Capítulo 28: "Tocada y hundida"

Pero muchísimo asco eh. Un poco más calmada, seguía sin creermelo. Había dejado que fastidiara mi amistad con Hugo solo por él para ahora hacerme esto. ¡Solo por él! No paraba de llorar. Había dejado su conversación a un lado, finalizada, mientras Lucía me intentaba calmar y Carlos, su novio, me daba algún que otro consejo. En ese momento llegó Hugo. Me habló enseguida preguntándome qué me había pasado. Había leído mis comentarios en Twitter y, la verdad, no eran nada alentadores. Me desahogo mucho en esa red social. Le pedí perdón decenas de veces y le conté lo sucedido. Creo que alucinó un poco. Pero me apoyó. Me apoyó y me dijo que no me preocupara, que no pasaba nada. También añadió que yo solo había hecho lo que sentía y que él estaría bien solo si yo lo estaba. Lloré de nuevo. Diciéndome todo esto yo me sentía más estúpida todavía. Con lo bueno que es Hugo y yo le había hecho esto. Por otro lado me alegré de que reaccionara así. Me hubiera estado muy bien que me hubiese mandado a la mierda, de hecho estaba medianamente preparada, pero no lo hizo. En esos momentos solo me importaba su amistad, lo otro era secundario. Muy secundario. Seguí hablando un rato con él, lo que me calmó bastante. A la vez que hablaba con Susana por mensajes privados sobre esto como de costumbre, uno nuevo me llegó. De desconocido. Algo se me había pasado por la cabeza pero ni cuenta me di. En efecto. Un mensaje larguísimo de su mejor amiga. De la mejor amiga del gilipollas ese. Lo que decía era que él realmente me quería, que ojalá no terminara nuestra amistad de esa manera y que no lo había hecho con mala intención. Y una mierda. En momentos como esos no aceptaba ninguna cosa buena. Hablé un rato con ella de buen rollo pero se lo dejé muy claro. Nunca, jamás de los jamases he perdonado a alguien que me la haya jugado de esa manera. Y él no iba a ser la excepción. No lo quería volver a ver en mi vida. Dios, no se merece los amigos que tiene. Seguro que tarde o temprano les dará la patada. O no. Él ya no era diferente para mi, ya no era el único chico del que me había enamorado, solo era un hijo de puta más.
Siete y media de la mañana. Suena el despertador. Lo apago, me incorporo en la cama y resoplo. Me paso las manos por la cara. La noche anterior me bombardeaba la cabeza. Mi semblante dejaba mucho que desear y mi estado de ánimo estaba, para variar, en el subsuelo. Desayuné con pocas ganas y me fui a vestir. No quería ir a clase. Solo quería quedarme debajo de las sábanas. Abrí el armario y me agaché para elegir la ropa que me pondría. Empecé a llorar. ¿Pero qué cojones? Estaba muy mal. Solo acordarme de lo sucedido ya me hacía seguir hundiéndome más y más. Que panorama. Dejé de llorar y me preparé. Sara llamó a la hora de siempre. Bajé y comenzamos a andar. Sara iba a decir algo pero la interrumpí.
- Me la ha jugado... -dije con la vista fija en el suelo.
- ¿Perdón?- dijo Sara cambiando la cara-. ¿Qué ha pasado Casandra?
Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y mi voz se tornó más ronca. Le conté entre lágrimas lo ocurrido el día anterior mientras caminábamos.
- Ay dios... -me dio un abrazo mientras me secaba las lágrimas.
- Sigo sin creermelo. No entiendo como me ha hecho esto...él.
- No lo pienses por favor. Es un hijo de puta. Ahora ya sabes quien te quiere de verdad y quien estará ahí.
Celia nos esperaba. También le había comentado algo anoche. Twitter me delató.
- ¿Qué tal estás tía?- me abrazó.
No iba a ser una mañana fácil. Para nada. Entré a clase con mi cara de sabe Dios qué. Me senté en mi silla con la mochila aún puesta mirando fijamente a Ainoha.
- ¿Pasa algo?
Me quité la mochila y conteniendome las lágrimas de nuevo, lo conté. Al acabar, me miró a los ojos y me abrazó. Se me cayeron las lágrimas otra vez.
- Lo odio tía, lo odio.
Me separé de ella, hablamos unos segundos y alguien me tapó los ojos con las manos.
- ¿Quién es? ¿Celia?
- No tía- dijo Ainoha riéndose.
Intenté quitarle las manos de mis ojos pero no pude. En ese momento supe quien era.
- ¿Lucía?
Bingo. Cuando dije su nombre, quitó las manos de mis ojos. Me di la vuelta y la abracé enseguida. Las lágrimas volvieron a aparecer y yo le dije al oído en un susurro acompañado de un sollozo entrecortado.
- Que hijo de puta.

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