Capítulo 14: "Existe de verdad"

Toda la tarde juntos. Tarde de besos, caricias, abrazos, sonrisas y mucha felicidad. Había momentos en los que cerraba los ojos y no me podía creer que estuviera allí. Increíble. Como él. Una noche fantástica. Que digo fantástica... ¡una de las mejores de mi vida! Nunca vi tan buen rollo en este pueblo. Llegó la cena. Cenamos en el local de Carol. Nos reunimos un grupito: Lucía y su novio, Sara, Ainoha, Carol, el novio de Carol y nosotros dos. Carol hacía de camarera a veces ayudando a hacer las pizzas y repartiendoselas a la gente que hacía el tonto por allí. Su novio se sentaba a veces con nosotros y a veces iba a hacerle una pequeña visita a su novia. En un sillón Lucía y su novio. En el sofá de al lado nosotros. Al lado de "los enanos", Lucía y su novio, Ainoha y Sara cada una en sus respectivas sillas. Cada uno con un trozo de pizza.
- ¡Ah! ¡Quema!
Risas. Nunca me había hablado con Carlos, el enano de Lucía, como aquella noche. Mi enano, por llamarlo de alguna manera, se había entendido perfectamente tanto con mis amigas como con sus acompañantes. Eso me sentó realmente bien. Charlábamos, nos reíamos mogollón y hacíamos mucho el tonto. Los trozos de pizza corrían de los platos a nuestras manos en milésimas de segundo.
- ¿Alguien quiere pizza de pimiento rojo?
- ¿Pimiento rojo? ¿Enserio?- dijo Carlos con cara de asco.
- ¡Que aaaasco!- dije yo riéndome.
- Un día tenéis que venir a mi casa y hacemos una cena como dios manda. Con barbacoa o pizzas.
- Pero que no sean de pimiento eh.
Nos reímos. Que buen rollo había. Cuando las pizzas se acabaron le atacamos al chocolate y a la Coca-Cola. Entre todos nos bebimos una botella entera de Coca-Cola y nos comimos dos tabletas de chocolate que volaban de unos a otros dándonos unos golpes considerables y muy graciosos. Que bien me sentía. Me sentía muy pero que muy agusto en esa atmósfera de compañerismo que habíamos creado en tan poco tiempo. A eso de las diez y media nos fuimos todos del local al río. Allí sería el botellón. Nos sacamos unas fotos antes de llegar al lugar. Que bien lo estábamos pasando nosotros solos. Nuestro grupito.
- ¿Y si nos quedamos aquí y no vamos hasta el bote?
- No...sería mucho marginamiento.
Nos reímos de nuevo y fuimos a donde se celebrara el botellón. O como yo lo llamo: la concentración de adolescentes deseosos de beber alcohol en cantidades extremas por razones que desconozco. Lo que viene siendo beber por beber. El botellón se concentraba en un banco debajo de una farola al lado de un muro. Nosotros nos pusimos en las vallas que daban a la orilla del río, enfrente del banco un poco desplazados a la derecha. Lo que viene siendo marginados. Pero lo pasábamos tan bien. Hicimos muchas locuras y hubo momentazos para recordar. Y lo mejor es que los estaba viviendo con él. La cantidad de recuerdos bonitos que iba a tener. De repente, en ese mar de buen rollo y risas un grito nos puso alerta.
- ¡Que viene la policía!
- ¿¡La policía!?- dije yo mirándoles a todos de hito en hito.
- ¡Correr!
No me dio tiempo a decir nada más cuando me encontraba corriendo detrás de los enanos que iban agarrados de la mano y corriendo, como nosotros. A su lado iban Ainoha y Sara riéndose. Las acompañó Lucía, que no paraba de reírse por muy grave que pudiera llegar a ser el problema. Paramos de correr. Lucía se reía una cosa loca. Yo me reía tan bien. Nos reíamos todos. El veterano en estas cosas se nos acercó y dijo lo siguiente.
- ¿Por qué corréis? Es a los primeros a por los que van a ir, a por los que corren. En todo caso de que viniera la policía que, hoy, todavía no ha venido.
Nos miramos aliviados. Nos seguíamos riendo caminando a nuestro sitio de nuevo y comentando la jugada. Carol y su  novio no estaban, se habían ido un rato solos. Luego se lo contaríamos. Poco a poco la noche se fue consumiendo. Hubo un momento en el que no sabíamos de donde había salido tanta gente y ya nos estábamos agobiando un poco. Pero aguantamos hasta que se fue dispersando todo. Llegaron las doce y media de la noche. Lucía y Ainoha dormían juntas esa noche y tenían que irse ya. Sara se iría también y a Carlos tenían que venir a buscarle. Acompañamos a Lucía y Ainoha a la plaza donde les esperaba el coche en  marcha.
- Me lo he pasado genial esta noche, ¡ya hablamos!- me dijo Lucía mientras me daba dos besos.
Una última sonrisa de despedida y se van. Carlos llamó a sus padres para que le vinieran a buscar. Esperamos unos veinte minutos a que llegarán allí, con él. Charlando de buen rollo. Llegaron. Dos besos a mi y a Sara, un apretón de manos y un "encantado" a mi acompañante. Mi acompañante. Que mal sonaba. Tengo que buscarle un nombre realista. Su propio nombre no estaría nada mal.
- Yo me voy también- dijo Sara.
- Te acompañamos- le contesté.
Su casa estaba cruzando la plaza así que no había complicación. Nos despedimos de ella. Y de repente me di cuenta. Solos. Solos de nuevo. Casi la una de la noche y más de una hora para nosotros solos en una noche que se antojaba perfectamente perfecta.

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