Capítulo 23: "Rectificar"

Quien me iba a decir a mi que volvería. Y de que manera. Era ya de noche. Mis padres a punto de irse a la cama, mi hermano a su bola en su habitación, mi hermana con el ordenador y yo sentada en su cama esperando a que me lo diera. Gritos, forcejeos... en fin, hasta el punto al que se puede tratar a una hermana. Siempre igual. Mi padre vino. Más gritos. Salí de la habitación. Mi hermana dio un portazo y yo me fui a mi habitación pensando en volver más tarde. Cogí el móvil para poner música y calmarme un poco cuando mi padre abrió la puerta de mi habitación de golpe.
- Que sea la última vez que das un portazo.
- ¿Qué? ¡Pero si ha sido Lara!- dije con el brazo extendido hacia la dirección en la que se encuentra su habitación.
- ¡He dicho que no quiero un solo portazo más de esta puerta!
- ¡Pero que ha sido ella joder!- dije con los ojos llenos de lágrimas mientras mi padre se iba cerrando la puerta.
Me encolericé, tiré el móvil contra la cama, me di la vuelta y puse las manos sobre el escritorio. Resoplaba. Resoplaba mucho. Tenía los ojos llenos de lágrimas y me mordía la lengua para que no cayeran. Miraba de un lado a otro muy nerviosa. Siempre las culpas para mi. No quería llorar. Cogí el móvil de nuevo y puse la música a tope. Volví a mi postura. Intenté evitarlo pero alguna lagrima calló. La música sonaba alta y yo no me calmaba. Era Rock. Me di la vuelta y me senté encima del escritorio. Me calmé un poco. Canturreé cabizbaja unos versos de la canción y me quedé mirando al armario de repente. Sonreí. Que error estaba a punto de cometer. Di un salto para bajarme de donde estaba subida y me coloqué frente al mueble. Abrí las puertas de éste, ahí estaban, a la derecha de las perchas. Un montón de chaquetas y algún vestido de Lara. Fui cogiéndolas percha por percha y tirando las prendas al suelo. Al final, me encontré con una montaña de perchas y ropa. Las puse encima de mi cama y en dos viajes las llevé a la habitación de mi hermana. Ella me observaba perpleja hasta que comprendió lo que estaba haciendo. Por último le tiré uno de sus vestidos a la cama y me fui. Ella salió detrás de mi. La que acababa de liar. Coloqué mejor las perchas con mi ropa ahora que tenía más espacio. Por poco tiempo. En ese momento mi padre entró con toda la ropa que había sacado de mi armario y la tiró encima de mi cama. Mierda. Lara se había chivado.
- Ahora mismo vas a colocar esto en su sitio.
- Es mi armario.
- Y ya te puedes ir a la cama cuando quieras que el ordenador no lo vas a tocar. A ti te voy a bajar yo los humos pero ya.
- ¡Pues a ver cuando se la lleva!- dije cuando mi padre cerró la puerta de nuevo.
Estallé. Estallé de verdad. Llevaba mucho tiempo sin sentirme mal, sin llorar, y no lo pude evitar. Las puertas del armario seguían abiertas y yo me senté en el suelo, entre ellas. Comencé a llorar. Mucho. Muchísimo. Respiraba muy mal. Me estaba agobiando. El no querer llorar y llorar no me vino nada bien. Na sabía que hacer. Necesitaba hacer algo. Me ahogaba, mucho. Literalmente. Tenía el móvil entre las manos y se me ocurrió enviar un mensaje a alguien. Temblaba y me costó escribirlo. Seguía llorando y respirando a trompicones pero al final logré escribirlo: "creo que la he cagado. No puedo más, ayúdame por favor". Y lo envié. No os imagináis a quien. Al susodicho, al sin nombre, ese con el que no me hablaba pero con el que supuestamente las cosas estaban bien. Era lo primero que se me ocurrió. Dejé el móvil en el suelo y seguí llorando y temblando. ¿Y ahora qué? Le mandé un mensaje, ¿y qué? Ni siquiera sabía que respuesta esperar. Solo había pensado en él como la persona que mejor me entendería y que me iba a ayudar en ese momento. Dejé lo demás a un lado. Se supone que cuando un amigo tiene un problema es lo único que importa. Obtuve respuesta. Como de la nada apareció su número como llamada entrante. Lo cogí y llorando me llevé el teléfono a la oreja. Solo lloraba. Él pronunció mi nombre varias veces pero yo era incapaz de articular palabra. Seguía tirada en el suelo. Me pidió que me calmara y le conté lo sucedido entre sollozos ahogados. Poco a poco me fui calmando. Estaba muy mal y el sentirme apoyada y escuchada en esos momentos me hizo mucho bien. Por eso lo hice. Hablamos durante media hora. Mientras, anduve por toda la habitación, me tumbé en la cama, en el suelo, coloqué de nuevo la ropa en el armario... poco a poco me iba calmando mientras hablábamos. En un momento de la conversación le pedí perdón. Perdón por comportarme como una estúpida con él después de todo. Lloré de nuevo. Me dijo que estaba todo bien. Yo me tenía que desahogar. Curiosamente mi hermano estaba viviendo una historia parecida y lo estaba pasando mal. Supongo que el hecho de que él lo pudiera pasar mal por mi culpa no me gustó lo más mínimo. Me pidió que estuviera bien y colgamos. Ya hablaríamos mañana. Joder, a veces soy una completa gilipollas tomando decisiones.

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