Capítulo 43: "Volver a nacer"

Han pasado ya unos pocos días. No estoy bien para que negarlo. Ainoha me contó que le gustaba Hugo en clase de Ética. No puede responder. Me encerré en mi misma y no pude decir ni una sola palabra. Estaba muy nerviosa. Tuve que pedir ir al baño. Quizá no actué de la mejor manera pero los temblores volvían de nuevo y yo no era capaz de mirarla a la cara. Luego tuve una pequeña discusión con Carol y hala, lista para hacer el examen de Biología. No, en serio, era ironía eh.
¿Y ahora? No me hablo con Ainoha, creo. La relación con Carol no es la mejor, creo. ¿Por qué no tengo nada claro? Quizá sea porque estoy con casi cuarenta de fiebre en la cama. Oh, perdonad, ahora os lo cuento.
Viernes. Tenemos puente de Carnaval y no volvemos a clase hasta el miércoles. Todo va más o menos bien. Llega la noche. Me despierto a las seis de la mañana. ¿Qué pasa? Tengo calor. Mucho calor. No paro de revolverme en la cama. Me llevo una mano a la frente. Me duele mucho la cabeza. Espera, también me duele el estómago. Después de seguir dando unas cuantas vueltas más en la cama empiezo a llorar. Joder, me duele mucho. No lo aguanto más. Me levanto y voy al baño. Me pongo de rodillas delante de la taza del wáter y empiezo a vomitar. Joder... vomito y lloro. Una sensación no muy agradable. Mi madre aparece en la puerta del baño.
- Hija, ¿qué te pasa?
Me limpio la boca y tiro de la cadena. Me levanto. Mierda, me mareo. Pongo una mano en el lavabo. Tranquila Cas.
- ¿Estás bien, cariño?
- No...
Me vuelvo a la cama. Mi madre llega con un termómetro.
- ¿Hace cuánto que te encuentras mal?- me lo pone debajo de la axila.
- Hace... un rato.
- ¿Y cómo no me dices nada? Siempre haces igual eh.
Tiene razón. Desde pequeñita cuando me daba la migraña casi siempre me lo callaba. Me daba miedo ir a la habitación de mis padres por la noche y molestarles.
- Hija, tienes fiebre- me pone una mano en la frente.
Mi padre aparece en la puerta de mi habitación.
- ¿Qué pasa?
- Tiene fiebre.
Él se acerca y hace lo mismo que mi madre, me pone una mano en la frente. Siempre es él el que sabe si uno de nosotros tiene fiebre o no. Es el que lo suele confirmar. Mi madre se levanta y va a por un sobre para bajarme la fiebre.
- Tengo frío- digo.
Mi padre me arropa.
- Cuando estés mal, tienes que decirlo.
Ya, papá, llevo dos meses mal. Llega mi madre y se sienta en la cama, a mi lado.
- Toma, esto te bajará la fiebre.
Me incorporo en la cama y bebo lo que me ha traído mi madre. Dios, está asqueroso. Vuelvo a tumbarme y me arropo hasta la nariz. Tiemblo un poco. Mi madre me aparta el pelo de la cara.
- Si te encuentras mal, nos lo dices y vamos a urgencias- dice mi padre antes de salir de la habitación.
- Mi niña...- mi madre me da un beso y se va de la habitación.
Me dormí. Me desperté al día siguiente y me encontré a mi madre sentada a mi lado. Me puso el termómetro de nuevo.
- Sigues teniendo algo de fiebre pero menos.
No me encontraba mejor. Para nada. No tenía fuerzas.
- ¿Qué hora es?- pregunto.
- Es la hora de comer, tienes que comer algo.
- No.
- ¿Cómo que no? No te puedo dar medicamentos con el estómago vacío.
- Que no quiero... -me revuelvo en la cama y me cae alguna lágrima por la cara.- Tengo calor.
- Ya te está subiendo la fiebre. Nosotros vamos a comer, luego vendré a ver qué tal estás, ¿vale?
Sale de la habitación. Mi hermano se asoma.
- ¿Qué le pasa?
- Tiene fiebre y le duele la cabeza y el estómago.
Mi hermano se queda mirándome unos instantes desde la puerta. Yo solo me giro y cierro los ojos.

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