Capítulo 27: "Increíblemente cierto"

Llegué a casa con la cabeza echa un lío. Que malo es pensar. Solo quería dormirme y fue lo que hice. A la mañana siguiente nos levantamos y fuimos a recoger a Sara. Fueron otras cuatro horas de viaje de vuelta a casa. Estábamos muy cansadas pero seguíamos hablando de la pedazo de noche que habíamos pasado. Nos iba a costar olvidarlo en mucho tiempo. El viaje pasó y llegamos de nuevo a casa. Dejamos a Sara en su casa con la idea de que mañana empezaban las clases de nuevo. Que pereza. En casa, terminé algún que otro deber y me puse con el ordenador. Deshice la maleta, me di una ducha y me distraje. Fue una tarde normal, sin incidencias. Y como ya he dicho, esa tarde. Porque lo que se me venía encima nadie lo podría haber predicho nunca. Por la noche hablé con el susodicho. Me preguntó qué tal estaba y cómo me sentía. "Sigue preocupándose por mi", pensé. Ya... pero yo no sabía lo que quería. En un momento de la noche me lancé y le dije que le quería a él. Si señores si. Sin más. Así se lo dije. No me lo podía creer casi ni yo. Le dije que Hugo era un muy buen amigo y que me había tratado bastante bien todo este tiempo, por eso no quería seguir mientiendole porque, de alguna forma, es lo que estaba haciendo. Lo que no me esperaba era su respuesta. El señorito me dijo que él seguía enamorado de mi, que nunca había dejado de sentir lo que sentía por mi y que nunca había dejado de pensar en mi. Anonadada me quedé. No sabía para nada que él siguiera sintiendo aquello por mi y supongo que eso me dio alas. Le dije que hablaría con Hugo cuanto antes y le contaría lo que pasara. Iba a ser duro pero le había cogido demasiado cariño como para saber que seguir con esto no llevaría a ningún sitio. Incluso me llamó por teléfono esa noche. Él, el sin nombre. Me sorprendió, mucho. Me dio alas. Lo repito. Me dio alas. Volé muy alto. Muy alto. Yo no sabía que en cualquier momento me iba a dar la mayor ostia contra el suelo que os podáis imaginar.
A la mañana siguiente me levante con una pequeña sonrisa en la boca. ¿Enserio? No sabía si me estaba equivocando o no, pero por ahora era lo que iba a hacer. Esa misma noche hablaría con Hugo y dejaría paso a todo lo que me había dicho antes el sin nombre. Me sentía mal por otro lado. No quería hacerle esto a Hugo, pero no podía seguir. Durante la mañana pensé en él, en Hugo y en como le diría la situación. Ainoha me aconsejó y decidí definitivamente hablar con él cuanto antes. Hugo era un buen chico y sabía que, aun que le iba a molestar mucho, igual me entendía. Llegó la hora de irse. Había sido un día normal, no muy duro. Era un rollo tener que volver a la rutina después de unas vacaciones tan geniales, pero era lo que tocaba. Llegué a casa, comí y me conecté. Hugo estaba ahí. Lo iba a hacer ahora. Antes hablé con Ainoha y le dije los planes que tenía en mente. Me dijo que si era lo que yo quería y sentía que lo hiciera. Lo hice. Se lo dije en ese momento. Me puse muy mal. Muy de bajón. Muy jodida. Es mi amigo. Él se lo tomó... aparentemente bien. Mostró comprensión e incluso quiso ver una esperanza futura. Dios, que cielo de chico. Pensaba que estaba haciendo lo correcto pero en el fondo me jodía mucho tener que hacerlo. Lo único que quería era que nuestra amistad no se fuera a la mierda. Él se fue y yo me quedé rayada y hablando con Ainoha que me brindó su apoyo. Como no sabía que hacer en ese momento, copié la conversación con Hugo y se la envié al otro para que viera lo que acababa de hacer. Por él. La que se armaría... Por la noche se conectó y lo primero que hizo fue preguntarme qué tal estaba. ¿Quién? No tiene nombre. Ya sabéis. Le conté que no estaba muy bien por haberle hecho a Hugo lo que le había hecho y, esperando comprensión, fue esto lo que me contestó.
- Igual, si no sigues acordándote de mi, es mejor que te vayas con Hugo.
- ¿Enserio...?
- No sé... yo te quiero, mucho, pero no me puedo permitir el lujo de hacerte daño. Por eso pienso que deberías estar con Hugo antes que conmigo.
Flipé. Flipé en colores. Los ojos se me llenaron de lágrimas leyendo cosas como esas. Que no íbamos a estar como antes y que nada iba a ser igual. ¿Perdón? Empecé a temblar. Mucho y cada vez más. No podía reaccionar de ninguna de las maneras. ¿De verdad estaba leyendo aquello? ¿De verdad la persona en la que más había confiado me había dejado cagarla con Hugo para darme la patada? Increíble. Increíble pero cierto. Le llamé de todo. Le insulté todo lo que pude y más, me desahogué entre temblores y lágrimas. Al mismo tiempo se lo contaba todo a Lucía que me pedía calma muy seriamente. Su novio, Carlos, también me habló tras una serie de comentarios míos vía Twitter no muy bonitos. Comprender mi estado de ánimo. Se lo conté a él también. Seguía sin creermelo. Él, la persona a la que había dado tanto y por la que había dejado todo dándome la patada. Haciendome esto. Sin un por qué razonable, sin una explicación. Seguía temblando. Cada vez más y más. Daba vueltas por la habitación pero no podía calmarme. Salí a beber agua pero seguía igual. En mi vida había temblado como lo hacía en se momento. Por un instante pensé que me iba a dar algo, lo juro.
- Espero que me perdones algún día.
- Déjame.
- Lo siento...
- Olvídame.
Si, eso era lo que quería justamente. Que se olvidase de mi para siempre. Que no volviera a aparecer por mi vida nunca más. Seguía igual. Lucía se había preocupado mucho porque no paraba de temblar. Pasó un rato y me sosegué. Volví a hablarle. Esta vez para llamarle de todo. Volví a llorar. Mucho. Le dije todo lo habido y por haber. Y con razón. Le pedí que desapareciera de mi vida, que no quería volver a verlo nunca jamás y que se olvidara de que existo. Me dijo que lo haría. Punto y final. Lo juro. ¡Lo juro! No quería sabe nada más de él. Ni de su vida ni de nada. En esos momentos solo me importaba que mi amistad con Hugo se hubiera podido ir a la mierda por culpa de un gilipollas que me había dejado joderlo todo. Después de tanto, después de todo... no me lo creía. Seguía sin poder creermelo. Mi mejor amigo. Ante todo, mi mejor amigo. Y era la realidad. Mi mejor amigo dándome la mayor puñalada trapera de mi vida. La confianza da asco. La confianza da mucho asco. Y justamente era el único sentimiento que tenía yo hacia él. Asco. Mucho asco.

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