Capítulo 15: "Sorprenden los sentimientos"

Fue una noche de locuras y buenos momentos. Sonrisas y caricias. Besos y juegos. Se podría decir que una de las mejores noches de mi vida. Así fue. A las dos y cuarto de la madrugada llegó Carol y nos fuimos a su casa. Nos dormimos a eso de las tres de la mañana. Antes nos preparamos y comimos algo. Charlamos hasta que se nos cerraban los ojos y decidimos dormirnos.
Ocho de la mañana. Ya teníamos que estar en pie. La madre de Carol se iba a trabajar y lo aprovechamos para que el pobre desdichado que había dormido en la bodega pudiera subir a casa. Y así fue. Otra mañana de frenesí. Yo medio dormida cual hoja mecida por el viento. Él incansable en estar conmigo. Se me cerraban los ojos pero el insistía. Sus razones tenía. En unas horas todo esto se acabaría y se iría de vuelta a su lugar. Una hora, dos horas, tres horas, cuatro horas...juntos. Una de la tarde. Llega la despedida. Me preparo. Recojo mis cosas y me despido de Carol. Él me acompaña hasta abajo. Un beso apresurado en el ascensor. Le regalo una pulsera para que me recuerde cuando no esté con él. Me lo agradece con un abrazo. Se abre la puerta. Salgo. Nuestras manos están unidas todavía. En sus ojos veo lágrimas. Mi mirada está perdida en un infinito incansable. Último beso. El último. Me despido y se cierra la puerta. Doy un paso atrás, despacio. Se ha ido. Miro abajo y respiro. Noto como una presión en el pecho. Respiro de nuevo. Me dirijo a la puerta del portal. La abro con un empujón fuerte y preciso para salir antes de que la puerta vuelva a cerrarse y pueda golpearme. Ando lentamente. Me tapo la cara con las manos. Bajo las cuatro escaleras y miro a todos lados. ¿Y ahora qué? Sigo mi camino tapando la cara todo el rato. Suspirando. Resoplando. Mirando hacia atrás por si volvía. Sigo mi camino. Lento. Nunca había andado tan lento estando sola. Siempre suelo ir como una bala. Llego a casa. Vuelta a todo lo que aborrecía. Comí y no recuerdo muy bien lo que hice. Lo único que recuerdo es que quería dormir. Descansar de todo lo que había pasado estos últimos dos días. Me acosté después de comer y puso la alarma del móvil a las cuatro y media. Me sentía fatal. Cayeron algunas lágrimas antes de dormirme, pero estaba demasiado cansada como para malgastar tiempo llorando. Me dormí enseguida.
Me desperté a las cinco y media por una llamada perdida. ¿Y la alarma? Miré el móvil y asombrosamente la alarma estaba desactivada. "¿Soy sonámbula?" Buf, que bien me vinieron esas horas de sueño. Estaba mucho mejor y a medida que pasaba el tiempo me sentía mejor. Muchos recuerdos volvían a mi mente y se iban sin decir nada pero no hacía nada por echarlos. ¿Para qué? No me molestaban. Los siguientes días pasaron geniales. Hablábamos por teléfono y parecía que cada vez estábamos más...no sé que palabra poder utilizar. Pero no todo es bueno. Empezamos a hablar mucho. Mucho. ¿Eso no era bueno? Eso mismo pensaba yo hasta que ese "mucho" se convirtió en "demasiado".
Hubo una noche crucial en el tema que os voy comentando. Once y pico casi doce. Mi grupo favorito de música sale en la tele. Euforia total. Grabo sus actuaciones. Las subo inmediatamente a youtube. Mi favorito del grupo me contesta diciendome que soy la mejor y que muchas gracias. Muero. Instantáneamente muero. Hablando con una amiga de Madrid por teléfono. Decido hacer Twitcam, cam instantánea a través de Twitter, para compartir el momento con la gente. Ya había decidido antes hacer una y era el momento perfecto. Dejo a mi amiga al teléfono para centrarme en la Twitcam. Empieza a entrar gente conocida. Les saludo a todos, nos reímos y nos lo pasamos genial. La verdad es que sí. Me lo estaba pasando genial. Lo nunca hecho. Que gran gente tenía a mi lado. Como saber que todo esto se iba a torcer. Llega él. Todo bien. Entró en la Twitcam. Genial. Irónicamente. Me pidió que dejara de estar con mis amigas en la Twitcam para ponerle la cam a él. ¿Perdón? ¿He leído bien? ¿Que deje a mis amigas para estar contigo? Que mal vas. Siguió insistiendo pero yo seguí en mis trece de decirle que no, que estaba muy agusto con mis amigas. Al cabo de un rato me había tocado un poco la fibra y justo llegaron mis padres, así que corté toda comunicación vía WebCam. El seguía insistiendo e insistiendo. Yo seguía con mi "no" rotundo hasta que se fue. Casi que me alegré. ¿Qué narices acababa de pasar? ¿Yo alegrandome de que se fuera? Algo no iba bien. Sabía que lo había hecho con la mejor intención del mundo, pero buscandole el mal sentido a las cosas pensé en todo. Enserio, ¿qué había pasado? Mientras le decía a Susana algo de la situación. Era la primera que sabía de esta historia y era mi confidente hacía ya un año. Susana es de Zaragoza, nunca la he visto, pero la confianza que transmite y lo buena persona que es lo compensan todo. Me dijo que no me preocupase por nada, que yo me lo había pasado bien y era lo único que importaba. En parte llevaba razón. De repente, Tuenti. Era él. Abrí la conversación. Cerré Tuenti como en un acto reflejo que me sorprendió hasta a mí. ¿Qué se supone que acababa de hacer? Me estaba asustando a mi misma. La cosa no iba bien. Una posible tontería se estaba convirtiendo en algo muy serio. No me lo podía creer casi no yo.

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