Capítulo 30: "Sorpresa, sorpresa"

Llegué a casa después de una mañana dura. Entre al baño y me miré al espejo. "Joder... llevo una cara de qué te pasa Casandra increíble", pensé. Comí y me encerré en mi habitación. No había descansado mucho esa noche pero no me puse a dormir. Siempre sigo que voy a dormir y luego nunca lo hago. Estaba muy enfadada conmigo misma en ese momento. La garganta me dolía cada vez más. Tuve que ponerme una bufanda para ayudar a que no me pusiera peor en días próximos. Estábamos a Martes y el Sábado era la celebración del cumpleaños de Sara. Cenaríamos en su casa y luego haríamos el bobo. Ainoha, Amanda, una amiga, la prima de Sara y yo, nos quedábamos a dormir. Doble diversión. Casi no podía tragar al comer, me dolía demasiado la garganta. "Quién narices me mandará a mi ponerme a gritar en medio del campo y en manga corta", pensé mientras me ponía la bufanda y volvía frente al ordenador. Era lo último que me faltaba, ponerme mala. Para colmo vamos. Me prometí a mi misma cuidarme esos días. Quería estar al cien por cien para la fiesta del Sábado. Íbamos a ir monisimas. Falda, medias, bailarinas... ya me entendéis. Aún que eramos todo chicas siempre nos gusta arreglarnos un poco para los cumpleaños. Estaba deseando que llegase el mío ya. Quiero hacerlo por todo lo alto, aún que no creo que lo consiga. Lo dicho, esa tarde tocaba hablar de lo pasado la noche anterior. Más gente se enteró, más gente me apoyó y aconsejó. Me sentía lo más arropada que se puede sentir una persona en momentos como estos. Me sorprendía lo mucho que se preocupaba la gente por mi. Quizás les importase de verdad. O quizás lo hiciesen solo por cumplir. No lo sé, no quería pensar nada. Mis ojos estaban casi cerrados, mi boca entreabierta y mis ánimos por los suelos. Mi cara debía de ser mortal. La noche fue tranquila, él no me habló, claramente. Seguí hablando con Hugo, me apoyó y me entendió. Dios, gracias. Era lo mejor que podía hacer. Me di una ducha. Mis míticas duchas. La necesitaba y mucho. Música, agua caliente y a relajarse. Me sentó realmente bien. No me dolía tanto la garganta, pero el dolor no paraba del todo. Rezaba para no estar peor al día siguiente. Después de la ducha, recogí y cené. Hambre no tenía, pero comía igual. Instinto. Poco pero cené. Me volví a mi habitación. Casi no había dicho palabra en todo el día. Increíble que mis padres no se hubieran dado cuenta de lo que me pasaba. Eso me decepcionó mucho. Me fui a la cama a la misma hora de siempre. Tarde. Llevaba un tiempo haciéndolo y por eso casi me dormía en las clases. He de tomar medidas. Me costó dormirme, obviamente. Mi cabeza estaba a punto de explotar. Me dolía mucho. Como la noche anterior. La noche anterior... a la mínima tenía que recordarlo. Inevitable.
Siete y media. Suena el despertador. Apagado. Resoplo. Otro día más. ¿Ha sido un sueño? No, que va, todo real. Me levanto, me pongo la bata y voy a desayunar. Mismo procedimiento. Rutina pura y dura. Lo mejor para las depresiones. Que asco. Solo quería que la semana se acabase y punto. En clase, las chicas me seguían animando e intentaban evitar que me viniera abajo. Yo seguía  mal, muy mal. Nunca me había visto así, me daba miedo a mi misma. Seguía alucinando, alucinando en colores.
Se me pasó la semana volando. Quizá fuese porque mi mente estaba en un mundo que no era el de siempre. Quizá fuese porque en toda la semana no hice nada de deberes. Quizá fuese porque... ya no sé que más puedo decir. El caso es que era Viernes, Viernes por fin. Acompañé a Lucía y Ainoha al centro comercial a comprarle el regalo a Sara. Que bien, yo le había regalado el concierto y no me tenía que comer la cabeza. Mira tú que práctico. Cogimos el autobús y en vente minutos estábamos allí. Me vendría bien despejarme. Bajamos del autobús. Allí estaba Carlos, el novio de Lucía, esperando. Hacía una semana que no se veían y no nos importaba para nada que viniera. Le saludamos. Íbamos a echar a andar hacia el centro comercial cuando, de repente, me quedé anonadada. De una de las puertas del fondo de la estación salía Hugo con su guitarra en la espalda. Sonreí y me llevé las manos a la boca. ¡Chás! Un recuerdo de una milésima de segundo pasó por mi mente. Lucía se reía detrás mía. Me giré hacia ella.
- ¿Tú por qué no me cuentas las cosas?- le di un golpe en el brazo.
Las dos nos reíamos.
- Yo también lo sabía- dijo Ainoha sonriendo.
- Os odio.
Dicho esto, y con una fina ironía, me di la vuelta y caminé hacia Hugo que también sonreía. Cuando estuvimos lo más cerca posible, nos besamos. Después del beso le di un abrazo. Dios de mi vida, sorpresón.
- Sorpresa- dijo él.
- Agg, os odio eh- le espeté mientras me reía.
Caminamos hacia el resto y me acerqué a Lucía.
- Gracias, sabes que en el fondo te quiero- le dije. Y le di un beso en la mejilla.
- Os acompaño un cacho y me voy, que tengo que ir a ensayar con el grupo. En el autobús de vuelta nos vemos, ¿vale?- dijo Hugo.
- Perfecto.
Caminamos. Ya no se me quitaba la sonrisa. Después de un par de días Hugo y yo habíamos decidido vernos otra vez. El otro ya no existía para mi. No quería que existiera. Pero esto había sigo una grata sorpresa. De repente se paró, tenía que irse. Nos dimos un beso de despedida y le di las gracias. En serio, gracias. Corrí hacia el resto. Lucía seguía riéndose. Ainoha se reía de ella. Ellas, mis amigas.

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