Capítulo 31: "Errores y más errores"

Pasamos la tarde en el centro comercial. Le compraron el regalo de cumpleaños a Sara y un rato antes de coger el autobús nos fuimos a comer algo. Mientras estábamos comiendo lo que pedimos, Hugo me llamó. Me dijo si podía venir hasta donde estábamos nosotros y que luego ya cogíamos el autobús juntos. Le dije que si, sin problemas. Vino y estuvimos charlando todos un rato. Después, nos fuimos a la estación y cogimos los billetes de vuelta. Nos sentamos juntos en el autobús. Estuvimos genial durante los vente minutos que dura el trayecto y después nosotras nos bajamos y él continuó hasta su pueblo. Había sido una buena tarde. Los malos pensamientos se habían ido y la sorpresa me había gustado. Una pena que ahora me quedase sola. Empezaría a pensar y eso no era nada bueno. En fin. Volvía a casa. Hablé con Hugo por la noche y me hizo sentir muy bien. ¿Superaría esto tan pronto? No. Evidentemente no. Os contaré el por qué.
Sábado. Celebración del cumpleaños de Sara. Una noche en la que pensaba que me iba a olvidar de todo por fin y que me iría muy bien. Mentira. Antes de ir a su casa, Ainoha, Lucía, Carol, otra amiga y yo nos fuimos a tomar algo. Cuando llegamos a casa de Sara, Amanda y una amiga de su mismo pueblo ya estaban allí. Al rato llego Celia y la prima se Sara, Ya estábamos todas. Escuchamos un poco de música, le dimos los regalos a Sara y nos sentamos a cenar. Estábamos colocadas en una larga mesa que habían puesto en el salón. Yo estaba en la esquina del fondo, enfrente de Amanda y al lado de Lucía. Sara presidía la mesa. Había de todo. Bollos preñados, pizzas, patatas fritas de todo tipo, sandwiches... Nos servimos bebida. También había de todo tipo. Yo me eché Coca-Cola y Amanda también. Charlamos, comimos y nos reímos como nunca. Yo estaba muy chistosa, a lo que Celia se alegraba. Se había preocupado por mi esta semana y ya me había dicho que quería verme de ese modo siempre.
- Celia, tía, ¡había Nestea y no me avisas!
- Yo que sé, échate hija.
- De verdad...
- Anda, sírveme a mi también- me pidió Amanda.
Me serví a mi y después a ella. El Nestea es mi perdición. Me encanta. Es tan...ligero. Tiene un sabor perfecto. Cuando acabamos de comer, empezamos a ver vídeos graciosos de Youtube en la televisión de plasma con Internet incluido de Sara. Vamos, la envidia de todas las que estábamos en aquella fiesta. Después de reírnos todavía más, llegó la tarta. Era una tarta hecha por la madre de Sara, de fresas y nata. Apagamos las luces y le cantamos el cumpleaños feliz. Acto seguido, y como creo que se hace en todas las fiestas de cumpleaños, Sara apagó las velas. Aplaudimos y encendimos de nuevo las luces. Nos servimos la tarta, que no estaba nada mal, y después nos fuimos todas a la salita del ordenador. Íbamos a jugar a la Wii con un juego de baile que había traído Ainoha, pero al final nos viciamos y mucho al ordenador. Nos estábamos riendo mogollón. Cuando el error de la noche llegó. La madre de Sara nos había dejado solas hasta dentro de un par de horas, así que en casa solo estábamos nosotras y la hermana mayor de Sara.
- Chicas, ¿queréis alcohol? Podemos hacer botellón- dijo la hermana de Sara de repente.
Todas estallaron ante la idea. Menos Celia y yo. Ni ella podía salir de casa, ni yo debía hacerlo. Sus padres no la dejaban salir hasta las doce que tenía que volver a casa y los míos no sabían que saldríamos, no estaba planeado, y podía liarse una buena si me pillaban ellos o mi hermano que podía estar por la calle. Todas pusieron dinero para el bote menos Celia, Ainoha, y yo. Carol, la prima de Sara y su hermana fueron a comprar las bebidas, ya que la hermana de Sara es mayor de edad. Celia no iba a ir, Ainoha no suele beber, y yo no bebo nunca. Me repugna. Estuvimos un largo rato esperando a buscar una idea por si mis padres llaman al teléfono fijo de casa de Sara y no estábamos. Yo no quería salir. Al final lo hicimos. Justo cuando abrimos la puerta apareció la madre de Sara.
- ¿A dónde vais todas?
- Vamos a acompañar a... Silvia, que ya se va. Y de paso damos una vuelta.
- Ah, vale, no volváis tarde.
No pude creer que se lo hubiese tragado. No me lo creí. Salimos. Lucía tampoco podía salir de casa pero  lo estaba deseando. Celia se tuvo que marchar a su casa y Lucía y yo nos agarramos muertas de miedo por si nos pillaban. Fuimos dirección al río donde se celebran los botellones normalmente. Fuimos por la parte de atrás del pueblo para evitar que nos vieran. Al llegar allí, vimos que ya había un botellón. Un cumpleaños. Pasamos como si nada y nos pusimos en un sitio con cemento un poco alejadas de donde estaban ellos. Nos sentamos. Ellas se sirvieron la bebida. A Ainoha y a mi nos dejaron beber Coca-Cola, aún que Ainoha luego se sirvió alcohol. Genial, era la única que no bebía. Orgullosa estaba. Sobre todo por lo que estaba a punto de ocurrir.

Capítulo 30: "Sorpresa, sorpresa"

Llegué a casa después de una mañana dura. Entre al baño y me miré al espejo. "Joder... llevo una cara de qué te pasa Casandra increíble", pensé. Comí y me encerré en mi habitación. No había descansado mucho esa noche pero no me puse a dormir. Siempre sigo que voy a dormir y luego nunca lo hago. Estaba muy enfadada conmigo misma en ese momento. La garganta me dolía cada vez más. Tuve que ponerme una bufanda para ayudar a que no me pusiera peor en días próximos. Estábamos a Martes y el Sábado era la celebración del cumpleaños de Sara. Cenaríamos en su casa y luego haríamos el bobo. Ainoha, Amanda, una amiga, la prima de Sara y yo, nos quedábamos a dormir. Doble diversión. Casi no podía tragar al comer, me dolía demasiado la garganta. "Quién narices me mandará a mi ponerme a gritar en medio del campo y en manga corta", pensé mientras me ponía la bufanda y volvía frente al ordenador. Era lo último que me faltaba, ponerme mala. Para colmo vamos. Me prometí a mi misma cuidarme esos días. Quería estar al cien por cien para la fiesta del Sábado. Íbamos a ir monisimas. Falda, medias, bailarinas... ya me entendéis. Aún que eramos todo chicas siempre nos gusta arreglarnos un poco para los cumpleaños. Estaba deseando que llegase el mío ya. Quiero hacerlo por todo lo alto, aún que no creo que lo consiga. Lo dicho, esa tarde tocaba hablar de lo pasado la noche anterior. Más gente se enteró, más gente me apoyó y aconsejó. Me sentía lo más arropada que se puede sentir una persona en momentos como estos. Me sorprendía lo mucho que se preocupaba la gente por mi. Quizás les importase de verdad. O quizás lo hiciesen solo por cumplir. No lo sé, no quería pensar nada. Mis ojos estaban casi cerrados, mi boca entreabierta y mis ánimos por los suelos. Mi cara debía de ser mortal. La noche fue tranquila, él no me habló, claramente. Seguí hablando con Hugo, me apoyó y me entendió. Dios, gracias. Era lo mejor que podía hacer. Me di una ducha. Mis míticas duchas. La necesitaba y mucho. Música, agua caliente y a relajarse. Me sentó realmente bien. No me dolía tanto la garganta, pero el dolor no paraba del todo. Rezaba para no estar peor al día siguiente. Después de la ducha, recogí y cené. Hambre no tenía, pero comía igual. Instinto. Poco pero cené. Me volví a mi habitación. Casi no había dicho palabra en todo el día. Increíble que mis padres no se hubieran dado cuenta de lo que me pasaba. Eso me decepcionó mucho. Me fui a la cama a la misma hora de siempre. Tarde. Llevaba un tiempo haciéndolo y por eso casi me dormía en las clases. He de tomar medidas. Me costó dormirme, obviamente. Mi cabeza estaba a punto de explotar. Me dolía mucho. Como la noche anterior. La noche anterior... a la mínima tenía que recordarlo. Inevitable.
Siete y media. Suena el despertador. Apagado. Resoplo. Otro día más. ¿Ha sido un sueño? No, que va, todo real. Me levanto, me pongo la bata y voy a desayunar. Mismo procedimiento. Rutina pura y dura. Lo mejor para las depresiones. Que asco. Solo quería que la semana se acabase y punto. En clase, las chicas me seguían animando e intentaban evitar que me viniera abajo. Yo seguía  mal, muy mal. Nunca me había visto así, me daba miedo a mi misma. Seguía alucinando, alucinando en colores.
Se me pasó la semana volando. Quizá fuese porque mi mente estaba en un mundo que no era el de siempre. Quizá fuese porque en toda la semana no hice nada de deberes. Quizá fuese porque... ya no sé que más puedo decir. El caso es que era Viernes, Viernes por fin. Acompañé a Lucía y Ainoha al centro comercial a comprarle el regalo a Sara. Que bien, yo le había regalado el concierto y no me tenía que comer la cabeza. Mira tú que práctico. Cogimos el autobús y en vente minutos estábamos allí. Me vendría bien despejarme. Bajamos del autobús. Allí estaba Carlos, el novio de Lucía, esperando. Hacía una semana que no se veían y no nos importaba para nada que viniera. Le saludamos. Íbamos a echar a andar hacia el centro comercial cuando, de repente, me quedé anonadada. De una de las puertas del fondo de la estación salía Hugo con su guitarra en la espalda. Sonreí y me llevé las manos a la boca. ¡Chás! Un recuerdo de una milésima de segundo pasó por mi mente. Lucía se reía detrás mía. Me giré hacia ella.
- ¿Tú por qué no me cuentas las cosas?- le di un golpe en el brazo.
Las dos nos reíamos.
- Yo también lo sabía- dijo Ainoha sonriendo.
- Os odio.
Dicho esto, y con una fina ironía, me di la vuelta y caminé hacia Hugo que también sonreía. Cuando estuvimos lo más cerca posible, nos besamos. Después del beso le di un abrazo. Dios de mi vida, sorpresón.
- Sorpresa- dijo él.
- Agg, os odio eh- le espeté mientras me reía.
Caminamos hacia el resto y me acerqué a Lucía.
- Gracias, sabes que en el fondo te quiero- le dije. Y le di un beso en la mejilla.
- Os acompaño un cacho y me voy, que tengo que ir a ensayar con el grupo. En el autobús de vuelta nos vemos, ¿vale?- dijo Hugo.
- Perfecto.
Caminamos. Ya no se me quitaba la sonrisa. Después de un par de días Hugo y yo habíamos decidido vernos otra vez. El otro ya no existía para mi. No quería que existiera. Pero esto había sigo una grata sorpresa. De repente se paró, tenía que irse. Nos dimos un beso de despedida y le di las gracias. En serio, gracias. Corrí hacia el resto. Lucía seguía riéndose. Ainoha se reía de ella. Ellas, mis amigas.

Capítulo 29: "Amigos"

- Eh, eh, eh- dijo Lucía mientras se separaba un poco de mi.- No te voy a permitir que llores, ¿entiendes?
Asentí con la cabeza. Me poyé en la mesa a gastar las últimas lágrimas que me quedaban. Entró la profesora. Lucía se fue.
- Casandra, acaba de entrar la profesora y te está mirando- dijo Ainoha.
Me incorporé solo un poco cabizbaja mientras me secaba las lágrimas. Llegó Carol. Me puse contra la mesa de nuevo.
- ¿Qué le pasa a esta?
Ainoha movió la cabeza como queriendo contestar con un "nada" mientras me ponía la mano en la espalda. Más tarde se lo conté. Se quedó un poco fría y luego me preguntó por Hugo. Hablamos durante un rato no recuerdo ya en qué clase. Ya lo sabían más bien todas. La mañana no fue muy buena. No me enteré de nada durante todas las clases que tuvimos y había momentos en los que me quedaba mirando fijamente a un punto en el suelo, pensando... y las lágrimas se apoderaban de mis ojos de nuevo. Entonces reaccionaba y me estremecía en mi silla. Durante toda la mañana tuve apoyo de mucha gente. Todos me notaron un tanto rara. El pequeñín, que es un buen amigo con el que llevo compartiendo clase tres años, no paró de preguntarme que era lo que me pasaba y por qué estaba tan enfadada. Otro de mis amigos de la infancia, que se sienta a mi lado en matemáticas, me dijo lo siguiente.
- Casandra, hoy no eres tú eh.
- Qué no soy...
Aluciné. ¿Tanto se me notaba? Pues sí. Estaba demasiado apagada, no hablaba, no me reía... tampoco quería. Tampoco tenía fuerzas para hacerlo. A cuarta hora teníamos educación física. Baloncesto. Lo odio. Y más ahora que es el deporte estrella del que me ha arruinado. Hicimos cuatro equipos, como siempre. A dos canastas, salía el que perdiera y entraba el siguiente. Solo jugamos un par de veces. En mi equipo jugaba el pequeñín. Nunca le cuento nada, no hablamos mucho fuera de clase porque es de otro pueblo, pero él sabía más o menos lo de este... espécimen. No sabía todo lo que había pasado en estos últimos meses pero si sabía lo ocurrido en un principio.
- Tía, estando así me das miedo.
- ¿Y cómo quieres que esté? ¡Si sois todos iguales!
Hablábamos con alguna sonrisa de vez en cuando mientras el andaba hacia atrás y yo le perseguía.
- ¿Y yo que culpa tengo? Grita o algo, yo que sé.
- ¿Que grite? ¿Estás tonto?
- ¿Por qué no?- dicho esto se puso a gritar.
- Oye pues...- grité en medio del pabellón. El pequeñín me siguió. Vaya risas que nos echamos. Hacía un poco de frío y estaba en manga corta gritando en medio del campo, cosa que luego me pasaría factura. Pero me vino bien. Que chico. Acabamos de hacer gimnasia. Bueno... para lo que hice, no sé ni como llamarlo. Por fin terminó la mañana. Terminó y salimos. Allí estaba Sara.
- ¿Estás mejor Cass?
Le asentí con una pequeña sonrisa. Me dio un beso. Increíble como estaban encima mía hoy. Sabían que lo necesitaba. Ainoha me dijo que quería que saliera hoy. Lucía la apoyó y Carol, que sale siempre, no puso reparo. Los amigos son lo mejor que se tiene en momentos así. Creo que pocas veces he estado de esta manera, por no decir nunca.
- Bueno, tú entonces sales, ¿verdad?- dijo Ainoha.
- No lo sé. Tengo que ir a comprar unas cosas a la librería así que...
- Yo me quedaré en casa haciendo una cosa...- dijo Sara de repente.
La calé enseguida.
- Sales y punto. Luego hablamos por Tuenti y quedamos. ¡Me voy que pierdo el bus!- dijo Ainoha mientras se iba.
Me di la vuelta y caminé con Celia, Sara y Carol. Me haría bien salir. Por lo menos no estaría toda la tarde pensando en cosas que no debería de pensar. Me distraería un rato. Joder, ya lo estaba pensando otra vez. Había momentos en los que estaba hablando con las chicas y mi cabeza se iba al "¿por qué?, ¿por qué?, no me lo creo, imposible". Recordaba los hechos sin ni siquiera darme cuenta. Solo tenía insultos hacia su persona. En el cruce de calles, Celia y Sara siguieron recto tras la advertencia de que me pusiera bien o me matarían, y yo seguí con Carol hasta el portal de mi casa. Estuvimos hablando unos minutos sobre el tema y sobre Hugo. A Carol le interesaba mucho el tema "Hugo", ya que se llevaba muy bien con él últimamente. Tiempo al tiempo. Nos despedimos y subí las escaleras. Me paré. Me agaché un poco apoyándome en uno de los escalones y resoplé. Me pasé las manos por la cara, un gesto que había sido bastante habitual hoy. Buf, que mañanita.

Capítulo 28: "Tocada y hundida"

Pero muchísimo asco eh. Un poco más calmada, seguía sin creermelo. Había dejado que fastidiara mi amistad con Hugo solo por él para ahora hacerme esto. ¡Solo por él! No paraba de llorar. Había dejado su conversación a un lado, finalizada, mientras Lucía me intentaba calmar y Carlos, su novio, me daba algún que otro consejo. En ese momento llegó Hugo. Me habló enseguida preguntándome qué me había pasado. Había leído mis comentarios en Twitter y, la verdad, no eran nada alentadores. Me desahogo mucho en esa red social. Le pedí perdón decenas de veces y le conté lo sucedido. Creo que alucinó un poco. Pero me apoyó. Me apoyó y me dijo que no me preocupara, que no pasaba nada. También añadió que yo solo había hecho lo que sentía y que él estaría bien solo si yo lo estaba. Lloré de nuevo. Diciéndome todo esto yo me sentía más estúpida todavía. Con lo bueno que es Hugo y yo le había hecho esto. Por otro lado me alegré de que reaccionara así. Me hubiera estado muy bien que me hubiese mandado a la mierda, de hecho estaba medianamente preparada, pero no lo hizo. En esos momentos solo me importaba su amistad, lo otro era secundario. Muy secundario. Seguí hablando un rato con él, lo que me calmó bastante. A la vez que hablaba con Susana por mensajes privados sobre esto como de costumbre, uno nuevo me llegó. De desconocido. Algo se me había pasado por la cabeza pero ni cuenta me di. En efecto. Un mensaje larguísimo de su mejor amiga. De la mejor amiga del gilipollas ese. Lo que decía era que él realmente me quería, que ojalá no terminara nuestra amistad de esa manera y que no lo había hecho con mala intención. Y una mierda. En momentos como esos no aceptaba ninguna cosa buena. Hablé un rato con ella de buen rollo pero se lo dejé muy claro. Nunca, jamás de los jamases he perdonado a alguien que me la haya jugado de esa manera. Y él no iba a ser la excepción. No lo quería volver a ver en mi vida. Dios, no se merece los amigos que tiene. Seguro que tarde o temprano les dará la patada. O no. Él ya no era diferente para mi, ya no era el único chico del que me había enamorado, solo era un hijo de puta más.
Siete y media de la mañana. Suena el despertador. Lo apago, me incorporo en la cama y resoplo. Me paso las manos por la cara. La noche anterior me bombardeaba la cabeza. Mi semblante dejaba mucho que desear y mi estado de ánimo estaba, para variar, en el subsuelo. Desayuné con pocas ganas y me fui a vestir. No quería ir a clase. Solo quería quedarme debajo de las sábanas. Abrí el armario y me agaché para elegir la ropa que me pondría. Empecé a llorar. ¿Pero qué cojones? Estaba muy mal. Solo acordarme de lo sucedido ya me hacía seguir hundiéndome más y más. Que panorama. Dejé de llorar y me preparé. Sara llamó a la hora de siempre. Bajé y comenzamos a andar. Sara iba a decir algo pero la interrumpí.
- Me la ha jugado... -dije con la vista fija en el suelo.
- ¿Perdón?- dijo Sara cambiando la cara-. ¿Qué ha pasado Casandra?
Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y mi voz se tornó más ronca. Le conté entre lágrimas lo ocurrido el día anterior mientras caminábamos.
- Ay dios... -me dio un abrazo mientras me secaba las lágrimas.
- Sigo sin creermelo. No entiendo como me ha hecho esto...él.
- No lo pienses por favor. Es un hijo de puta. Ahora ya sabes quien te quiere de verdad y quien estará ahí.
Celia nos esperaba. También le había comentado algo anoche. Twitter me delató.
- ¿Qué tal estás tía?- me abrazó.
No iba a ser una mañana fácil. Para nada. Entré a clase con mi cara de sabe Dios qué. Me senté en mi silla con la mochila aún puesta mirando fijamente a Ainoha.
- ¿Pasa algo?
Me quité la mochila y conteniendome las lágrimas de nuevo, lo conté. Al acabar, me miró a los ojos y me abrazó. Se me cayeron las lágrimas otra vez.
- Lo odio tía, lo odio.
Me separé de ella, hablamos unos segundos y alguien me tapó los ojos con las manos.
- ¿Quién es? ¿Celia?
- No tía- dijo Ainoha riéndose.
Intenté quitarle las manos de mis ojos pero no pude. En ese momento supe quien era.
- ¿Lucía?
Bingo. Cuando dije su nombre, quitó las manos de mis ojos. Me di la vuelta y la abracé enseguida. Las lágrimas volvieron a aparecer y yo le dije al oído en un susurro acompañado de un sollozo entrecortado.
- Que hijo de puta.

Capítulo 27: "Increíblemente cierto"

Llegué a casa con la cabeza echa un lío. Que malo es pensar. Solo quería dormirme y fue lo que hice. A la mañana siguiente nos levantamos y fuimos a recoger a Sara. Fueron otras cuatro horas de viaje de vuelta a casa. Estábamos muy cansadas pero seguíamos hablando de la pedazo de noche que habíamos pasado. Nos iba a costar olvidarlo en mucho tiempo. El viaje pasó y llegamos de nuevo a casa. Dejamos a Sara en su casa con la idea de que mañana empezaban las clases de nuevo. Que pereza. En casa, terminé algún que otro deber y me puse con el ordenador. Deshice la maleta, me di una ducha y me distraje. Fue una tarde normal, sin incidencias. Y como ya he dicho, esa tarde. Porque lo que se me venía encima nadie lo podría haber predicho nunca. Por la noche hablé con el susodicho. Me preguntó qué tal estaba y cómo me sentía. "Sigue preocupándose por mi", pensé. Ya... pero yo no sabía lo que quería. En un momento de la noche me lancé y le dije que le quería a él. Si señores si. Sin más. Así se lo dije. No me lo podía creer casi ni yo. Le dije que Hugo era un muy buen amigo y que me había tratado bastante bien todo este tiempo, por eso no quería seguir mientiendole porque, de alguna forma, es lo que estaba haciendo. Lo que no me esperaba era su respuesta. El señorito me dijo que él seguía enamorado de mi, que nunca había dejado de sentir lo que sentía por mi y que nunca había dejado de pensar en mi. Anonadada me quedé. No sabía para nada que él siguiera sintiendo aquello por mi y supongo que eso me dio alas. Le dije que hablaría con Hugo cuanto antes y le contaría lo que pasara. Iba a ser duro pero le había cogido demasiado cariño como para saber que seguir con esto no llevaría a ningún sitio. Incluso me llamó por teléfono esa noche. Él, el sin nombre. Me sorprendió, mucho. Me dio alas. Lo repito. Me dio alas. Volé muy alto. Muy alto. Yo no sabía que en cualquier momento me iba a dar la mayor ostia contra el suelo que os podáis imaginar.
A la mañana siguiente me levante con una pequeña sonrisa en la boca. ¿Enserio? No sabía si me estaba equivocando o no, pero por ahora era lo que iba a hacer. Esa misma noche hablaría con Hugo y dejaría paso a todo lo que me había dicho antes el sin nombre. Me sentía mal por otro lado. No quería hacerle esto a Hugo, pero no podía seguir. Durante la mañana pensé en él, en Hugo y en como le diría la situación. Ainoha me aconsejó y decidí definitivamente hablar con él cuanto antes. Hugo era un buen chico y sabía que, aun que le iba a molestar mucho, igual me entendía. Llegó la hora de irse. Había sido un día normal, no muy duro. Era un rollo tener que volver a la rutina después de unas vacaciones tan geniales, pero era lo que tocaba. Llegué a casa, comí y me conecté. Hugo estaba ahí. Lo iba a hacer ahora. Antes hablé con Ainoha y le dije los planes que tenía en mente. Me dijo que si era lo que yo quería y sentía que lo hiciera. Lo hice. Se lo dije en ese momento. Me puse muy mal. Muy de bajón. Muy jodida. Es mi amigo. Él se lo tomó... aparentemente bien. Mostró comprensión e incluso quiso ver una esperanza futura. Dios, que cielo de chico. Pensaba que estaba haciendo lo correcto pero en el fondo me jodía mucho tener que hacerlo. Lo único que quería era que nuestra amistad no se fuera a la mierda. Él se fue y yo me quedé rayada y hablando con Ainoha que me brindó su apoyo. Como no sabía que hacer en ese momento, copié la conversación con Hugo y se la envié al otro para que viera lo que acababa de hacer. Por él. La que se armaría... Por la noche se conectó y lo primero que hizo fue preguntarme qué tal estaba. ¿Quién? No tiene nombre. Ya sabéis. Le conté que no estaba muy bien por haberle hecho a Hugo lo que le había hecho y, esperando comprensión, fue esto lo que me contestó.
- Igual, si no sigues acordándote de mi, es mejor que te vayas con Hugo.
- ¿Enserio...?
- No sé... yo te quiero, mucho, pero no me puedo permitir el lujo de hacerte daño. Por eso pienso que deberías estar con Hugo antes que conmigo.
Flipé. Flipé en colores. Los ojos se me llenaron de lágrimas leyendo cosas como esas. Que no íbamos a estar como antes y que nada iba a ser igual. ¿Perdón? Empecé a temblar. Mucho y cada vez más. No podía reaccionar de ninguna de las maneras. ¿De verdad estaba leyendo aquello? ¿De verdad la persona en la que más había confiado me había dejado cagarla con Hugo para darme la patada? Increíble. Increíble pero cierto. Le llamé de todo. Le insulté todo lo que pude y más, me desahogué entre temblores y lágrimas. Al mismo tiempo se lo contaba todo a Lucía que me pedía calma muy seriamente. Su novio, Carlos, también me habló tras una serie de comentarios míos vía Twitter no muy bonitos. Comprender mi estado de ánimo. Se lo conté a él también. Seguía sin creermelo. Él, la persona a la que había dado tanto y por la que había dejado todo dándome la patada. Haciendome esto. Sin un por qué razonable, sin una explicación. Seguía temblando. Cada vez más y más. Daba vueltas por la habitación pero no podía calmarme. Salí a beber agua pero seguía igual. En mi vida había temblado como lo hacía en se momento. Por un instante pensé que me iba a dar algo, lo juro.
- Espero que me perdones algún día.
- Déjame.
- Lo siento...
- Olvídame.
Si, eso era lo que quería justamente. Que se olvidase de mi para siempre. Que no volviera a aparecer por mi vida nunca más. Seguía igual. Lucía se había preocupado mucho porque no paraba de temblar. Pasó un rato y me sosegué. Volví a hablarle. Esta vez para llamarle de todo. Volví a llorar. Mucho. Le dije todo lo habido y por haber. Y con razón. Le pedí que desapareciera de mi vida, que no quería volver a verlo nunca jamás y que se olvidara de que existo. Me dijo que lo haría. Punto y final. Lo juro. ¡Lo juro! No quería sabe nada más de él. Ni de su vida ni de nada. En esos momentos solo me importaba que mi amistad con Hugo se hubiera podido ir a la mierda por culpa de un gilipollas que me había dejado joderlo todo. Después de tanto, después de todo... no me lo creía. Seguía sin poder creermelo. Mi mejor amigo. Ante todo, mi mejor amigo. Y era la realidad. Mi mejor amigo dándome la mayor puñalada trapera de mi vida. La confianza da asco. La confianza da mucho asco. Y justamente era el único sentimiento que tenía yo hacia él. Asco. Mucho asco.

Capítulo 26: "Y lo que queda"

- ¡Un minuto!
- ¡Uno!
Otro de nuestras amigas madrileñas iba gritando los minutos que faltaban para el cumpleaños de Sara y yo le hacía los coros.
- Las doce, ¡felicidades!
Ya era oficialmente su cumpleaños. Le dimos besos, abrazos y felicitaciones. Empezamos a cantarle el cumpleaños feliz, pero justo en ese momento comenzó a sonar a todo volumen el single del grupo y la gente se puso como loca a cantar. Cuando acabó, cantamos de nuevo para que los chicos se percataran de que había una cumpleañera entre nosotros. Ya pasaban las doce. Un chico famosillo de los que ayudaban a controlar el gallinero, amigo del grupo, se nos acercó.
- ¿Sois menores?
Nosotras asentimos con la cabeza. Él frunció el ceño.
- Que si. Ella cumple hoy dieciséis y yo tengo quince- dije un poco sin creerme que nos estuviera tomando por mayores de edad.
Sara le enseñó el carnet de identidad y pasó.
- ¿Te enseño el mío?- el chico me miro de arriba a abajo, se despreocupó y contestó.
- Anda pasa. Es que sois todas muy altas.
Mi hermana Lara venía detrás.
- Yo creo que no hace falta que te enseñe nada- nos reímos.
Al parecer, a partir de las doce de la noche no podía haber menores en el local, así que nos dejaron avanzar en la cola. Ya les veíamos. Estábamos en frente. Que ganas. Sonaba una canción que se había puesto muy de moda a causa del baile de un futbolista. Uno de los chicos del grupo se puso a bailarla.
- ¡Que te motivas!- le grité.
Me miró y me sacó la lengua.
- ¡Que tío!- me reí.
Nos dejaron pasar. Sara, Lara, la madrileña y yo. Entré delante de Sara y me acerqué a su favorito.
- Hey...mira quién está aquí-dije mientras mostraba a Sara.
Mientras se saludaban y la felicitaban yo fui hacia mi favorito y le di un abrazo del copón seguido de dos besos. Charlamos un minuto y fui a saludar al resto. Intercambié pequeñas conversaciones con cada uno y cuando estaba saludando al amor platónico de Sara, levanté la vista y vi al favorito de mi hermana, el que se motiva tanto, muy serio y con los brazos cruzados.
- Tú ya no vengas a saludarme eh, total, para qué...
Me reí y fui a darle un abrazo. Él sabía de más quién era yo gracias a las redes sociales y yo a él ya lo conocía desde hace mucho tiempo. Cuando me acerqué se echó un poco para atrás sonriendo.
- ¡Anda!
Se rió y nos dimos un abrazo espectacular. Casi me espachurra. Que amoroso el chico. El representante, que era el que sacaba las fotos, nos pidió que nos colocáramos. Me fui corriendo a donde mi favorito y eché a mi hermana de su lado. Sin más. Nos juntamos como pudimos. Eramos muchos.
- No cabéis- dijo haciendo gestos con las manos indicando que nos apretáramos más.
- Ven, que nos ponemos tú y yo ahí abajo- me dijo mi platónico amado.
Pero otro de los chicos ya se había colocado en el suelo.
- Bueno, pues cámbiate a mi derecha.
Lo hice. Nos agachamos un poco y miramos a la cámara. Antes de que saliera la foto, mi amado me agarró por la cintura. Ay... morí por un instante. Como tenía mi chaqueta en la otra mano, solo se me ocurrió colocar mi mano sobre la suya, que estaba en mi cintura. Que momentazo. Y que fotaza. Los únicos que salimos bien. El representante le hizo una foto más a mi hermana y su favorito, a ellos y la madrileña, a Sara y su amor y a mi amado y yo. Nos despedimos de ellos, prometiéndonos volver a vernos pronto de nuevo, y nos fuimos. Al subir las escaleras para salir a la calle vi a Sara llorando de la alegría y a mi hermana flipando en colores.
- ¡Dios! ¡Que me ha llamado por mi nombre!- dije en un alarde de locura.
Nos reímos entre nosotras y comenzamos a contar todo lo que acababa de pasar. Mis padres nos esperaban. Tuvimos que llevar a Sara de nuevo a la casa donde se quedaba a dormir. No paramos de hablar del momento que habíamos vivido en todo el trayecto. Estábamos muy felices. Había sido una noche fantástica. Paramos y bajamos de los coches. Nos sacamos las ultimas fotos y volvimos a casa. A la mañana siguiente vendríamos a buscar a Sara y nos iríamos de vuelta a casa. Durante el camino me acordé de Hugo. La verdad, no se cómo ni por qué, pero como me acordé me entraron ganas de enviarle un mensaje. Me había dicho que lo hiciera. Y así lo hice. En ese momento me importaba más Hugo que el susodicho. Yo no entendía nada. Pero nada de nada. Ojalá se me aclarasen pronto las ideas porque sino, íbamos a acabar mal. Oye, ni que predijera el futuro.

Capítulo 25: "Felicidades"

Me volví a ver con Hugo una tarde más. Esta vez estuvimos con Sara y Ainoha. Fue más genial aún que la última vez. Es una monada. Pero un problema se acercaba y me comía la cabeza. El innombrable volvía a mi mente a ratos. Mis amigas me decían que era normal, que no me preocupara, pero yo iba más allá. Les hice un poco de caso. Llega Nochevieja. Treinta y uno de diciembre. Nos vamos al pueblo de mis tíos a cenar. En la más pura montaña. Me tiré la gran parte de la tarde pensando y escuchando música. Combinación explosiva. Cenamos y llegaron las doce. Un año nuevo. Un año en el que mi verdadero propósito es no cometer los mismos errores cometidos el año pasado. Yo me sentía igual. Tenemos otro año, ¿y qué? Las cosas siguen igual. Cogí mi móvil y comencé a enviar mensajes. Diez en total. Entre ellos estaban Hugo y el sin nombre. Sorpresa... Cuando pillé cobertura vi un mensaje. Justo a las doce de la noche, ni un minuto más, ni un minuto menos. Un bonito mensaje de año nuevo de Hugo. ¡De Hugo! No sabía si lo había hecho a posta pero a mi me tocó la fibra. Pero claro... yo como una tonta esperando un mensaje de otra persona que nunca llegó. ¿Por qué? Eh, ¿por qué? Soy estúpida. Salía a la calle, puse música y me senté en la escalera de la casa. Negaba todo el rato con la cabeza. En realidad sabía que me estaba equivocando, pero estaba ciega. Parece que no quería ver que tengo para mi a un chico genial y bueno... y yo pienso en otro. Me rayé. Dios, aclárame las ideas de una vez, por favor.
Día de Reyes. Ya tengo la maleta hecha. Nos vamos a Madrid. Por fin llega el día en el que vamos a ver a nuestro grupo de música favorito. Sara es la primera vez que los ve, es su regalo de cumpleaños. Salimos por la mañana temprano. El viaje fue una locura al principio, pero teníamos demasiado sueño como para seguir hablando. Llegamos a Madrid. Sara tuvo que quedarse en mi casa hasta que nuestra amiga viniera a buscarla por la noche. En mi casa no había sitio. Al día siguiente nos íbamos a Getafe, al concierto, así que teníamos que descansar.
Con los nervios me desperté a las nueve de la mañana pero me volví a dormir. Después, a eso de las doce, un mensaje me despertó. Abrí el móvil y vi un "buenas días, princesa" seguido de una carita sonriente que llevaba el nombre de Hugo. Sonreí y me tiré en la cama de nuevo cual adolescente en una nube. Que rico. Que ciega. Le contesté y me quise dormir de nuevo pero no lo conseguí. Por la tarde nos fuimos a casa del tío y primas de mi madre. Después de la visita volvimos a casa, cogimos las entradas y nos fuimos a Getafe. Cada vez estaba más nerviosa. Normal. Allí ya estaban todas esperando. Sara y yo nos dimos un abrazo y comencé a saludar a mucha gente. Fotos con unos, fotos con otros, besos con unos, besos con otros... A las ocho nos pusimos en la cola para entrar. Cuando entramos, compramos las entradas VIP y nos fuimos a dentro. Fila ocho. Que pedazo de teatro. Sara estaba nerviosa, todavía no se lo creía. Yo tenía muchas ganas de verles y estaba loca también. Se apagaron las luces. Suena la música. "Elevate". Sara da un salto. Yo me estremezco. Se abre el telón. Salen poco a poco los chicos y comienzan a cantar. Sara se desata. Se emociona pero no llega a llorar. Mis ojos se llenan de lágrimas pero tampoco caen.
- Sara, ¡no me salen las lágrimas!
Se ríe. Euforia total. El concierto fue espectacular. Sara estaba tan nerviosa que me dejó a mi su cámara Reflex nueva. Yo me lo pasé genial sacando fotos. Las había de principal eh... Preciosos. Después de saltar, cantar, abrazarnos y casi llorar, se acabó. Salimos del teatro y allí estaban mis padres. Mientras les contábamos la trola de que nos habían regalado las entradas VIP, no me dejaban comprarlas, vi a Diego, el chico que cantaba en el grupo "3+2".
- ¡Sara! ¡Diego, el de 3+2!- y eché a correr.
Sara salió como una bala detrás de mi y Lara igual. Nos sacamos una foto con él. Que guapo era. En ese momento todo el mundo comenzó a bajar la calle. Se iban a la discoteca donde se hacían las entradas VIP. Corrimos detrás de la multitud. Un montón de gente se juntó en la puerta de un local llamado "El Refugio" y nos fueron llamando una por una. Al entrar, nos dieron una chapa con la foto de los chicos en la que ponía "MEET & GREET" y un vale por un refresco. Después de ir al baño, nos cogimos nuestra bebida y anduvimos por la discoteca esperando a que los chicos llegaran. No sabemos como, ni por donde, pero los chicos llegaron. Se pusieron en un lado un poco cerrado del local para sacarse fotos con las fans una por una. Nosotras no los vimos pero la larga cola que se había formado no dejaba lugar a dudas de que estaban allí. Así que nos colocamos también, contando los minutos para las doce, el cumpleaños de Sara. Con un poco de suerte justo después de las doce avanzaríamos hasta llegar a donde los chicos. Regalazo el mío.

Capítulo 24: "Fíjate tú"

Vaya semanita. Pero por fin nos habían dado las vacaciones, se acabó. Por un tiempo. La relación con mi padre no mejoró, con mi hermana no me hablaba y Hugo era lo único que me hacía sonreír. Un momento. No puede ser que todavía  no os haya dicho quién es Hugo. Que fallo. Hugo es un chico de diecisiete años con el que he empezado a hablar todas las noches. Ya lo conocía pero nunca habíamos hablado como ahora. Bueno, nunca habíamos hablado. Es un chico muy majo, divertido, atento y toca la guitarra. Uno de mis sueños. Con deciros que he escrito una historia sobre él. Como lo leéis. Me ha inspirado para el concurso autonómico de literatura al que me presento. He sacado una historia de nueve páginas, la cual le ha gustado mucho. Él también suele escribir, así que se va a presentar también, pero todavía  no ha escrito nada. Llevábamos hablando ya un par de semanas, así que como ya estábamos de vacaciones decidimos quedar. Él vino aquí. Es de un pueblo al que yo solía ir mucho. Está a diez minutos. Trajo su guitarra y Carol llevó la suya. Por pasar el rato. Esa tarde quedamos Carol y su novio y Hugo y yo. Una cantada en toda regla. Cuando llegó nos fuimos al local de Carol. Hugo afinó la guitarra de mi amiga y tocó algo. El novio de Carol también sabía tocar la guitarra pero estaba algo perezoso. Hacía mucho frío y nos cogimos unas mantas para taparnos. Hugo y yo estábamos sentados en un sofá tapados con una de las mantas y Carol y su acompañante estaban sentados al lado con otra. En un momento, los dos se levantaron y fueron a una especie de habitación que nadie usaba.
- Vamos un momento a...colocar la manta- dijo Carol.
- Ya, ahora se le llama colocar la manta- dijo Hugo. Nos reímos.
Siempre hacían lo mismo. ¿No podían estar un rato sin darse un beso? Siempre que quedábamos hacían escapaditas en mitad de la tarde. Ellos verán. Hugo y yo nos quedamos solos, debajo de la manta que, aún que no quitaba mucho el frío, se agradecía. Nos pusimos a hablar cuando Carol salió de la habitación y nos apagó la luz.
- Vais a estar aquí gastando luz...si hombre.
Perplejos nos quedamos. Solo se nos ocurrió reírnos. No era lista la tía ni nada. Hablamos como un minuto más. Estábamos un poquito tontos, ya me entendéis. De repente, yo miré al frente y Hugo me besó. Fue un beso inesperado pero esperado a la vez. Los dos sabíamos que pasaría. Sonreí. Fue genial. La verdad es que Hugo me estaba empezando a gustar. Hablábamos mucho y me parecía un chico impresionante. Estuvimos un rato allí, en medio de ese frío, juntos y tapados por la manta. Hizo que me riera un  par de veces y hasta nos enfadamos. Pero ya sabéis, enfados tontos entre risas de "joder, como me encantas". Después de eso, fuimos a un bar a tomar algo. Estuvimos charlando y algún que otro beso calló. Carol y su chico estaban entretenidos con unos amigos y su móvil, así que yo me fui a acompañar a Hugo a la parada de autobús. Nos sentamos allí y charlamos de nuestras cosas. Sacó su móvil y me enseñó cosas, para entretenernos. Vídeos, fotos... una foto mía.
- ¿Y eso?
- Es que me gusta mucho y dije, pues para mi.
Sonreí y le besé. Que mono era. Ahora yo también tenía algo para acordarme de él. Una púa de guitarra negra del Hard Rock de Roma. Era genial. En veinte minutos llegó el autobús. Nos despedimos y me fui a casa. Hacía ya tiempo que no volvía a casa con una sonrisa. Llegué un poco tarde, ya habían cenado. Pero en fin, tarde para ellos. Cenamos muy pronto. Demasiado pronto. Pasé de rayarme la cabeza con mis padres y me fui a mi habitación. Puse música y saqué la púa del bolsillo de la chaqueta. Me senté en la silla de mi peculiar forma y la observé entre mis dedos. Era un bonito detalle. Precioso. Me gustaba mucho. Casi tanto como él.