Capítulo 45: "Herida pero viva"

Veo a algunos de mis amigos y todos me dicen la mala cara que tengo. No sé si alegrarme al notar lo observadores que son o deprimirme por su comentario. Damos una vuelta por la calle general y nos vamos a la plaza donde termina la cabalgata. Allí las veo. Ainoha, Carol... nadie dice nada, ni ellas, ni yo. Mi cabeza sigue pensando aunque yo no lo note. Es un no parar que no puedo controlar. Paso un buen rato con Sara y me voy pronto para casa. Al día siguiente tenemos clase y, por desgracia, tengo que ir. Y así pasa una semana, dos, tres, cuatro... y se acaba el curso. Se acaba. Durante todas esas semanas no he hablado con Ainoha. Ella quiso intentar hablar las cosas pero luego nunca daba el paso. Y yo no me sentía capaz de dar ese paso. Aunque muchas veces he deseado darle un abrazo en medio de clase y que me entendiese, pero a veces las cosas no son como en las películas, aunque me gustaría. Se podría decir que la echo de menos pero que han pasado tantas cosas que nada volvería a ser lo mismo. La relación con Carol mejoró un poco y sigue siendo así. Con Lucía y Sara todo bien. Y así fue como ocurrió todo, la historia que me cambió la vida por completo. Mi forma de pensar, de actuar, de creer en las cosas... Ahora os habla la Casandra del futuro, la que os ha contado todo esto. La que ahora se siente orgullosa de haber actuado como actuó a pesar de todo el dolor que sintió. La misma que ahora sabe que es más fuerte y luchadora de lo que ella pensaba. La que se enamoró, sufrió y perdió a la vez. La que fue capaz de poner su vida y bienestar por encima de todos. Así que ahora os daré un consejo: el amor, a nuestra edad, no lo es todo, para nada. No dejéis que nadie sea todo en vuestra vida porque, cuando ese alguien se vaya, que se irá, no seréis nada. No creáis en los siempres y enamoraros. Sí, enamoraros. Es una de las mejores sensaciones que he experimentado y que he tenido el placer de sentir al cien por cien. Enamorarse no es sinónimo de pasarlo mal y si lo pasas mal solo tienes que seguir el camino que te haga sentir mejor contigo misma. No os ceguéis o nunca pasaréis página. Yo he perdido a mucha gente por el camino, pero también he ganado cosas y he abierto los ojos. No importa que te sientas perdido, no importa que creas que no puedas más, porque puedes. No pasa nada si te sientes una adolescente en apuros.

FIN.

Ahora solo quería decir que muchas gracias a la gente que ha seguido esta historia desde el principio, los que me pedíais más capítulos y los que me decías lo mucho que os gusta la historia y que os identificabais con ella. Me agrada saber que hay gente que le gusta lo que escribo y sobre todo que se identifica con ella. Pero este NO es el fin de "Una adolescente en apuros." Se acaba esta historia, pero no se cierra ni desaparece el blog. Tengo pensadas algunas ideas para continuar la, vamos a llamarla 'saga', de "Una adolescente en apuros." No sé si seguiré con Casandra de protagonista y quizá volver a contar otra de las peripecias de este personaje o volver con "Una adolescente en apuros 2" con nuevos personajes y una historia diferente. ¿Qué opináis vosotros? ¿Qué queréis? Dejadlo en un comentario en el blog. El caso es que este blog no será cerrado, será reciclado. Muchas gracias a todos por leer esta historia y ya sabéis, si estáis en apuros, no os preocupéis, al final todo sale bien, y sino, siempre podéis dejar que yo escriba una historia.


Capítulo 44: "Esto se acaba"

Hemos ido al médico. No sé cómo he logrado salir de la cama y vestirme. Me he puesto un jersey de lana y un pañuelo en el cuello. Tengo cara de muerta. Tenemos que esperar en la sala de urgencias. Cada minuto allí es una tortura. La cabeza no para de darme vueltas y lo único que quiero hacer es estar tumbada en mi cama y dormir. Al fin entramos. Nombre, edad y localidad. Me siento en la camilla y la médica empieza a mirarme los ojos, la garganta, los oídos... ¿Diagnóstico? Laringitis. Que acompañada de un par de meses de putadas da este resultado. Me receta unos sobres para la fiebre más fuertes y un jarabe para la garganta. Después de comprar las medicinas volvemos a casa. Me pongo el pijama de nuevo y me meto en la cama. Me duermo. No sé cómo y casi no sé por qué, pero cuando abro los ojos encuentro la cara de preocupación de mi madre.
- Hija, te está subiendo la fiebre. La medicina no te hace nada.
Solo vuelvo a cerrar los ojos despacio y los abro de nuevo. Tengo mucho calor y me duele la cabeza. Pasan diez minutos y la fiebre sigue subiendo. Mi madre trae a la habitación un cuenco con agua fría y una toalla pequeña. Mete la toalla en el cuenco, lo escurre un poco y me lo pone en la frente. Tirito. De repente tengo mucho frío y ella me arropa.
- Quédate un rato así, ¿vale? Ahora volveré para ver cómo estás.
Pero no mejoro, no mejoro para nada. No paro de temblar y la fiebre no me baja. Mi madre ha venido ya dos veces y me ha cambiado la toalla unas siete veces más. Mi cabeza va a estallar. Tanto por la fiebre como por los pensamientos que hay en ella. Los ojos se me llenan de lágrimas, ¿qué me está pasando? Giro la cabeza de un lado a otro. Mi madre ha ido a por más agua. No logra controlarme la fiebre y ya roza los cuarenta grados. Empiezo a delirar. Creo que hasta digo su nombre. El nombre del que no se nombra más. Y lloro en silencio. "Solo quieren que te hundas", pienso. Y pienso, y pienso y pienso. No hago otra cosa. Y mi madre se preocupa por la fiebre, mi padre quiere llevarme al hospital y yo no puedo más. Hasta que cierro los ojos y me abandono.
Ojos abiertos. Ya no me duele tanto la cabeza pero noto mi cuerpo como si hubiera corrido durante una hora seguida. Me estremezco un poco debajo de las sábanas. Tengo la toalla todavía en la frente. Ya es casi de noche. Mi madre entra en la habitación.
- ¿Cómo te encuentras?- me pone el termómetro.
- Cansada, muy cansada.
- Es normal, la fiebre es lo que tiene.
Mi padre se asoma.
- Si ves que le vuelve a subir otra vez y no la controlas, la llevamos al hospital.
¿Cómo? ¿Casi acabo en el hospital? Ah... que bien.
- Cariño, tienes que comer algo.
- No tengo hambre.
- No, me da igual, te traeré un yogur- gracias por hacerme caso mamá.
Hace mucho tiempo que no voy al médico. Antes pasaba mucho tiempo ahí, cuando era más pequeña me ponía enferma cada dos por tres. Me ingresaron unas cuatro o cinco veces en el hospital. Ahora hace muchos años que no piso una camilla. Mi madre vuelve con un yogur natural. Hace que me incorpore y me lo va dando poco a poco. Ni un yogur me entra. Insiste en que coma algo más pero me niego en rotundo. Por la noche me trae las medicinas. Están muy asquerosas pero me las tengo que tomar. 
Domingo por la mañana. Me despierto. Ya no me noto tan cansada como los dos días anteriores. Hoy me levanto por primera vez a la hora de comer. Como muy poco y me paso la mayoría del tiempo con la cabeza apoyada en la mesa. No aguanto, me vuelvo de nuevo a la cama. Y sigo pensando. ¿De verdad me tiene que pasar esto a mi? Pero puede que sea por algo, puede que esto sea algún tipo de señal divina. Deliro otra vez. Una cosa si que he pensado. Esto va a marcar un antes y un después en mi vida. Me he deshecho de la gente que me ha hecho daño, que me ha despreciado y he sufrido en cantidades considerables. Ahora toca aprender de los errores. "Cuando me recupere todo será diferente, como si hubiera vuelto a nacer." Solo pensaba en eso. Esa misma noche Carol me envió un mensaje: "¿te pasa algo conmigo?" Dejé el móvil en la mesita y me gire mirando hacia el otro lado. Increíble. Creo que es hora de pasar un poco de todo. Mañana será otro día. Y para colmo me voy a perder el Carnaval. Mierda, Carnaval. Había quedado con Lucía y con Sara en disfrazarnos juntas. Lo siento chicas, lo siento de verdad.
Lunes. Carnaval. Me lo pierdo. Afortunadamente, me encuentro mejor, pero no tanto como para salir con mis amigas a disfrazarnos. Sigo en la cama, con fiebre. Como poco y tomo medicinas. En eso se resume mi día. Mis dos últimos días. Y pienso. Y pienso más. Mi cabeza es un no parar. Empiezo a pensar que esto que me pasa es algún tipo de venganza de la humanidad contra mi persona. Pero, ¿por qué? No lo entiendo. Pero justo ahora... justamente. 
Martes de Carnaval. Me siento mucho mejor. Aturdida pero mejor. Confío en poder salir esta tarde a ver la cabalgata con Sara. Me doy una ducha que me sienta bastante bien. Me siento en la bañera y me relajo un poco. No doy contactado con Sara y no voy a salir, pero finalmente viene a buscarme y salgo. Abrigada, claro. Con mi pañuelo, el abrigo y las manos metidas en los bolsillos. Tengo cara de enferma, poca expresión, más de uno me lo dice. En el labio una calentura producida por la fiebre. En la calle demasiado ruido. Demasiadas personas. Demasiados recuerdos.


Capítulo 43: "Volver a nacer"

Han pasado ya unos pocos días. No estoy bien para que negarlo. Ainoha me contó que le gustaba Hugo en clase de Ética. No puede responder. Me encerré en mi misma y no pude decir ni una sola palabra. Estaba muy nerviosa. Tuve que pedir ir al baño. Quizá no actué de la mejor manera pero los temblores volvían de nuevo y yo no era capaz de mirarla a la cara. Luego tuve una pequeña discusión con Carol y hala, lista para hacer el examen de Biología. No, en serio, era ironía eh.
¿Y ahora? No me hablo con Ainoha, creo. La relación con Carol no es la mejor, creo. ¿Por qué no tengo nada claro? Quizá sea porque estoy con casi cuarenta de fiebre en la cama. Oh, perdonad, ahora os lo cuento.
Viernes. Tenemos puente de Carnaval y no volvemos a clase hasta el miércoles. Todo va más o menos bien. Llega la noche. Me despierto a las seis de la mañana. ¿Qué pasa? Tengo calor. Mucho calor. No paro de revolverme en la cama. Me llevo una mano a la frente. Me duele mucho la cabeza. Espera, también me duele el estómago. Después de seguir dando unas cuantas vueltas más en la cama empiezo a llorar. Joder, me duele mucho. No lo aguanto más. Me levanto y voy al baño. Me pongo de rodillas delante de la taza del wáter y empiezo a vomitar. Joder... vomito y lloro. Una sensación no muy agradable. Mi madre aparece en la puerta del baño.
- Hija, ¿qué te pasa?
Me limpio la boca y tiro de la cadena. Me levanto. Mierda, me mareo. Pongo una mano en el lavabo. Tranquila Cas.
- ¿Estás bien, cariño?
- No...
Me vuelvo a la cama. Mi madre llega con un termómetro.
- ¿Hace cuánto que te encuentras mal?- me lo pone debajo de la axila.
- Hace... un rato.
- ¿Y cómo no me dices nada? Siempre haces igual eh.
Tiene razón. Desde pequeñita cuando me daba la migraña casi siempre me lo callaba. Me daba miedo ir a la habitación de mis padres por la noche y molestarles.
- Hija, tienes fiebre- me pone una mano en la frente.
Mi padre aparece en la puerta de mi habitación.
- ¿Qué pasa?
- Tiene fiebre.
Él se acerca y hace lo mismo que mi madre, me pone una mano en la frente. Siempre es él el que sabe si uno de nosotros tiene fiebre o no. Es el que lo suele confirmar. Mi madre se levanta y va a por un sobre para bajarme la fiebre.
- Tengo frío- digo.
Mi padre me arropa.
- Cuando estés mal, tienes que decirlo.
Ya, papá, llevo dos meses mal. Llega mi madre y se sienta en la cama, a mi lado.
- Toma, esto te bajará la fiebre.
Me incorporo en la cama y bebo lo que me ha traído mi madre. Dios, está asqueroso. Vuelvo a tumbarme y me arropo hasta la nariz. Tiemblo un poco. Mi madre me aparta el pelo de la cara.
- Si te encuentras mal, nos lo dices y vamos a urgencias- dice mi padre antes de salir de la habitación.
- Mi niña...- mi madre me da un beso y se va de la habitación.
Me dormí. Me desperté al día siguiente y me encontré a mi madre sentada a mi lado. Me puso el termómetro de nuevo.
- Sigues teniendo algo de fiebre pero menos.
No me encontraba mejor. Para nada. No tenía fuerzas.
- ¿Qué hora es?- pregunto.
- Es la hora de comer, tienes que comer algo.
- No.
- ¿Cómo que no? No te puedo dar medicamentos con el estómago vacío.
- Que no quiero... -me revuelvo en la cama y me cae alguna lágrima por la cara.- Tengo calor.
- Ya te está subiendo la fiebre. Nosotros vamos a comer, luego vendré a ver qué tal estás, ¿vale?
Sale de la habitación. Mi hermano se asoma.
- ¿Qué le pasa?
- Tiene fiebre y le duele la cabeza y el estómago.
Mi hermano se queda mirándome unos instantes desde la puerta. Yo solo me giro y cierro los ojos.

Capítulo 42: "Hasta nunca"

No nos tratamos bien. Pero nada bien. Ni él me comprendió ni yo le comprendí a él. Nos echamos muchas cosas en cara, dijimos un montón de barbaridades. No me creo que hayamos acabado así. Me arrastré un montón. Cuantos fallos seguidos, joder. Parecía una dependiente de su existencia. No lo soy. Al final las cosas se nos fueron mucho de las manos. A los dos. Esta idea ya la había estado pensando pero no me creía capaz de llevarla acabo pero... sorprendentemente lo hice.
- ¿Sabes qué? Que esta niñata se va para no volver.
-Yo no he dicho eso.
Antes de que pudiera casi leer sus últimas palabras hacia mi lo borré de Tuenti, lo bloqueé, lo dejé de seguir en Twitter y lo bloqueé de nuevo. Puf. Ya, como si fuera tan fácil. Unos cuantos clicks y se acabó todo. Que sencillo parecía.
- Tamara... lo he hecho.
- No me gusta para nada que acabéis así...
- Creo que es lo mejor para mí, olvidarme de él de una maldita vez. Pero por completo.
Vale, sí, ¿y ahora qué? Ahora nada. No quería saber nada más de él en la vida. Por el momento. Ya me he hecho sufrir demasiado a mi misma. De verdad os lo digo que soy tonta. Me fui a dormir. ¿Qué otra cosa podía hacer?
No sé ni como me levanté por la mañana. Me dolía todo. Creo que algo se estaba apagando dentro de mi. Sin fuerzas, sin ganas, pero aliviada. Ese vacío que sentía dentro se antojaba bastante cómodo. La sensación de haber hecho lo correcto se apoderaba de mi casi sin darme cuenta. Mejor. "Menos mal que tengo a mis amigas." Atentos, porque las desgracias nunca vienen solas. Por lo menos las mías.
Cuarta hora. Salimos del laboratorio. Me acerco a Lucía que está en la puerta de su clase.
- Tía, Ainoha está muy rara conmigo, ¿tú sabes qué le pasa?
- No... ni idea.
Sus ojos. Miente.
- Lucía...
- Es que... -se empezó a poner muy nerviosa.- No, no, prometí que no lo diría y no te lo puedo decir.
- Venga, Lucía no me jodas, ¿qué es lo que pasa?
- Que no, que no, que no te lo puedo decir Casandra, de verdad.
Se me encendió la bombilla. La verdad, ya llevaba parpadeando un rato. La miré a los ojos.
- Le gusta Hugo, ¿verdad?
- Y a él ella.
Nos cambió el semblante por completo. Resoplidos. Uno tras de otro. Era lo que me faltaba para completar la colección de "putadas a Casandra."
- Pero por favor, Cas, no les digas que te lo he contado que me matan. Prometí que no lo diría y lo he hecho así que debo de ser una mala amiga por haber roto mi promesa...
- Eh, eh, eso no lo digas ni en broma. Además, he sido yo la que lo ha dicho. Cuéntame, ¿desde cuándo? Desde mi cumpleaños, ¿a que sí?
- Pues sí. Carol los juntó.
- Claro... por eso va a ir el viernes al pueblo de Hugo con Ainoha.
- Ella no te lo quería contar hasta que se liasen porque dice que sino, no lo haría, y como quiere hacerlo...
- ¿Qué? Estoy flipando. Vale que haga con su vida lo que le de la real gana pero, ¿decir eso? ¿Qué clase de amiga es que le importa más liarse con un tío que acaba de conocer que la amistad de la que ha estado con ella desde los tres años?
- Lo sé, yo ya les he dicho que son unas putas egoístas y a ella que debería de contártelo antes de hacerlo.
- Si lo oculta es que la conciencia muy tranquila no la tiene.
- Bueno, tú estate normal con ella, por favor te lo pido.
- Lo intentaré, tantas cosas son difíciles de tragar.
Entré en clase. Lectura. Mejor, poco hablar. Compartí libro con Ainoha. Obviamente yo no paraba de darle vueltas a la cabeza y en algún momento mis ojos se empaparon de lágrimas que pronto hice desaparecer. Ya sabéis que tengo tendencia a recordar todo lo malo que ocurre en mi vida cuando algo no marcha bien. Ella se dio cuenta de que algo no iba bien.
- ¿Te pasa algo?
- La barriga, que me duele...
Mentira. No... no podía mirarle a la cara. Para qué, si solo es una persona más a la que le importo una mierda. Me hundí, otra vez. El echo de que fuera a quedar con Hugo me daba exactamente igual. Yo hacía tiempo que no sentía nada por él y hacía tiempo que se lo había dejado claro. Eso solucionado. Por desgracia, estaba enamorada de otro. Lo que realmente me hacía daño era su comportamiento. Mi amiga... joder, mi puta amiga. La que me abrazó mientras lloraba, la que me intentó subir cuando toqué fondo, la que me pedía que sonriera. Una amiga propiamente dicha. ¿Y ahora? ¿Qué iba a pasar? Eso no tenía buena pinta. No iba a terminar bien. Tocó el timbre. Después de hacer unas cosas fui a ver a Lucía.
- Tía, me cago en mi madre, que Ainoha me ha dicho que estás rara con ella.
- Que no puedo tía, que es superior a mí. Es mucha mierda junta joder. Mira como tiemblo.
Se rió.
- Ahora en serio. Estate normal.
- Te juro que lo intento. Te lo juro.

Capítulo 41: "Me planto"

Sábado. Mi segundo día con dieciséis años. Llamarme tonta, pero me veía hasta más alta esa mañana. La tarde la pasé con Ainoha y Sara en casa de ésta. Una buena tarde de risas. Domingo. Volvió. ¿Hace falta decir quién? Puse mi plan en marcha. Todo lo que Carol me había aconsejado que hiciera aquella tarde en el local. Me habló él. ¿Y yo? Feliz. Realmente no estaba para nada mal. Vino a mi con tono preocupado, como Carol me dijo que aparecería.
- ¿Qué tal estás Casandra?
Pero qué... hola eh. Eso me sonó a: Cas, ahora que te he dicho que no te quiero y me voy con otra, ¿estás bien? Digo, que somo me quieres tanto y eso pues tendrías que estar mal. ¿A que desde mi punto de vista suena pésimo? Carol tenía razón.
- Muy bien.
- ¿Segura?- esa pregunta confirmó mis pensamientos anteriores.
- ¿Por qué no iba a estarlo?
- No, por nada. ¿Qué tal el viernes?
- Muy bien, me lo pasé genial.
- ¿Me vas a decir ya que estás mal o qué?
¿¡Qué!? Venga... lo que me faltaba. ¿Quién se cree que es?
- ¿Perdón?
- Se te nota, te conozco demasiado.
Venga, flípatelo más. ¿Se cree que me ha parido o qué? No tenía ganas de discutir así que decidí terminar la conversación e irme. Penúltima vez que hablaba con él.
Lunes. Una persona muy importante aparece en mi vida. Yo la busqué. Esa chica que tantas cosas sabe, la que se preocupó por mi aquella vez sin conocerme de nada y la única que pensé que tendría cabeza para hacerme entender la situación. Ella, su mejor amiga. La busqué vía Tuenti, obviamente. Quería preguntarle si él, su mejor amigo, realmente pensaba que yo era una niñata, celosa y envidiosa. Hablamos bastante rato por privados. La verdad, al principio tenía un poco de miedo a que se lo contara todo a él y me mandara a la mierda. Pero algo dentro de mí me decía que me daría apoyo. Y así fue. Me contó muchas cosas que yo no sabía y me dejaron bastante anonadada. Era cierto que ya estaba saliendo con otra chica, pero no era la chica con la que se lió el día de mi cumpleaños, no. Era otra chica con la que se lió al día siguiente y con la que no tenía planeado nada. Mi cara fue un poema.
- Estoy igual que tú. Estoy enfadadísima con él porque se está dejando llevar por gente que no me gusta. Y lo que leíste de "niñata" en Twitter... creo que sí iba por ti.
- Dónde está... con todo lo que me estás contando yo no veo al chico que conocí hace unos meses por ningún lado.
- Habla con él, aclara las cosas ya. No me gustaría que vuestra amistad acabara así.
Me gustó esta chica. Me prometió no decir nada, me sacó de mi pequeño pozo de ignorancia, así que decidimos agregarnos.
- ¿Y si él pregunta?
- Pues... le decimos que nos encontramos por algo del blog. Además, no estamos haciendo nada malo, ¿verdad?
Me cayó bien de verdad. Pero que maja. Creo que ella tuvo mucho que ver en mi última decisión.
Martes por la noche, la última noche. Estaba hablando con Tamara, mi nueva confidente. Él llegó. Llegó y yo me lancé. No podía más.
- ¿De verdad piensas que soy una niñata?
- ¿Cómo?
- Contesta.
- No pienso que lo seas, creo que te comportas como tal.
De puta madre. Así, hablando en plata. Me acababa de llamar niñata en mi cara. Así empezó esa conversación. La última.

Capítulo 40: "Nunca digas nunca"

De risas, de buenas, tomando algo. A veces me quedaba mirando a un punto fijo y pensando en lo que no tenía que pensar, en quien no debía pensar. Hugo, que estaba en frente mía, se percató y vocalizó un: "¿qué te pasa?", al que yo me limité a contestar: "nada" y sonreír. Ainoha estaba a mi derecha. Sabía lo que me pasaba.
- Mira tu móvil- me dijo.
Saqué el móvil del bolsillo de mi chaqueta. Mensaje nuevo: "sonríe, diviértete y pasa del mundo. Te quiero." Era de ella. Cerré el móvil y le di un beso.
- Tienes razón- me pasé las manos por la cara y sonreí de nuevo.- Es mi día.
Después de pagar y salir del bar, el segundo chico de toda la vida me llamó.
- ¿Dónde estáis?
- Ahora mismo voy con Sara y Lucía a por la tarta a mi casa y nos vamos al local, ¿al final vienes?
- Sí, me ducho y voy.
- ¡Perfecto! Te esperamos allí entonces- cuelgo.- Chicas, viene Pablo.
- ¿Sí? ¡Yuhu!
- Así nos alegra la vista.
- ¡Sara!
- ¿Qué? ¡Es la verdad!
- Hombre, no podemos negar que Pablo es el mejor de nuestra generación... pero yo sería incapaz de tener algo con él, es que es de toda la vida.
- Ya, pero sino, ¡no habría problema!
Nos reímos. Volvimos al local con la tarta. Justo cuando íbamos a entrar, apareció una moto al principio de la calle.
- Ay, Cas, que viene hacia aquí- dijo Sara agarrándome el brazo.
- ¡Pero si es Pablo!
Las tres suspiramos. Al principio no lo habíamos reconocido. Hace tan poco tiempo que tiene la moto que todavía no nos hemos acostumbrado. De repente, Carol sale del portal para que Pablo pueda guardar su moto en el garaje.
- Hola chicas- pasa delante de nosotras subiendo a la acerca con el motor apagado.
- Como me pone la moto- digo sin parar de mirarlo.
- ¡Casandra!- Lucía me empuja un poco y entramos en el portal.
- ¡Es que es verdad!- subimos las escaleras.- Motos y tatuajes, mi perdición. ¡De toda la vida!
Sara se ríe. Llegamos y saludamos al resto. Guardo la tarta en la nevera y me quito el abrigo. Quiero lucir modelito nuevo.
- Guille, ha venido Pablo.
- ¿No jodas?
- Sí, está abajo guardando la moto, ahora sube.
Pobre, entre tanta chica y con solo un chico al que no conoce, necesita a su amigo de toda la vida. Unos minutos más tarde y ya estamos todos en el local. Antes de cenar, nos ponemos a jugar al Twister. Yo era la que movía el tablero. Que risas, que vistas, que posturas. Había música de fondo. Se estaba bien. Quizá hiciera un poco de frío. Después de un par de partidas, empezamos a preparar la cena. Después de cenar nos pusimos a hacer el tonto por el local. Hubo un momento en el que me quedé a solas con Sara en el baño, desde el cual se veía todo el local, si abres la puerta claro está-
- Hey, mira a esos dos.
- ¿Quiénes?
- Hugo y Ainoha. Parece que han hecho buenas migas, ¿no crees?
- Venga, ¿enserio?
- ¿Te imaginas?- la miro.
- Pues no, Ainoha es tu amiga y sería incapaz de hacerte un cosa así.
- Lo sé- acto seguido nos reímos de la estupidez.
Seguimos sacándonos fotos y jugando a juegos. Comimos la tarta y nos sentamos en un corro a charlar. A eso de las diez y media, Guille y Pablo se fueron. Algo más tarde, no mucho, empezamos a recoger los demás. Salimos del local. Nos despedimos de Amanda y Laura que se iban a que las vinieran a recoger a la plaza.
- ¿Te acompañamos?- dice Hugo.
- No, no. Me va a acompañar Sara que le pilla de camino, gracias.
Me despido de él con os besos, de Ainoha y de Carol. Nos vamos cada uno por nuestro lado.
- Sara, ¿sabes? Esta noche me he dado cuenta de una cosa.
- Sorpréndeme.
- Me he dado cuenta de que no me gusta Hugo para nada. A ver, que ya no me gustaba desde que decidí eso, pero me he dado cuenta a ciencia cierta esta noche.
- ¿Y eso?
- Pues no sé, lo he estado mirando durante la tarde y todo lo que ha dicho y hecho pues... ¡es que no es mi tipo para nada tía!- las dos nos reímos.
- Pues me alegro de que lo tengas claro.
- Y yo. Parece que voy avanzando. Ya he olvidado a uno, ahora me queda otro.

Capítulo 39: "Día especial"

Doce de la noche. Empiezan los mensajes, los comentarios vía redes sociales, los vídeos dedicados... Hugo fue el único que me hizo un vídeo. Muy bonito por cierto. Me gustó mucho, hasta lloré. Tablones, fotos, dedicatorias... una pequeña locura nocturna. Me fui feliz a dormir. A la mañana siguiente me levanté. Feliz también. Desayuné. Mi familia pasó por mi lado vente veces y ninguno me felicitó. Uy que bien... estaba empezando a rallarme. De verdad. ¿Enserio no se acordaban de mi cumpleaños? Mi hermana seguía sin hablarme así que lo vi un poco normal, mi madre andaba ajetreada de un lado a otro y mi padre todavía no se había levantado. Me sorprendió mucho que fuese mi hermano el que me puso una mano en la espalda y me dijo:
- Felicidades.
- Gracias.
No pude evitar sonreír y respirar de alivio. Al rato mi madre se me acercó, me abrazó y me felicitó. Luego lo hizo mi padre. Mi hermana no se digno ni a decirme un simple felicidades. En todo el día. Estas cosas las guardaré siempre por muy tonterías que sean. A veces, los pequeños detalles son los que han más daño.
Bajé las escaleras. Sara me esperaba dentro del portal. En cuanto me vio esbozó una sonrisa. Intuí al instante que este año si se había acordado. Me dio una abrazo tremendo y me felicitó.
- ¡Gracias!
Ya estaba feliz. La cosa iba muy bien. Llegué a clase y el resto de las chicas me felicitaron. Ainoha, Lucía, Carol y todos los chicos a los cuales conozco de toda la vida que se acordaban de mi cumpleaños.
- Esta tarde va a ser genial.
- ¡No hace falta que lo jures!
Durante toda la mañana me felicitó mucha gente. Hasta él me había felicitado por un tweet indirecto. Patético. No Casandra. Céntrate. Es tu día, tú importas. No pienses más. Quedamos y lo dejamos todo listo para que la tarde saliera perfecta. Daríamos una vuelta, iríamos a tomar algo y luego cenaríamos y nos lo pasaríamos bien en el local. Iba a ser tan genial.
Cinco de la tarde. A punto de estar lista. Llegan Sara, Ainoha y Lucía. Les abro la puerta. Entran corriendo a mi habitación y me tiran unos regalos a la cama.
- Cámbiate.
- Em... ¿qué?
- Que te cambies, vamos, rápido.
Abro los regalos. En los paquetes hay una falda elástica azul, una camiseta blanca con rayas azules de tela fina y un poco holgada y un pañuelo largo de color marrón claro.
- ¡¿Enserio?!- miro la falda.- Mi madre va a flipar con esta falda.
- Venga, no me jodas, ¡cámbiate que queremos ver como te queda!- dice Lucía.
Ya llevaba otra falda puesta así que me la quito y me pongo la nueva. Arriba me había puesto una camiseta básica de color gris así que la camiseta nueva, como es de tela fina, me la pongo por encima. Me colocan el resto de camiseta por dentro de la falda y, al final, saco la camiseta un poco.
- Madre de Dios, buenorra.
- Voy a mirarme al espejo.
Entro en la habitación de mis padres y me miro. Me quedo patidifusa. "¿Enserio?" Parecía como más mayor, un look más juvenil. Me quedaba realmente bien. Era diferente.
- ¡Mira mamá!
- Oh que guapa.
Sonrío y me voy de nuevo a la habitación.
- ¡Gracias chicas!
Recojo los paquetes y dejo el pañuelo en la cama. Ainoha me da una cartulina negra, grande y con muchas fotos. La ha hecho ella pero también sale más gente en alguna foto. Es genial. Dos besos.
- ¿Quién más tiene que venir?
- Hugo, Amanda y su amiga, Laura, están en el centro comercial, llegarán en menos de una hora.
- ¿Y Carol y los chicos?
- Carol ya debería de estar aquí y estos dos mangantes todavía no sé si vendrán, luego les llamo.
- Perfecto entonces.
Carol llegó más tarde. Dejé la tarta en casa y nos fuimos a un parquecito que hay al lado de mi casa a esperar a que acabara de llegar la gente. Nos sentamos en un banco y Carol me dio su regalo.
- Oh, que será, que será-dije en tono irónico. Sabía de sobra lo que era.
- Quién sabe.
Una colonia. Era obvio. Lleva tres años regalándome colonias. Pero no me quejo, para nada. Al contrario, yo la animo. Me hace grandes favores comprándome colonias por mi cumpleaños. Más maja ella.
- ¡Que bien huele!- me echo un poco por el cuello.
Aparecen Amanda, Laura y Hugo. Era la primera vez que veía a Hugo desde que le aclaré que todo se había acabado. Me puse un poco nerviosa. Más que nada por el "qué pasará." Abracé a Amanda y Lucía y le di dos besos a Hugo. Ellas me dieron su regalo.
- ¡El libro que quería!- las abracé.
Era uno de los libros de un escritor que me gusta mucho. Es uno de los que me faltan por leer así que me puse muy contenta.
- Las conversaciones de Tuenti chica, que sirven para mucho- me dijo Amanda.
Se marginaron en dos grupos. Sara, Amanda y Laura sentadas en un banco y Hugo, Lucía, Ainoha y Carol de pie unos metros más allá. Yo andaba todo el rato de un lado para otro.
- Pero, ¿por qué no os juntáis?
Me costó un rato que se juntaran y estuviéramos todos juntos y no desperdigados por ahí. -
- Toma- Hugo me enseña una bolsa.
- Ah, voy.
Sacó el paquete de la bolsa. Lo abro. Es un jersey blanco a rayas azules. ¿Qué les ha dado con las rayas azules y blancas? Pero me gusta. Es muy suave, con pequeños agujeritos.
- Ay, me encanta- me lo froto por la mejilla.- Es muy abrazable.
- Ves, te dije que le iba a gustar- le dijo Amanda a Hugo.
Me reí. Guardé todos los regalos en una bolsa. La tarde no iba mal. Los dos chicos, los de toda la vida, al final vendrían. Uno llegó antes que el otro. Nos fuimos a tomar algo. Eramos muchos y tuvimos que juntar alguna mesa. Puf, demasiado agobio. No paraba de pensar. Y lo que quedaba.

Capítulo 38: "Vuelves, te vas"

Lo hecho está hecho. Me sentía extrañamente bien. Quizá ese era una de los pasos que debía de afrontar. No lo tenía claro pero lo hice. Fue como quitarme un gran peso de encima, así que lo dejé estar. A los dos días, antes de empezar febrero, decidí hablar con el susodicho de nuevo. Es superior a mi. Quería empezar febrero bien. Pero del todo bien. Quería un mes fabuloso. No lo fue. Pero eso yo no lo sabía. Hablamos y se lo dejé claro. Eso no significaba que le hubiera perdonado, de echo no lo he hecho, pero le dije que febrero era mi mes y no quería movidas. Estaba empezando a ver la salida de este pozo. Existen los tropezones, Casandra. Me dijo que no había problema, que si algún día él me hablaba y yo no le quería hablar que se lo dijera. Y así empezó febrero. Hugo fuera de mi vida amorosa y el susodicho dentro de mi vida amistosa. En una semana era mi cumpleaños. Estaba muy contenta. Ese mismo viernes todas mis amigas se fueron al centro comercial a comprarme los regalos. No me dejaron ir. Pasé la tarde más aburrida de toda mi vida. Me aburrí mucho... pero mucho eh. El sábado grabamos un vídeo para dos chicos del sur. Sara y yo. ¿No os lo he dicho? Dios, que cabeza. Sara y yo hacemos vídeos graciosos de vez en cuando y los colgamos en Youtube. Tienen bastante buena aceptación. Hemos descubierto a estos dos chicos que se están iniciando en el mundo vlogger y hemos decidido hacer una colaboración en uno de sus capítulos. No ha quedado nada nada mal. Estuvimos toda la tarde grabando. Ainoha nos observaba desde el sofá. Lo pasamos bien, nos reímos mucho. Siempre nos reímos.
Empieza la semana de mi cumpleaños. Euforia total. Dieciséis años... me siento casi mayor. Los días pasaban y las cosas iban bien. Hablaba con Hugo y con el susodicho. Tan amigos. Mis amigas también iban bien, el instituto sin problemas... un momento. Es mi vida. No puede ir todo tan bien. Claro. Puñalada en breve. Miércoles. A dos días de mi cumpleaños. Él. El de siempre. Noticia.
- Casandra, tengo que decirte algo.
- Uy... tengo miedo.
- Es que no quiero que te enteres por otras personas. El viernes he quedado con una chica.
Zas.
- Mmm... vale.
- Sin problemas, ¿verdad?
- No diré nada, te mentiría.
Empezó una de nuestras últimas conversaciones. Se lo solté todo. Me equivoqué. Le dije lo enamorada que estaba de él, lo mucho que le necesitaba a mi lado, que nada de esto iba a cambiar en mucho tiempo porque es el único chico del que me había enamorado. ¿Qué me dijo? Que ya no sentía lo mismo por mi. Sabéis... de un día para otro ya no sentía lo mismo por mi. Hacía dos días que me había demostrado lo contrario. O por lo menos eso pensaba yo. Todavía no entiendo como se puede dejar de querer a una persona en veinticuatro horas. No me cabe en la cabeza. Me dijo que si no sentía lo mismo no iba a mentirme. Ahí le doy la razón. Pero no entendía nada. Al final dejamos la conversación. Me dijo que si quería que me dejara de hablar un tiempo. Mágicamente le dije que si. Pues venga, enfadados, o algo por el estilo, de nuevo. Genial. Genial todo. Gracias por el regalo de cumpleaños. Muchas gracias. La consideración que tienen algunos hacia otras personas, a veces, me sorprende. Decidí no venirme abajo, o por lo menos no mucho. Ya no tenía las mismas ganas de que llegara mi cumpleaños, cosa que me reventaba, pero en fin, apechugaré. Como siempre.
Al día siguiente se lo conté todo a las chicas. Poco a poco. Pero bueno. Al día siguiente era mi cumpleaños, eso no me lo quita nadie. Invité a mis cuatro niñas, a Amanda, a una chica del pueblo de Amanda, no es Sandra, a Hugo y a otros dos chicos que conozco desde los tres años. La tarde del jueves, Carol y yo nos fuimos a comprar las cosas para el viernes y a llevarlas al local. Nos sentamos en uno de los sofás y le conté todo. Ella estaba un poco perdida en toda esta situación, así que la puse al día de todo. Así todas sabrían todo.
- ¿Sabes lo que tienes que hacer?
- Sorprendeme.
- A Hugo deberías de hablarle de buenas, como siempre, y enamorarte. Si, si, que te vuelva a gustar de nuevo aún que él no quiera nada contigo. Y con el otro... deberías de contestarle super animada y contenta si te habla.
- Lo de Hugo no lo voy a hacer... eso está claro. Pero lo de... explícate.
- Vamos a ver, él lo que se espera es que estés fatal, muy mal, que le cuentes tus supuestos problemas y todas esas cosas. Pues eso, hazle ver que se equivoca. Hazle saber que no estás mal y le dejarás chocado. Es que, en realidad, no estás tan mal.
Una sonrisa comenzó a aparecer en mi boca. No era ninguna locura.
- La verdad es que no. Me gusta la idea...
- Pues eso, ya sabes lo que hacer, pero eso sí, que te hable él. Si no te habla nada.
- Oído cocina- dije sonriendo.- A veces pienso que deberíamos hablar más...
- Lo ves, si es que no me cuentas nada y soy genial, genial te digo.
Me río. Continuamos comiendo cereales y escuchando canciones para acabar de mentalizarme de la situación. A eso de las ocho, volvimos para casa. Por lo menos yo. Mañana mi cumpleaños. ¡Que ganas! Olvidémonos de todo por mucho que cueste. Mañana era mi día y nadie me lo iba a estropear. Y cuando digo nadie es nadie. Realmente no estaba tan mal como la primera vez que me había hecho daño. Y eso es así. Si no me sentía del todo mal era porque ya había asimilado, más o menos, que después de la primera puñalada nada volvería a ser como antes. Nada. Ni amor ni amistad. Y es que cuando alguien te hace daño una vez, cuesta mucho volver a confiar.

Capítulo 37: "Ajetreo"

Domingo por la mañana. Ya en casa. Por fin. Respiré tranquila en cuanto tiré las cosas en mi cama. Olvidar la noche anterior era lo único que quería. Pasaron muchas cosas después. Muchas. Cómo saber que esto solo era el principio. Empecé a hacer locuras desde ese día. ¿Por cuál empecé? Esa misma tarde decidí borrar el número de teléfono del susodicho, para evitar futuras estupideces. No me costó mucho y así lo hice. Su número de móvil y el fijo de casa. No sabía si me iba a arrepentir pero era lo que quería en ese momento. Estaba decidida a olvidar. Decidida, no capacitada.
Esa semana que empezó fue normal. Se habló de la noche anterior, claramente, y el tema de mi putada también salió a relucir. Las cosas todavía estaban muy recientes. Yo seguía hablando con Hugo. Le estaba muy agradecida por como se había comportado conmigo la semana anterior, por eso, decidí hacerle un regalo. Salí con Lucía una tarde y le compré un peluche muy pero que muy cuco. Ella le compró otro a Carlos. Genial. Le escribiría una pequeña nota y el Sábado se lo daría.
El Viernes, Ainoha, Lucía y yo le hicimos una tarta a Sara y nos bajamos a su casa con Carol. Jugamos a la Wii y nos comimos la tarta. Lo pasamos muy bien. Por lo menos mejor que el fin de semana anterior. Cada vez estábamos más unidas, nosotras cinco.
El Sábado vino Hugo a verme. También fue genial. Le di la sorpresa que tenía, la cual le gustó mucho. Todo iba sobre ruedas. Pasamos una buena tarde en compañía de Sara y Ainoha e incluso nos quedamos solos. Era la primera vez que pasábamos un rato a solas, sin nadie que estuviera con nosotros. Me dijo cosas muy bonitas a las cuales yo no supe responder. Quizá porque no lo sentía así o quizá porque iban en contra de mis ideales, como la palabra "siempre", por ejemplo. No lo sé. El caso es que no le correspondí aquella vez, más adelante sabría por qué.
Otra semana pasó. Lunes. Cumpleaños de Susana. Mi niña. Mi mejor amiga en la distancia. Le hice un collage muy chulo y le mandé un sms por la noche. Ojalá pueda verla pronto. Esa misma tarde tuve bronca con mi hermano. Llegó incluso a darme un par de hostias. Así, como lo digo. Un par de hostias. Odio cuando hace eso. Se cree mi padre... y no lo es. En absoluto. Quiere "educarme a su manera" como él dice y sabe muy bien que las cosas no son así. No ayuda. Para nada. En cuanto se fue de mi habitación me puse a llorar como una tonta. Tengo la extraña manía de acordarme de todo lo malo que me ha pasado cuando algo malo me ocurre. Por ejemplo en ese momento. Apoyé los codos sobre el escritorio y seguí llorando acordándome de esas dos últimas semanas. Lo que me hacía falta vamos. Genial todo.
Martes. Excursión a León. ¡Desahogo total! Estaba deseando que llegara esa excursión. Fuimos a ver un teatro en Francés y luego nos fuimos a un centro comercial muy grande que hay allí a comer. Quedamos con Lucas. Esa era la mejor parte. Cuando llegó nos alegramos mucho. Le dimos un abrazo y dos besos. Ya no recordaba su olor, pero huele muy bien. El Axe, que me mata. Estaba cambiado. Iba con uniforme porque acababa de salir del instituto. Le acompañamos a que comiera algo y así charlaríamos. En efecto, estaba cambiado. Más apagado, más sereno... no sé si eso era bueno o no. El caso es que, cuando acabó de comer, nos bajamos a la planta baja porque nos teníamos que ir no a mucho tardar. Nos despedimos de él con muchos abrazos y nos sacamos un par de fotos. Siempre tan cariñoso. A saber cuando volveríamos a verle. Me daba mucha pena. Se le echa mucho de menos. Después de esto, subimos al autobús y nos fuimos a un museo en el centro de la ciudad. Vimos un montón de chicos guapos. Si, lo importante es lo importante. Lo pasé realmente bien. Desconecté bastante. Menos en el autobús. Ahí, y con la música, pensé en muchísimas cosas. Cosas en las que no debería de pensar. Inevitable.
Miércoles por la noche. Aparece el susodicho de nuevo. Genial. ¿Pero que coño quiere? Me manda un mensaje privado al Tueni diciéndome que sabe de sobra que estoy mal y que le gustaría estar a mi lado. ¿Perdón? ¿¡Perdón!? Discutimos por eso. Por lo de siempre. Se cree que lo sabe todo de mi y no tiene ni idea. No le dejé que se quedase, ni mucho menos. No quería saber nada de él y menos tan pronto. No quería perdonar. Lo que me había hecho, para mi, no tiene perdón. Y nunca lo tendrá. Pero había un problema... me gusta sentirlo cerca. Pero sé muy bien lo que tengo que hacer. Diferenciar lo que quiero de lo que debo. No siempre se puede hacer lo que se quiere. A veces es mejor hacer lo que se debe para que al final las cosas salgan bien. Aquí nada iba a salir bien.
Viernes por fin. ¡Por fin! Fue una tarde de las que no había vivido en mucho tiempo. La pasamos con los chicos de toda la vida. Sara estaba en un cumpleaños pero al final nos juntamos todos en el pabellón de deportes del pueblo. No sacamos un montón de fotos en grupo y nos reímos mucho. ¿Por qué salimos tan poco con estos chicos? Si son geniales y de toda la vida. Llevan mucho tiempo con nosotras pero quedamos muy poco. Bueno, es que nunca quedamos.
Sábado. Ainoha y Sara vienen a cenar a mi casa. Estoy sola. Mis padres y mi hermana están en el pueblo y mi hermano se ha ido a Madrid a intentar arreglar las cosas con su novia. Amor a distancia. La historia se repite. También me lo pasé realmente bien. Bien no, espectacular. Cenamos y nos sacamos un montón de fotos. Adoro sacar fotos con la cámara nueva de Sara. Algunas quedaron muy pero que muy bien. Y editadas mejor aún. Lo que nos pudimos reír esa noche también. Pero yo no estaba a gusto. Yo. La que siempre tiene que hacer cosas que no debe. Me puede lo que quiero y dejo a un lado lo que debo. Le había enviado un mensaje privado al susodicho haciéndole un interrogatorio con un montón de preguntas. Necesitaba saber cosas, necesitaba sentirle cerca. Realmente lo hacía por eso. Sé todo lo que tengo que saber. Pero soy una cabezona. Mientras Sara y Ainoha seguían en la cocina sacándose fotos, yo iba respondiendo los mensajes que me llegaban. "Sabe que le necesitas", pensaba yo. La verdad es que no es esencial en mi vida, pero es una pieza con demasiada fuerza. Creo que al final me derrumbé. Al final de la noche. Cuando las chicas se fueron. ¿Por qué? Corté toda relación amorosa con Hugo. Así, como lo leéis. Decidido. No me gustaba Hugo. No quería mentirle más. Tenía muy claro quien ocupaba mi corazón, aún que sea una tremenda locura. En una misma noche. Todo en una misma noche. Hugo se lo tomó... en fin, normal de cara a mi. Le sentó mal de cara al mundo. Al parecer él pensaba que podía tener algo más conmigo. Yo debo de hablar para las paredes. Mil veces dije que no quería novios. En fin. Eso por un lado. Por otro, se lo espeté al susodicho. Le dije que había dejado lo que tenía con Hugo, que si estaba contento. No sé por qué narices le dije eso pero necesitaba soltarlo. Supongo que era él único que me estaba escuchando en ese momento. Casandra, cómo saber que todavía estás en el principio de tu larga etapa de problemas. Uno detrás de otro.

Capítulo 36: "Fin"

Por fin nos teníamos en paz. Por fin pudimos relajarnos un poco. Estuvimos un rato con el ordenador buscando al chico que le había gustado a Ainoha. Lo encontramos y le agregamos.
- Ay... me he enamorado- dijo Ainoha con un suspiro.
Nos echamos a reír. Lo repitió quinientas sesenta y cinco veces en toda la noche. Nos reíamos siempre. Hablamos de muchas cosas u nos reímos muchísimo. Fue el mejor momento de la noche. Después de más de media hora, se oyó la puerta. Nos miramos perplejas y saltamos todas por encima de las camas hacia la puerta de la habitación. Yo fui la que abrió la puerta. Me asomé al pasillo y detrás de mi Ainoha y Sara. La hermana se Sara, su prima y Amanda estaban en la puerta del salón agarrando a Sandra. La madre de Sara estaba allí.
- Ay dios... -se me escapó.
Me acerqué. Dejaron a Sandra en la cama que estaba montada en el salón. El pantalón estaba lleno de vomito y ella no se tenía en pie. Ainoha y Sara retrocedieron a la habitación entre arcadas. Yo me quedé allí. Empezaron a quitarle la ropa y a ponerle el pijama. A la madre de Sara le dijeron que, yendo al río a charlar, nos encontramos con una gente del pueblo de Sandra y Amanda que estaban haciendo botellon. Le dijeron que ella se había quedado a saludar y nosotras seguimos adelante. Luego, cuando Sandra volvió, ya venía así de mal porque le habían dado de beber mucho. Esa fue la peor mentira que he escuchado en mi vida, pero fue la que contaron. Dejaron a Sandra en el salón y cerramos la puerta. Sara y Ainoha seguían en la habitación. Amanda, la hermana y la prima de Sara durmieron en la habitación de la hermana de Sara, la de al lado de donde dormíamos nosotras. Volví a la habitación. Dios de mi vida. Sara estaba muy enfadada, otra vez. A saber el interrogatorio que le haría su madre al día siguiente. Yo pensé. Si pasara esto con mis padres me iría a un internado de cabeza. No exagero para nada.
- Tranquila Sara. Mira, te prometo que el fin de semana que viene quedamos las cinco: Lucía, Carol, Ainoha, tú y yo y celebramos tu cumpleaños como dios manda, ¿vale? Cenamos, charlamos, con música y cosas. Tranquila.
- Vale, vale...
Nos acostamos de nuevo. Después de relajarnos un poco seguimos hablando y riéndonos. No sé muy bien a que hora nos dormimos, pero no fue pronto.
A la mañana siguiente Sara habló primero.
- ¿Estas despierta?
- No- dije reprochando mientras me metía debajo de las sábanas.
Se rieron y yo acabé riéndome también. Tenía muchísimo sueño, estaba cansadísima y no quería despertarme en ese momento. Ainoha dijo su típico "estoy enamorada" y ya me fui inevitable reírme. Saqué la cabeza y un brazo de las sábanas y cogí el teléfono.
- ¡Solo son las once y media! ¡La alarma la tenía puesta para la una! ¡Estáis locas!
Se rieron aún más. ¡Tenía sueño! Más de una hora de dormir por delante y no me iban a dejar aprovecharla.
- Ya total.
- No, ya total no. ¡Más de una hora! Estáis como cabras- y me escondí debajo de las sábanas otra vez.
Ainoha empezó a tocarme las narices y a quitarme la sábana. Sara solo se reía. De repente, Ainoha le dio con el pie al interruptor de la luz.
- ¡Tu puta madre!- dije tapándome la cara con la mano.- Que me dejéis dormir...
Imposible dormir. Además, me estaba sonando el móvil.
- Callaros, es Hugo.
Le contesté. Estuvimos unos minutos hablando. Me dijo que no estaba despierto anoche, que qué había pasado y que si estaba bien. Le expliqué todo. Su llamada me alegró. Después de colgar, nos pusimos a hablar. Hablamos de la noche pasada, claramente. De las cosas buenas y malas. Nos reímos mucho de nuevo. En ese momento, entro la madre de Sara por la puerta. Sandra venía detrás.
- Bueno... la que faltaba- dije mientras agachaba la cabeza debajo de las mantas.
Ainoha esbozó una sonrisa. A mi me fue inevitable soltar una minúscula risotada. Pero no, era serio. Saqué la cabeza de debajo de las mantas y me incorporé en la cama. Ainoha hizo lo mismo. Sara también repitió el proceso en su cama. Se nos quitó el buen rollo.
- Ostras Sara... lo siento tía. Lo siento por joderte el cumpleaños. Lo siento pero es que no me acuerdo de nada- dijo poniéndose una mano en la frente.
Miré a Ainoha y me acosté de nuevo.
- Sí, pues chica... -dije.
- Sandra te emborrachaste y no mejorabas, tía, te pasaste mogollón- dijo Sara a punto de llorar de nuevo.
- Bueno hija, ya te ha pedido perdón. Os dejo aquí- dijo su madre. Y se fue.
Sandra se sentó en la cama de Sara. Comenzamos a contarle toda la noche. El motivo de su diente roto y de su pómulo enrojecido. Al pasar un rato, el resto de chicas entraron en la habitación y cerraron la puerta. Se unieron a la narración de la noche pasada para informar a Sandra. Cada cosa que le decíamos se llevaba la mano a la cabeza e intentaba una especie de sonrisa.
- De verdad que no me acuerdo de nada.
- Bueno, vamos a desayunar que tengo un hambre. ¿Quién quiere Cola-Cao?- dijo la hermana de Sara.
Todas levantamos la mano. Ainoha fue a cambiarse al baño y Amanda se metió en mi cama y se acostó mirando hacia mi.
- Me llamó Hugo hace un rato.
- ¿No jodas?-se sorprendió.
- Si, para ver como estaba y eso.
- Ah...
La hermana de Sara llegó con los Cola-Caos. Todas se lo bebieron en cero coma.
- ¡Woow! ¡Tiene pepitas de chocolate al final!- dijo Amanda. Es apasionada del Cola-Cao.
- ¿Qué me dices? ¡Que todavía no he acabado!
Apuré lo que me quedaba y vi las pepitas de chocolate en el fondo del vaso. Me las comí con la cuchara. Dios, que buenas estaban. Me hizo hasta ilusión. Ala, por fin. Fin de esa noche maldita, fin de pensar cosas malas. Fin de todo.

Capítulo 35: "Un poco de paz"

Dicho y hecho. Nos fuimos al portal de Sara. Ainoha comenzó a correr calle arriba mientras yo la agarraba de la mano.
- ¡Pero no corras!
- Que si, que tengo mucho miedo.
- Pero si hay luces...
Llegamos al portal de Sara en treinta segundos. Estaba cerrado. Nos sentamos en el peldaño que hay debajo de la puerta y nos juntamos un poco. Hacía frío. Sara me llamó por teléfono.
- ¿Dónde estáis?
- En tu portal, no podíamos más.
- Os dije que me esperarais, que iba a por las llaves.
- No te escuchamos.
- Da igual, ahora voy para allí.
Continué hablando con Ainoha de todo lo que estaba pasando esa noche. No dábamos crédito todavía. Estábamos muy mal. Después de diez minutos Sara llegó cruzando la plaza. Metió la llave en la cerradura y nos sentamos dentro del portal. No hacía tanto frío.
- Cuando Sandra despeje, vendrán y ya podremos subir todas juntas.
Nos quedamos ahí dentro hablando, suspirando y al final hasta reímos al hablar del nuevo amor de Ainoha. En ese momento nos llamó Lucía.
- Oye- hablaba muy bajito.- Carol se ha quedado dormida en la cama, en horizontal, ahí tirada en medio y no sé que hacer con ella.
- Vale, tranquila, no hagas nada. Vamos a llamar a Juan y ahora te llamo otra vez, ¿vale?
Ainoha tenía el número de Juan, así que lo llamamos desde su móvil. Le expliqué la situación. Le conté donde estábamos y cómo estaba el panorama a estas horas. Llamé a Lucía de nuevo con el móvil de Ainoha. Le dije lo que me había explicado Juan: que le quitara los zapatos y la ropa, que la pusiera de lado, nunca boca arriba y que se echara a dormir a su lado. Le deseé buenas noches y colgamos. Ya llevábamos un buen rato hablando en el portal cuando, de repente, un coche aparcó en la plaza y gente montando escándalo salió de él. Mierda. Era un amigo nuestro muy loco, mayor de edad y al que pocos entienden debido a sus niñerías e idas de olla. La iba a liar. Salimos del portal, yo delante.
- Tú, ven aquí- le dije muy seria mientras andaba hacia él.
- ¡Casandra, cariño!- dijo abriendo los brazos en cuanto me vio.
- ¿Te quieres callar la boca gilipollas?- gritó Sara.- Mi madre está arriba durmiendo.
- Bueno, perdona eh.
- Tío, ¿tú estás bien?- le pregunté poniéndole una mano en el hombro.
- Mira... estoy borracho y fumado, pero ahora marcho para la cama.
- Ya, con el coche, ¿no? ¿Tú estás loco? Un día vas a tener un accidente joder, te lo tengo dicho.
- Da igual, si me mato me maté.
- Ya estamos...
- Eres subnormal tío, ¡no tienes ni idea! ¡Odio que digas esas cosas porque no tienes ni puta idea!- gritó Sara.
Comenzó a llorar y se metió en el portal. Juan fue detrás de ella. Se conocen desde pequeños y él más que nadie sabe lo que hay. Le había sentado mal lo que el gilipollas éste había dicho y dijo el por qué. Es muy duro. Nuestro amigo se quedó con cara de imbécil.
- Joder tío, te has lucido. Anda, vete ya- dijo Ainoha.
Él empezó a despotricar barbaridades mientras abría los brazos. Buuuuf...
- ¡Joder!- dije. Y me dejé caer en el escalón de un banco, de los de dinero, que había al lado de casa de Sara.
Las lágrimas volvieron a mis ojos de inmediato. Escondí la cabeza entre los brazos y los apoyé en mis piernas. Fue tan solo un instante. Ainoha se acercó a mi y entramos en el portal. Juan se despidió y se fue. Nunca había vivido una noche tan dura. A los pocos minutos, la hermana de Sara nos llamó. La habíamos estado llamando para preguntar si podíamos subir ya a a casa. Hablé yo con ella.
- Tenéis que subir ya, mi madre me ha llamado un montón de veces. Sandra no despeja y todavía no sé que vamos a hacer con ella, pero vosotras podéis subir ya.
- ¿Por qué no la lleváis al centro médico?
- Porque yo soy mayor de edad. Ya lo hemos pensado pero la que me la cargaría sería yo. ¡No sé por qué no mejora!
- Bueno, pues entonces nosotras subimos y le decimos que vosotras os habéis quedado un rato en el bar. Por dios, no vengáis con ella así.
Lo dicho. Subimos a casa y le dijimos a la madre de Sara que ellas se habían quedado un rato más tomando algo. Sara estaba de muy mal humor.
- Sara, contrólate joder. Ve a la habitación.
Nos cambiamos, nos pusimos los pijamas y nos metimos en la cama. Ainoha y yo en la cama de arriba y Sara en la cama de abajo. Dios, por fin, paz, relax. Se acabó ya, se acabó. Maldita noche.

Capítulo 34: "Ninguna solución"

Sara lloró abrazada a mi y me la llevé de vuelta con el resto. Sandra seguía colgada de Amanda y la hermana de Sara. ¿Cuándo se iba a acabar esta maldita noche? Me acerqué a Lucía.
- ¿Estas bien?
- Si... si, solo me he mareado un poco.
- Buf... -volví a pasarme las manos por la cara y a apartar mi pelo. Me di la vuelta. Lucía me puso una mano en el hombro.- No puedo Lucía... no puedo. He pensado hasta en llamarle, ya sabes. Y es que... esto es demasiado para mi y se me esta juntando todo- las lágrimas se apoderaron de mis ojos de nuevo.
- Eh, no, no, no. Te he dicho que no quería verte llorar- me abrazó.
Ainoha nos miraba a espaldas de Lucía. ¿Cuántas veces iba a explotar esa noche? No me estaba gustando ni un pelo. Me hundía demasiado. ¿Daría vuelto a la superficie algún día?
- Ya lo sé, ya lo sé. Pero ya sabes que él era el que lo sabía todo y... no sé, no entiendo nada.
- Tú a él no tienes que pedirle nada. ¿Sabes? Con quien tienes que hablar ahora mismo es con Hugo.
- Lo sé.
- Pues espera, le voy a mandar un mensaje y seguro que te llama- dijo mientras sacaba el móvil.
No objeté nada. Me giraba para ver lo que escribía pero no me dejaba ver. No estaba segura de si podría contarle todo lo que estaba pasando a Hugo, pero con tal de sentir a alguien que no fueran ellas a mi lado, que estaban igual de mal que yo, me llegaba.
- ¿Qué le has puesto?
- Ya está, ahora te llama. Tranquila.
Me aparté un poco y desistí en intentar leer aquel mensaje. ¿Llamaría enserio? Si le ha dicho que estoy llorando... Dejé de pensar. La gente se estaba dispersando. A Carol le habíamos perdido un poco la pista durante esos minutos. No se estaba enterando de nada. Estaba sentada en un montón de tierra, muy mareada. Me acerqué a ella.
- ¿Tú estas bien Carol?
- Si, si, no es nada.
Vaya noche, ¡vaya noche! Después de otra casi media hora, nos fuimos al parque que había al lado de donde estábamos al empezar la noche. Solo estábamos Sara, Ainoha y yo. Lucía y Carol se habían ido ya a casa. Dormirían juntas en casa de Carol. Juan y uno de sus amigos las acompañaron. Nosotras no sabíamos donde estaba el resto de la gente. Estábamos con los otros dos chicos, así que nos dirigimos a la carretera principal del pueblo. Oímos unos gritos. Vale, estaban allí. Nos asomamos en la acera y vimos a Amanda que venía hacia nosotros.
- Nada, no despeja. Le hemos hecho de todo. Le hemos majado la cara, le hemos dado agua, hemos intentado que vomite, la hemos paseado... y nada.
- ¡Joder! ¡Pero que yo no puedo volver con ella así a casa!- dijo Sara poniéndose nerviosa de nuevo. Amanda se acercó a ella.
- Ya lo sé Sara, ya lo sé. Sé que lo estas pasando mal en tu fiesta de cumpleaños pero no te preocupes que esto se le pasa.
Amanda volvió con la hermana de Sara. Nosotras fuimos lentamente detrás de ella. Los chicos se fueron. Normal. Cuando andamos un poco, hasta el final de la acera, vimos a un montón de chicos y chicas al lado de un coche. Estaban sentados en unas escaleras y miraban a Sandra y la gente que tenía alrededor. Estaba agarrada por la hermana de Sara, Amanda y un chico. ¿Y ese chico? Era un conocido del pueblo, del grupo que estaba sentado en las escaleras. Al parecer entendía de estas cosas, así que estaba ayudando a las chicas. Dios. Sara se acercó a donde ellas y Ainoha y yo nos quedamos al lado de las escaleras en las que estaba sentada la gente.
- Tía, no podemos estar aquí. Es la puta calle principal del pueblo, si nos ve alguien nos la cargamos, yo por lo menos- dije mirándola.- Tenemos que meternos en ese callejón a esperar a Sara.
Al lado de la pizzeria que teníamos en frente había una pequeña calle oscura que daba a una de las calles antiguas del pueblo. Agarré a Ainoha y nos metimos en el principio de ese callejón.
- No, no, no- dijo Ainoha mientras me estiraba del brazo.- Que esta calle me da miedo Casandra, enserio, no. Y no podemos dejar a Sara aquí.
- Pero que... -tuvimos que cruzar de nuevo la carretera.
Nos acercamos a donde estaban todas y le dijimos a Sara que no podíamos correr el riesgo de que alguien nos viera, que nos teníamos que ir, por lo menos, al portal de su casa a esperar a que ellas pudieran volver después con Sandra y así subir todas a casa.
- Esta no mejora, he cogido agua de un charco para pasársela por la cara y todo- dijo la hermana de Sara.
Ainoha y yo nos volvimos al callejón. Al parecer Sara nos dijo que esperáramos a que cogiera las llaves de su hermana para entrar en el portal de su casa, pero no la oímos.
- Tía, ¡yo me largo! No puedo más. Tengo los pies congelados y un frío alucinante. ¡Son casi las tres de la mañana! Y como me quede un rato más aquí... me da algo.
- Vale, vamonos. Pero, ¿y Sara? ¡Agárrame la mano!

Capítulo 33: "Incapaz"

La noche se tornaba cada vez peor. Los minutos pasaban y no podíamos volver a casa con Sandra en ese estado. La madre de Sara estaría en casa. Imposible. Mientras Lucía, Ainoha, Cara y yo estábamos con Carol, su novio y otros tres chicos de su edad, Amanda y la hermana de Sara daban vueltas con Sandra que no paraba de tambalearse y gritar. Lucía se mareaba mucho y no se encontraba del todo bien, Ainoha tenía miedo por todo lo que estaba pasando, Sara lloraba al ver arruinado su cumpleaños y Carol intentaba vomitar ayudada por Juan. Menudo panorama. Los chicos nos intentaban tranquilizar y nos daban conversación para distraernos. Pero todo en esa noche se juntó. Todo volvió. Lucía le estaba contando a uno de los chicos todos los problemas que tenía en esos momentos con su novio. Mañana se arrepentiría. Ainoha y yo hablábamos con los otros dos. Ella maldecía a su ex y yo... la secundaba.
- Una persona que te dice que lleva seis meses intentando enamorarse de ti mientras estabais juntos, ¿no es un hijo de puta?- dijo muy cerca de uno de los chicos por el que más tarde se interesó.
- Si, bueno, es una putada. Ese tío era tonto.
- Pues ya está, yo, no lo entiendo- dijo Ainoha sentándose en la cadena de eslabones a mi lado.
- Sois todos unos hijos de puta- dije sin reparo.
- ¡Eh! No todos- contestó el mismo chico-. Eres tú, que eres tonta. Y si él es un hijo de puta, peor aún.
- Si, soy tonta, te doy toda la razón- asentí.
Se limitó a reírse. En ese momento, Sandra pegó un chillido de los que llevaba pegando más de una hora y detrás de ella Amanda.
- ¡Me cago en la puta! ¡Me ha mordido!
Ainoha y yo nos miramos. Yo me levanté de la cadena de eslabones y me pase la mano por la cara apartándome el pelo.
- Joder... -dijo Ainoha resoplando.
Me acerqué a donde Amanda, Sandra y la hermana de Sara.
- ¿Qué ha pasado?
- Que le he metido los dedos en la boca para que vomitase y me ha mordido. ¡Mira como sangro!- dijo Amanda poniendo los dedos en la luz para que yo pudiera verlos.
Efectivamente, pude ver como tenía la piel desgarrada bajo la uña y como sangraba. Cogí a Sandra por la cara y la puse frente a frente con la mía.
- ¡Abre los ojos, joder! ¡Abre los ojos!
No reaccionaba. La solté y volví con Ainoha. Cada vez estaba más nerviosa.
- ¡Joder! ¡Quiero explotar! ¡No puedo más! Esto no es normal... -me tiré encima de Ainoha a llorar. Ella me abrazó e intentó tranquilizarme-. Encima se me han pasado mil cosas por la cabeza y esta puta semana de mierda. He pensado hasta en llamarle, ¿vale? ¡Y no lo entiendo! Si te odio tío, ¡te odio! ¡Maldita la hora en la que salí de casa!- grité mientras Ainoha seguía abrazándome.
- Eh, eh, eh, eso no, ¿vale? Tú a él no le tienes que pedir ayuda para nada. Ya ha hecho bastante. Aquí estamos nosotras, ¿entendido?
Seguí llorando unos minutos abrazada a ella. El chico que le había gustado preguntó que qué me pasaba, a lo que ella contestó sacudiendo la cabeza y yo continué llorando. Exploté. No podía más. Realmente. Ya había tenido suficiente esa semana como para tener que soportar todo aquello esa noche. Y es lo que me pasa. Cada vez que me pasa algo malo se me viene a la cabeza todo lo malo que me ha pasado en la vida. Si, no en esos días, en la vida. Me acuerdo de todo. Soy así. No me entiendo ni yo misma. Y eso que estaba pasando era, sino, como para explotar. Nunca había visto nada así y con quince años todavía no pensaba en verlo. Cuando me pasa algo malo lo tengo que soltar, decirlo todo, de carrerilla. Supongo que por eso se me pasó por la cabeza la idea de llamarle. Si. A él. Pasaron más minutos, más impaciencia, más desesperación. Había transcurrido una hora y media desde que había empezado todo esto. Total, que era la una y media de la madrugada y nosotras seguíamos en la calle. Sandra no despejaba. Todo lo que hacían por ella no servía de nada. Yo, realmente, no pensaba que fuera a servir. Lucía llegó a donde nosotras. Estaba mareada. Amanda y la hermana de Sara venían con Sandra. Ésta, se puso a gritar de nuevo. Parecía que la estuvieran matando. De verdad, nunca había oído gritar así a nadie. Amanda la soltó y la hermana de Sara la dejó caer. Sandra calló de golpe contra el asfalto. Todas abrimos los ojos como platos y alguna se llevó la mano a la boca cuando vimos el porrazo que se acababa de dar. Resoplé. Sandra comenzó a llorar en el suelo, entre gritos.
- Ay dios... -dijo Amanda abalanzándose sobre ella.
La hermana se Sara se acercó también y la intentaron levantar. Sara se acercó y comenzó a gritarle. Se le notaba que no podía más. Nosotras nos acercamos solo un poco. De repente, Sara salió de entre ellas y echó a andar calle adelante.
- Sara, ¡Sara!- grité. Salí corriendo detrás de ella y dejé al resto detrás. Nos miraban.- Sara, ¡espera!- la alcancé y la agarré por el brazo.
- ¡Que no joder, que no! Que se ha roto un diente, ¿vale? Que tiene un golpetazo en la barbilla, ¡que esto no puedo ser!- dijo llorando.
- Lo estamos pasando todas muy mal, ¿vale? Pero tranquila. Sé que esto no es normal y que nunca nos habíamos encontrado ante esta situación, pero se solucionará pronto, ¿entendido?- la abracé.

Capítulo 32: "Explotar"

Empezamos a jugar a un juego en el que una decía una cosa que nunca había hecho y si el resto lo habían hecho tenían que beber. Lo llamamos el "yo nunca". Así a lo tonto, bebían todas. A Ainoha y a mi nos dejaron tomar un vaso de Coca-Cola, aún que al final, Ainoha también bebió un poco de alcohol. Genial. Era yo la única que no estaba bebiendo ni una gota de alcohol. Estaba orgullosa de mi misma. Después de todo... el alcohol me repugna. Seguimos riéndonos y jugando a ese juego. La cosa iba bien, bastante bien. No hacía mucho frío, por lo que mi garganta estaba bien. Dos días después de mi gran puñalada, tuvimos gimnasia. Yo aparecí en el gimnasio con el abrigo puesto, una bufanda, las manos metidas en los bolsillos y una cara de muerta que no podía con ella. En cuanto me vio, la profesora me dijo que me sentara y no hiciera gimnasia. Mejor. Pensaba que no podría salir el Sábado, pero al final estaba bien. Seguimos allí sentadas un rato. Hasta que nos empezamos a mover. La amiga de Amanda, Sandra, que a la vez también era nuestra amiga, cogió una de las botellas nuevas.
- Tía... creo que Sandra ya ha bebido mucho- me dijo Ainoha, que estaba sentada a mi lado.
- Sandra, deja ya de beber, ¿no?- le aparte la mano de las botellas.
- No... que estoy bien, déjame uno más por favor- dijo con voz lenta. Estaba mal.
- No, que no, deja la botella.
La hermana de Sara cogió la última botella que quedaba.
- ¿Pero ya os habéis bebido dos?- dijo sorprendida.
- ¡Si Sandra se ha bebido esa casi ella sola!- dijo Carol.
Ah dios. No nos habíamos dado ni cuenta. Había empezado a beber mucho y no la habíamos parado. Terminaba un vaso y se echaba otro. Espero que eso no fuera a tener repercusiones más tarde.
- Venga, deja de beber ya, vamos a dar un paseo- le dije mientras la levantaba y la alejaba del alcohol.
- ¡Que no! Una más, una más- decía con un vaso en la mano mientras yo me la llevaba medio a cuestas.
Tiraba de ella y no caminaba. Al final tiró el vaso al suelo y se fue conmigo. Tenía que pasarle un brazo por detrás de la espalda para evitar que se callese. Iba mal. Muy mal. Pero se reía y hacía el tonto, así que no me preocupé. Me decía que me quería y me daba abrazos con voz de borracha. Estuvimos al fondo del descampado, donde había una cuerda de eslabones en la que Amanda y Sara se estaban sacando fotos. Llego Lucía que, aún que no había bebido mucho, le estaba sentando mal porque nunca lo hacía. Nos sacamos unas fotos y nos seguimos riendo. Pero había un problema. Cada vez nos costaba más sostener a Sandra. La hermana de Sara llegó y se la llevo a andar y hacer respiraciones que, según ella, era lo mejor para bajar la borrachera. Seguimos por ahí, hablando y dando vueltas. Sara estaba bien, había bebido pero muy poco, de Amanda no sabía casi nada, también había bebido pero no se le notaba. Lucía estaba sentada donde habíamos empezado la noche, estaba algo mareada pero estaba bien. Carol estaba con su novio y un par de amigos de él, pero no estaba bien. Y Sandra... no paraba de dar vueltas con la hermana de Sara. Cada vez nos preocupábamos más. Sandra ya no se reía, solo se apoyaba en la hermana de Sara y daba vueltas a su cabeza. Nos reunimos todos en la cuerda de eslabones. La noche se estaba poniendo fea. Sandra seguía sin despejar y ya había pasado un rato largo. Empezó a llover. Bajamos una pequeña cuesta y nos pusimos debajo de un solar en el que había una farola. De repente, Sandra se derrumbó en el suelo y comenzó a vomitar. Yo estaba hablando con Ainoha y Juan, el novio de Carol, que no daban crédito a lo mal que se estaban comportando todas con Sandra dado el estado en el que se encontraba. Nos giramos de repente. Juan y yo corrimos hacia ella. Juan la levantó para que no se siguiera vomitando encima y yo le aparté el pelo de la cara. El resto ni se acercó. Solo se limitaron a emitir una especia de arcadas producidas por el asco que les daba lo ocurrido. Yo empecé a gritar.
- ¡Pero es que encima no os riáis! ¡Que parece que os interesa más liaros unos cigarros que ayudar a una amiga!
Las sonrisas se quitaron. Amanda se acercó y le ató el pelo a Sandra. Acto seguido, la sentamos en un bordillo con la cabeza echada hacia atrás.
- Sandra, respira, ¿vale? Respira, no pasa nada- le dije.
Estaba muy preocupada. Volví a donde Ainoha que estaba con Lucía. Las dos estaban muy nerviosas.
- Es que yo no puedo ver eso Casandra, por dios... -me dijo Ainoha con cara de querer llorar.
- No pasa nada, no pasa nada, se le ha ido un poco de las manos, eso es todo.
La abracé. Lucía también se estaba preocupando. Carol estaba a lo suyo con su novio. Amanda dejó a Sandra a un lado y siguió a lo suyo con la hermana de Sara, con la que había hecho muy buenas migas. Sara no sabía que hacer. Tres chicos amigos de Juan estaban presentes también. Esa noche se nos iba de las manos, lo que no sabíamos era hasta que punto.

Capítulo 31: "Errores y más errores"

Pasamos la tarde en el centro comercial. Le compraron el regalo de cumpleaños a Sara y un rato antes de coger el autobús nos fuimos a comer algo. Mientras estábamos comiendo lo que pedimos, Hugo me llamó. Me dijo si podía venir hasta donde estábamos nosotros y que luego ya cogíamos el autobús juntos. Le dije que si, sin problemas. Vino y estuvimos charlando todos un rato. Después, nos fuimos a la estación y cogimos los billetes de vuelta. Nos sentamos juntos en el autobús. Estuvimos genial durante los vente minutos que dura el trayecto y después nosotras nos bajamos y él continuó hasta su pueblo. Había sido una buena tarde. Los malos pensamientos se habían ido y la sorpresa me había gustado. Una pena que ahora me quedase sola. Empezaría a pensar y eso no era nada bueno. En fin. Volvía a casa. Hablé con Hugo por la noche y me hizo sentir muy bien. ¿Superaría esto tan pronto? No. Evidentemente no. Os contaré el por qué.
Sábado. Celebración del cumpleaños de Sara. Una noche en la que pensaba que me iba a olvidar de todo por fin y que me iría muy bien. Mentira. Antes de ir a su casa, Ainoha, Lucía, Carol, otra amiga y yo nos fuimos a tomar algo. Cuando llegamos a casa de Sara, Amanda y una amiga de su mismo pueblo ya estaban allí. Al rato llego Celia y la prima se Sara, Ya estábamos todas. Escuchamos un poco de música, le dimos los regalos a Sara y nos sentamos a cenar. Estábamos colocadas en una larga mesa que habían puesto en el salón. Yo estaba en la esquina del fondo, enfrente de Amanda y al lado de Lucía. Sara presidía la mesa. Había de todo. Bollos preñados, pizzas, patatas fritas de todo tipo, sandwiches... Nos servimos bebida. También había de todo tipo. Yo me eché Coca-Cola y Amanda también. Charlamos, comimos y nos reímos como nunca. Yo estaba muy chistosa, a lo que Celia se alegraba. Se había preocupado por mi esta semana y ya me había dicho que quería verme de ese modo siempre.
- Celia, tía, ¡había Nestea y no me avisas!
- Yo que sé, échate hija.
- De verdad...
- Anda, sírveme a mi también- me pidió Amanda.
Me serví a mi y después a ella. El Nestea es mi perdición. Me encanta. Es tan...ligero. Tiene un sabor perfecto. Cuando acabamos de comer, empezamos a ver vídeos graciosos de Youtube en la televisión de plasma con Internet incluido de Sara. Vamos, la envidia de todas las que estábamos en aquella fiesta. Después de reírnos todavía más, llegó la tarta. Era una tarta hecha por la madre de Sara, de fresas y nata. Apagamos las luces y le cantamos el cumpleaños feliz. Acto seguido, y como creo que se hace en todas las fiestas de cumpleaños, Sara apagó las velas. Aplaudimos y encendimos de nuevo las luces. Nos servimos la tarta, que no estaba nada mal, y después nos fuimos todas a la salita del ordenador. Íbamos a jugar a la Wii con un juego de baile que había traído Ainoha, pero al final nos viciamos y mucho al ordenador. Nos estábamos riendo mogollón. Cuando el error de la noche llegó. La madre de Sara nos había dejado solas hasta dentro de un par de horas, así que en casa solo estábamos nosotras y la hermana mayor de Sara.
- Chicas, ¿queréis alcohol? Podemos hacer botellón- dijo la hermana de Sara de repente.
Todas estallaron ante la idea. Menos Celia y yo. Ni ella podía salir de casa, ni yo debía hacerlo. Sus padres no la dejaban salir hasta las doce que tenía que volver a casa y los míos no sabían que saldríamos, no estaba planeado, y podía liarse una buena si me pillaban ellos o mi hermano que podía estar por la calle. Todas pusieron dinero para el bote menos Celia, Ainoha, y yo. Carol, la prima de Sara y su hermana fueron a comprar las bebidas, ya que la hermana de Sara es mayor de edad. Celia no iba a ir, Ainoha no suele beber, y yo no bebo nunca. Me repugna. Estuvimos un largo rato esperando a buscar una idea por si mis padres llaman al teléfono fijo de casa de Sara y no estábamos. Yo no quería salir. Al final lo hicimos. Justo cuando abrimos la puerta apareció la madre de Sara.
- ¿A dónde vais todas?
- Vamos a acompañar a... Silvia, que ya se va. Y de paso damos una vuelta.
- Ah, vale, no volváis tarde.
No pude creer que se lo hubiese tragado. No me lo creí. Salimos. Lucía tampoco podía salir de casa pero  lo estaba deseando. Celia se tuvo que marchar a su casa y Lucía y yo nos agarramos muertas de miedo por si nos pillaban. Fuimos dirección al río donde se celebran los botellones normalmente. Fuimos por la parte de atrás del pueblo para evitar que nos vieran. Al llegar allí, vimos que ya había un botellón. Un cumpleaños. Pasamos como si nada y nos pusimos en un sitio con cemento un poco alejadas de donde estaban ellos. Nos sentamos. Ellas se sirvieron la bebida. A Ainoha y a mi nos dejaron beber Coca-Cola, aún que Ainoha luego se sirvió alcohol. Genial, era la única que no bebía. Orgullosa estaba. Sobre todo por lo que estaba a punto de ocurrir.

Capítulo 30: "Sorpresa, sorpresa"

Llegué a casa después de una mañana dura. Entre al baño y me miré al espejo. "Joder... llevo una cara de qué te pasa Casandra increíble", pensé. Comí y me encerré en mi habitación. No había descansado mucho esa noche pero no me puse a dormir. Siempre sigo que voy a dormir y luego nunca lo hago. Estaba muy enfadada conmigo misma en ese momento. La garganta me dolía cada vez más. Tuve que ponerme una bufanda para ayudar a que no me pusiera peor en días próximos. Estábamos a Martes y el Sábado era la celebración del cumpleaños de Sara. Cenaríamos en su casa y luego haríamos el bobo. Ainoha, Amanda, una amiga, la prima de Sara y yo, nos quedábamos a dormir. Doble diversión. Casi no podía tragar al comer, me dolía demasiado la garganta. "Quién narices me mandará a mi ponerme a gritar en medio del campo y en manga corta", pensé mientras me ponía la bufanda y volvía frente al ordenador. Era lo último que me faltaba, ponerme mala. Para colmo vamos. Me prometí a mi misma cuidarme esos días. Quería estar al cien por cien para la fiesta del Sábado. Íbamos a ir monisimas. Falda, medias, bailarinas... ya me entendéis. Aún que eramos todo chicas siempre nos gusta arreglarnos un poco para los cumpleaños. Estaba deseando que llegase el mío ya. Quiero hacerlo por todo lo alto, aún que no creo que lo consiga. Lo dicho, esa tarde tocaba hablar de lo pasado la noche anterior. Más gente se enteró, más gente me apoyó y aconsejó. Me sentía lo más arropada que se puede sentir una persona en momentos como estos. Me sorprendía lo mucho que se preocupaba la gente por mi. Quizás les importase de verdad. O quizás lo hiciesen solo por cumplir. No lo sé, no quería pensar nada. Mis ojos estaban casi cerrados, mi boca entreabierta y mis ánimos por los suelos. Mi cara debía de ser mortal. La noche fue tranquila, él no me habló, claramente. Seguí hablando con Hugo, me apoyó y me entendió. Dios, gracias. Era lo mejor que podía hacer. Me di una ducha. Mis míticas duchas. La necesitaba y mucho. Música, agua caliente y a relajarse. Me sentó realmente bien. No me dolía tanto la garganta, pero el dolor no paraba del todo. Rezaba para no estar peor al día siguiente. Después de la ducha, recogí y cené. Hambre no tenía, pero comía igual. Instinto. Poco pero cené. Me volví a mi habitación. Casi no había dicho palabra en todo el día. Increíble que mis padres no se hubieran dado cuenta de lo que me pasaba. Eso me decepcionó mucho. Me fui a la cama a la misma hora de siempre. Tarde. Llevaba un tiempo haciéndolo y por eso casi me dormía en las clases. He de tomar medidas. Me costó dormirme, obviamente. Mi cabeza estaba a punto de explotar. Me dolía mucho. Como la noche anterior. La noche anterior... a la mínima tenía que recordarlo. Inevitable.
Siete y media. Suena el despertador. Apagado. Resoplo. Otro día más. ¿Ha sido un sueño? No, que va, todo real. Me levanto, me pongo la bata y voy a desayunar. Mismo procedimiento. Rutina pura y dura. Lo mejor para las depresiones. Que asco. Solo quería que la semana se acabase y punto. En clase, las chicas me seguían animando e intentaban evitar que me viniera abajo. Yo seguía  mal, muy mal. Nunca me había visto así, me daba miedo a mi misma. Seguía alucinando, alucinando en colores.
Se me pasó la semana volando. Quizá fuese porque mi mente estaba en un mundo que no era el de siempre. Quizá fuese porque en toda la semana no hice nada de deberes. Quizá fuese porque... ya no sé que más puedo decir. El caso es que era Viernes, Viernes por fin. Acompañé a Lucía y Ainoha al centro comercial a comprarle el regalo a Sara. Que bien, yo le había regalado el concierto y no me tenía que comer la cabeza. Mira tú que práctico. Cogimos el autobús y en vente minutos estábamos allí. Me vendría bien despejarme. Bajamos del autobús. Allí estaba Carlos, el novio de Lucía, esperando. Hacía una semana que no se veían y no nos importaba para nada que viniera. Le saludamos. Íbamos a echar a andar hacia el centro comercial cuando, de repente, me quedé anonadada. De una de las puertas del fondo de la estación salía Hugo con su guitarra en la espalda. Sonreí y me llevé las manos a la boca. ¡Chás! Un recuerdo de una milésima de segundo pasó por mi mente. Lucía se reía detrás mía. Me giré hacia ella.
- ¿Tú por qué no me cuentas las cosas?- le di un golpe en el brazo.
Las dos nos reíamos.
- Yo también lo sabía- dijo Ainoha sonriendo.
- Os odio.
Dicho esto, y con una fina ironía, me di la vuelta y caminé hacia Hugo que también sonreía. Cuando estuvimos lo más cerca posible, nos besamos. Después del beso le di un abrazo. Dios de mi vida, sorpresón.
- Sorpresa- dijo él.
- Agg, os odio eh- le espeté mientras me reía.
Caminamos hacia el resto y me acerqué a Lucía.
- Gracias, sabes que en el fondo te quiero- le dije. Y le di un beso en la mejilla.
- Os acompaño un cacho y me voy, que tengo que ir a ensayar con el grupo. En el autobús de vuelta nos vemos, ¿vale?- dijo Hugo.
- Perfecto.
Caminamos. Ya no se me quitaba la sonrisa. Después de un par de días Hugo y yo habíamos decidido vernos otra vez. El otro ya no existía para mi. No quería que existiera. Pero esto había sigo una grata sorpresa. De repente se paró, tenía que irse. Nos dimos un beso de despedida y le di las gracias. En serio, gracias. Corrí hacia el resto. Lucía seguía riéndose. Ainoha se reía de ella. Ellas, mis amigas.

Capítulo 29: "Amigos"

- Eh, eh, eh- dijo Lucía mientras se separaba un poco de mi.- No te voy a permitir que llores, ¿entiendes?
Asentí con la cabeza. Me poyé en la mesa a gastar las últimas lágrimas que me quedaban. Entró la profesora. Lucía se fue.
- Casandra, acaba de entrar la profesora y te está mirando- dijo Ainoha.
Me incorporé solo un poco cabizbaja mientras me secaba las lágrimas. Llegó Carol. Me puse contra la mesa de nuevo.
- ¿Qué le pasa a esta?
Ainoha movió la cabeza como queriendo contestar con un "nada" mientras me ponía la mano en la espalda. Más tarde se lo conté. Se quedó un poco fría y luego me preguntó por Hugo. Hablamos durante un rato no recuerdo ya en qué clase. Ya lo sabían más bien todas. La mañana no fue muy buena. No me enteré de nada durante todas las clases que tuvimos y había momentos en los que me quedaba mirando fijamente a un punto en el suelo, pensando... y las lágrimas se apoderaban de mis ojos de nuevo. Entonces reaccionaba y me estremecía en mi silla. Durante toda la mañana tuve apoyo de mucha gente. Todos me notaron un tanto rara. El pequeñín, que es un buen amigo con el que llevo compartiendo clase tres años, no paró de preguntarme que era lo que me pasaba y por qué estaba tan enfadada. Otro de mis amigos de la infancia, que se sienta a mi lado en matemáticas, me dijo lo siguiente.
- Casandra, hoy no eres tú eh.
- Qué no soy...
Aluciné. ¿Tanto se me notaba? Pues sí. Estaba demasiado apagada, no hablaba, no me reía... tampoco quería. Tampoco tenía fuerzas para hacerlo. A cuarta hora teníamos educación física. Baloncesto. Lo odio. Y más ahora que es el deporte estrella del que me ha arruinado. Hicimos cuatro equipos, como siempre. A dos canastas, salía el que perdiera y entraba el siguiente. Solo jugamos un par de veces. En mi equipo jugaba el pequeñín. Nunca le cuento nada, no hablamos mucho fuera de clase porque es de otro pueblo, pero él sabía más o menos lo de este... espécimen. No sabía todo lo que había pasado en estos últimos meses pero si sabía lo ocurrido en un principio.
- Tía, estando así me das miedo.
- ¿Y cómo quieres que esté? ¡Si sois todos iguales!
Hablábamos con alguna sonrisa de vez en cuando mientras el andaba hacia atrás y yo le perseguía.
- ¿Y yo que culpa tengo? Grita o algo, yo que sé.
- ¿Que grite? ¿Estás tonto?
- ¿Por qué no?- dicho esto se puso a gritar.
- Oye pues...- grité en medio del pabellón. El pequeñín me siguió. Vaya risas que nos echamos. Hacía un poco de frío y estaba en manga corta gritando en medio del campo, cosa que luego me pasaría factura. Pero me vino bien. Que chico. Acabamos de hacer gimnasia. Bueno... para lo que hice, no sé ni como llamarlo. Por fin terminó la mañana. Terminó y salimos. Allí estaba Sara.
- ¿Estás mejor Cass?
Le asentí con una pequeña sonrisa. Me dio un beso. Increíble como estaban encima mía hoy. Sabían que lo necesitaba. Ainoha me dijo que quería que saliera hoy. Lucía la apoyó y Carol, que sale siempre, no puso reparo. Los amigos son lo mejor que se tiene en momentos así. Creo que pocas veces he estado de esta manera, por no decir nunca.
- Bueno, tú entonces sales, ¿verdad?- dijo Ainoha.
- No lo sé. Tengo que ir a comprar unas cosas a la librería así que...
- Yo me quedaré en casa haciendo una cosa...- dijo Sara de repente.
La calé enseguida.
- Sales y punto. Luego hablamos por Tuenti y quedamos. ¡Me voy que pierdo el bus!- dijo Ainoha mientras se iba.
Me di la vuelta y caminé con Celia, Sara y Carol. Me haría bien salir. Por lo menos no estaría toda la tarde pensando en cosas que no debería de pensar. Me distraería un rato. Joder, ya lo estaba pensando otra vez. Había momentos en los que estaba hablando con las chicas y mi cabeza se iba al "¿por qué?, ¿por qué?, no me lo creo, imposible". Recordaba los hechos sin ni siquiera darme cuenta. Solo tenía insultos hacia su persona. En el cruce de calles, Celia y Sara siguieron recto tras la advertencia de que me pusiera bien o me matarían, y yo seguí con Carol hasta el portal de mi casa. Estuvimos hablando unos minutos sobre el tema y sobre Hugo. A Carol le interesaba mucho el tema "Hugo", ya que se llevaba muy bien con él últimamente. Tiempo al tiempo. Nos despedimos y subí las escaleras. Me paré. Me agaché un poco apoyándome en uno de los escalones y resoplé. Me pasé las manos por la cara, un gesto que había sido bastante habitual hoy. Buf, que mañanita.

Capítulo 28: "Tocada y hundida"

Pero muchísimo asco eh. Un poco más calmada, seguía sin creermelo. Había dejado que fastidiara mi amistad con Hugo solo por él para ahora hacerme esto. ¡Solo por él! No paraba de llorar. Había dejado su conversación a un lado, finalizada, mientras Lucía me intentaba calmar y Carlos, su novio, me daba algún que otro consejo. En ese momento llegó Hugo. Me habló enseguida preguntándome qué me había pasado. Había leído mis comentarios en Twitter y, la verdad, no eran nada alentadores. Me desahogo mucho en esa red social. Le pedí perdón decenas de veces y le conté lo sucedido. Creo que alucinó un poco. Pero me apoyó. Me apoyó y me dijo que no me preocupara, que no pasaba nada. También añadió que yo solo había hecho lo que sentía y que él estaría bien solo si yo lo estaba. Lloré de nuevo. Diciéndome todo esto yo me sentía más estúpida todavía. Con lo bueno que es Hugo y yo le había hecho esto. Por otro lado me alegré de que reaccionara así. Me hubiera estado muy bien que me hubiese mandado a la mierda, de hecho estaba medianamente preparada, pero no lo hizo. En esos momentos solo me importaba su amistad, lo otro era secundario. Muy secundario. Seguí hablando un rato con él, lo que me calmó bastante. A la vez que hablaba con Susana por mensajes privados sobre esto como de costumbre, uno nuevo me llegó. De desconocido. Algo se me había pasado por la cabeza pero ni cuenta me di. En efecto. Un mensaje larguísimo de su mejor amiga. De la mejor amiga del gilipollas ese. Lo que decía era que él realmente me quería, que ojalá no terminara nuestra amistad de esa manera y que no lo había hecho con mala intención. Y una mierda. En momentos como esos no aceptaba ninguna cosa buena. Hablé un rato con ella de buen rollo pero se lo dejé muy claro. Nunca, jamás de los jamases he perdonado a alguien que me la haya jugado de esa manera. Y él no iba a ser la excepción. No lo quería volver a ver en mi vida. Dios, no se merece los amigos que tiene. Seguro que tarde o temprano les dará la patada. O no. Él ya no era diferente para mi, ya no era el único chico del que me había enamorado, solo era un hijo de puta más.
Siete y media de la mañana. Suena el despertador. Lo apago, me incorporo en la cama y resoplo. Me paso las manos por la cara. La noche anterior me bombardeaba la cabeza. Mi semblante dejaba mucho que desear y mi estado de ánimo estaba, para variar, en el subsuelo. Desayuné con pocas ganas y me fui a vestir. No quería ir a clase. Solo quería quedarme debajo de las sábanas. Abrí el armario y me agaché para elegir la ropa que me pondría. Empecé a llorar. ¿Pero qué cojones? Estaba muy mal. Solo acordarme de lo sucedido ya me hacía seguir hundiéndome más y más. Que panorama. Dejé de llorar y me preparé. Sara llamó a la hora de siempre. Bajé y comenzamos a andar. Sara iba a decir algo pero la interrumpí.
- Me la ha jugado... -dije con la vista fija en el suelo.
- ¿Perdón?- dijo Sara cambiando la cara-. ¿Qué ha pasado Casandra?
Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y mi voz se tornó más ronca. Le conté entre lágrimas lo ocurrido el día anterior mientras caminábamos.
- Ay dios... -me dio un abrazo mientras me secaba las lágrimas.
- Sigo sin creermelo. No entiendo como me ha hecho esto...él.
- No lo pienses por favor. Es un hijo de puta. Ahora ya sabes quien te quiere de verdad y quien estará ahí.
Celia nos esperaba. También le había comentado algo anoche. Twitter me delató.
- ¿Qué tal estás tía?- me abrazó.
No iba a ser una mañana fácil. Para nada. Entré a clase con mi cara de sabe Dios qué. Me senté en mi silla con la mochila aún puesta mirando fijamente a Ainoha.
- ¿Pasa algo?
Me quité la mochila y conteniendome las lágrimas de nuevo, lo conté. Al acabar, me miró a los ojos y me abrazó. Se me cayeron las lágrimas otra vez.
- Lo odio tía, lo odio.
Me separé de ella, hablamos unos segundos y alguien me tapó los ojos con las manos.
- ¿Quién es? ¿Celia?
- No tía- dijo Ainoha riéndose.
Intenté quitarle las manos de mis ojos pero no pude. En ese momento supe quien era.
- ¿Lucía?
Bingo. Cuando dije su nombre, quitó las manos de mis ojos. Me di la vuelta y la abracé enseguida. Las lágrimas volvieron a aparecer y yo le dije al oído en un susurro acompañado de un sollozo entrecortado.
- Que hijo de puta.

Capítulo 27: "Increíblemente cierto"

Llegué a casa con la cabeza echa un lío. Que malo es pensar. Solo quería dormirme y fue lo que hice. A la mañana siguiente nos levantamos y fuimos a recoger a Sara. Fueron otras cuatro horas de viaje de vuelta a casa. Estábamos muy cansadas pero seguíamos hablando de la pedazo de noche que habíamos pasado. Nos iba a costar olvidarlo en mucho tiempo. El viaje pasó y llegamos de nuevo a casa. Dejamos a Sara en su casa con la idea de que mañana empezaban las clases de nuevo. Que pereza. En casa, terminé algún que otro deber y me puse con el ordenador. Deshice la maleta, me di una ducha y me distraje. Fue una tarde normal, sin incidencias. Y como ya he dicho, esa tarde. Porque lo que se me venía encima nadie lo podría haber predicho nunca. Por la noche hablé con el susodicho. Me preguntó qué tal estaba y cómo me sentía. "Sigue preocupándose por mi", pensé. Ya... pero yo no sabía lo que quería. En un momento de la noche me lancé y le dije que le quería a él. Si señores si. Sin más. Así se lo dije. No me lo podía creer casi ni yo. Le dije que Hugo era un muy buen amigo y que me había tratado bastante bien todo este tiempo, por eso no quería seguir mientiendole porque, de alguna forma, es lo que estaba haciendo. Lo que no me esperaba era su respuesta. El señorito me dijo que él seguía enamorado de mi, que nunca había dejado de sentir lo que sentía por mi y que nunca había dejado de pensar en mi. Anonadada me quedé. No sabía para nada que él siguiera sintiendo aquello por mi y supongo que eso me dio alas. Le dije que hablaría con Hugo cuanto antes y le contaría lo que pasara. Iba a ser duro pero le había cogido demasiado cariño como para saber que seguir con esto no llevaría a ningún sitio. Incluso me llamó por teléfono esa noche. Él, el sin nombre. Me sorprendió, mucho. Me dio alas. Lo repito. Me dio alas. Volé muy alto. Muy alto. Yo no sabía que en cualquier momento me iba a dar la mayor ostia contra el suelo que os podáis imaginar.
A la mañana siguiente me levante con una pequeña sonrisa en la boca. ¿Enserio? No sabía si me estaba equivocando o no, pero por ahora era lo que iba a hacer. Esa misma noche hablaría con Hugo y dejaría paso a todo lo que me había dicho antes el sin nombre. Me sentía mal por otro lado. No quería hacerle esto a Hugo, pero no podía seguir. Durante la mañana pensé en él, en Hugo y en como le diría la situación. Ainoha me aconsejó y decidí definitivamente hablar con él cuanto antes. Hugo era un buen chico y sabía que, aun que le iba a molestar mucho, igual me entendía. Llegó la hora de irse. Había sido un día normal, no muy duro. Era un rollo tener que volver a la rutina después de unas vacaciones tan geniales, pero era lo que tocaba. Llegué a casa, comí y me conecté. Hugo estaba ahí. Lo iba a hacer ahora. Antes hablé con Ainoha y le dije los planes que tenía en mente. Me dijo que si era lo que yo quería y sentía que lo hiciera. Lo hice. Se lo dije en ese momento. Me puse muy mal. Muy de bajón. Muy jodida. Es mi amigo. Él se lo tomó... aparentemente bien. Mostró comprensión e incluso quiso ver una esperanza futura. Dios, que cielo de chico. Pensaba que estaba haciendo lo correcto pero en el fondo me jodía mucho tener que hacerlo. Lo único que quería era que nuestra amistad no se fuera a la mierda. Él se fue y yo me quedé rayada y hablando con Ainoha que me brindó su apoyo. Como no sabía que hacer en ese momento, copié la conversación con Hugo y se la envié al otro para que viera lo que acababa de hacer. Por él. La que se armaría... Por la noche se conectó y lo primero que hizo fue preguntarme qué tal estaba. ¿Quién? No tiene nombre. Ya sabéis. Le conté que no estaba muy bien por haberle hecho a Hugo lo que le había hecho y, esperando comprensión, fue esto lo que me contestó.
- Igual, si no sigues acordándote de mi, es mejor que te vayas con Hugo.
- ¿Enserio...?
- No sé... yo te quiero, mucho, pero no me puedo permitir el lujo de hacerte daño. Por eso pienso que deberías estar con Hugo antes que conmigo.
Flipé. Flipé en colores. Los ojos se me llenaron de lágrimas leyendo cosas como esas. Que no íbamos a estar como antes y que nada iba a ser igual. ¿Perdón? Empecé a temblar. Mucho y cada vez más. No podía reaccionar de ninguna de las maneras. ¿De verdad estaba leyendo aquello? ¿De verdad la persona en la que más había confiado me había dejado cagarla con Hugo para darme la patada? Increíble. Increíble pero cierto. Le llamé de todo. Le insulté todo lo que pude y más, me desahogué entre temblores y lágrimas. Al mismo tiempo se lo contaba todo a Lucía que me pedía calma muy seriamente. Su novio, Carlos, también me habló tras una serie de comentarios míos vía Twitter no muy bonitos. Comprender mi estado de ánimo. Se lo conté a él también. Seguía sin creermelo. Él, la persona a la que había dado tanto y por la que había dejado todo dándome la patada. Haciendome esto. Sin un por qué razonable, sin una explicación. Seguía temblando. Cada vez más y más. Daba vueltas por la habitación pero no podía calmarme. Salí a beber agua pero seguía igual. En mi vida había temblado como lo hacía en se momento. Por un instante pensé que me iba a dar algo, lo juro.
- Espero que me perdones algún día.
- Déjame.
- Lo siento...
- Olvídame.
Si, eso era lo que quería justamente. Que se olvidase de mi para siempre. Que no volviera a aparecer por mi vida nunca más. Seguía igual. Lucía se había preocupado mucho porque no paraba de temblar. Pasó un rato y me sosegué. Volví a hablarle. Esta vez para llamarle de todo. Volví a llorar. Mucho. Le dije todo lo habido y por haber. Y con razón. Le pedí que desapareciera de mi vida, que no quería volver a verlo nunca jamás y que se olvidara de que existo. Me dijo que lo haría. Punto y final. Lo juro. ¡Lo juro! No quería sabe nada más de él. Ni de su vida ni de nada. En esos momentos solo me importaba que mi amistad con Hugo se hubiera podido ir a la mierda por culpa de un gilipollas que me había dejado joderlo todo. Después de tanto, después de todo... no me lo creía. Seguía sin poder creermelo. Mi mejor amigo. Ante todo, mi mejor amigo. Y era la realidad. Mi mejor amigo dándome la mayor puñalada trapera de mi vida. La confianza da asco. La confianza da mucho asco. Y justamente era el único sentimiento que tenía yo hacia él. Asco. Mucho asco.

Capítulo 26: "Y lo que queda"

- ¡Un minuto!
- ¡Uno!
Otro de nuestras amigas madrileñas iba gritando los minutos que faltaban para el cumpleaños de Sara y yo le hacía los coros.
- Las doce, ¡felicidades!
Ya era oficialmente su cumpleaños. Le dimos besos, abrazos y felicitaciones. Empezamos a cantarle el cumpleaños feliz, pero justo en ese momento comenzó a sonar a todo volumen el single del grupo y la gente se puso como loca a cantar. Cuando acabó, cantamos de nuevo para que los chicos se percataran de que había una cumpleañera entre nosotros. Ya pasaban las doce. Un chico famosillo de los que ayudaban a controlar el gallinero, amigo del grupo, se nos acercó.
- ¿Sois menores?
Nosotras asentimos con la cabeza. Él frunció el ceño.
- Que si. Ella cumple hoy dieciséis y yo tengo quince- dije un poco sin creerme que nos estuviera tomando por mayores de edad.
Sara le enseñó el carnet de identidad y pasó.
- ¿Te enseño el mío?- el chico me miro de arriba a abajo, se despreocupó y contestó.
- Anda pasa. Es que sois todas muy altas.
Mi hermana Lara venía detrás.
- Yo creo que no hace falta que te enseñe nada- nos reímos.
Al parecer, a partir de las doce de la noche no podía haber menores en el local, así que nos dejaron avanzar en la cola. Ya les veíamos. Estábamos en frente. Que ganas. Sonaba una canción que se había puesto muy de moda a causa del baile de un futbolista. Uno de los chicos del grupo se puso a bailarla.
- ¡Que te motivas!- le grité.
Me miró y me sacó la lengua.
- ¡Que tío!- me reí.
Nos dejaron pasar. Sara, Lara, la madrileña y yo. Entré delante de Sara y me acerqué a su favorito.
- Hey...mira quién está aquí-dije mientras mostraba a Sara.
Mientras se saludaban y la felicitaban yo fui hacia mi favorito y le di un abrazo del copón seguido de dos besos. Charlamos un minuto y fui a saludar al resto. Intercambié pequeñas conversaciones con cada uno y cuando estaba saludando al amor platónico de Sara, levanté la vista y vi al favorito de mi hermana, el que se motiva tanto, muy serio y con los brazos cruzados.
- Tú ya no vengas a saludarme eh, total, para qué...
Me reí y fui a darle un abrazo. Él sabía de más quién era yo gracias a las redes sociales y yo a él ya lo conocía desde hace mucho tiempo. Cuando me acerqué se echó un poco para atrás sonriendo.
- ¡Anda!
Se rió y nos dimos un abrazo espectacular. Casi me espachurra. Que amoroso el chico. El representante, que era el que sacaba las fotos, nos pidió que nos colocáramos. Me fui corriendo a donde mi favorito y eché a mi hermana de su lado. Sin más. Nos juntamos como pudimos. Eramos muchos.
- No cabéis- dijo haciendo gestos con las manos indicando que nos apretáramos más.
- Ven, que nos ponemos tú y yo ahí abajo- me dijo mi platónico amado.
Pero otro de los chicos ya se había colocado en el suelo.
- Bueno, pues cámbiate a mi derecha.
Lo hice. Nos agachamos un poco y miramos a la cámara. Antes de que saliera la foto, mi amado me agarró por la cintura. Ay... morí por un instante. Como tenía mi chaqueta en la otra mano, solo se me ocurrió colocar mi mano sobre la suya, que estaba en mi cintura. Que momentazo. Y que fotaza. Los únicos que salimos bien. El representante le hizo una foto más a mi hermana y su favorito, a ellos y la madrileña, a Sara y su amor y a mi amado y yo. Nos despedimos de ellos, prometiéndonos volver a vernos pronto de nuevo, y nos fuimos. Al subir las escaleras para salir a la calle vi a Sara llorando de la alegría y a mi hermana flipando en colores.
- ¡Dios! ¡Que me ha llamado por mi nombre!- dije en un alarde de locura.
Nos reímos entre nosotras y comenzamos a contar todo lo que acababa de pasar. Mis padres nos esperaban. Tuvimos que llevar a Sara de nuevo a la casa donde se quedaba a dormir. No paramos de hablar del momento que habíamos vivido en todo el trayecto. Estábamos muy felices. Había sido una noche fantástica. Paramos y bajamos de los coches. Nos sacamos las ultimas fotos y volvimos a casa. A la mañana siguiente vendríamos a buscar a Sara y nos iríamos de vuelta a casa. Durante el camino me acordé de Hugo. La verdad, no se cómo ni por qué, pero como me acordé me entraron ganas de enviarle un mensaje. Me había dicho que lo hiciera. Y así lo hice. En ese momento me importaba más Hugo que el susodicho. Yo no entendía nada. Pero nada de nada. Ojalá se me aclarasen pronto las ideas porque sino, íbamos a acabar mal. Oye, ni que predijera el futuro.

Capítulo 25: "Felicidades"

Me volví a ver con Hugo una tarde más. Esta vez estuvimos con Sara y Ainoha. Fue más genial aún que la última vez. Es una monada. Pero un problema se acercaba y me comía la cabeza. El innombrable volvía a mi mente a ratos. Mis amigas me decían que era normal, que no me preocupara, pero yo iba más allá. Les hice un poco de caso. Llega Nochevieja. Treinta y uno de diciembre. Nos vamos al pueblo de mis tíos a cenar. En la más pura montaña. Me tiré la gran parte de la tarde pensando y escuchando música. Combinación explosiva. Cenamos y llegaron las doce. Un año nuevo. Un año en el que mi verdadero propósito es no cometer los mismos errores cometidos el año pasado. Yo me sentía igual. Tenemos otro año, ¿y qué? Las cosas siguen igual. Cogí mi móvil y comencé a enviar mensajes. Diez en total. Entre ellos estaban Hugo y el sin nombre. Sorpresa... Cuando pillé cobertura vi un mensaje. Justo a las doce de la noche, ni un minuto más, ni un minuto menos. Un bonito mensaje de año nuevo de Hugo. ¡De Hugo! No sabía si lo había hecho a posta pero a mi me tocó la fibra. Pero claro... yo como una tonta esperando un mensaje de otra persona que nunca llegó. ¿Por qué? Eh, ¿por qué? Soy estúpida. Salía a la calle, puse música y me senté en la escalera de la casa. Negaba todo el rato con la cabeza. En realidad sabía que me estaba equivocando, pero estaba ciega. Parece que no quería ver que tengo para mi a un chico genial y bueno... y yo pienso en otro. Me rayé. Dios, aclárame las ideas de una vez, por favor.
Día de Reyes. Ya tengo la maleta hecha. Nos vamos a Madrid. Por fin llega el día en el que vamos a ver a nuestro grupo de música favorito. Sara es la primera vez que los ve, es su regalo de cumpleaños. Salimos por la mañana temprano. El viaje fue una locura al principio, pero teníamos demasiado sueño como para seguir hablando. Llegamos a Madrid. Sara tuvo que quedarse en mi casa hasta que nuestra amiga viniera a buscarla por la noche. En mi casa no había sitio. Al día siguiente nos íbamos a Getafe, al concierto, así que teníamos que descansar.
Con los nervios me desperté a las nueve de la mañana pero me volví a dormir. Después, a eso de las doce, un mensaje me despertó. Abrí el móvil y vi un "buenas días, princesa" seguido de una carita sonriente que llevaba el nombre de Hugo. Sonreí y me tiré en la cama de nuevo cual adolescente en una nube. Que rico. Que ciega. Le contesté y me quise dormir de nuevo pero no lo conseguí. Por la tarde nos fuimos a casa del tío y primas de mi madre. Después de la visita volvimos a casa, cogimos las entradas y nos fuimos a Getafe. Cada vez estaba más nerviosa. Normal. Allí ya estaban todas esperando. Sara y yo nos dimos un abrazo y comencé a saludar a mucha gente. Fotos con unos, fotos con otros, besos con unos, besos con otros... A las ocho nos pusimos en la cola para entrar. Cuando entramos, compramos las entradas VIP y nos fuimos a dentro. Fila ocho. Que pedazo de teatro. Sara estaba nerviosa, todavía no se lo creía. Yo tenía muchas ganas de verles y estaba loca también. Se apagaron las luces. Suena la música. "Elevate". Sara da un salto. Yo me estremezco. Se abre el telón. Salen poco a poco los chicos y comienzan a cantar. Sara se desata. Se emociona pero no llega a llorar. Mis ojos se llenan de lágrimas pero tampoco caen.
- Sara, ¡no me salen las lágrimas!
Se ríe. Euforia total. El concierto fue espectacular. Sara estaba tan nerviosa que me dejó a mi su cámara Reflex nueva. Yo me lo pasé genial sacando fotos. Las había de principal eh... Preciosos. Después de saltar, cantar, abrazarnos y casi llorar, se acabó. Salimos del teatro y allí estaban mis padres. Mientras les contábamos la trola de que nos habían regalado las entradas VIP, no me dejaban comprarlas, vi a Diego, el chico que cantaba en el grupo "3+2".
- ¡Sara! ¡Diego, el de 3+2!- y eché a correr.
Sara salió como una bala detrás de mi y Lara igual. Nos sacamos una foto con él. Que guapo era. En ese momento todo el mundo comenzó a bajar la calle. Se iban a la discoteca donde se hacían las entradas VIP. Corrimos detrás de la multitud. Un montón de gente se juntó en la puerta de un local llamado "El Refugio" y nos fueron llamando una por una. Al entrar, nos dieron una chapa con la foto de los chicos en la que ponía "MEET & GREET" y un vale por un refresco. Después de ir al baño, nos cogimos nuestra bebida y anduvimos por la discoteca esperando a que los chicos llegaran. No sabemos como, ni por donde, pero los chicos llegaron. Se pusieron en un lado un poco cerrado del local para sacarse fotos con las fans una por una. Nosotras no los vimos pero la larga cola que se había formado no dejaba lugar a dudas de que estaban allí. Así que nos colocamos también, contando los minutos para las doce, el cumpleaños de Sara. Con un poco de suerte justo después de las doce avanzaríamos hasta llegar a donde los chicos. Regalazo el mío.