Capítulo 6: "Las cosas cambian"

Sí. Las cosas cambian. Y como cambian el tiempo pasa. Y pasa para todos aun que no queramos. Y si hay que olvidar se olvida. O por lo menos se intenta. La intención es lo que cuenta. Pensando en estos días en todo lo que estaba pasando me dije eso de que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Es real. Aplicable a todo tipo de gente y momentos. Yo perdí a mi abuela hacía ya dos años. Y a mi tío tres meses después. Duro cáncer. Y no me di cuenta de lo mucho que los quería y lo mucho que significaban para mí hasta que llegaron sus últimos días. Días a quinientos kilómetros de mí. Días de dolor, de lagrimas y de secretos. Por eso hay veces en las que es mejor olvidar y que el sufrimiento se convierta solo en pequeños recuerdos. Y si tienes que llorar lo haces y te desahogas. Algún día lo superarás.
En cuanto a mi susodicho, no sé cuando decidí llamarle así, lo habíamos hablado. El tema de la mentira. Me descubrió. No era fácil. Así que tuvimos que hablarlo. Como era propiamente debido. Y lo dejamos estar. Mejor. Era mejor olvidar y así se lo dije. Se lo tomó bien. Supongo.
Estaba en un momento de mi vida en el que todo se me mezclaba. Era el momento adolescente que todos y todas solemos pasar. Ese en el que o te sientes feliz o te sientes realmente triste con todo. Pero eres adolescente. ¿Por qué preocuparse por eso? Ya lo dice mi padre: tienes muchos años por delante para disfrutar de la vida. Tiene mucha razón. Aun que a veces no se la dé.
Ahora mismo estaba empezando a leer un libro que me había prestado Celia, la futura periodista. "Tengo ganas de ti". Sí, la segunda parte de "Tres metros sobre el cielo" que todo adolescente conoce. Estaba realmente bien. Pero me he quedado con una parte. La parte en la que Step, así se llama el chico, se va a Nueva York dos años para olvidar a la chica que lo dejo destrozado. No piensa en ella por mucho que quiera. Y cambia. Cambia mucho. En el fondo. Me gusta. Todo el mundo debería irse a una gran ciudad para olvidar un viejo amor no muy fortuito. Algún día.
En cuanto al resto de mi vida. Medianamente bien. Ya era Viernes. ¡Por fin! Llevo tres semanas sin dormir nada, con ojeras todo el día y con emociones fuertes casi todas las noches. Me han robado el móvil por lo que no puedo escuchar bastante música y estoy volviendo a escribir. Cosa de la que me alegro mucho. Me encantaba escribir. No sé por qué lo dejé así de repente. Gané varios premios en mi niñez. Premios de poesía. Y ahora volvía a tener ganas de escribir, competir y ganar. Porque es la mayor satisfacción para alguien como yo que expresa sus sentimientos en papel. Cuando se lo diga a mi madre va a flipar. En todo este tiempo no ha dudado en echarme en cara el haber dejado de lado el tema de escribir ni un minuto. En fin. Estos días habían sido bastante tranquilos. Dudas aclaradas, risas, castigos olvidados, viejos momentos...Parece que todo va bien. Eso no me gusta nada. Porque de repente llegará una cosa mala y otra y otro más. Pensemos en positivo. En el presente. Será lo mejor.
Viernes. Última hora de clase. Desdoble de biología. La primera mitad de los alumnos nos quedábamos con Yolanda, la segunda profesora de biología, una mujer atenta, educada y muy cordial. El tipo de profesora que todo alumno desearía tener. La segunda mitad de alumnos se va con la otra Yolanda, nuestra verdadera profesora de biología, una mujer antipática, bajita, fea y con mala leche. Las llamábamos Yolanda "A", la mala, y Yolanda "B", la buena. Hoy nos tocaba quedarnos con Yolanda "B" en clase mientras el resto se iban con Yolanda "A" al laboratorio. El próximo Viernes nos tocaría a nosotros ir. No soportaría estar con Yolanda "A" todos los Viernes a última hora. Este año iba a tener problemas con la asignatura. Y me interesaba demasiado para la carrera que iba a hacer. Iba a tener que intentar entender por mi cuenta los apuntes, pero ya estoy en 4º curso, ya me era hora de hacerlo por mi misma. El grupo dos del desdoble estaba cogiendo sus mochilas para irse al laboratorio de biología que esta dos puertas más allá del pasillo de 4º. En la parte izquierda. Mi compañera de mesa también se tiene que ir con el grupo dos. Antes de salir por la puerta se para y me mira con los ojos en blanco como intentando decirme lo insoportable que era nuestra profesora.
- Nos vemos en cincuenta minutos - sonrío.
Sale por la puerta. De repente Lucas se acerca. Lucas es uno de los chicos que se sienta detrás nuestra. Un poco vago, pero bastante majo. Gran parte de nuestras risas matutinas se deben a él y a su compañero. Son la leche.
- Venga Lucas, que te está esperando tu amor platónico - le digo refiriendome a Yolanda "A" mientras me rió. Una pequeña broma que tenemos.
Se me acerca al oído y me dice.
- Mi amor platónico eres tú - le miro a los ojos a lo que él respondo con una sonrisa - que pena que no te haya tocado en mi grupo.
Me suelta la cintura y se va.

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