoha de todo lo que estaba pasando esa noche. No dábamos crédito todavía. Estábamos muy mal. Después de diez minutos Sara llegó cruzando la plaza. Metió la llave en la cerradura y nos sentamos dentro del portal. No hacía tanto frío.
- Cuando Sandra despeje, vendrán y ya podremos subir todas juntas.
Nos quedamos ahí dentro hablando, suspirando y al final hasta reímos al hablar del nuevo amor de Ainoha. En ese momento nos llamó Lucía.
- Oye- hablaba muy bajito.- Carol se ha quedado dormida en la cama, en horizontal, ahí tirada en medio y no sé que hacer con ella.
- Vale, tranquila, no hagas nada. Vamos a llamar a Juan y ahora te llamo otra vez, ¿vale?
Ainoha tenía el número de Juan, así que lo llamamos desde su móvil. Le expliqué la situación. Le conté donde estábamos y cómo estaba el panorama a estas horas. Llamé a Lucía de nuevo con el móvil de Ainoha. Le dije lo que me había explicado Juan: que le quitara los zapatos y la ropa, que la pusiera de lado, nunca boca arriba y que se echara a dormir a su lado. Le deseé buenas noches y colgamos. Ya llevábamos un buen rato hablando en el portal cuando, de repente, un coche aparcó en la plaza y gente montando escándalo salió de él. Mierda. Era un amigo nuestro muy loco, mayor de edad y al que pocos entienden debido a sus niñerías e idas de olla. La iba a liar. Salimos del portal, yo delante.
- Tú, ven aquí- le dije muy seria mientras andaba hacia él.
- ¡Casandra, cariño!- dijo abriendo los brazos en cuanto me vio.
- ¿Te quieres callar la boca gilipollas?- gritó Sara.- Mi madre está arriba durmiendo.
- Bueno, perdona eh.
- Tío, ¿tú estás bien?- le pregunté poniéndole una mano en el hombro.
- Mira... estoy borracho y fumado, pero ahora marcho para la cama.
- Ya, con el coche, ¿no? ¿Tú estás loco? Un día vas a tener un accidente joder, te lo tengo dicho.
- Da igual, si me mato me maté.
- Ya estamos...
- Eres subnormal tío, ¡no tienes ni idea! ¡Odio que digas esas cosas porque no tienes ni puta idea!- gritó Sara.
Comenzó a llorar y se metió en el portal. Juan fue detrás de ella. Se conocen desde pequeños y él más que nadie sabe lo que hay. Le había sentado mal lo que el gilipollas éste había dicho y dijo el por qué. Es muy duro. Nuestro amigo se quedó con cara de imbécil.
- Joder tío, te has lucido. Anda, vete ya- dijo Ainoha.
Él empezó a despotricar barbaridades mientras abría los brazos. Buuuuf...
- ¡Joder!- dije. Y me dejé caer en el escalón de un banco, de los de dinero, que había al lado de casa de Sara.
Las lágrimas volvieron a mis ojos de inmediato. Escondí la cabeza entre los brazos y los apoyé en mis piernas. Fue tan solo un instante. Ainoha se acercó a mi y entramos en el portal. Juan se despidió y se fue. Nunca había vivido una noche tan dura. A los pocos minutos, la hermana de Sara nos llamó. La habíamos estado llamando para preguntar si podíamos subir ya a a casa. Hablé yo con ella.
- Tenéis que subir ya, mi madre me ha llamado un montón de veces. Sandra no despeja y todavía no sé que vamos a hacer con ella, pero vosotras podéis subir ya.
- ¿Por qué no la lleváis al centro médico?
- Porque yo soy mayor de edad. Ya lo hemos pensado pero la que me la cargaría sería yo. ¡No sé por qué no mejora!
- Bueno, pues entonces nosotras subimos y le decimos que vosotras os habéis quedado un rato en el bar. Por dios, no vengáis con ella así.
Lo dicho. Subimos a casa y le dijimos a la madre de Sara que ellas se habían quedado un rato más tomando algo. Sara estaba de muy mal humor.
- Sara, contrólate joder. Ve a la habitación.
Nos cambiamos, nos pusimos los pijamas y nos metimos en la cama. Ainoha y yo en la cama de arriba y Sara en la cama de abajo. Dios, por fin, paz, relax. Se acabó ya, se acabó. Maldita noche.

Capítulo 34: "Ninguna solución"

Sara lloró abrazada a mi y me la llevé de vuelta con el resto. Sandra seguía colgada de Amanda y la hermana de Sara. ¿Cuándo se iba a acabar esta maldita noche? Me acerqué a Lucía.
- ¿Estas bien?
- Si... si, solo me he mareado un poco.
- Buf... -volví a pasarme las manos por la cara y a apartar mi pelo. Me di la vuelta. Lucía me puso una mano en el hombro.- No puedo Lucía... no puedo. He pensado hasta en llamarle, ya sabes. Y es que... esto es demasiado para mi y se me esta juntando todo- las lágrimas se apoderaron de mis ojos de nuevo.
- Eh, no, no, no. Te he dicho que no quería verte llorar- me abrazó.
Ainoha nos miraba a espaldas de Lucía. ¿Cuántas veces iba a explotar esa noche? No me estaba gustando ni un pelo. Me hundía demasiado. ¿Daría vuelto a la superficie algún día?
- Ya lo sé, ya lo sé. Pero ya sabes que él era el que lo sabía todo y... no sé, no entiendo nada.
- Tú a él no tienes que pedirle nada. ¿Sabes? Con quien tienes que hablar ahora mismo es con Hugo.
- Lo sé.
- Pues espera, le voy a mandar un mensaje y seguro que te llama- dijo mientras sacaba el móvil.
No objeté nada. Me giraba para ver lo que escribía pero no me dejaba ver. No estaba segura de si podría contarle todo lo que estaba pasando a Hugo, pero con tal de sentir a alguien que no fueran ellas a mi lado, que estaban igual de mal que yo, me llegaba.
- ¿Qué le has puesto?
- Ya está, ahora te llama. Tranquila.
Me aparté un poco y desistí en intentar leer aquel mensaje. ¿Llamaría enserio? Si le ha dicho que estoy llorando... Dejé de pensar. La gente se estaba dispersando. A Carol le habíamos perdido un poco la pista durante esos minutos. No se estaba enterando de nada. Estaba sentada en un montón de tierra, muy mareada. Me acerqué a ella.
- ¿Tú estas bien Carol?
- Si, si, no es nada.
Vaya noche, ¡vaya noche! Después de otra casi media hora, nos fuimos al parque que había al lado de donde estábamos al empezar la noche. Solo estábamos Sara, Ainoha y yo. Lucía y Carol se habían ido ya a casa. Dormirían juntas en casa de Carol. Juan y uno de sus amigos las acompañaron. Nosotras no sabíamos donde estaba el resto de la gente. Estábamos con los otros dos chicos, así que nos dirigimos a la carretera principal del pueblo. Oímos unos gritos. Vale, estaban allí. Nos asomamos en la acera y vimos a Amanda que venía hacia nosotros.
- Nada, no despeja. Le hemos hecho de todo. Le hemos majado la cara, le hemos dado agua, hemos intentado que vomite, la hemos paseado... y nada.
- ¡Joder! ¡Pero que yo no puedo volver con ella así a casa!- dijo Sara poniéndose nerviosa de nuevo. Amanda se acercó a ella.
- Ya lo sé Sara, ya lo sé. Sé que lo estas pasando mal en tu fiesta de cumpleaños pero no te preocupes que esto se le pasa.
Amanda volvió con la hermana de Sara. Nosotras fuimos lentamente detrás de ella. Los chicos se fueron. Normal. Cuando andamos un poco, hasta el final de la acera, vimos a un montón de chicos y chicas al lado de un coche. Estaban sentados en unas escaleras y miraban a Sandra y la gente que tenía alrededor. Estaba agarrada por la hermana de Sara, Amanda y un chico. ¿Y ese chico? Era un conocido del pueblo, del grupo que estaba sentado en las escaleras. Al parecer entendía de estas cosas, así que estaba ayudando a las chicas. Dios. Sara se acercó a donde ellas y Ainoha y yo nos quedamos al lado de las escaleras en las que estaba sentada la gente.
- Tía, no podemos estar aquí. Es la puta calle principal del pueblo, si nos ve alguien nos la cargamos, yo por lo menos- dije mirándola.- Tenemos que meternos en ese callejón a esperar a Sara.
Al lado de la pizzeria que teníamos en frente había una pequeña calle oscura que daba a una de las calles antiguas del pueblo. Agarré a Ainoha y nos metimos en el principio de ese callejón.
- No, no, no- dijo Ainoha mientras me estiraba del brazo.- Que esta calle me da miedo Casandra, enserio, no. Y no podemos dejar a Sara aquí.
- Pero que... -tuvimos que cruzar de nuevo la carretera.
Nos acercamos a donde estaban todas y le dijimos a Sara que no podíamos correr el riesgo de que alguien nos viera, que nos teníamos que ir, por lo menos, al portal de su casa a esperar a que ellas pudieran volver después con Sandra y así subir todas a casa.
- Esta no mejora, he cogido agua de un charco para pasársela por la cara y todo- dijo la hermana de Sara.
Ainoha y yo nos volvimos al callejón. Al parecer Sara nos dijo que esperáramos a que cogiera las llaves de su hermana para entrar en el portal de su casa, pero no la oímos.
- Tía, ¡yo me largo! No puedo más. Tengo los pies congelados y un frío alucinante. ¡Son casi las tres de la mañana! Y como me quede un rato más aquí... me da algo.
- Vale, vamonos. Pero, ¿y Sara? ¡Agárrame la mano!

Capítulo 33: "Incapaz"

La noche se tornaba cada vez peor. Los minutos pasaban y no podíamos volver a casa con Sandra en ese estado. La madre de Sara estaría en casa. Imposible. Mientras Lucía, Ainoha, Cara y yo estábamos con Carol, su novio y otros tres chicos de su edad, Amanda y la hermana de Sara daban vueltas con Sandra que no paraba de tambalearse y gritar. Lucía se mareaba mucho y no se encontraba del todo bien, Ainoha tenía miedo por todo lo que estaba pasando, Sara lloraba al ver arruinado su cumpleaños y Carol intentaba vomitar ayudada por Juan. Menudo panorama. Los chicos nos intentaban tranquilizar y nos daban conversación para distraernos. Pero todo en esa noche se juntó. Todo volvió. Lucía le estaba contando a uno de los chicos todos los problemas que tenía en esos momentos con su novio. Mañana se arrepentiría. Ainoha y yo hablábamos con los otros dos. Ella maldecía a su ex y yo... la secundaba.
- Una persona que te dice que lleva seis meses intentando enamorarse de ti mientras estabais juntos, ¿no es un hijo de puta?- dijo muy cerca de uno de los chicos por el que más tarde se interesó.
- Si, bueno, es una putada. Ese tío era tonto.
- Pues ya está, yo, no lo entiendo- dijo Ainoha sentándose en la cadena de eslabones a mi lado.
- Sois todos unos hijos de puta- dije sin reparo.
- ¡Eh! No todos- contestó el mismo chico-. Eres tú, que eres tonta. Y si él es un hijo de puta, peor aún.
- Si, soy tonta, te doy toda la razón- asentí.
Se limitó a reírse. En ese momento, Sandra pegó un chillido de los que llevaba pegando más de una hora y detrás de ella Amanda.
- ¡Me cago en la puta! ¡Me ha mordido!
Ainoha y yo nos miramos. Yo me levanté de la cadena de eslabones y me pase la mano por la cara apartándome el pelo.
- Joder... -dijo Ainoha resoplando.
Me acerqué a donde Amanda, Sandra y la hermana de Sara.
- ¿Qué ha pasado?
- Que le he metido los dedos en la boca para que vomitase y me ha mordido. ¡Mira como sangro!- dijo Amanda poniendo los dedos en la luz para que yo pudiera verlos.
Efectivamente, pude ver como tenía la piel desgarrada bajo la uña y como sangraba. Cogí a Sandra por la cara y la puse frente a frente con la mía.
- ¡Abre los ojos, joder! ¡Abre los ojos!
No reaccionaba. La solté y volví con Ainoha. Cada vez estaba más nerviosa.
- ¡Joder! ¡Quiero explotar! ¡No puedo más! Esto no es normal... -me tiré encima de Ainoha a llorar. Ella me abrazó e intentó tranquilizarme-. Encima se me han pasado mil cosas por la cabeza y esta puta semana de mierda. He pensado hasta en llamarle, ¿vale? ¡Y no lo entiendo! Si te odio tío, ¡te odio! ¡Maldita la hora en la que salí de casa!- grité mientras Ainoha seguía abrazándome.
- Eh, eh, eh, eso no, ¿vale? Tú a él no le tienes que pedir ayuda para nada. Ya ha hecho bastante. Aquí estamos nosotras, ¿entendido?
Seguí llorando unos minutos abrazada a ella. El chico que le había gustado preguntó que qué me pasaba, a lo que ella contestó sacudiendo la cabeza y yo continué llorando. Exploté. No podía más. Realmente. Ya había tenido suficiente esa semana como para tener que soportar todo aquello esa noche. Y es lo que me pasa. Cada vez que me pasa algo malo se me viene a la cabeza todo lo malo que me ha pasado en la vida. Si, no en esos días, en la vida. Me acuerdo de todo. Soy así. No me entiendo ni yo misma. Y eso que estaba pasando era, sino, como para explotar. Nunca había visto nada así y con quince años todavía no pensaba en verlo. Cuando me pasa algo malo lo tengo que soltar, decirlo todo, de carrerilla. Supongo que por eso se me pasó por la cabeza la idea de llamarle. Si. A él. Pasaron más minutos, más impaciencia, más desesperación. Había transcurrido una hora y media desde que había empezado todo esto. Total, que era la una y media de la madrugada y nosotras seguíamos en la calle. Sandra no despejaba. Todo lo que hacían por ella no servía de nada. Yo, realmente, no pensaba que fuera a servir. Lucía llegó a donde nosotras. Estaba mareada. Amanda y la hermana de Sara venían con Sandra. Ésta, se puso a gritar de nuevo. Parecía que la estuvieran matando. De verdad, nunca había oído gritar así a nadie. Amanda la soltó y la hermana de Sara la dejó caer. Sandra calló de golpe contra el asfalto. Todas abrimos los ojos como platos y alguna se llevó la mano a la boca cuando vimos el porrazo que se acababa de dar. Resoplé. Sandra comenzó a llorar en el suelo, entre gritos.
- Ay dios... -dijo Amanda abalanzándose sobre ella.
La hermana se Sara se acercó también y la intentaron levantar. Sara se acercó y comenzó a gritarle. Se le notaba que no podía más. Nosotras nos acercamos solo un poco. De repente, Sara salió de entre ellas y echó a andar calle adelante.
- Sara, ¡Sara!- grité. Salí corriendo detrás de ella y dejé al resto detrás. Nos miraban.- Sara, ¡espera!- la alcancé y la agarré por el brazo.
- ¡Que no joder, que no! Que se ha roto un diente, ¿vale? Que tiene un golpetazo en la barbilla, ¡que esto no puedo ser!- dijo llorando.
- Lo estamos pasando todas muy mal, ¿vale? Pero tranquila. Sé que esto no es normal y que nunca nos habíamos encontrado ante esta situación, pero se solucionará pronto, ¿entendido?- la abracé.

Capítulo 32: "Explotar"

Empezamos a jugar a un juego en el que una decía una cosa que nunca había hecho y si el resto lo habían hecho tenían que beber. Lo llamamos el "yo nunca". Así a lo tonto, bebían todas. A Ainoha y a mi nos dejaron tomar un vaso de Coca-Cola, aún que al final, Ainoha también bebió un poco de alcohol. Genial. Era yo la única que no estaba bebiendo ni una gota de alcohol. Estaba orgullosa de mi misma. Después de todo... el alcohol me repugna. Seguimos riéndonos y jugando a ese juego. La cosa iba bien, bastante bien. No hacía mucho frío, por lo que mi garganta estaba bien. Dos días después de mi gran puñalada, tuvimos gimnasia. Yo aparecí en el gimnasio con el abrigo puesto, una bufanda, las manos metidas en los bolsillos y una cara de muerta que no podía con ella. En cuanto me vio, la profesora me dijo que me sentara y no hiciera gimnasia. Mejor. Pensaba que no podría salir el Sábado, pero al final estaba bien. Seguimos allí sentadas un rato. Hasta que nos empezamos a mover. La amiga de Amanda, Sandra, que a la vez también era nuestra amiga, cogió una de las botellas nuevas.
- Tía... creo que Sandra ya ha bebido mucho- me dijo Ainoha, que estaba sentada a mi lado.
- Sandra, deja ya de beber, ¿no?- le aparte la mano de las botellas.
- No... que estoy bien, déjame uno más por favor- dijo con voz lenta. Estaba mal.
- No, que no, deja la botella.
La hermana de Sara cogió la última botella que quedaba.
- ¿Pero ya os habéis bebido dos?- dijo sorprendida.
- ¡Si Sandra se ha bebido esa casi ella sola!- dijo Carol.
Ah dios. No nos habíamos dado ni cuenta. Había empezado a beber mucho y no la habíamos parado. Terminaba un vaso y se echaba otro. Espero que eso no fuera a tener repercusiones más tarde.
- Venga, deja de beber ya, vamos a dar un paseo- le dije mientras la levantaba y la alejaba del alcohol.
- ¡Que no! Una más, una más- decía con un vaso en la mano mientras yo me la llevaba medio a cuestas.
Tiraba de ella y no caminaba. Al final tiró el vaso al suelo y se fue conmigo. Tenía que pasarle un brazo por detrás de la espalda para evitar que se callese. Iba mal. Muy mal. Pero se reía y hacía el tonto, así que no me preocupé. Me decía que me quería y me daba abrazos con voz de borracha. Estuvimos al fondo del descampado, donde había una cuerda de eslabones en la que Amanda y Sara se estaban sacando fotos. Llego Lucía que, aún que no había bebido mucho, le estaba sentando mal porque nunca lo hacía. Nos sacamos unas fotos y nos seguimos riendo. Pero había un problema. Cada vez nos costaba más sostener a Sandra. La hermana de Sara llegó y se la llevo a andar y hacer respiraciones que, según ella, era lo mejor para bajar la borrachera. Seguimos por ahí, hablando y dando vueltas. Sara estaba bien, había bebido pero muy poco, de Amanda no sabía casi nada, también había bebido pero no se le notaba. Lucía estaba sentada donde habíamos empezado la noche, estaba algo mareada pero estaba bien. Carol estaba con su novio y un par de amigos de él, pero no estaba bien. Y Sandra... no paraba de dar vueltas con la hermana de Sara. Cada vez nos preocupábamos más. Sandra ya no se reía, solo se apoyaba en la hermana de Sara y daba vueltas a su cabeza. Nos reunimos todos en la cuerda de eslabones. La noche se estaba poniendo fea. Sandra seguía sin despejar y ya había pasado un rato largo. Empezó a llover. Bajamos una pequeña cuesta y nos pusimos debajo de un solar en el que había una farola. De repente, Sandra se derrumbó en el suelo y comenzó a vomitar. Yo estaba hablando con Ainoha y Juan, el novio de Carol, que no daban crédito a lo mal que se estaban comportando todas con Sandra dado el estado en el que se encontraba. Nos giramos de repente. Juan y yo corrimos hacia ella. Juan la levantó para que no se siguiera vomitando encima y yo le aparté el pelo de la cara. El resto ni se acercó. Solo se limitaron a emitir una especia de arcadas producidas por el asco que les daba lo ocurrido. Yo empecé a gritar.
- ¡Pero es que encima no os riáis! ¡Que parece que os interesa más liaros unos cigarros que ayudar a una amiga!
Las sonrisas se quitaron. Amanda se acercó y le ató el pelo a Sandra. Acto seguido, la sentamos en un bordillo con la cabeza echada hacia atrás.
- Sandra, respira, ¿vale? Respira, no pasa nada- le dije.
Estaba muy preocupada. Volví a donde Ainoha que estaba con Lucía. Las dos estaban muy nerviosas.
- Es que yo no puedo ver eso Casandra, por dios... -me dijo Ainoha con cara de querer llorar.
- No pasa nada, no pasa nada, se le ha ido un poco de las manos, eso es todo.
La abracé. Lucía también se estaba preocupando. Carol estaba a lo suyo con su novio. Amanda dejó a Sandra a un lado y siguió a lo suyo con la hermana de Sara, con la que había hecho muy buenas migas. Sara no sabía que hacer. Tres chicos amigos de Juan estaban presentes también. Esa noche se nos iba de las manos, lo que no sabíamos era hasta que punto.