Capítulo 10: "Difícil"

Estaba alterada. Casi no había dormido nada y su recuerdo no se borraba de mi mente. "Paciencia", pensaba una y otra vez. La primera clase se me hizo corta. Inglés. La profesora preguntaba algo pero nadie contestaba. Todos hablaban con sus respectivos compañeros de mes. Yo hubiera contestado de buena gana, pero estaba demasiado sumida en mi misma. Un compañero tímido se atrevió a contestar. Yo, que solo me separaba de él una perdona, no oía nada y la profesora que estaba a su lado se esforzaba para poder escucharle. La profesora se quedó mirando la clase y el bullicio cesó un poco. Otro alumno contestó la pregunta sin pensar. Como queriendo dar a entender que había estado atento cuando en realidad no lo estaba. Contestó mal, claramente. Todos se rieron.
- ¡Si te hubieras estado callado hubieras sabido que Marcos estaba contestando!- le grité desde la otra fila.
Mi cara no era para nada cuestionable así que se encogió un poco en su silla y no dijo nada. Miré al frente de nuevo. Ya nadie hablaba. Dios, que mala leche me gastaba hoy. Me lo perdoné a mi misma. Al fin y al cabo yo era la única que me entendía. Pasaron las horas y no me olvidaba de él. Todo el rato el mismo "run, run" en la cabeza. Última hora. Lengua. Bajamos al salón de actos con la pantalla táctil. La profesora la necesitaba para explicar literatura. Me senté en el mismo sitio del día anterior, junto a Ainoha y junto a ella Carol. Saqué el libro, archivador y estuche. Cuando fui a abrirlos me encontré con sus iniciales escritas en la mesa. Lo que faltaba. La de cosas que podían pasar en un día. Cogí la goma y borré esas tres letras. Puse el archivador encima de donde hacía unos segundos estaban escritas las letras y suspiré. Realmente podían haber pasado muchas cosas en cuatro meses. No habían pasado ni cuatro días y ya habían ocurrido todas.
En cuanto al tema de Lucas no fue mucho más allá. Esa cosa importante que tenía que decirme no la volvimos a recordar. Si me mostró su cariño y afecto como siempre. Podría haber notado que me pasaba algo y unas cuantas bromas no estuvieron de más. Era un buen amigo y no iba a dejar de serlo por muchos secretos que tuviera que contarme.
Llegué a casa con menos fuerza que nunca. Toda la mañana con la cabeza funcionando en lo mismo no era para nada bueno. Comí y vi la tele durante un rato. Los macarrones me animaron. Mi comida favorita. Cuando mis padres se fueron intenté conectarme. Tenía en mente lo de "Tuenti no, gracias". Solo era para otra cosa. Pero no funcionaba internet. ¿¡Qué!? ¿Que nos lo habían quitado? Hasta mañana o dentro de unos días no lo tendríamos de vuelta. Genial. Absolutamente genial. Así mi propósito se cumpliría con mayor eficacia. Dios como estaba sufriendo. Por la tarde hice deberes, estudié, leí, escuché música, me di una ducha y recogí la habitación. Fue productiva. Después de cenar le pedí el teléfono a mi padre. LG Optimux Black. Android. Tarifa plana. Una gran pasada. Me conecté. Aún era pronto y sabía que él no iba a estar. Hablé con gente y me sacaron alguna que otra sonrisa. Me sentía mejor. Amigos. Bendito tesoro. Estuve algo más de una hora con el LG de mi padre hasta que llegó él. Un resoplo ahogado salió de mi garganta al leer su nombre. Tenía que irme. Pasaron diez minutos antes de que mi nombre desapareciera del chat del resto de la gente. Pero ni yo le hablé ni él se molestó en hacerlo. Eso me sorprendió. Quizás hubiera pillado ya enserio lo que le dije. Mejor. Era lo mejor.
Al día siguiente ya no sabía que hacer ni como reaccionar. Quería echarlo todo por la borda y mandar a la mierda los planes anteriores. Un lío enorme era lo que tenía en la cabeza. Y mi subconsciente me venció por completo. Acabé hablando con él de nuevo. Que agusto. Le conté que todo iba enserio, que tenía pensado de verdad hacer lo que le dije pero que me era completamente imposible. Que no podía dejarlo pasar. Lo hablamos. Lo hablamos largo y tendido. Eramos tontos. Tanto él como yo. Idiotas de verdad. Unos críos. Nos comportábamos como tal. Pero por lo menos lo reconocimos. La cosa estaba todavía algo tensa. Pero por la noche volvería todo a la normalidad. Bueno, normalidad. Ninguno de los dos podíamos saber que esa noche íbamos a sonreír más que nunca.

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