Capítulo 18: "Aprender nunca está de más"

Estoy en clase. Me está mirando. Espera. Sí, sí, me está mirando. Que vergüenza. Le sonrío y miro hacia delante de nuevo. Estamos en clase de Sociales. Hoy toca explicación. Se enrolla como las persianas. No me gusta la historia y este curso es todo historia. Lo único que me interesa es la "Guerra de la Independencia" y aún queda bastante para llegar. Si es que llegamos. Bajo la cabeza y miro el libro. Hay algo escrito en la mesa: "Casandra, Cas, Casita, es muy tontita". Me río. Era su letra. Me giro y le digo en voz baja.
- Muy bonito eh. Eres un infantil- señalo las letras.
Se ríe. Me río y me giro de nuevo. Que majo. En fin. No presto mucha atención a la explicación del profesor. Es muy pero que muy serio. A veces tiene sus puntos graciosos pero no deja de ser el profesor de Sociales y no deja de dar "miedo". La mayoría no están atendiendo. A veces le miran por miedo a que él les esté mirando. Pero nada. Poca preocupación. Asco de Lunes. Aún que por fin había acabado la semana. La anterior. Había sido horrible. Llego a casa. Huelo macarrones. "¡Yuhuuu!" Mi comida favorita.
- Hola mamá- le doy un beso.
- Hola hija, ¿qué tal el día?
- Bien- siempre contesto lo mismo.
Me siento. Tengo un plato repleto de macarrones con chorizo frito, huevo cocido y tomate. Que delicia. Mi hermana también se ha sentado. Me levanto de nuevo y voy a la nevera.
- Lara, ¿quieres queso?
- ¡Si!
Cojo dos trozos de queso. De estos que vienen envueltos en un plástico. Me siento y le doy el otro a mi hermana.
- Gracias.
Lo abro, lo corto en tiras y luego le hago un corte por el medio. Otra rutina. Rutina macarrónica. Pongo el queso por encima de los macarrones y llevo el plato unos segundos al microondas para que se funda. Le echo un poco más de tomate y listo. A comer. Comemos mientras vemos la televisión. Mi madre hace cosas por la cocina, mi padre ya se ha ido y mi hermano ya sabéis, de viaje. Terminamos. Son las tres casi. Mi madre se va a trabajar. Me voy a mi habitación y enciendo el ordenador. Tengo que dejar de hacer esto. Me entretengo demasiado. Mejor dicho, me vicio demasiado. Cinco de la tarde. Empiezo los deberes. Frases de Lengua, enlaces de Física y Química... A las seis y media y después de unos cuantos gritos le doy el ordenador a mi hermana. Mientras, remato los deberes, copio los apuntes de matemáticas para el examen del Viernes y hago cosas por la habitación. Cenamos. Llegan casi las diez y voy a pedirle el ordenador a mi hermana. Se me pone tontita y no me lo quiere dar. Uy... ¿por qué es tan borde con trece mierdas de años que tiene? Odio que me toreen. Odio que me vacilen. Me pongo muy nerviosa. Me siento en la cama a ver la tele esperando a que me lo de. Me apaga la tele. Pero que coño... empieza a gritar y llega mi padre. Se me queda mirando con el semblante serie y firme. Me da unos cuantos gritos y me obliga a irme de la habitación y dejarla sola. Me voy y me encierro dando un portazo. Dios que nerviosa estoy joder. Cojo el móvil. Música, necesito música. Es como una medicina para mi. Busco en la lista de reproducción. Son canciones antiguas porque es el móvil que tenía antes, pero me sirve. La Fuga. Ya se han separado. Ahora es Rulo y la Contrabanda y La Fuga sin el cantante. Rulo vino aquí. Me pilló en Madrid. Fue una gran putada. Eso me servirá. La Fuga. Pongo el volumen casi a tope. Y me siento de mi peculiar forma en la silla del escritorio. Siempre suelo poner la música en un volumen considerable pero estaba lo demasiado furiosa y agobiada como para que me importase nada. Miré de un lado a otro, furiosa. Muy furiosa. Me levante y fui a la estantería. Un folio. Cogí un boli y me senté otra vez. Puse el boli firme en frente de la hoja y comencé a escribir. A sacar todo lo que sentía. Salían las palabras solas. La música ayudaba mucho, muchísimo. Nunca me había sentido o así. Cada acorde de la canción hacía una frase mía sobre ese papel. Los textos salían solos. Uno terminado. Sonrisa. Una raya para separar y empiezo otro. Y así hasta cinco. Cantaba frases de la esas canciones, recordaba momentos, giraba la cabeza en señal de que me estaba justando lo que escribía, sonreía de vez en cuando... como riéndome de la vida. al principio me había agobiado mucho. Estas son las típicas situaciones en las que todo explota por una pequeña chispa. Dejé de escribir. Ya tenía entradas suficientes para el blog. Me sentía... bien. No salí de la habitación. Seguí con mi música. Seguí con La Fuga. Notaba tanta energía. Me hubiera gustado irme de casa en ese instante pero en vez de hacerlo lo escribí. Sería mejor. Que bien me sentía. Estaba alucinando. Bendita música, bendita escritura. Esta noche iba a ayudar mucho a la gente. Sí. Y no solo a la gente, si no a mi misma. En efecto.

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