Capítulo 26: "Y lo que queda"

- ¡Un minuto!
- ¡Uno!
Otro de nuestras amigas madrileñas iba gritando los minutos que faltaban para el cumpleaños de Sara y yo le hacía los coros.
- Las doce, ¡felicidades!
Ya era oficialmente su cumpleaños. Le dimos besos, abrazos y felicitaciones. Empezamos a cantarle el cumpleaños feliz, pero justo en ese momento comenzó a sonar a todo volumen el single del grupo y la gente se puso como loca a cantar. Cuando acabó, cantamos de nuevo para que los chicos se percataran de que había una cumpleañera entre nosotros. Ya pasaban las doce. Un chico famosillo de los que ayudaban a controlar el gallinero, amigo del grupo, se nos acercó.
- ¿Sois menores?
Nosotras asentimos con la cabeza. Él frunció el ceño.
- Que si. Ella cumple hoy dieciséis y yo tengo quince- dije un poco sin creerme que nos estuviera tomando por mayores de edad.
Sara le enseñó el carnet de identidad y pasó.
- ¿Te enseño el mío?- el chico me miro de arriba a abajo, se despreocupó y contestó.
- Anda pasa. Es que sois todas muy altas.
Mi hermana Lara venía detrás.
- Yo creo que no hace falta que te enseñe nada- nos reímos.
Al parecer, a partir de las doce de la noche no podía haber menores en el local, así que nos dejaron avanzar en la cola. Ya les veíamos. Estábamos en frente. Que ganas. Sonaba una canción que se había puesto muy de moda a causa del baile de un futbolista. Uno de los chicos del grupo se puso a bailarla.
- ¡Que te motivas!- le grité.
Me miró y me sacó la lengua.
- ¡Que tío!- me reí.
Nos dejaron pasar. Sara, Lara, la madrileña y yo. Entré delante de Sara y me acerqué a su favorito.
- Hey...mira quién está aquí-dije mientras mostraba a Sara.
Mientras se saludaban y la felicitaban yo fui hacia mi favorito y le di un abrazo del copón seguido de dos besos. Charlamos un minuto y fui a saludar al resto. Intercambié pequeñas conversaciones con cada uno y cuando estaba saludando al amor platónico de Sara, levanté la vista y vi al favorito de mi hermana, el que se motiva tanto, muy serio y con los brazos cruzados.
- Tú ya no vengas a saludarme eh, total, para qué...
Me reí y fui a darle un abrazo. Él sabía de más quién era yo gracias a las redes sociales y yo a él ya lo conocía desde hace mucho tiempo. Cuando me acerqué se echó un poco para atrás sonriendo.
- ¡Anda!
Se rió y nos dimos un abrazo espectacular. Casi me espachurra. Que amoroso el chico. El representante, que era el que sacaba las fotos, nos pidió que nos colocáramos. Me fui corriendo a donde mi favorito y eché a mi hermana de su lado. Sin más. Nos juntamos como pudimos. Eramos muchos.
- No cabéis- dijo haciendo gestos con las manos indicando que nos apretáramos más.
- Ven, que nos ponemos tú y yo ahí abajo- me dijo mi platónico amado.
Pero otro de los chicos ya se había colocado en el suelo.
- Bueno, pues cámbiate a mi derecha.
Lo hice. Nos agachamos un poco y miramos a la cámara. Antes de que saliera la foto, mi amado me agarró por la cintura. Ay... morí por un instante. Como tenía mi chaqueta en la otra mano, solo se me ocurrió colocar mi mano sobre la suya, que estaba en mi cintura. Que momentazo. Y que fotaza. Los únicos que salimos bien. El representante le hizo una foto más a mi hermana y su favorito, a ellos y la madrileña, a Sara y su amor y a mi amado y yo. Nos despedimos de ellos, prometiéndonos volver a vernos pronto de nuevo, y nos fuimos. Al subir las escaleras para salir a la calle vi a Sara llorando de la alegría y a mi hermana flipando en colores.
- ¡Dios! ¡Que me ha llamado por mi nombre!- dije en un alarde de locura.
Nos reímos entre nosotras y comenzamos a contar todo lo que acababa de pasar. Mis padres nos esperaban. Tuvimos que llevar a Sara de nuevo a la casa donde se quedaba a dormir. No paramos de hablar del momento que habíamos vivido en todo el trayecto. Estábamos muy felices. Había sido una noche fantástica. Paramos y bajamos de los coches. Nos sacamos las ultimas fotos y volvimos a casa. A la mañana siguiente vendríamos a buscar a Sara y nos iríamos de vuelta a casa. Durante el camino me acordé de Hugo. La verdad, no se cómo ni por qué, pero como me acordé me entraron ganas de enviarle un mensaje. Me había dicho que lo hiciera. Y así lo hice. En ese momento me importaba más Hugo que el susodicho. Yo no entendía nada. Pero nada de nada. Ojalá se me aclarasen pronto las ideas porque sino, íbamos a acabar mal. Oye, ni que predijera el futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario