Capítulo 18: "Aprender nunca está de más"

Estoy en clase. Me está mirando. Espera. Sí, sí, me está mirando. Que vergüenza. Le sonrío y miro hacia delante de nuevo. Estamos en clase de Sociales. Hoy toca explicación. Se enrolla como las persianas. No me gusta la historia y este curso es todo historia. Lo único que me interesa es la "Guerra de la Independencia" y aún queda bastante para llegar. Si es que llegamos. Bajo la cabeza y miro el libro. Hay algo escrito en la mesa: "Casandra, Cas, Casita, es muy tontita". Me río. Era su letra. Me giro y le digo en voz baja.
- Muy bonito eh. Eres un infantil- señalo las letras.
Se ríe. Me río y me giro de nuevo. Que majo. En fin. No presto mucha atención a la explicación del profesor. Es muy pero que muy serio. A veces tiene sus puntos graciosos pero no deja de ser el profesor de Sociales y no deja de dar "miedo". La mayoría no están atendiendo. A veces le miran por miedo a que él les esté mirando. Pero nada. Poca preocupación. Asco de Lunes. Aún que por fin había acabado la semana. La anterior. Había sido horrible. Llego a casa. Huelo macarrones. "¡Yuhuuu!" Mi comida favorita.
- Hola mamá- le doy un beso.
- Hola hija, ¿qué tal el día?
- Bien- siempre contesto lo mismo.
Me siento. Tengo un plato repleto de macarrones con chorizo frito, huevo cocido y tomate. Que delicia. Mi hermana también se ha sentado. Me levanto de nuevo y voy a la nevera.
- Lara, ¿quieres queso?
- ¡Si!
Cojo dos trozos de queso. De estos que vienen envueltos en un plástico. Me siento y le doy el otro a mi hermana.
- Gracias.
Lo abro, lo corto en tiras y luego le hago un corte por el medio. Otra rutina. Rutina macarrónica. Pongo el queso por encima de los macarrones y llevo el plato unos segundos al microondas para que se funda. Le echo un poco más de tomate y listo. A comer. Comemos mientras vemos la televisión. Mi madre hace cosas por la cocina, mi padre ya se ha ido y mi hermano ya sabéis, de viaje. Terminamos. Son las tres casi. Mi madre se va a trabajar. Me voy a mi habitación y enciendo el ordenador. Tengo que dejar de hacer esto. Me entretengo demasiado. Mejor dicho, me vicio demasiado. Cinco de la tarde. Empiezo los deberes. Frases de Lengua, enlaces de Física y Química... A las seis y media y después de unos cuantos gritos le doy el ordenador a mi hermana. Mientras, remato los deberes, copio los apuntes de matemáticas para el examen del Viernes y hago cosas por la habitación. Cenamos. Llegan casi las diez y voy a pedirle el ordenador a mi hermana. Se me pone tontita y no me lo quiere dar. Uy... ¿por qué es tan borde con trece mierdas de años que tiene? Odio que me toreen. Odio que me vacilen. Me pongo muy nerviosa. Me siento en la cama a ver la tele esperando a que me lo de. Me apaga la tele. Pero que coño... empieza a gritar y llega mi padre. Se me queda mirando con el semblante serie y firme. Me da unos cuantos gritos y me obliga a irme de la habitación y dejarla sola. Me voy y me encierro dando un portazo. Dios que nerviosa estoy joder. Cojo el móvil. Música, necesito música. Es como una medicina para mi. Busco en la lista de reproducción. Son canciones antiguas porque es el móvil que tenía antes, pero me sirve. La Fuga. Ya se han separado. Ahora es Rulo y la Contrabanda y La Fuga sin el cantante. Rulo vino aquí. Me pilló en Madrid. Fue una gran putada. Eso me servirá. La Fuga. Pongo el volumen casi a tope. Y me siento de mi peculiar forma en la silla del escritorio. Siempre suelo poner la música en un volumen considerable pero estaba lo demasiado furiosa y agobiada como para que me importase nada. Miré de un lado a otro, furiosa. Muy furiosa. Me levante y fui a la estantería. Un folio. Cogí un boli y me senté otra vez. Puse el boli firme en frente de la hoja y comencé a escribir. A sacar todo lo que sentía. Salían las palabras solas. La música ayudaba mucho, muchísimo. Nunca me había sentido o así. Cada acorde de la canción hacía una frase mía sobre ese papel. Los textos salían solos. Uno terminado. Sonrisa. Una raya para separar y empiezo otro. Y así hasta cinco. Cantaba frases de la esas canciones, recordaba momentos, giraba la cabeza en señal de que me estaba justando lo que escribía, sonreía de vez en cuando... como riéndome de la vida. al principio me había agobiado mucho. Estas son las típicas situaciones en las que todo explota por una pequeña chispa. Dejé de escribir. Ya tenía entradas suficientes para el blog. Me sentía... bien. No salí de la habitación. Seguí con mi música. Seguí con La Fuga. Notaba tanta energía. Me hubiera gustado irme de casa en ese instante pero en vez de hacerlo lo escribí. Sería mejor. Que bien me sentía. Estaba alucinando. Bendita música, bendita escritura. Esta noche iba a ayudar mucho a la gente. Sí. Y no solo a la gente, si no a mi misma. En efecto.

Capítulo 17: "Apóyate"

Ha sido una mala semana. De las peores que recuerdo en algún tiempo. Todo el mundo está triste. Todos me lo cuentan. Yo también estoy mal. Pero intento ayudarles. Por ellos, por mí. Por mis propios asuntos. Semana agobiante. Exámenes, trabajos, deberes, acostarse a las tantas, broncas, problemas... Llega el fin de semana. Deseadisimo. Pues uno de los peores. Aún que solo por las noches. Noches sensibleras.
Lucía llevaba mal toda la semana. Nos apoyamos la una a la otra. Más que nunca. Mensajes, comentarios, privados... Nos contábamos cosas pero nunca nos habíamos sincerado tanto como esta semana. Me sentía muy arropada, sobre todo por ella. Quería que estuviera bien. De echo, nunca la había visto tan mal. Ella también quería que yo estuviera bien a pesar de que ella no lo estuviese. Joder, que buena era.
La noche del Viernes fue la peor. Nos reunimos Sara, Amanda y yo en un tinychat. Acabamos las tres llorando como magdalenas. Vivimos a diez minutos y nos vemos una vez cada mes, dos... nos conocimos y unimos gracias a un cantante y amigos en común. El día que nos vimos por primera vez fue genial. Sara y yo hablábamos todos los días en clase de Amanda. Eramos geniales.  Hacía ya un año y mucho de eso. Pero nos habíamos distanciado un poco, aún que seguíamos viéndonos. Recordaron momentos, recordaron a personas... Gente que yo todavía no había visto en persona y a la que quería demasiado. Como Susana. Susana... la conocí hace poco más de un año gracias a un extraño mundo en el que me embarqué. Lo único bueno que tuvo. Lloré. Lloré por no poder abrazarla, por lo tenerla conmigo. No habíamos parado de hablar ni un instante, desde el principio. Siempre está ahí. Aún que sean más de 500 kilometros. Para lo que necesitas, te ayuda, te aconseja y te da cariño. Es mucho en mi vida. Sencillamente genial. Cambiamos las dos juntas. Avanzamos las dos juntas. No sé que haría sin ella. Lloramos y lloramos las tres juntas. Amanda, Sara y yo. Esa noche. Pensando y recordando. Decidimos vernos la semana próxima y pasarnoslo genial como siempre lo hacíamos. Prometido.
Sábado noche. Llorera de nuevo. Pero esta vez no era por ellas, si no por él. Me habló. Pensaba que ya se iba todo a la mierda otra vez. En efecto. Dijo cosas que me hicieron sentir mal. Y llorar y llorar y llorar. Joder, yo no quería llorar. Con la noche anterior me llagaba de sobra. Que rabia todo. Llore bastante y durante un buen rato. Pero decidí dejar de hacerlo. Mejor dicho, se calmo el asunto. La cosa no avanzaba para nada. Ni para adelante ni para atrás. Tampoco quería pensar en nada. Esta relativamente bien sin tener que pensar en eso también. Bah, me desconecté. Era ya tarde y me quería ir a dormir. Estaba muy cansada. Me acosté y cogí mi libro. "Tengo ganas de ti." Casi una hora y me lo terminé. "¡Noooo!" No quería terminármelo. Estaba genial. Pero todas las historias tienen un fin. Bueno, habrá que esperar a la película. Apunté unas cuantas frases y párrafos del libro que me gustaban. Llevaba todo el libro apuntando frases. Eran demasiado buenas. Después de esto apagué la luz y me dormí. Tanta llorera y tristeza me hizo caer redonda en mi almohada.
Dos y pico del medio día. Como necesitaba esto. Mi madre me grita desde la cocina que la comida está en la mesa. Analicemos. A parte de que todavía seguía un poco dormida, estaba bien. No me sentía mal ni nada. ¿Cabeza? Mierda. Me acordé de todo. Me acordé de él. Nada. Fuera. No pensar. Mente fría. Me fui a comer. Comí y me llené. Últimamente mi madre me ceba mucho. Voy a empezar a ir a correr con Lucía o algo, que seguro que se apunta. Mi hermano ya se había ido. Una "excursión". No volvía hasta el Sábado. Genial. Más libertad esta semana. Aún que sabía que esta semana me tenía que poner las pilas. Por lo menos en matemáticas. El Viernes tenía examen y tenía que aprobarlo y con nota. El cuatro del otro examen no me había hecho demasiada ilusión. Tenía que aprobar la asignatura si o si. Reto propio. Ojalá lo consiga. ¿Cuántas cosas a la vez estaban pasando esta semana? Por fin se terminaba. Domingo. Domingo de relax. Nunca había querido tanto que llegara un Lunes. Realmente esta semana había estado llena de líos, problemas, apuros... para que luego digan que ser adolescente es fácil. Ya... que lean esto, a ver que les parece.

Capítulo 16: "¡Que no lo sé!"

Ni yo misma podía entender lo que me estaba pasando. ¿Cómo iba a poder explicárselo a él? Cada vez que me pedía algún tipo de explicación yo me agobiaba más y más. Como cuando el profesor de matemáticas te pregunta y repregunta una de esas largas fórmulas matemáticas que nunca lograste ni entender ni memorizar. Lo mismo. Así me sentía yo. No salía de mi el tratarle amablemente o simplemente el querer hablar con él. Y no sabía por qué. No sentía nada. Estaba fría. Ni pena, ni odio... nada. Por más que intentaba expresar el más mínimo sentimiento era incapaz de hacerlo. Como si de un día para otro, acondicionado por los sucesos, alguien hubiera apretado un botón en mí y me hubiera apagado sentimentalmente hablando. Completamente. ¿Por qué no dejarlo en que soy adolescente? Eso solía siempre arreglar muchas cosas. Demasiado fácil. Todo fue muy rápido. Él se comió mucho la cabeza. Yo me sinceré sobre lo poco que sabía sobre mí misma. Él se lo tomó como un final. Yo... cada vez me daba a entender peores cosas. Si no tenía nada claro sus pequeñas acciones tampoco ayudaban mucho. Tablón Tuenti. Su tablón. Canción. Canción de fin. Maldita Nerea. "Verso acabado, punto." ¿Qué entendía yo por eso? ¿Alguien me lo quiere explicar, por favor? ¡No! Es que no sé que narices hago intentando buscar una explicación a todo esto. ¿Para qué? Estaba todo muy claro. Más claro agua. Él también estaba deseando perderme de vista. Ahora que le había dado una pequeña opción, lo había pensado. Igual que al principio. El principio... No fue capaz de saber y descubrir lo que sentía por si solo. "Si yo no le hubiera dicho lo que sentía..." ¿Cuántas veces me he hecho esa misma pregunta? Al igual que ahora. Piensa sobre lo que le dicen, no sobre sí mismo. Tiene sentimientos en modo off. Hasta que alguien les va dando energía para que lleguen a modo on. Y ese alguien era yo. Y no una, si no dos veces. Pero esta iba ya a ser la última. ¿Qué más pensar? Ya no sabía que pensar. Solo sabía que no quería hablar con él, no quería que me agobiara con llamadas, no quería privados a las siete de la mañana, no quería que me dijese que estaba enamorado... porque era mentira. No mentira porque yo lo dijera, mentira porque salió de su boca. No de la mía. Sin más. Basta. Basta ya, ¿no? ¿Iba a darle más vueltas aún? ¡Que comedura de cabeza! ¿Estoy bien? No lo sé. No sé como me siento. ¡Es que no siento nada! Era como si los sentimientos en mi se hubieran esfumado. Solo la música me hacía reaccionar. "Llamadas, mensajes, aumentan las ganas de acortar un plazo, las ganas de besarte, de darte un abrazo..." "Entiende que no quise equivocarme, que no quise lastimarte, simplemente he comenzado otra vez..." Versos y frases. Frases y versos que no llevaban a ningún sitio. ¿A quién hacer caso? A mí misma. Claramente. Si estaba vacía por dentro no iba a ser yo la que intentara crear sentimientos artificiales. No. No ahora. Ni ahora ni nunca. No a partir de ahora. Había cosas mucho más importantes.

Capítulo 15: "Sorprenden los sentimientos"

Fue una noche de locuras y buenos momentos. Sonrisas y caricias. Besos y juegos. Se podría decir que una de las mejores noches de mi vida. Así fue. A las dos y cuarto de la madrugada llegó Carol y nos fuimos a su casa. Nos dormimos a eso de las tres de la mañana. Antes nos preparamos y comimos algo. Charlamos hasta que se nos cerraban los ojos y decidimos dormirnos.
Ocho de la mañana. Ya teníamos que estar en pie. La madre de Carol se iba a trabajar y lo aprovechamos para que el pobre desdichado que había dormido en la bodega pudiera subir a casa. Y así fue. Otra mañana de frenesí. Yo medio dormida cual hoja mecida por el viento. Él incansable en estar conmigo. Se me cerraban los ojos pero el insistía. Sus razones tenía. En unas horas todo esto se acabaría y se iría de vuelta a su lugar. Una hora, dos horas, tres horas, cuatro horas...juntos. Una de la tarde. Llega la despedida. Me preparo. Recojo mis cosas y me despido de Carol. Él me acompaña hasta abajo. Un beso apresurado en el ascensor. Le regalo una pulsera para que me recuerde cuando no esté con él. Me lo agradece con un abrazo. Se abre la puerta. Salgo. Nuestras manos están unidas todavía. En sus ojos veo lágrimas. Mi mirada está perdida en un infinito incansable. Último beso. El último. Me despido y se cierra la puerta. Doy un paso atrás, despacio. Se ha ido. Miro abajo y respiro. Noto como una presión en el pecho. Respiro de nuevo. Me dirijo a la puerta del portal. La abro con un empujón fuerte y preciso para salir antes de que la puerta vuelva a cerrarse y pueda golpearme. Ando lentamente. Me tapo la cara con las manos. Bajo las cuatro escaleras y miro a todos lados. ¿Y ahora qué? Sigo mi camino tapando la cara todo el rato. Suspirando. Resoplando. Mirando hacia atrás por si volvía. Sigo mi camino. Lento. Nunca había andado tan lento estando sola. Siempre suelo ir como una bala. Llego a casa. Vuelta a todo lo que aborrecía. Comí y no recuerdo muy bien lo que hice. Lo único que recuerdo es que quería dormir. Descansar de todo lo que había pasado estos últimos dos días. Me acosté después de comer y puso la alarma del móvil a las cuatro y media. Me sentía fatal. Cayeron algunas lágrimas antes de dormirme, pero estaba demasiado cansada como para malgastar tiempo llorando. Me dormí enseguida.
Me desperté a las cinco y media por una llamada perdida. ¿Y la alarma? Miré el móvil y asombrosamente la alarma estaba desactivada. "¿Soy sonámbula?" Buf, que bien me vinieron esas horas de sueño. Estaba mucho mejor y a medida que pasaba el tiempo me sentía mejor. Muchos recuerdos volvían a mi mente y se iban sin decir nada pero no hacía nada por echarlos. ¿Para qué? No me molestaban. Los siguientes días pasaron geniales. Hablábamos por teléfono y parecía que cada vez estábamos más...no sé que palabra poder utilizar. Pero no todo es bueno. Empezamos a hablar mucho. Mucho. ¿Eso no era bueno? Eso mismo pensaba yo hasta que ese "mucho" se convirtió en "demasiado".
Hubo una noche crucial en el tema que os voy comentando. Once y pico casi doce. Mi grupo favorito de música sale en la tele. Euforia total. Grabo sus actuaciones. Las subo inmediatamente a youtube. Mi favorito del grupo me contesta diciendome que soy la mejor y que muchas gracias. Muero. Instantáneamente muero. Hablando con una amiga de Madrid por teléfono. Decido hacer Twitcam, cam instantánea a través de Twitter, para compartir el momento con la gente. Ya había decidido antes hacer una y era el momento perfecto. Dejo a mi amiga al teléfono para centrarme en la Twitcam. Empieza a entrar gente conocida. Les saludo a todos, nos reímos y nos lo pasamos genial. La verdad es que sí. Me lo estaba pasando genial. Lo nunca hecho. Que gran gente tenía a mi lado. Como saber que todo esto se iba a torcer. Llega él. Todo bien. Entró en la Twitcam. Genial. Irónicamente. Me pidió que dejara de estar con mis amigas en la Twitcam para ponerle la cam a él. ¿Perdón? ¿He leído bien? ¿Que deje a mis amigas para estar contigo? Que mal vas. Siguió insistiendo pero yo seguí en mis trece de decirle que no, que estaba muy agusto con mis amigas. Al cabo de un rato me había tocado un poco la fibra y justo llegaron mis padres, así que corté toda comunicación vía WebCam. El seguía insistiendo e insistiendo. Yo seguía con mi "no" rotundo hasta que se fue. Casi que me alegré. ¿Qué narices acababa de pasar? ¿Yo alegrandome de que se fuera? Algo no iba bien. Sabía que lo había hecho con la mejor intención del mundo, pero buscandole el mal sentido a las cosas pensé en todo. Enserio, ¿qué había pasado? Mientras le decía a Susana algo de la situación. Era la primera que sabía de esta historia y era mi confidente hacía ya un año. Susana es de Zaragoza, nunca la he visto, pero la confianza que transmite y lo buena persona que es lo compensan todo. Me dijo que no me preocupase por nada, que yo me lo había pasado bien y era lo único que importaba. En parte llevaba razón. De repente, Tuenti. Era él. Abrí la conversación. Cerré Tuenti como en un acto reflejo que me sorprendió hasta a mí. ¿Qué se supone que acababa de hacer? Me estaba asustando a mi misma. La cosa no iba bien. Una posible tontería se estaba convirtiendo en algo muy serio. No me lo podía creer casi no yo.

Capítulo 14: "Existe de verdad"

Toda la tarde juntos. Tarde de besos, caricias, abrazos, sonrisas y mucha felicidad. Había momentos en los que cerraba los ojos y no me podía creer que estuviera allí. Increíble. Como él. Una noche fantástica. Que digo fantástica... ¡una de las mejores de mi vida! Nunca vi tan buen rollo en este pueblo. Llegó la cena. Cenamos en el local de Carol. Nos reunimos un grupito: Lucía y su novio, Sara, Ainoha, Carol, el novio de Carol y nosotros dos. Carol hacía de camarera a veces ayudando a hacer las pizzas y repartiendoselas a la gente que hacía el tonto por allí. Su novio se sentaba a veces con nosotros y a veces iba a hacerle una pequeña visita a su novia. En un sillón Lucía y su novio. En el sofá de al lado nosotros. Al lado de "los enanos", Lucía y su novio, Ainoha y Sara cada una en sus respectivas sillas. Cada uno con un trozo de pizza.
- ¡Ah! ¡Quema!
Risas. Nunca me había hablado con Carlos, el enano de Lucía, como aquella noche. Mi enano, por llamarlo de alguna manera, se había entendido perfectamente tanto con mis amigas como con sus acompañantes. Eso me sentó realmente bien. Charlábamos, nos reíamos mogollón y hacíamos mucho el tonto. Los trozos de pizza corrían de los platos a nuestras manos en milésimas de segundo.
- ¿Alguien quiere pizza de pimiento rojo?
- ¿Pimiento rojo? ¿Enserio?- dijo Carlos con cara de asco.
- ¡Que aaaasco!- dije yo riéndome.
- Un día tenéis que venir a mi casa y hacemos una cena como dios manda. Con barbacoa o pizzas.
- Pero que no sean de pimiento eh.
Nos reímos. Que buen rollo había. Cuando las pizzas se acabaron le atacamos al chocolate y a la Coca-Cola. Entre todos nos bebimos una botella entera de Coca-Cola y nos comimos dos tabletas de chocolate que volaban de unos a otros dándonos unos golpes considerables y muy graciosos. Que bien me sentía. Me sentía muy pero que muy agusto en esa atmósfera de compañerismo que habíamos creado en tan poco tiempo. A eso de las diez y media nos fuimos todos del local al río. Allí sería el botellón. Nos sacamos unas fotos antes de llegar al lugar. Que bien lo estábamos pasando nosotros solos. Nuestro grupito.
- ¿Y si nos quedamos aquí y no vamos hasta el bote?
- No...sería mucho marginamiento.
Nos reímos de nuevo y fuimos a donde se celebrara el botellón. O como yo lo llamo: la concentración de adolescentes deseosos de beber alcohol en cantidades extremas por razones que desconozco. Lo que viene siendo beber por beber. El botellón se concentraba en un banco debajo de una farola al lado de un muro. Nosotros nos pusimos en las vallas que daban a la orilla del río, enfrente del banco un poco desplazados a la derecha. Lo que viene siendo marginados. Pero lo pasábamos tan bien. Hicimos muchas locuras y hubo momentazos para recordar. Y lo mejor es que los estaba viviendo con él. La cantidad de recuerdos bonitos que iba a tener. De repente, en ese mar de buen rollo y risas un grito nos puso alerta.
- ¡Que viene la policía!
- ¿¡La policía!?- dije yo mirándoles a todos de hito en hito.
- ¡Correr!
No me dio tiempo a decir nada más cuando me encontraba corriendo detrás de los enanos que iban agarrados de la mano y corriendo, como nosotros. A su lado iban Ainoha y Sara riéndose. Las acompañó Lucía, que no paraba de reírse por muy grave que pudiera llegar a ser el problema. Paramos de correr. Lucía se reía una cosa loca. Yo me reía tan bien. Nos reíamos todos. El veterano en estas cosas se nos acercó y dijo lo siguiente.
- ¿Por qué corréis? Es a los primeros a por los que van a ir, a por los que corren. En todo caso de que viniera la policía que, hoy, todavía no ha venido.
Nos miramos aliviados. Nos seguíamos riendo caminando a nuestro sitio de nuevo y comentando la jugada. Carol y su  novio no estaban, se habían ido un rato solos. Luego se lo contaríamos. Poco a poco la noche se fue consumiendo. Hubo un momento en el que no sabíamos de donde había salido tanta gente y ya nos estábamos agobiando un poco. Pero aguantamos hasta que se fue dispersando todo. Llegaron las doce y media de la noche. Lucía y Ainoha dormían juntas esa noche y tenían que irse ya. Sara se iría también y a Carlos tenían que venir a buscarle. Acompañamos a Lucía y Ainoha a la plaza donde les esperaba el coche en  marcha.
- Me lo he pasado genial esta noche, ¡ya hablamos!- me dijo Lucía mientras me daba dos besos.
Una última sonrisa de despedida y se van. Carlos llamó a sus padres para que le vinieran a buscar. Esperamos unos veinte minutos a que llegarán allí, con él. Charlando de buen rollo. Llegaron. Dos besos a mi y a Sara, un apretón de manos y un "encantado" a mi acompañante. Mi acompañante. Que mal sonaba. Tengo que buscarle un nombre realista. Su propio nombre no estaría nada mal.
- Yo me voy también- dijo Sara.
- Te acompañamos- le contesté.
Su casa estaba cruzando la plaza así que no había complicación. Nos despedimos de ella. Y de repente me di cuenta. Solos. Solos de nuevo. Casi la una de la noche y más de una hora para nosotros solos en una noche que se antojaba perfectamente perfecta.

Capítulo 13: "No existen los imposibles"

Subo las escaleras. Saco las llaves. Sonrío. Me paso las manos por la cara y respiro hondo. Meto la llave en la cerradura y abro.
- ¡Hola!- mi padre está justo en frente de la puerta. Me da un beso.
- ¿A dónde has ido?
- He ido a ayudar a colocar el local a Carol. Al final vamos a cenar allí porque somos muchas.
- ¿Cómo muchas?- dice mi madre desde la cocina. Me acerco a allí cojo un vaso de agua para beber un poco de agua.
- Ya sabes: Sara, Ainoha, Lucía, Carol y yo.
- Ah, vale. Nosotros vamos al pueblo.
- Bueno, yo no duermo aquí.
Y salgo de la cocina. Nerviosa. Como si por algún casual al verme ellos tuvieran que saber con quién he estado y qué he hecho. Entro en mi habitación. Me quito la chaqueta y tiro las llaves y el móvil a la cama. Saco la silla de debajo del escritorio y me siento a mi manera. Con la espalda apoyada en el armario y los pies en la cama vacía de mi hermana. Miro al frente. Sonrío. ¿Cuántas veces sonrío al día últimamente? Incontables. Me sentía genial y a la vez nerviosa. La de cosas que pueden pasar en unos pocos días. Cojo el mp3 pero un grito desde la cocina me hace dejarlo donde estaba. A comer. Fue la comida más corta de mi vida. No escuché a nadie, no miré la tele...solo me acordaba de él. Quería terminar rápido para poder estar con él.
Ducha. Ducha de pensamientos y sonrisas debajo del agua. Que tonta me sentía. Pero una tonta contenta. Justo al salir del baño suena el teléfono fijo.
- ¿Si?
- Casandra, soy Carol. Que en vez de pasarte a las cuatro y media vamos a en punto.
- ¿Cómo? Ni de coña, no me da tiempo. Son casi las cuatro y acabo de salir de la ducha- de repente se pone él al teléfono.
- Vas a salir a las cuatro, ¿verdad que si?
Sonrío.
- Pues no, porque no me va a dar tiempo. Así que no insistas.
Después de discutir un poco logré dejar la hora como estaba. Sinceramente, no me daría tiempo. Además ya había quedado con Sara a las cuatro y media y pasaba de cambiarle la hora. Que por cierto se acababa de enterar de todo el temita. Ahora. Increíble. Tampoco se muy bien los motivos del por qué no se lo conté. Pero daba igual. Ya le pedí una especie de perdón. Quizá se lo debería de haber contado. Ahora no quiero pensarlo. Lo sabe y punto. Ahora tenía otra incógnita muy grande. ¿Qué me pongo? Yo y mis incógnitas importantisimas. Soy muy desastre para estas cosas. Me pongo nerviosa por nada y no me doy decidido. Si al final siempre me acabo poniendo lo mismo. Como me gusta complicarme. Cuantas veces lo tendré que decir. Zapatos tipo "conver" bajos de cuadros azules, blancos...pantalón vaquero claro que, según Sara, me realza la figura, y camiseta blanca con letras azules. Está loca. En algo menos de treinta minutos ya estoy lista. Que nervios más tontos joder. Diez minutos antes de y media suena el telefonillo. Es Sara. Bajo con la mochila de ropa. Que no se me olvide de que hoy duermo con Carol.
- Hola- hacia ya tres días que no nos veíamos.
Estuvimos hablando un rato, entre otras muchas cosas, del tema que le interesaba tanto a ella como a mi. Eran casi y media. Decicidimos ir caminando despacio hasta la salida de la calle para ver si les veíamos. Carol vendría con él. Justo al llegar al fondo de la calle aparecieron. Sonrío. Me sonríe. Sara le saluda y le da dos besos.
- Tenemos que ir al cuartel, he quedado allí con estos a las cinco. Pararemos en la casa de la cultura hasta esa hora- dice Carol.
Siempre lo hacemos. Como hay wi-fi no salimos de ahí casi nunca. Una pena que yo no tenga wi-fi en el móvil. Soy la única que está siempre mirando las alpabardas mientras ellas se conectan. Llegamos allí y nos sentamos en las escaleras. Sara se sienta a mi lado, Carol unos escalones más abajo.
- ¡Pero deja al chabal que se siente al lado de Casandra mujer!
- Ay perdón, perdón- dice Sara mientras se separa lo suficiente de mi como para que él se siente a mi lado.
Me río. Son de lo que no hay. Se sienta a mi lado. Me quito la mochila de la espalda y la dejo en el escalón, a mi lado. Llevo desde primero de la E.S.O con la misma mochila. Estoy en cuatro. No le he cogido asco ni nada. Está ya un poco vieja pero me gusta igual. Miro al frente. Suspiro. Carol ya está con el wi-fi. La miro. De repente él busca mi mano. Sonrío. Le ayudo a encontrarla y las entrelazamos. Le miro. Me mira. Es todo tan increíble. Nunca me lo hubiera imaginado. Él y yo. Manos entrelazadas. Mirándonos a los ojos como dos bobos. Seremos dos bobos. Pero nos queremos.

Capítulo 12: "Sonrisas"

Lunes. 7:00 de la mañana. Me despierto. Sincronización. Él coge el tren y yo me despierto. Miro la hora. "Madre mía que sueño..." Me giro. Cierro los ojos. Tiemblo. Escalofríos. Abro los ojos de nuevo. "Em...¿qué?" Los cierro lentamente. O se me cierran. Un nuevo escalofrío. Me incorporo en la cama. "¿Se puede saber que pasa?" Muevo mis brazos como intentando relajarme. Sé lo que pasa. Me tumbo de nuevo y cierro los ojos. Lo mismo. Vueltas. Derecha, izquierda, boca abajo, boca arriba. No puedo. Las diez, y media, las once... "Anda que para un día que puedo dormir..." Los nervios me agobian, me aprietan. 11:30. Suena la alarma del móvil. "¡Por fin!" Me levanto. ¿Qué voy a hacer en la cama a parte de dar vueltas? Desayuno. Todo muy lentamente. A mi ritmo. Voy al armario. No sé que ponerme. Siempre el mismo dilema. Mientras me decido hago la cama. Hoy toca. En casa solo estamos yo y mis hermanos que ya están despiertos. Que ganas. Al final me decido por unos legins negros, camiseta de manga larga blanca con rayas plateadas y zapatos negros. Sin más. Me peino con la misma rutina de siempre. Ojos, colonia y lista. Suena el telefonillo.
- ¿Sí?
- ¡Baja!
- Voy.
Carol. Que nervios. Ella no sabe que yo sé que él está aquí. Me encanta complicarme. Recto, izquierda, recto, derecha, izquierda y le veré. Tiemblo cada vez más. Me pongo la chaqueta, cojo el móvil, llaves y bajo. Último tramo de escaleras. Veo a Carol grabándome con el móvil. "Que miedo". Así, sin más.
- ¿Que se supone que haces?
- ¡Aaaaah! Baja.
Sigo bajando las escaleras cada vez más lentamente. Sonrío con cara de miedo. No entiendo nada. Salgo por la puerta.
- ¿Me vas a decir ya por qué me grabas?
De repente se le va la mirada hacia la derecha. Me giro sin pensarlo. Acto reflejo. Y de repente, él. Abro mucho los ojos. Cara de sorprendida. Las manos en la cara.
- ¡Ay dios mío!- digo con las manos en la cara. Le miro. Me giro. Doy vueltas sobre mi misma. No me lo creo. Él sonríe. Yo sigo con las manos en la cara. "Buuuuf, ¡sorpresa total!". Caminamos. Llega el novio de Carol. En medio de la calle y justo al lado de mi casa no sería para nada prudente demostrar las ganas que teníamos de vernos. Andamos. Izquierda. Recto. No paramos de mirarnos y sonreír. Carol se me acerca.
- Vaya sorpresa eh... soy una pedazo de amiga, lo sabes.
Nos reímos.
- Lo sé, gracias.
La sonrisa no se me quita. Que nervios. Llegamos al local. Nuestros amigos que tienen el grupo ya están allí para el concierto de por la noche. Ayudamos a subir los instrumentos. Todos arriba. Pasa un instante y él y yo solos. Sin nadie más. Nos miramos. Abrazo. Su calor. Sus brazos recorriendo mi espalda. Por fin. Cierro los ojos y solo dejo correr el tiempo. Se separa un poco. Le miro, me mira. Por fin, sus ojos en los míos. Los míos en los suyos. Y el beso. Sentir sus labios después de tanto sufrimiento. Sensaciones increíbles recorrieron mi cuerpo en ese instante. Nos concentramos en ese beso que tanto apuramos pero que al final llegó. Y llegó de forma preciosa. Suspiro. Me apoyo en su pecho y agacho un poco la cabeza. Me da un beso. Suspiro de nuevo. Me abraza con más fuerza. "Por fin. Gracias." El abrazo se prolonga más y más. "Me pasaría así la vida entera." Me gusta ir despacio. Cuanto más mejor. Más bonito. Más intenso. Entra Carol. Nos sonríe.
- Nada, nada...vosotros a lo vuestro.
Reímos. "Gracias amiga." Otro beso. Nos fundimos el uno en el otro. Su olor, su forma de abrazarme, de besarme... Todo era nuevo. Sentimientos nuevos. Emociones nuevas. Él.  Todo. Todo, él. Me sentía tan bien. Aliviada, sin nervios. Temblaba aun que yo no lo notaba. Él sí. No me quería soltar. De alguna manera quería transmitirle que le quería para mí. Sin soltarle no se iría. Mensajes tipo yo.